jueves, 10 de diciembre de 2015

Eduardito


La banda de sátrapas que constituyó la alianza política con el Partido Trabalhista brasileño muestra la hilacha desde hace rato (y numerosos cuadros del propio PT también, para ser justos). Ayer hablábamos de esa joyita de vicepresidente que ligó Dilma, Michel Temer. Un clásico de ayer, hoy y siempre es, sin embargo, Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados de ese país. Un diamante en bruto este Eduardito. Vayamos a la nota de Eric Nepomuceno para Página/12


Título: El caos brasileño de cada día

Epígrafe: Cunha, símbolo y protagonista de la degradación del sistema político, intervino de manera escandalosa en el Consejo de Etica de la Cámara, que lo juzga, y decidió simplemente paralizar todas las actividades de los 513 diputados nacionales.

Texto: Brasil vivió ayer otro día de confusión sin fin, con un grandioso espectáculo dejando claro hasta qué punto se llegó al descontrol en el escenario político. Mientras el Supremo Tribunal Federal acataba una acción presentaba por el Partido Comunista do Brasil (PCdoB), rechazando la maniobra llevada a cabo hace dos días por el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, y que resultó en la elección de una Comisión Especial de la Casa integrada mayoritariamente por defensores de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff (ver aparte), el mismo Cunha –a la vez personaje central y símbolo máximo del nivel de degradación a que se llegó – en dos otras maniobras intervino de manera escandalosa en el Consejo de Ética de la Cámara, que lo juzga, y decidió simplemente paralizar todas las actividades de los 513 diputados nacionales.

En un gesto que deja claro que, para él, no hay límites, Cunha determinó que mientras la Corte Suprema no dictamine sobre su propia –y muy discutible– maniobra llevada a cabo el pasado martes, la Cámara no funcionará. La decisión de la Corte está prevista para el miércoles 16. Y Cunha ya anticipó que, en caso de la muy probable anulación de su iniciativa y determine cómo deberá darse, acorde a los preceptos constitucionales, la tramitación del juicio contra Dilma, podrá interponer un nuevo recurso, para retrasar aún más los trabajos legislativos.

Igualmente grave, en todo caso, ha sido lo que ocurrió por la tarde. Cuando el Consejo de Etica de la Cámara estaba a punto de votar el informe del diputado Fausto Pinato, relator del caso, un acto de la Mesa Directora de la Casa determinó que él fuese alejado del puesto y su decisión, ignorada. ¿Quién controla la Mesa Directora? El presidente de la Cámara, claro. Sin ningún temor al escándalo, Cunha y su grupo de apoyadores dejaron puesta su determinación de maniobrar de manera incesante para protegerse.

Hubo otras malas noticias para Dilma Rousseff, en una jornada que agregó más y más tensión y malestar a un ambiente ya bastante enturbiado. Donde no se ve el dedo de Cunha, se notan con claridad absoluta las huellas digitales de su partido, el PMDB, cuya eterna división interna parece ahora haberse inclinado con fuerza para el bando dispuesto a destituir a la mandataria para que asuma el vice Michel Temer.

Ayer, por ejemplo, el Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) decidió rechazar la defensa de Dilma contra las acusaciones de irregularidades contables en las cuentas del gobierno. El TCU, pese al nombre sonoro, no es exactamente un tribunal: es un órgano asesor del Congreso, cuya misión es examinar las cuentas públicas y determinar irregularidades. Dilma es acusada de hacer exactamente lo mismo que hicieron todos todos sus antecesores. Y más: el TCU la acusa de irregularidades cometidas en 2015, a pesar de las cuentas de este año todavía no haber sido cerradas.

En este caso específico, además, claro, de las presiones de Cunha, se avistan maniobras de sectores del PMDB interesados en mantener su poder de trueque con el gobierno. La palabra final cabe al Congreso. Y la palabra final tiene un precio, por supuesto, cada vez más elevado.

Siguiendo en esa agonía, se supo ayer que Miguel Temer, el vicepresidente cuyos ojos están concentrados en el escenario que tendrá por delante tan pronto ocupe el sitio de la presidenta, sigue moviéndose con elegante soltura en el campo adversario. A tal punto, que ya empieza a dialogar con posibles integrantes de su futuro ministerio. Temer no oculta sus pasos, y se mueve con desenvoltura creciente.

Mientras el país ve una parálisis en el panorama político, la vida cotidiana sigue sus pasos, aunque a los tropiezos. La inflación anualizada superó la tasa del 10 por ciento, la producción sigue acrecentando pérdidas en todos los segmentos (industria, agronegocio, servicios), las inversiones retroceden, y las sacrosantas agencias calculadoras de riesgo advierten que a cualquier momento podrán rebajas la nota de calificación soberana de Brasil.

Ha sido otro día aciago en un panorama turbulento. Hay que tomar en cuenta, además, que el avance contra el mandato conquistado por Dilma Rousseff en las urnas enfrentará resistencia en las calles, además del campo de la política. También ayer, el ex presidente Lula da Silva, que pese al desgaste que sufrió y sufre sigue siendo el liderazgo político más fuerte del país, avisó que resistirá a la “aventura golpista” e irá “a la calle” para defender el mandato’ de su sucesora.

Sin negar la dura crisis económica y los escándalos de corrupción, Lula da Silva dijo que lo que ocurre en Brasil es ‘una anomalía’. Y advirtió que, con él, serán muchos los brasileños que sabrán resistir.

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