Linda cartita ha
enviado al presidente turco el ecnomista y político tunecino Ahmed Manai. La
reproduce hoy Red Voltaire. Acá va:
Título: La
traición de Recep Tayyip Erdogan
Epígrafe: En esta
carta abierta al presidente turco, Ahmed Manai expresa su decepción ante el
viraje imperial de Ankara, que participó en la destrucción de Libia y hoy se
enseña con el pueblo sirio. Lo más importante es que, desde su posición de
autoridad moral tunecina, Ahmed Manai denuncia el daño que el gobierno turco
está haciendo a Túnez al respaldar activamente el reclutamiento de yihadistas
tunecinos y su envío a Siria.
Texto: Carta
abierta a Su Excelencia Recep Tayyip Erdogan,
Presidente de la República de Turquía
“Señor
Presidente,
Es inútil que me
presente. Y no lo digo por pretencioso ni porque me considere a mí mismo una
personalidad notoria sino simplemente porque nos conocemos.
Sin dudas
recuerda usted el mes de abril de 1998, cuando el presidente de la organización
«Mazlum Der» -con sede en Colonia, Alemania– y cercano a su partido de usted
–el AKP– se puso en contacto conmigo en el Instituto tunecino de Relaciones
Internacionales, en París, y me explicó los problemas que usted estaba
enfrentando con la justicia turca sobre un caso vinculado a la libertad de expresión.
Y solicitó mi
colaboración para movilizar organizaciones de derechos humanos, intelectuales y
políticos árabes y europeos e ir a Estambul a aportarle a usted nuestro
respaldo.
Así lo hicimos,
efectivamente, al cabo de unas semanas. Reunimos a 26 personalidades, hombres y
mujeres extremadamente conocidos en sus medios y países respectivos,
personalidades independientes y representantes de las organizaciones de la
sociedad civil.
Emprendimos todos
un viaje de un día a Estambul. Eso fue el 18 de mayo de 1998, hace ya
exactamente 17 años, día por día.
Nuestro viaje
también tenía como objetivo aportar el apoyo de la delegación al Presidente de
la Liga Turca de Derechos Humanos, quien acababa de ser blanco de un intento de
asesinato, y a las jóvenes estudiantes de la universidad de Estambul, a las que
se les había prohibido la entrada a la universidad, privándolas así de acceso a
la educación, porque se cubrían la cabeza con el pañuelo islámico.
Si me permito
recordarle a usted, Su Excelencia, aquel gesto de solidaridad de hace 17 años,
totalmente natural para mis amigos y para mí mismo, no lo hago para solicitar
ningún tipo de retribución, ni siquiera su agradecimiento, sino únicamente para
asegurarle que los principios y valores que nos movilizaron entonces a favor de
usted son los mismos que hoy me impulsan a escribirle a usted sobre su posición
de usted y la de su gobierno en relación con Siria, Libia, Irak, Egipto, Túnez
y otros países árabes.
Señor Presidente,
Le escribí a
usted el 11 de diciembre de 2002 para felicitarle por su éxito en las
elecciones legislativas. Y no niego que estuve entre las numerosas personas
que, en el mundo árabe, se felicitaban ante el nuevo enfoque político y
geoestratégico de Turquía y sus esfuerzos por reintegrarse, después de una
larga ausencia, a su entorno geográfico, cultural y humano, y por el
establecimiento de relaciones positivas y constructivas con sus vecinos. Sobre
todo teniendo en cuenta que sus intentos de integrar el espacio europeo habían
resultado inútiles.
Como todo árabe,
saludé la posición del gobierno turco que negó el paso a través de su
territorio a las tropas invasoras estadounidenses en 2003, durante la invasión
anglo-estadounidense contra Irak. Como también saludé su posición ante la
guerra de agresión israelí contra el Líbano, y posteriormente contra Gaza, así
como su entrada en una alianza estratégica con Siria en el marco de aquella
diplomacia -¡tremendamente sabia!– de «cero problema con los vecinos».
Habíamos creído
que, bajo la dirección de usted, Turquía constituiría un factor de equilibrio y
de estabilidad regional; una fuente de desarrollo, de prosperidad y de
fraternidad entre los árabes, los turcos y todos los pueblos de la región.
