Qué pasa cuando
los aprendices de brujo del Imperio se meten a sembrar el caos en
civilizaciones de seis mil años de antigüedad, como las del Levante? Salen
cosas feas de todo esto, chicos. Nos topamos con este bello ensayo de Thierry
Meyssan para Red Voltaire, y no nos hemos resistido a reproducirlo. Acá va:
Título: La CIA se
ve desbordada ante el inesperado apoyo de civiles al Emirato Islámico
Epígrafe:
Abrumada y sorprendida por el fulgurante desarrollo del Emirato Islámico, grupo
yihadista que ella misma creó, la CIA (Agencia Central de Inteligencia de
Estados Unidos) será objeto de una profunda reorganización. Pero el problema
que actualmente enfrenta la Agencia es realmente inédito: una retórica
inventada por la CIA para justificar la firma de comunicados reclamando la
autoría de atentados terroristas bajo bandera falsa se ha convertido en una
poderosa ideología al entrar en contacto con una población cuya existencia la
inteligencia estadounidense ni siquiera conocía. Para Thierry Meyssan, la reforma
de la CIA será ineficaz y no permitirá a la Agencia manejar el cataclismo que
ha provocado en el Levante.
Texto: En
noviembre pasado, la CIA fue incapaz de evaluar la situación en Siria.
Totalmente desorientada por sus propias mentiras, la Agencia ya no lograba
identificar las motivaciones de sus «revolucionarios». Peor aún, ni siquiera
pudo determinar de cuánto apoyo disponía la «oposición» ni de cuánto respaldo
gozaba la República Árabe Siria. Este fracaso no ha hecho otra cosa que
empeorar, lo cual quedó demostrado, a finales de febrero de 2015, con el
derrumbe del Movimiento de la Firmeza (Harakat Hazm), el ejército oficial de la
CIA en Siria [1]. Por supuesto, la vida sigue su curso y la CIA ya reagrupó sus
fuerzas en el seno de una nueva formación, bautizada como Frente del Levante
(Shamiyat Front).
Con la creación
de al-Qaeda, y posteriormente al crear el Emirato Islámico (Daesh), la
intención de la CIA era tener a su disposición cierta cantidad de mercenarios
que utilizaría en la realización de misiones que ella misma no podía reconocer
como propias. Pero la Agencia nunca imaginó que los civiles podían llegar a
tomar en serio la fraseología barata que sus expertos inventaron para redactar
los comunicados de esos grupos yihadistas. De hecho nadie dio importancia al
galimatías de Osama ben Laden, cuando afirmaba que la presencia de los
militares no musulmanes de la OTAN en suelo saudita, durante la operación
«Tormenta del Desierto», era un sacrilegio que exigía reparación. Es imposible
encontrar en el Corán algo que justifique aquella maldición. Y los mercenarios
de al-Qaeda no tuvieron ningún escrúpulo en luchar junto a la OTAN en
Bosnia-Herzegovina y en Kosovo. Así que no parecía que hubiese razones para
creer que ahora sería de otra manera.
Sin embargo, ya
en el momento de la guerra contra la Yamahirya Árabe Libia, observé que algunos
mercenarios de al-Qaeda parecían realmente deseosos de volver al modo de vida
de «los tiempos del Profeta»… en el siglo VII. Al menos ese era el caso en el
oscuro emirato islámico que Abdelkarim Al-Hasadi gobernaba en Dernaa. Pero no
se trataba para ellos del siglo VII levantino, cristiano y donde no se hablaba
árabe. Ni siquiera se referían al siglo VII francés del rey Dagoberto sino al
siglo VII de la Península Arábiga, con una sociedad estancada en el tiempo y
que se componía –según el Corán– de beduinos ladinos y crueles que el Profeta
se esforzó por convertir y apaciguar.
