La nota que sigue
fue elborada por Stella Calloni (foto de arriba), de Prensa Latina, y reproducida hoy en Red
Voltaire. Calloni habla de muchas cosas, sobre todo de la cuestión de contexto en torno a la muerte del fiscal argentino Alberto Nisman. Como ya hemos dicho en este blog, dicho contexto excede largamente los límites de la República Argentina. Concluye Calloni: “Es tal la intoxicación informativa, que nadie sabe distinguir entre
el informe de la Fiscalía investigadora y los “juicios paralelos” que se
escenifican en televisión.” Pasemos a la nota:
Título:
Argentina: la CIA y el Mossad en un intento de “golpe blando”
Epígrafe:
Estadunidenses e israelíes manipularon desde un inicio la investigación de un
cruento atentado en Argentina en 1998. Por casi 2 décadas buscaron acusar a
Irán, pero ni una sola prueba pudieron ofrecer. El último fiscal del caso
reportaba secretamente a la inteligencia estadunidense los avances en la
investigación y le consultaba el rumbo que tomarían las pesquisas. Con la
muerte de este funcionario argentino, ahora Estados Unidos busca hacer una
jugada de tres bandas: además de implicar al siempre incómodo Irán, ahora ha
orquestado un golpe de Estado blando contra la presidenta Cristina Fernández.
De prosperar, seguiría Venezuela, con lo que se debilitaría el bloque de países
suramericanos que han puesto dique a los intereses de Estados Unidos en la
región
Texto: Buenos
Aires, Argentina—El pasado 18 de enero de 2015, el fiscal Alberto Nisman, al
frente de la Unidad Especial que investigaba la causa sobre el cruento atentado
contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) el 18 de junio de 1994,
fue encontrado muerto con un disparo en la cabeza, en el baño de su
departamento y con todas las puertas de su casa cerradas por dentro. Cuatro
días antes había presentado una denuncia, sin prueba alguna, mal redactada y
con serias contradicciones, en la que acusaba a la presidenta de la nación,
Cristina Fernández de Kirchner, al canciller Héctor Timerman, y a otras
personas, de intentar encubrir a funcionarios iraníes acusados –sin pruebas– de
ser culpables del atentado. En días se había puesto en marcha un golpe
encubierto de mano externa.
El fiscal había
sido colocado al frente de la investigación en 2004, después de 10 largos años,
cuando se cerró el más escandaloso e irregular juicio de la historia, sin
lograr encontrar a los culpables del atentado que dejó 85 muertos y centenares
de heridos. Este hecho aparece como un eslabón más de un golpe en desarrollo,
en el que participan un sector de la justicia, la oposición, los medios masivos
de comunicación y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en
inglés) y el Mossad, de Estados Unidos e Israel, respectivamente.
Para entender
esto hay que entender de qué se trata el caso AMIA y conocer, precisamente, las
graves irregularidades cometidas por haber entregado en la década de 1990 la
investigación a los servicios de inteligencia estadunidenses e israelíes, que
operaron conjuntamente con el grupo de la Secretaría de Inteligencia de Estado
(SIDE).
Investigación
bajo control externo
El cruento
atentado conmovió al país; el juez que quedó a cargo de la investigación en
julio de ese año fue Juan José Galeano, quien comenzó su actuación bajo una
presión muy evidente.
La inteligencia
israelí –que envió sus hombres a colaborar en las primeras horas del hecho– y
la CIA, en sólo 24 horas después del atentado acusaron a la República de Irán y
a Hezbolá de Líbano, sin pruebas.
Sin haber
iniciado la investigación ofrecieron un testigo importante a Galeano, quien
viajó a Venezuela para entrevistarlo. Se llamaba Manouchehr Moatamer y se
presentó como un exfuncionario iraní, que había huido de su país y acusaba al
gobierno de Irán de ser responsable del atentado, sin ninguna prueba. Sus
dichos erráticos al poco tiempo se cayeron. Es decir que habían vendido un
testigo falso.
