martes, 26 de julio de 2016

Promesas (rotas) del Este


Poco antes de su receso estival el boletín GEAB, órgano de difusión del Laboratorio Europeo de Anticipación Política, publicó su editorial  pública de mediados de Junio. La misma es previa al referéndum británico sobre el Brexit, lo que no hace más que reforzar varias de las conclusiones de este informe, el que se refiere específicamente a la Europa del Este. Acá va:


Título: Pueblos en cólera, desafíos democráticos, crisis sistémica global – Balcanización y retorno de los imperios en Europa Central y Oriental: el estrepitoso fracaso de la integración europea y la crisis euro-rusa

Texto: En 2014 nuestro equipo anticipó la desintegración del flanco de Europa del Este, tras el conflicto euro-ruso. Dos años después, el daño se ha hecho visible. Si Europa y Rusia no consiguen renovar el diálogo, lo peor está por llegar a esta parte de Europa, donde están resucitando viejos demonios (Guerra Fría, guerras europeas, balcanización e imperios…) y donde todos los fracasos de la política de ampliación de la UE están saliendo a la luz.


La integración de Europa del Este es un fracaso

El mayor fracaso en los últimos 30 años de integración europea es la política de ampliación de los países del bloque soviético. Esta política, esencialmente motivada por la codicia de las empresas de Europa Occidental (y más allá), se puso en marcha en detrimento de la integración política de todo el continente y, particularmente, de las poblaciones del Este. En muchas ocasiones, hemos mencionado la baja tasa de participación de la región del Este en las elecciones europeas, una región que una vez anheló entrar en la UE. El flanco Oriental de la UE es ahora un grupo de países motivados por diferentes causas, integrados en grados diferentes y atravesados por intereses de todo tipo. El riesgo de desintegración y de conflicto es inmenso y amenaza al proyecto europeo, mucho más que la hipótesis de una salida del Reino Unido.

La crisis euro-rusa de 2014 creó las condiciones para una dislocación de la región, ya fracturada por innumerables intereses y futuros posibles. Como veremos más adelante, el aumento de adeptos a las extremas derechas, comenzó casualmente también en 2014. Conociendo estos peligros, nuestro equipo anticipa que los europeos conseguirán poner fin a las sanciones contra Rusia para finales de año (véase el artículo relacionado con este tema, en este mismo número). En caso de que fracasen, la dislocación de esta región irá de la mano de una explosión de las tensiones regionales y de los conflictos entre Europa y Rusia.

El detonante de la explosión podría estar situado en los Balcanes, una región que no se menciona en este artículo pero que está incluida en la ecuación.


Schengen, euro, UE: una integración de varias velocidades

Partiendo de estos hechos, observemos las diferencias de esta zona de ampliación post-caída del Muro.

Ciertos países son miembros de todos los niveles de integración europea (UE, euro, Schengen), como Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Eslovaquia. Esta lista revela una aberración: ver figurar los tres países Bálticos, en lugar de Polonia o la República Checa, que parecen miembros totales más lógicos. Otros países son miembros de la UE y de la zona Schengen, pero no de la zona euro: Polonia, Chequia, Hungría. Otros, solo son miembros de la UE, perfectos miembros de segunda clase, como Rumanía, Bulgaria y Croacia. Por supuesto, son los últimos en llegar, pero las reticencias de fondo, a ver estos países acceder al privilegio de la libre circulación (zona Schengen), parecen muy arraigadas.

Por otra parte, están los Estados candidatos, que no ven otro futuro que el europeo, a los que han prometido indefinidamente considerar su solicitud de adhesión. Forman indistintamente una mezcla entre miembros realmente potenciales y auténticas mentiras: países de los Balcanes, Ucrania, Turquía, Georgia…

Los niveles de integración y derechos diferentes crean el sentimiento de que es una región clasista, donde reina la desigualdad en el trato. Los países que integran la zona euro se corresponden con los señores de la región. En el lado opuesto, Rumanía (que, sin embargo, es el país que primero se presentó como candidato a la UE en 1995) y Bulgaria, al no estar en Schengen en el momento en que se refuerza, corren el riesgo de encontrarse al otro lado del muro que rodea actualmente el resto de Europa. En efecto, tal evolución de los hechos, excluiría a estos dos países, enviándolos de vuelta a una región de los Balcanes, cuya suerte debe preocuparnos, si Europa y Rusia no logran entenderse de nuevo, como ya hemos visto miles de veces.




Grandes desigualdades económicas

Siempre hablamos del eje de desigualdad entre este y oeste. Europa Central y Oriental no son para nada homogéneas. Si observamos los salarios medios, el rango se sitúa entre 350 euros en Bulgaria y 1092 euros en Eslovenia. Eslovenia se sitúa al nivel salarial de los países más pobres de Europa Occidental (Portugal y Grecia, ligeramente por encima de los 1.000 euros). Por su parte, los búlgaros reciben, de media, un tercio de esta suma, es decir, menos que los chinos [1].