Posteriormente,
durante la guerra contra la República Árabe Siria, observé que los sirios que
apoyaban a al-Qaeda (y que hoy apoyan el Emirato Islámico), sin mediar en ello
móviles financieros, eran todos miembros de familias muy numerosas cuyas
mujeres no estaban autorizadas a controlar su fecundidad. La división que iba
apareciendo en el país no era de carácter político, en el sentido moderno de la
palabra. La ideología de los civiles que apoyan a los yihadistas se resume al
deseo de retornar a una época de orígenes míticos, la de los camelleros de una
Arabia de la Edad Media. Y la CIA, que provocó la aparición de esa “ideología”,
no supo entender la fuerza de lo que estaba fabricando ni seguir su expansión.
Ni siquiera se
trata en este caso del clásico boomerang que regresa y golpea a quien lo lanzó,
dado que el Emirato Islámico no se ha vuelto contra la CIA. Se trata más bien
de la transformación de un grupúsculo terrorista en un Estado y del triunfo,
entre algunos sectores de la población, de una retórica ridícula.
La CIA se ve
ahora ante el problema de todas las administraciones. Su modo de organización,
que le valió en el pasado numerosas victorias en diversas regiones del mundo,
ya no funciona porque la Agencia no ha sabido adaptarse. Organizar un golpe de
Estado y manipular las masas para que apoyen una organización terrorista son
dos cosas muy diferentes.
Es por esa razón
que, el director de la CIA, John Brennan, ha anunciado, al cabo de 4 meses de
consultas internas, una completa reestructuración de la Agencia.
Hasta ahora, la
CIA se componía de:
• La Dirección de
Inteligencia, encargada de analizar la información y los datos obtenidos;
• La Dirección de
Operaciones, rebautizada Servicio Clandestino, encargada del llamado “espionaje
humano”;
• La Dirección de
Ciencias y Tecnología, especializada en el trabajo vinculado a la información
científica y de carácter técnico;
• La Dirección de
Apoyo, encargada de manejar el personal, la entrega de equipamiento y del
financiamiento.
El personal de la
CIA se distribuía en función de sus capacidades: los intelectuales en la
Dirección de Inteligencia, los “duros” en la Dirección de Operaciones, los
“estudiosos” en la Dirección de Ciencias y Tecnología y los organizadores en la
Dirección de Apoyo. Por supuesto, cada Dirección dispone además de
colaboradores con perfiles diferentes para poder garantizar su trabajo pero,
esquemáticamente, cada Dirección correspondía a un perfil humano bien definido.
Los documentos
revelados por Edward Snowden confirman que la CIA es la agencia de inteligencia
más grande del mundo, con un presupuesto de 14 700 millones de dólares en 2013
–el doble del presupuesto total de la República Árabe Siria. Sin embargo, la
CIA es sólo una más de las 16 agencias de inteligencia que existen en Estados
Unidos.
En pocas
palabras, con todo ese dinero y todas esas “habilidades”, la CIA estaba
dispuesta a vencer la URSS, que acabó por derrumbarse sola –sin ayuda de la
Agencia– hace más de 25 años.
Para hacer
avanzar la Agencia, John O. Brennan ha decidido generalizar el modelo del
Centro Contraterrorista, creado en 1986 en el seno de la Dirección de
Operaciones, un modelo ultrasofisticado que incluso ha aparecido públicamente
en la serie de televisión 24 horas. Esta unidad multidisciplinaria hizo
maravillas para responder instantáneamente a todas las preguntas que se le
planteaban. Es capaz de identificar una persona, localizarla y eliminarla en un
tiempo ínfimo, para gran regocijo de la Casa Blanca. Y ya sabemos que el
presidente Obama visita diariamente su bunker subterráneo para señalar los
blancos de sus drones y ordenar el asesinato de quien a él le parece oportuno
asesinar, cuando a él le parece y donde a él le parece.
Según John
Brennan, se trata ni más ni menos que de hacer entrar la inteligencia –o el
espionaje– en la era de las nuevas tecnologías, los ordenadores y los
satélites. Para ello la Agencia tendría que someterse a una rápida
restructuración alrededor de 16 Centros “a cargo” de cada región del mundo y de
diferentes objetivos generales.