Moatamer se había
ido de Irán con su familia en 1993. Falta saber cómo llegó a Venezuela en 1994,
y cómo terminó al final en Los Ángeles, Estados Unidos, como “testigo protegido
de la CIA”.
La causa de
Galeano siguió navegando en un mar de irregularidades; pero aún en 1997 fue a
ver nuevamente a Moatamer a Estados Unidos. Nada agregó a su testimonio
anterior. En 2008 finalmente éste confesó que había mentido para obtener la
visa estadunidense.
En 1998
nuevamente la CIA y el Mossad ofrecieron otro supuesto testigo, en este caso
radicado en Alemania, Abolghasem Mesbahi, llamado el “testigo C”. Mesbahi había
sido desplazado en 1989 de algunas tareas menores para la inteligencia iraní,
sospechoso de ser agente doble. Se dedicó a la actividad privada y realizó una
serie de estafas, tras lo cual se fue a Alemania donde se radicó desde 1996.
En ese tiempo
acusó a Irán de cada uno de los “atentados terroristas” que no se esclarecían
en el mundo –lo que siempre sucede con los atentados de falsa bandera– como el
de Lockerbie, Escocia, y otros.
El “testigo C”,
que ganó fama por el misterio que rodeaba su nombre, vio una nueva oportunidad
acusando a Irán, con la anuencia de los servicios alemanes, estadunidenses e
israelíes de la voladura de la AMIA. Sin pruebas, contó su versión en Alemania
ante un juez del lugar y el argentino Juan José Galeano, que viajó a ese país
en 1998.
“Mesbahi declaró
cinco veces bajo juramento en la causa, y en los puntos esenciales dio cinco
versiones distintas y contradictorias de estos, que no podrían servir nunca
como prueba. Sólo dichos y palabras, y por supuesto, conjeturas y deducciones
de inteligencia”, resume el abogado Juan Gabriel Labaké en su libro “AMIA
Embajada, ¿verdad o fraude?”.
Este abogado, por
cierto no oficialista, viajó a Teherán, a Europa y Estados Unidos, reuniendo
datos, entrevistándose con fuentes importantes, y finalmente llegó a la
conclusión de no existían pruebas contra Irán en el juicio de AMIA tanto bajo
la dirección de Galeano, como bajo la del fiscal Nisman, quien sólo refritó los
expedientes de su predecesor y les dio cierto orden, pero acusando, como
ordenaron Washington y Tel Aviv, siempre a Irán.
El periodista
Gerth Porter, de The Nation, escribió en una nota el 16 de mayo de 2010 que el
embajador de Estados Unidos en Argentina en el momento del atentado a la AMIA,
James Cheek, le dijo en una entrevista: “Que yo sepa no hay ninguna evidencia
real de la participación iraní. Nunca probaron nada”.
Lo extraño es que
cuando Nisman acusa a Irán en 2006 ya se sabía que ambos testigos no eran
creíbles, y la justicia británica había devuelto, por falta de pruebas, un
pedido de extradición del exembajador iraní en Argentina Hadi Soleimanpour. El
diplomático iraní estaba haciendo un curso en Londres cuando lo detuvieron en
2003 hasta que llegara el exhorto de extradición. Debieron soltarlo en 2004 y
pagar una indemnización de 189 mil libras esterlinas.
También la
Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) devolvió un primer
pedido de alerta roja por falta de pruebas, y el segundo pedido en 2013, y que
está hasta estos días, por especial pedido del gobierno de Cristina Fernández
de Kirchner y el canciller Héctor TImerman, tampoco tiene aún el fundamento de
las pruebas que el juez Rodolfo Canicoba Corral le pidió a Nisman que
investigara. Ahora se sabe que Nisman no había cumplido con reunir pruebas,
sino simples deducciones de inteligencia que no sirven a la justicia ni a la
verdad.
