El relato que
sigue no dice nada nuevo a los lectores de Astroboy sobre la situación en
Ucrania. Lo posteamos por la sencilla razón de que pone los pelos de punta. El
artículo es de Alexei Sakhnin y apareció originalmente en el sitio Liva.com.
Hoy lo publica Slaviangrad.es. Acá va:
Título: La
impunidad de la extrema derecha
Texto: El 9 de
febrero, en pleno centro de Kiev, el nacionalista radical sueco Mikael Skillt y
otros soldados del batallón voluntario paramilitar Aidar arrestaron a dos
hombres que cruzaban la plaza de Maidan en el centro de la capital. Estos dos
hombres simplemente caminaban por la calle, supuestamente hablando por teléfono
en tono excesivamente elevado “sobre el Ejército Ucraniano, concretamente sobre
cuántos soldados ucranianos deberían morir”, declararon los soldados de Aidar
al canal de televisión ucraniano Espresso-TV.
Estos alertos
patriotas y el voluntario sueco, que pasaban por allí, inmediatamente
arrestaron a estos “separatistas”. Registraron a los “arrestados” y afirmaron
haber encontrado medallas de “las organizaciones terroristas RPD y RPL”.
De hecho, según
la ley, los miembros de batallones voluntarios no tienen derecho a detener,
interrogar o registrar a ciudadanos (aunque muchos de los miembros de estos
batallones voluntarios están oficialmente registrados como empleados del
Ministerio del Interior ucraniano). En realidad, lo hacen habitualmente. De
hecho, en septiembre de 2014, Amnistía internacional publicaba un informe en el
que el batallón Aidar de repetidos casos de secuestro, tortura e incluso
ejecuciones.
La opositora
Tatiana Montyan, líder del partido “Spilna Diya” (Acción Común), en una
conversación con la revista sueca Aftonbladet afirmó que no creía que los
detenidos fueran “separatistas”. “Son los cuentos de los bosques de Viena”,
dijo. Nadie en Kiev se pasearía hablando en alto sobre su simpatía por los
rebeldes; y menos aún llevarían medallas otorgadas por “la otra parte”.
Según Tatiana,
este episodio podría tener cualquier otro tipo de explicación, incluyendo un
simple robo a pleno día, de alguna forma tapado como una “acción patriótica”.
Ese tipo de casos, afirma, se están haciendo cada vez más frecuentes en
Ucrania. Quienes están armados sienten completa impunidad y se permiten cometer
actos ilegales abiertamente, mientras la policía teme involucrarse.
Recientemente se ha dado el caso de “patriotas” armados lanzando una granada a
la policía.
“El caos va en
aumento en el país; todas las instituciones estatales se están colapsando”,
dice Montyan.
Pero si bien las
víctimas de los soldados de Aidar eran muy probablemente ciudadanos inocentes
que pasaban por allí, la presencia de los soldados en esta calle principal de
la ciudad no tiene nada de accidental. Habían acudido al centro de la ciudad en
busca de “provocadores pro-rusos”, que es como se describe hoy en día a quienes
protestan contra el aumento de las tarifas del metro y del resto del
transporte, que se han duplicado.
Según el
memorándum que el Gobierno ucraniano ha firmado con el Fondo Monetario
Internacional, el ejecutivo se compromete, comenzando este año, a elevar la
edad de jubilación a los 65 años, multiplicar por entre cuatro y seis el precio
del gas natural, despedir a 230,000 empleados del sector público
(principalmente médicos y profesores) e implementar otra serie de impopulares
medidas de austeridad. Todo ello, unido al aumento del paro y la odiada
movilización del ejército, deja a Ucrania al borde de una explosión social.
En una situación
así, es casi natural que aparezcan guardias radicales y nacionalistas en dichas
protestas sociales. Los llamados batallones voluntarios, muchos de los cuales
alardean de su ideología ultraderechista, están financiados por grandes
empresarios, como por ejemplo el multimillonario gobernador de Dnipropetrovsk
Igor Kolomoisky.
“Todos ellos
pertenecen a los oligarcas, políticos y oficiales”, confirma Tataiana Montyan,
“y ejecutarán cualquier orden, independientemente de si es contraria a la ley”.
En una situación
de grave crisis social, estos destacamentos bien armados y entrenados pueden
convertirse en el soporte de quienes detentan el poder en Ucrania y que
rápidamente están perdiendo su popularidad. Hoy, la retórica patriótica
comienza a mezclarse con el racismo social y la discriminación.
“He detenido a
dos separatistas y resulta que uno de ellos tiene tuberculosis. Ahora me da un
escalofrío cada vez que toso”, se quejaba Mikael Skillt en su cuenta de
Twitter. Uno de sus lectores explicaba cómo se asocia la enfermedad con los
“separatistas”: “La mayor parte de ellos son criminales y la tuberculosis es
algo común en las cárceles rusas”, escribió.
Pero Mikael
Skillt, el soldado sueco que lucha por la raza blanca, no se ha desanimado.
“Esa mierda no mata a los vikingos”, dice.
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