Una buena nota de
Roberto Savio para Red Voltaire: Occidente como herramienta conceptual del
Imperio para enfrentar, primero a la Unión Soviética y ahora a cualquiera que
se oponga a sus designios. ¿Europa? Dejándose arrastrar de las narices a
cualquier aventura, por costosa que sea. Pasemos a la nota:
Título: Occidente
se arroga el derecho a intervenir en otros países
Texto: El
Occidente es un concepto que prosperó durante la Guerra Fría (1947-1991). El
Este personificaba el mal contra el que todos los países democrático –léase
Occidente– estaban llamados a combatir.
Recuerdo mi
discusión en 1982 con Elliot Abrams, subsecretario de Estado durante la
administración estadunidense de Ronald Reagan. Abrams sostuvo que en ese
momento de la historia, su país encarnaba el auténtico Occidente, mientras
Europa era un aliado titubeante que, llegado el caso, no estaría dispuesto a
participar en una guerra contra la ya extinta Unión Soviética.
Cuando traté de
explicarle que la denominación Oriente-Occidente se remonta a la época romana,
mucho antes de que existiera Estados Unidos, me interrumpió para afirmar que el
concepto contemporáneo de Occidente abarcaba a los que estaban en contra del
imperio soviético, y Estados Unidos era el único poder capaz de liderarlos.
La presidencia de
Reagan (1981-1989) cambió el curso de la historia, al colocarse contra el
multilateralismo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y cualquier
acción contraria a los intereses fundamentales de Estados Unidos.
El hecho de que
el “destino manifiesto” de Estados Unidos lo convertía en el portavoz de la
humanidad, y la ocurrencia de que Dios era estadunidense, fueron las bases de
la retórica de Reagan. En una declaración delirante, llegó al extremo de
afirmar que Estados Unidos era el único país democrático del mundo.
Después del fin
de la Guerra Fría, el presidente George W Bush (2001-2009) retomó la retórica
de Reagan. Declaró que él era presidente porque Dios así lo había querido y
justificó la necesidad de su intervención en Irak, pese a la probada falsedad
de su denuncia sobre la posesión de armas de destrucción masiva por parte del
dictador Sadam Husein.
De esta manera,
Bush tuvo una responsabilidad indirecta en la creación del grupo radical Estado
Islámico.
Todo esto
comienza en Irak. El primer gobernador impuesto tras la invasión de Estados
Unidos en 2003 fue el teniente general Jay Garner, quien no duró mucho tiempo
porque sus ideas acerca de cómo reconstruir Irak se consideraron demasiado
indulgentes. Fue sustituido por el diplomático Paul Bremer.
Bremer tomó dos
decisiones fatales: eliminar el Ejército irakí y expulsar de la administración
pública a todos los miembros del Partido Baath, que lideraba Sadam, en el poder
desde 1979 hasta la invasión. Así dejó a miles de oficiales y funcionarios sin
trabajo y descontentos, y una administración muy ineficiente.
Ahora se sabe que
la mente detrás de la creación del Estado Islámico fue Samir al Abed Khlifawi,
coronel de los servicios secretos de la Fuerza Aérea irakí.
Los detalles de
cómo Khlifawi planeó la ocupación de una parte de Irak y de Siria han sido
divulgados por Der Spiegel. El semanario alemán logró acceder a los documentos
encontrados después de su muerte, que revelan una organización fanática, pero a
la vez fría y calculadora.
Después de la
invasión de Irak, Khlifawi fue capturado por los estadunidenses. En la prisión
estableció relaciones con otros oficiales irakíes, todos ellos sunitas, y
comenzó a planificar la creación del Estado Islámico, que ahora cuenta con
numerosos exoficiales del Ejército irakí en sus filas. Sin la fatídica decisión
de Bremer, Khlifawi probablemente habría continuado en el Ejército irakí.
También hay que
recordar que tras la cesación de la Guerra Fría, la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN) perdió su razón de ser. Hubiese sido lógica su
disolución, pero la mantuvo en vida la guerra contra Serbia (1999) y ahora está
convertida en el brazo armado de Occidente y ejecutora de sus guerras.
Según el informe
Los costos de las guerras, elaborado por académicos del Instituto de Estudios
Internacionales Watson, de la estadunidense Universidad Brown, el terrible
costo de la invasión a Irak fue de 2.2 billones (millones de millones) de
dólares en el periodo 2003-2013, por no hablar de los 190 mil muertos.
Al añadir
Afganistán, se llega a la asombrosa cantidad de 4 billones de dólares.
Si hubiese
reflexionado después de esa experiencia, Europa habría desistido de invadir
países árabes y de agravar su difícil balance financiero.
Sin embargo,
Europa continúa empeñada en lograr la desestabilización del régimen de Bashar
al Assad en Siria, lo que ha provocado la expansión de la militancia yihadista,
220 mil muertos y 5 millones de refugiados.
En el caso de
Libia, Europa intervino por insistencia del presidente francés, François
Hollande, y del primer ministro británico, David Cameron, ambos movidos por
razones electorales, con el objetivo de eliminar a Muamar el-Gadafi, y después
abandonar el país a su suerte.
Por alguna razón,
Europa siempre camina detrás de Estados Unidos, sin mayor análisis de los
problemas. El caso de Ucrania es el último de estos episodios de sonambulismo.
Ucrania fue
invitada a unirse a la Unión Europea y a la OTAN, provocando al paranoico
presidente de Rusia, Vladimir Putin, que cuenta con el apoyo casi unánime de su
pueblo, para que actúe firmemente y resista al cerco que Occidente está
tendiendo en torno a las fronteras de la exrepública soviética.
Un gran problema
es que la mayor parte de los europeos desconoce el mundo árabe.
Hace unos días,
la policía italiana desmanteló una célula yihadista en la ciudad de Bérgamo.
Uno de los arrestados era un imán. Sin embargo, ninguno de los medios de
información que habían denunciado una amenaza islámica que incluía la
planificación de ataques contra el Vaticano se tomó el trabajo de indagar a
cuál versión del Islam pertenecía el religioso.
El imán predicaba
de acuerdo con la versión más fundamentalista del Islam, el wahabismo,
originado en el siglo XVIII, que es el credo oficial en Arabia Saudita.
Esa visión
religiosa es semejante a la adoptada por el Estado Islámico, aunque eso no
significa igualar terrorismo y wahabismo. Se puede decir que, aunque todos los
terroristas sean wahabíes, no todos los wahabíes son terroristas.
Arabia Saudita ya
ha gastado 87 mil millones de dólares en la promoción del wahabismo fuera del
reino, financiando la fundación de 1 mil 500 mezquitas, todas con predicadores
wahabíes.
Junto con otros
países del Golfo, continúa destinando alrededor de 3 mil millones de dólares
anuales para financiar grupos yihadistas en Siria. Esto ha convertido a Al
Assad en un aliado táctico obligado para Occidente, que ha terminado por
aceptar su premisa: mejor nosotros que el caos.
Ahora el debate
es qué hacer en Libia y la OTAN está considerando varias opciones militares.
Por suerte, en esta ocasión el presidente estadunidense Barack Obama no quiere
intervenir militarmente.
Sin embargo, los
28 países de la Unión Europea, que raras veces se ponen de acuerdo, debaten en
función de sus propios intereses nacionales, por lo que no se puede descartar
una intervención militar.
Mientras tanto,
diariamente miles de refugiados buscan cruzar el Mar Mediterráneo para alcanzar
Europa. Se estima que ya han muerto más de 20 mil personas en el intento. La
dramática situación termina por fortalecer el apoyo popular a los partidos
xenófobos europeos, cuya estrategia se basa en la explotación del miedo y el
rechazo a los inmigrantes.
En realidad, para
seguir siendo competitiva, Europa necesita el ingreso de 20 millones de
personas, según proyecciones de la ONU. Lamentablemente, esto es por ahora
políticamente imposible.
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