El primer juicio
de la AMIA debió ser cerrado por escándalos e irregularidades graves, una de
las cuales consistió en que el juez Galeano, con apoyo del entonces presidente
de la Delegación de Asociaciones Israelitas-Argentinas (DAIA), Rubén Beraja,
pagó 400 mil dólares a un reducidor de autos robados, Carlos Telledín, para que
acusara a diplomáticos iraníes y a policías de la provincia de Buenos Aires.
Estos últimos
estuvieron 5 años detenidos y debieron ser liberados por absoluta falta de
pruebas, sin vinculaciones con la causa. Así, escandalosamente, terminó ese
juicio.
La enmarañada red
de falsedades y mentiras, presiones e intereses que eran los expedientes de la
causa del cruento atentado contra la mutual judía AMIA obligó a terminar con el
juicio en 2004, y el entonces presidente Néstor Kirchner (2003-2007) exhortó a
la justicia a avanzar, profundizando en la causa hacia la verdad.
Se creó entonces
la Unidad Especial de la Causa AMIA, que quedaría por decisión de la
Procuraduría en manos del fiscal Alberto Nisman, lo que sorprendió, ya que
también había sido parte del fracaso del juicio iniciado en julio de 1994 y
cerrado 10 años después, sin haber logrado nada.
El caso Nisman
Nisman había
comenzado en 1997 su camino hacia la actual Fiscalía, en Morón, provincia de
Buenos Aires. En su historia hay un caso que marcó su camino y fue la
investigación sobre el destino de Iván Ruiz y José Díaz, dos de los
participantes en el fracasado ataque al cuartel de la Tablada en enero de 1989,
dirigido por el exjefe guerrillero Enrique Gorriarán Melo, durante el gobierno
democrático de Raúl Alfonsín. Ambos detenidos, después del cruento
enfrentamiento que dejó varios muertos y heridos, fueron vistos por última vez
brutalmente torturados y llevados por militares y policías en un automóvil Ford
Falcon.
Hasta ahora están
desaparecidos, pero Nisman y un juez que lo puso a cargo de la investigación
apoyaron la versión oficial del Ejército de que “habían muerto en combate” a
pesar de las evidencias de su desaparición forzada.
En julio de 1997,
el entonces procurador general Nicolás Becerra lo convocó para sumarse a los
fiscales que investigaban el atentado contra la mutual judía AMIA, José
Barbaccia y Eamon Mullen, por pedido expreso de ambos.
De acuerdo con
Infojus Noticias de Argentina “el equipo de Nisman, Barbaccia y Mullen trabajó
hasta el juicio oral, pero no terminó bien”. Durante ese juicio por la llamada
“conexión local”, muchos testigos dijeron que ellos y el juez Juan José Galeano
habían cometido una serie de irregularidades que se comprobaron.
Al final del
debate, el Tribunal Oral absolvió al delincuente Carlos Telleldín, a quien el
propio juez entregó 400 mil dólares para acusar a funcionarios iraníes y a
policías, con el visto bueno de Rubén Beraja, entonces presidente de la
poderosa Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas.
En los
fundamentos del fallo se acusó a Galeano –quien terminó destituido y
procesado–, a su equipo y a los fiscales Mullen y Barbaccia, también
procesados.
“En el juicio
oral quedó demostrado que no se investigó absolutamente nada” en la Causa AMIA
, afirmó a Infojus Noticias el abogado Juan Carlos García Dietze, defensor de
Ariel Nizcaner, quien fue absuelto de haber participado en la adulteración de
la camioneta Traffic, que supuestamente fuera usada en el atentado.
“Siempre hubo un
tema parádojico: Barbaccia y Mullen quedaron imputados, y Nisman siguió a
cargo. Es extraño”, reflexionó García Dietze.
En 2004 Nisman,
ya a cargo de Unidad Especial para concentrar todas las investigaciones
vinculadas al atentado, se acerca a un hombre clave de la entonces Secretaría
de Inteligencia del Estado, la antigua SIDE, Antonio Stiusso, alias Jaime. Éste
había sido desplazado de la Causa AMIA como parte de las irregularidades del
juicio, pero con Nisman recuperó un lugar de importancia. Ambos trabajaban con
la CIA y el Mossad.
La Unidad Especial
recibía importantes sumas de dinero para investigar, pero Nisman sólo se dedicó
a clasificar los expedientes de Galeano y continuó responsabilizando a los
iraníes, sin haber producido, en los últimos 10 años, ninguna prueba para
confirmar la acusación. Su primer pedido de alerta roja contra 12 iraníes,
diplomáticos y funcionarios acusados fue devuelto por falta de pruebas. Como
sucedió con el pedido de extradición a Londres del exembajador iraní en
Argentina, Hadi Soleimanpour, cuando la justicia británica devolvió la
solicitud por falta de pruebas, indemnizando al diplomático en 2004. Una
vergüenza para la justicia argentina.
Nisman y la
Embajada de Estados Unidos
Durante 10 largos
años los expedientes que investigaba Nisman siguieron incorporando “informes
basados en deducciones y armados”, sin prueba real, imposibles de comprobar,
que proveía la CIA y el Mossad, igual que hicieron al proveer los falsos
testigos.
En 2010, cuando
se publicaron en Argentina una serie de cables secretos referidos al caso AMIA,
del Departamento de Estado de Estados Unidos revelados por WikiLeaks, quedó en
evidencia que el fiscal Nisman anticipaba las medidas que iba a tomar en esta
causa a diplomáticos de esa Embajada.
Estos
descubrimientos no dieron lugar a tomar una medida clave, la de separar al
fiscal de esta causa ya que no se puede ser “juez y parte”, como sucedía en su
relación de subordinación a Estados Unidos e Israel.
La pista iraní no
lograba reunir pruebas concretas, pero sin duda favorecía a los intereses
geopolíticos de ambos países que continúan intentando invadir Irán, enlazando
esta situación con el anunciado plan imperial de un Oriente Medio ampliado, que
significó invasiones y ocupaciones coloniales de varios países en esa región en
el siglo XX. Jamás la inteligencia estadunidense o israelí debieron haber
participado, monitoreado y armado la Causa AMIA.
En un despacho
del 22 de mayo de 2008, desde la sede diplomática estadunidense en Buenos
Aires, se especificaba: “Los oficiales de nuestra Oficina Legal le han
recomendado al fiscal Alberto Nisman que se concentre en los que perpetraron el
atentado y no en quienes desviaron la investigación”.
Eso fue
precisamente cuando el entonces juez federal Ariel Lijo ordenó la detención e
indagatoria del expresidente Carlos Menem, de su hermano Munir –ya fallecido–,
del entonces titular de la SIDE Hugo Anzorreguy, y otros, como el magistrado
Juan José Galeano y del ex comisario Jorge Palacios, por encubrir el atentado.
Nisman no había
informado de esa medida a la Embajada estadunidense como lo hacía normalmente.
Otros cables de WikiLeaks demostraron que el fiscal de la Causa AMIA se había
disculpado con los oficiales estadunidenses por no haber anticipado los pedidos
de detención. Hay varios cables referidos al tema, publicados por el periodista
Guillermo O’Donell.
Ya en 2013,
Memoria Activa y familiares y amigos de las víctimas del atentado de julio de
1994 se pronunciaban por un alejamiento de Nisman de la Causa AMIA. En
noviembre de 2013, en una carta abierta al fiscal, los familiares respaldaron
el Memorándum de Entendimiento entre Argentina e Irán y cuestionaron “la falta
de compromiso de Nisman y la inacción en la causa”, por considerarlo “funcional
a los intereses de los que siempre nos quieren alejar de la verdad”.
El Memorándum de
Entendimiento con Irán es un verdadero documento de política exterior que podía
sentar precedentes en la resolución de conflictos sin salida, como era el caso
AMIA. Se trataba de que los jueces de la Causa AMIA pudieran ir a Teherán a
indagar, ante la presencia de una Comisión de personalidades reconocidas y
neutrales, a los altos funcionarios iraníes acusados –sin pruebas– del
atentado. Por primera vez se podría saber la verdad, fuera la que fuera.
Al cumplirse 20
años del atentado, el 19 de julio de 2014 los familiares de las víctimas no
sólo reclamaron una vez más el esclarecimiento del hecho, sino que solicitaron
formalmente que se apartara a Nisman del caso por “haber mostrado su total
incapacidad para investigar en esta Causa”, como denunció entonces Diana
Malamud de Memoria Activa.
Irán siempre
ofreció su cooperación, pero la CIA y el Mossad rechazaban toda posibilidad.
Ningún país soberano en el mundo iba a entregar a un grupo de funcionarios
acusados sin presentar las pruebas necesarias a la justicia de terceros países.
Incluso surgió de Irán una propuesta de crear una Comisión mixta,
argentina-iraní, para investigar el tema AMIA.
En Irán no existe
extradición y por eso el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner trató de
hallar un camino, lo que incomprensiblemente fue rechazado por el gobierno de
Israel.
La DAIA y la
AMIA, que habían apoyado en principio el Memorándum, debieron plegarse al
mandato israelí. La oposición argentina rápidamente se alió a este rechazo y
surgieron jueces que declaraban la inconstitucionalidad de la ley, lo que era
una aberración jurídica.
Irán quedó a la
expectativa frente a esta situación. Lo que nadie sabía es que, con base en
falsas denuncias, convertirían este tema en una maniobra golpista contra el
gobierno de Fernández de Kirchner, el que más trabajó a favor de la verdad,
como se puede constatar en los esfuerzos ante la Organización de las Naciones
Unidas y en el propio Memorándum.
El 12 de enero de
2015, en plena Feria Judicial, e interrumpiendo un viaje que lo había llevado a
recorrer Europa para festejar el cumpleaños 15 de una de sus hijas, el fiscal
Alberto Nisman, al frente de la investigación sobre el atentado contra la
mutual judía AMIA, decidió regresar imprevistamente a Argentina según él mismo
comunicó a las amistades más allegadas en un mensaje de WhatsApp.
Sólo 1 día
después de llegar a Buenos Aires, anunció que iba a presentar una denuncia
contra la presidenta de la nación, el canciller, el diputado Andrés Larroque,
dirigente del movimiento juvenil La Cámpora y contra dos dirigentes sociales,
Luis D’Elía y Fernando Esteche, por el intento de presunto encubrimiento de los
iraníes acusados mediante un pacto secreto con Irán por “intercambios comerciales”,
que nunca existió. Trama de guerra sucia
El 18 de enero
fue encontrado muerto, como se conoce, en su departamento. Y la rigurosa
investigación fiscal continúa para no dejar ningún espacio de duda en su
conclusión final.
La Feria Judicial
le permitía elegir el juez, y buscó a Ariel Lijo, quien lleva causas creadas
por denuncias basadas en informaciones periodísticas y sin pruebas contra
funcionarios gubernamentales. El 14 de enero presentó la denuncia, generando un
gran escándalo, sin aportar pruebas a sus incriminaciones, pero tampoco nada
sobre el atentado que mató a 85 personas en 1994.
De inmediato la
dirigencia opositora salió a respaldarlo, porque esta noticia les permitía
montar un ataque brutal contra el gobierno en año electoral.
Prometía Nisman
dar a conocer escuchas telefónicas (ilegales hasta ahora) para justificar su
acusación, y el 19 de enero iba a hablar de su denuncia ante la Comisión de
Legislación Penal de la Cámara de Diputados, citado por la oposición, aunque
iba a asistir también el oficialismo, que pedía hacer público este evento, y no
cerrado.
Las escuchas
trasmitidas ilegalmente por un canal de televisión opositor de conversaciones
entre dirigentes sociales y una persona de la comunidad islámica jamás podrían
ser pruebas de nada. Pero el 19 su muerte conmocionaba al país y atrajo la
atención también fuera de Argentina.
En las
declaraciones ante la fiscalía de la ex esposa de Nisman, la jueza Sandra
Arroyo Salgado, quien estaba en Barcelona, España, con otra de las hijas del
matrimonio, señaló que éste la llamó el 12 de enero desde el Aeropuerto de
Barajas, en Madrid, para decirle que debía regresar urgente a Buenos Aires
porque su madre se iba a operar de un brazo y que luego iba a volver a Europa
para continuar su viaje.
Arroyo Salgado
dice haber discutido porque se negó a que Nisman regresara con su hija a Buenos
Aires y convinieron en que la dejaba en el Aeropuerto para que su madre llegara
a recogerla desde Barcelona.
Se agrega a esto
que la propia madre de Nisman, Sara Garfunkel, declaró en la causa que ella ya
se había operado del brazo antes. Nisman había mentido a su familia en un
regreso muy apresurado.
Por eso la
pregunta es: quién lo llamó tan urgentemente para presentar una denuncia sólo 2
días después de su regreso, nada menos que contra la presidenta. La fiscal que
ahora investiga su muerte, Viviana Fein, a todas luces bajo intensa presión,
dijo que el occiso ya había sacado el pasaje de regreso para el día 12 desde el
31 de diciembre. Esto abre entonces una interrogante: ¿Por qué envió un mensaje
de WhatsApp a sus amigos más cercanos, según transmitió la propia prensa
opositora antes que la fiscal revelara la compra anticipada del boleto, de que
tenía que regresar de forma intempestiva? ¿O era una trama ya urdida de
antemano?
La incriminación
fue la noticia bomba de comienzos de un año electoral, y la diputada derechista
Patricia Bullrich, de Unión Por Todos-Propuesta Republicana, organizó
rápidamente que Nisman explicara la denuncia a una Comisión del Congreso.
Bullrich, quien
habló varias veces con el fiscal antes de su muerte, está ligada a fundaciones
estadunidenses en Argentina, y de la misma manera la diputada Laura Alonso,
destacadas ambas por apoyar a los sectores más fundamentalistas de Estados
Unidos contra Cuba, Venezuela, Argentina o cualquiera de los países claves en
la integración latinoamericana.
El domingo 18 de
enero por la tarde, el fiscal Nisman fue encontrado sin vida por su madre,
llamada por dos custodios ante la falta de respuesta de éste. El departamento
estaba cerrado por dentro, incluyendo la puerta de servicio, que tiene dos
cerrojos; el de arriba, que podía abrir la madre, pero el de abajo tenía una
llave trabada por dentro y debieron llamar al cerrajero para que la abriera.
El cuerpo de
Nisman obstaculizaba abrir la puerta del baño. Tenía un disparo en la cabeza,
una pistola y un casquillo de bala calibre 22 estaban en el piso a su lado. Una
imagen desoladora. Tenía 51 años. Y los primeros resultados de la autopsia
realizada por reconocidos forenses con presencia de expertos peritos
determinaron que “no habían intervenido terceros”.
Toda la
información, incluyendo lo que se conoció después, mencionaba un disparo sólo a
poco más de 1 centímetro de la sien derecha, lo que llevaba a pensar en un
suicidio. La muerte se caracterizó como “dudosa” hasta que se terminen las
pericias, algunas repetidas para que no queden dudas.
La presidenta
Fernández de Kirchner, en su primera carta en Twitter, nunca dijo que fuera un
suicidio. Lo puso en duda al escribir la palabra entre signos de interrogación;
y en su segunda carta sostuvo con mayor precisión que no creía en un suicidio.