En cuanto al paro, el rango se sitúa entre la República Checa (4,5% de tasa de desempleo), igual a la tasa alemana, y Croacia (15,1%), con Eslovaquia justo por encima (10,3%), cuya tasa es igual a la media de la zona euro (incluidos el 20% de paro español y el 24% de paro griego) [2].

Con respecto al crecimiento, Europa Central y Oriental no quedan mal en conjunto, lo que es normal, teniendo en cuenta el proceso de convergencia inducido por la integración a la zona económica de la UE. Sin embargo, podemos destacar a los verdaderos campeones de la UE, como Rumanía (3,8%), seguida de Polonia y Eslovaquia (3,6%)…; y a los países más lentos, como Croacia (1,6%) y Estonia, cuyo crecimiento es solo del 1,1%, pero cuyos elevados niveles salariales indican un nivel de desarrollo del tipo de Europa Occidental, probablemente en fase de estabilización [3].

Estos datos permiten constatar que no existe una coherencia entre las ventajas de estos países. Por ejemplo, Rumanía crece más rápido que Bulgaria, mientras que su nivel salarial está ya muy por encima. O Eslovaquia que, con su 10,3% de paro, llega a unos niveles salariales idénticos a los de Polonia, que solo tiene el 6,8% de paro… Los países más afligidos por la pobreza presentan una lista bastante diferente. Bulgaria, Rumanía, Letonia y Hungría son los más afectados [4], mientras que figuran en categorías muy diferentes en los indicadores de paro, nivel salarial y crecimiento. Hungría resulta especialmente desigual, si se comparan sus buenas cifras económicas con su gran riesgo de precariedad. 

Todo esto revela un fracaso en la convergencia económica, que era la motivación principal para entrar en la UE. Estas desigualdades son igualmente llamativas en Europa Occidental pero la motivación económica para entrar en la UE concierne especialmente a tres países (Portugal, España y Grecia), mientras que en Europa Central y Oriental, concierne a todos los países. El sentimiento de decepción es inevitablemente mucho más fuerte en este país. Se les ha vendido la integración, haciéndoles creer en unos rápidos beneficios que no existen. La convergencia económica, supuestamente resultante de la integración en la zona económica común, se confirma como mentira.


Ejércitos e Iglesias: Europa del Este, tierra de conquista

El fracaso de la integración y la crisis euro-rusa han transformado la Europa Central y Oriental en una competición verdaderamente feroz. Los intereses extranjeros enfrentados son, por supuesto, la UE, Rusia y EE.UU. Toda Europa Central y Oriental anhela quedarse en la UE, pero algunos perciben Europa como una simple extensión de EE.UU., de la cual exigen protección (países Bálticos, Polonia), mientras otros exigen que su participación en la UE, no implique una separación de su gran vecino ruso (Hungría, Eslovaquia, Bulgaria…). Se desencadena la hostilidad y las principales potencias hacen uso de todos sus mecanismos de influencia: la OTAN para EE.UU., la propaganda para Rusia…y también para Occidente, pues la OTAN pasa el tiempo hablando de contra-propaganda [5], mientras la religión es un mecanismo para ambos bandos.

Este último punto resulta particularmente interesante, porque rara vez se menciona. En realidad, desde el fin del comunismo, el sentimiento religioso, refrenado durante la época soviética, ha explotado en Rusia y en los países de Europa Central y Oriental. Detrás de este auténtico retorno a la fe, se encuentra un gran número de sectas evangelistas que, desde principios de los años 90, comenzaron a venir desde el otro lado del Atlántico, para asentarse en las zonas rurales de Rumanía y otros lugares [6], con montones de dinero y programas sociales, con los que fácilmente hacían que este rebaño “blanco” se olvidase de sus religiones históricas (catolicismo y ortodoxia).

La ortodoxia rusa ha tardado algo más en volver pero ya está muy presente. Por ejemplo, en Rumanía se están construyendo ahora multitud de monasterios ortodoxos [7] (más que hospitales), incluso en las regiones del oeste, históricamente católicas [8] (como Transilvania)


Notas:

[1] Salarios medios en la UE en 2015. Fuente: Reinisfischer, 2015

[2] Fuente: Statista, febrero de 2016

[3] Fuente: “La croissance en Europa”, Toute l’Europe, 11/05/2016

[4] Fuente: Euractiv, 20/02/2015

[5] “NATO looks to combat Russia’s ‘information weapon’: document”. ¿Difiere en algo la contra-propaganda de la propaganda? Fuente: Reuters, 27/01/2016

[6] Los testigos de Jehovah en Eslovaquia (fuente: CultNews, 28/08/2002) y los evangelistas en Rumanía (fuente: The Independent, 13/12/1993) son solo un par de ellos.

[7] “Romania’s costly passion for building churches”. Fuente: BBC, 07/08/2013

[8] Esta situación se desprende de la época comunista, durante la cual el ateísmo de Ceausescu, combinado con la fuerte fe del país, impuso una sola religión, la ortodoxia, con el evidente objetivo de volverse hacia el Este.

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