La realidad es
que usted ha convertido a Turquía en todo lo contrario, en un país que
desestabiliza y agrede a sus vecinos más cercanos o lejanos, en una fuente de
desequilibrio y desorden, en flagrante violación del derecho internacional y de
todos los principios y leyes que rigen las relaciones entre los Estados y las
naciones.
Nos sorprende,
desde hace 5 años, el cambio radical de su política hacia los países de la
región. Y su participación en la destrucción de Libia, de su Estado, de su
sociedad, su infraestructura y su pueblo. Y eso a pesar de que Libia era un
excelente mercado para los productos agrícolas e industriales de Turquía, a
pesar de que Libia acogía decenas de miles de desempleados turcos, al igual que
millones de desempleados africanos, asiáticos y árabes.
Para los
extranjeros, Libia era un país acogedor, donde se vivía bien y con seguridad.
Usted, con sus aliados occidentales y árabes, convirtió Libia en un país donde
todo huele a muerte y, desde 2011 y los 150 000 muertos causados por la
intervención de la OTAN, es un país cuya situación constituye una amenaza para
todo el Sahel africano y la cuenca oeste del Mediterráneo.
Nos chocó después
el hecho que usted violó sus compromisos anteriores y su alianza con Siria y el
respaldo que ha aportado a la sedición en ese país, pretextando estimular así
su democratización. Y desde hace más de 4 años, Turquía está implicada directa
y masivamente, sin el menor recato, en las actividades terroristas perpetradas
en ese país.
Usted ha
orquestado, con sus aliados regionales e internacionales, múltiples planes de
invasión contra Siria, para desmantelar su Estado, dividir su territorio y
empujar el pueblo sirio al éxodo y la emigración, todo ello con tal de crear
para usted mismo un espacio vital, con todo lo que implica esa última
expresión.
Es evidente el
papel de Turquía en la tragedia que está viviendo Siria. Para verlo basta con
pasar revista a las declaraciones hostiles de usted sobre el gobierno sirio, a
las reiteradas amenazas que usted lanza constantemente sobre la integridad
territorial de ese país y, sobre todo, a la activa participación de usted mismo
en la guerra impuesta al pueblo sirio, mediante la infiltración de decenas de
miles de terroristas, entre los que se hayan miles de jóvenes tunecinos que
allí se dedican a perpetrar asesinatos, sabotajes y a cometer todo tipo de
destrucciones.
Todo eso va en
contra, por un lado, de las reglas más elementales de la coexistencia pacífica
entre vecinos y de las convenciones internacionales que rigen las relaciones entre
los pueblos y los Estados. Y también contradice, por otro lado, el espíritu de
ese islam usted dice representar.
La injerencia
hostil de usted se ha extendido a otros países árabes, como Egipto e Irak,
donde usted actúa a favor del desmembramiento de su territorio y de la
dispersión de su pueblo. Y todo ello para reconstruir el Imperio Otomano en el
marco del proyecto sionista-estadounidense del «Medio Oriente ampliado».
Veamos también el
caso de Túnez, mi país, que también está sufriendo la injerencia de usted en
sus asuntos internos. Es, además, como ciudadano tunecino que escribo esta
carta para recordarle a usted los siguientes hechos:
El viernes 3 de
abril de 2015, el embajador de Túnez en Ankara fue convocado al ministerio
turco de Relaciones Exteriores para que diera explicaciones sobre las
declaraciones que había hecho el día anterior el señor Taieb Baccouche, nuestro
ministro de Relaciones Exteriores, quien «no apreció que un país como Turquía,
que se dice amigo, facilite de una u otra manera el desplazamiento de
terroristas tunecinos hacia Siria».
Pero esa es la
verdad. Numerosas declaraciones de los aliados estadounidenses, británicos y
alemanes de usted mismo, así como de sus opositores oficiales, dentro y fuera
del parlamento turco, y numerosas informaciones de la prensa turca e
internacional, prensa más bien hostil a Siria, así lo confirman. Los archivos
de la justicia tunecina contienen innumerables informes sobre la implicación de
las autoridades turcas en el traslado de terroristas tunecinos hacia Siria.
Numerosas organizaciones tunecinas, independientes tanto del gobierno como de
las potencias extranjeros y del financiamiento de estas, disponen de
innumerables testimonios de familias de terroristas tunecinos que declaran que los
miles de tunecinos que se han unido a la misión de destruir Siria han
transitado casi exclusivamente por Turquía y han gozado de facilidades
concedidas por las autoridades turcas.
La actitud de
usted hacia mi país nada tiene de amistosa e incluso es muestra de una
animosidad totalmente injustificada. Sólo podría explicarse, a lo sumo, por el
empecinamiento que muestra usted en perseguir la ilusión de resucitar un
cadáver, en este caso, el del Imperio Otomano. Y estoy hablando de un
«imperio», no del «califato», en el que usted hace creer para atraer el apoyo
de musulmanes ingenuos y no muy inteligentes, ya que de todo el linaje de los
sultanes otomanos, el único al que se le endilgó el título de «Califa» fue al
sultán Abdel Hamid II, además de otros motes menos gloriosos como Kizil Sultán,
o sea el «Sultán Rojo».
Pero para
rehabilitar el Imperio Otomano habría que empezar asumiendo sus aciertos y
también sus errores, principalmente lo que hizo con los pueblos no turcos que
por mucho tiempo sufrieron se vieron bajo su dominio. En Túnez, tenemos la
ventaja de haber «digerido» a nuestros conquistadores. Y los turcos, al igual
que otros conquistadores antes que ellos, simplemente se vieron absorbidos e
integrados por la sociedad tunecina.
A pesar del alto
precio que tuvimos que pagar durante siglos por nuestra sumisión al Imperio
Otomano, como el contingente de 15 000 soldados tunecinos enviados en 1853 a la
guerra de Crimea, sólo guardamos de nuestros antiguos ocupantes el mejor de los
recuerdos. Preferimos olvidar que Mohamed Sadok Bey vendió Túnez a los
franceses en mayo de 1881 y recordar con festejos a Moncef Bey, el patriota y
Bey del pueblo. ¿Pero acaso podemos pedirle lo mismo a los armenios, a los
asirio-caldeos y a los pónticos, o a los árabes del Machrek?
Señor Presidente,
En la
«reconquista» del mundo árabe que usted ha emprendido, según la expresión
utilizada en 2013 por uno de los jefes de su servicio de seguridad, con
intenciones de «democratizarlo», no ha vacilado usted en hacerse aliado de los
regímenes árabes más retrógrados, ensuciando así la imagen liberal y
democrática que quiere usted presentar de su propio régimen. Tampoco ha
vacilado usted, jefe de un Estado laico, en comprometer el islam, la religión,
en una batalla que no es la suya y aliarse con las organizaciones «islámicas»
más radicales, que son portadoras de los conceptos más arcaicos y las traducen
en los actos más espantosos y más repulsivos que haya conocido la humanidad. Lo
cual explica, aunque no justifica, la ola de islamofobia, de aversión e incluso
de rechazo al islam a través del mundo e incluso entre los suyos.
La historia
recordará que la inmoderada ambición personal y nacional de usted y la ceguera
de sus aliados, émulos y muradíes, incluyendo a Rached Ghannouchi, quien viajó
recientemente desde Túnez para agradecerla a usted su «apoyo al pueblo sirio»,
les han convertido a todos ustedes en enemigos de los pueblos libres y
soberanos, de la paz y de la vida y en sepultureros del islam. Por esas
diversas razones, y otras más, puedo asegurarle a usted, con toda humildad, que
su sueño de nuevo Imperio Otomano ya se estrelló contra las murallas de Damasco
y que Túnez, mi país, jamás será su nueva wilaya. Palabra de patriota tunecino.
No me arrepiento
de haberle aportado a usted mi respaldo, junto a mis amigos, en 1998, por un
lado porque aquello correspondía a nuestras convicciones éticas y nuestro
compromiso político y, por el otro, porque eso me permite tener hoy todo el
derecho de dirigirme a usted en estos términos.
Ahmed Manai”
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