En todo caso en un suicidio inducido, y no precisamente por el gobierno, ya que
en realidad era el único afectado en este juego de servicios de inteligencia
extranjeros y locales y la oposición interna, mayoritariamente dependiente de
Washington y sus fundaciones.
Desde Bolivia, el
presidente Evo Morales definió certeramente esta situación: le pusieron una
emboscada a la presidenta argentina, dijo al denunciar los sucesos.
Es de un
simplismo aterrador pensar que a un gobierno a cuya presidenta se acusa sin
prueba alguna, con una denuncia tan deficiente que nadie cree fue redactada por
el fiscal, podría convenirle la trágica muerte de éste, después de presentar
una denuncia en su contra.
La oposición
política local, que ya armó varios escenarios golpistas en el país, se tomó el
hecho como una bandera para acusar al gobierno. Los medios de comunicación y
especialmente el Grupo Clarín, que se niega a cumplir con la Ley de Medios
Audiovisuales que debe terminar con los nefastos monopolios mediáticos,
comenzaron a especular confundiendo a la población, cautiva de ese enorme poder
desinformador.
Es tal la
intoxicación informativa, que nadie sabe distinguir entre el informe de la
Fiscalía investigadora y los “juicios paralelos” que se escenifican en
televisión.
Fue el gobierno
el que insistió que la reunión en el Congreso fuera pública, es decir, que todo
el mundo pudiera ver lo que se iba a debatir allí, lo que curiosamente la
oposición rechazaba. Los legisladores del oficialismo desde el primer momento
que Bullrich convocó la audiencia especial, afirmaron que concurrirían para
interrogar profundamente al Fiscal con la determinación de llegar al fondo del
asunto. La muerte del fiscal se lo impidió.
La muerte de
Nisman está siendo utilizada de una manera perversa por los medios de
comunicación opositores y por toda la red de desinformación mundial al servicio
del poder hegemónico, intentando responsabilizar al gobierno en una de las
campañas más duras que se recuerde.
El golpismo
encubierto está siendo desarrollado por un sector del Poder Judicial, una
estructura decadente que nunca se democratizó, los medios de comunicación
masiva, la oposición y la acción de los servicios de inteligencia locales que
fueron desplazados por el Ejecutivo y venían desde la pasada dictadura y antes
de ésta. Pero, indudablemente, por Estados Unidos y también Israel.
El Estado israelí
publicó en Estados Unidos un comunicado breve la mañana del 19 de enero de 2015
sobre “la trágica circunstancia” de la muerte de Nisman, término que se utiliza
para describir un suicidio; y el mismo día el secretario general de la DAIA,
Jorge Knoblovits, dijo a los medios argentinos –como está registrado– que
“creían que era un suicidio” y que esa entidad estaba preocupada por el destino
de la Causa. ¿Por qué luego cambiaron de rumbo?
Siguiendo el
lineamiento del Estado israelí, exhortaban a continuar con la Causa –como si
alguien hubiera mencionado abandonarla– y además a llevar a la justicia a los
culpables del hecho y continuar con lo que estaba actuando Nisman. Es decir –y
esto no puede perderse de vista– mantener la acusación contra Irán, lo que
significa continuar en el cerrado círculo que comenzó en julio de 1994 con
pistas y testigos falsos. ¿Qué hay en las sombras de esta Causa?
En la escena del
crimen
El colaborador
cercano del fiscal fallecido, Diego Lagomarsino, “experto en informática”,
contratado por Nisman con un salario inusualmente altísimo, fue a ver al fiscal
el sábado 17 de enero. Él mismo se presentó espontáneamente a la justicia para
decir que le había llevado un arma vieja, la pistola calibre 22 con la que
luego se “suicidó” el fiscal.
Primero dijo que
le pidió la pistola para defenderse, pero en realidad concurrió dos veces al
edificio donde vivía el fiscal supuestamente seguro y altamente vigilado como
se ofrecía a los compradores de departamentos en el lugar. De la última visita
en la noche no hay registros de salida. La investigadora Fein dijo que, según
lo registrado, Lagomarsino salió el domingo en la mañana, es decir, al día
siguiente de la muerte de Nisman.
La denuncia
publicada íntegra el día 20 de enero es absolutamente una pieza sin valor
jurídico, por su redacción, sus contradicciones y la falta de pruebas. Las
escuchas telefónicas ilegales, que un canal de televisión opositor dio a
conocer también violando toda norma, no agregan nada; al contrario, resultan
hasta pueriles. Reconocidos juristas señalan que aunque todo lo que se dice
fuera cierto no constituye delito porque nada de eso se realizó.
El curioso –y
desconocido en el medio– periodista colaborador en el sitio de internet del
Buenos Aires Herald Damián Pachter, quien en la noche del 18 de enero dio la
primicia por Twitter que se había encontrado muerto al fiscal Nisman sin avisar
a su medio, decidió irse del país argumentando “miedo”. Primero sacó un boleto
de ida y vuelta a Uruguay, pero de pronto apareció en Tel Aviv.
Pero lo extraño
es que sale hacia Uruguay y sigue hasta Israel, donde dice que pidió refugio.
Luego se sabe que Pachter es argentino-israelí, y viajó con su pasaporte de
Israel. ¿Porqué pidió asilo, si era ciudadano israelí y estuvo 3 años en el
Ejército de ese país? Lagomarsino también gestionaba la actualización de su
pasaporte, para lo cual concurrió a las oficinas pertinentes el propio día 12,
cuando Nisman hizo pública su imputación. Inmediatamente tras la muerte del
fiscal las autoridades le retuvieron el documento y se le prohibió salir del
país.
La sospecha sobre
Pachter aumentó cuando dio entrevistas a medios europeos hablando de la
persecución de periodistas en Argentina, donde los medios opositores publican
notas insultantes contra la presidenta y otros funcionarios sin ningún
problema.
Otro dato
importante a registrar. El fiscal Nisman utilizaba un automóvil de alta gama,
un Audi, de un yerno de uno de los denunciados como encubridor local en el caso
AMIA, Hugo Anzorreguy, el ex jefe de la SIDE en el momento de la voladura de la
AMIA. Y además ligado al ex agente de la CIA Frank Holder, de oscura historia
en Centroamérica, que como tantos exagentes de otros países manejan agencias de
seguridad locales.
En Estados
Unidos, los sectores más recalcitrantes como el republicano Marco Rubio, Bob
Menéndez y otros, acusan a la presidenta y al gobierno sin prueba alguna, lo
cual es una amenaza y una presión sobre la justicia local, la misma que ejercen
los medios masivos de comunicación argentinos, que de diversas formas advierten
a fiscales y jueces que esta causa, como la de la AMIA, tienen que tener los
“culpables” que ellos determinen. Los llamados de esos legisladores, además,
evidencian su conexión con la derecha argentina.
Quieren una
destitución aparentemente “institucional” del gobierno, un golpe blando, pero
con muertes. No quieren la verdad.
Además de golpear
a Argentina en el mismo momento en que se acrecienta el golpismo en Venezuela
contra el presidente Nicolás Maduro, intentan debilitar a los organismos de
unidad e integración que se consolidan en América Latina.
Si algo faltaba
al terminar esta serie, se conoció que el ex presidente José Mujica, de
Uruguay, desmintió la versión de que un diplomático de la Embajada de Irán en
Montevideo fuese expulsado dos semanas antes por estar vinculado a la
colocación de un aparente artefacto explosivo en las inmediaciones de la
Embajada israelí en esa ciudad. Esa versión la publicó el diario israelí
Haaretz y la retomaron varios medios en el mundo.
Queda entonces la
pregunta que puede tener una rápida respuesta: ¿qué están preparando los
expertos en atentados de falsa bandera en nuestros países?
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