Pero ¿cómo habría
podido el Centro Contraterrorista darse cuenta de que una fraseología infantil
se transformaría en una poderosa ideología?
El éxito del
Emirato Islámico proviene, en primer lugar, del apoyo de los Estados que lo
respaldan, de su armamento y de su dinero. Pero el apoyo que ha encontrado
entre ciertos sirios no tiene nada que ver con el Corán ni con la lucha de
clases. Es la rebelión de un modo de vida que está desapareciendo, de una
sociedad violenta y dominada por los hombres contra un modo de vida donde se
respeta a las mujeres y se abre la puerta al control de la natalidad. En
Europa, esa transformación se produjo con el éxodo rural y las dos Guerras
Mundiales, sin dar lugar a guerras suplementarias. El Irán del imam Khomeiny la
realizó, a inicios de los años 1980, con rotundo éxito y poco a poco se
extendió por el mundo árabe hasta tropezar con el Emirato Islámico. Se trata,
por consiguiente, de un conflicto que no tiene nada que ver con la divergencia
teológica entre chiitas y sunnitas.
Los próximos
acontecimientos son perfectamente previsibles. Como siempre, los
estadounidenses creen poder resolver el problema recurriendo al progreso
tecnológico y van tratar de entender la situación en el «Medio Oriente» con un
enorme despliegue de medios informáticos.
Pero ¿cómo podría
Estados Unidos, nación fundada hace apenas 2 siglos, entender el enorme
cataclismo que ha desatado en el seno de la civilización más antigua del mundo?
¿Cómo podrían los estadounidenses –desde su posición de bárbaros adinerados– y
los beduinos del Golfo “organizar” pueblos que son civilizados desde hace 6
milenios?
Porque es
precisamente ahí donde reside el secreto del Levante. Se trata de una región
donde residen gran cantidad de pueblos diferentes, que tienen cada uno su
propia historia, su propia lengua y su propia religión y que hablan además una
misma lengua vernácula y colaboran todos en mantenerla viva [2]. Los
nasseristas y los baasistas trataron de convertir ese mosaico en una fuerza
política única. Quisieron conformar una «nación árabe» con pueblos
mayoritariamente no árabes. Un sueño del que sólo subsiste hoy en día… la
«República Árabe Siria». Ese es el proyecto político que el Emirato Islámico
está atacando. Esa es la civilización que hoy se ve amenazada por los civiles
que apoyan a Daesh.
Mientras que los
Estados monoétnicos resultan fáciles de conquistar, los pueblos del Levante han
aprendido con el tiempo que su diversidad y su imbricación los hacen
invencibles. Es precisamente por eso que protegieron a los sobrevivientes de un
mundo antiguo, sobrevivientes que hoy se rebelan contra ellos y los minan desde
adentro.
¿Cómo podía
anticipar la CIA que jóvenes europeos, igualmente nostálgicos de aquellos
tiempos antiguos, se unirían por decenas de miles al Emirato Islámico para
oponerse a la marcha del tiempo y destruir obras de arte milenarias?
En 2006, la
derrota israelí en Líbano mostró como unos cuantos ciudadanos resueltos eran
capaces de hacer fracasar el ejército más sofisticado del mundo. El hombre ya
se impuso a las máquinas. Es un error creer que el progreso técnico es un
criterio de civilización, creer que las computadoras permitirán entender algo e
incluso dominarlo. Lo que pueden hacer, en el mejor de los casos, es contener
gran cantidad de información, clasificarla y sintetizarla. La reorganización de
la CIA permitirá a esa agencia estadounidense de espionaje responder las
preguntas del momento, pero no predecir el futuro.
Estadounidenses y
europeos son incapaces de reconocer que los pueblos a los que ayer imponían su
tutela colonial han logrado salir de su atraso técnico, mientras que ellos
mismos siguen sin salir de su propio atraso en materia civilizatoria. Hoy se
ven por tanto ante sus propios límites y han perdido toda capacidad de
influencia sobre el cataclismo que involuntariamente han suscitado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario