Presidente ecuatoriano Rafael Correa
Continúa la
campaña sucia del Grupo Prisa contra las democracias latinoamericanas que no se
están portando bien (esto es, no son market friendly). Estos días toca Ecuador. La nota, de hoy, es de Héctor Schamis. Si esto es lo que hay para atacar Ecuador van muertos, chicos...
Título: La
dictadura del amor
Subtítulo: La
sociedad ecuatoriana es como una mujer maltratada
Texto:
Si esto fuera una
dictadura, sería la dictadura del amor
La dictadura del
pueblo, patria y revolución
La dictadura del
progreso y de la educación
Si eso es una
dictadura, es porque el corazón les está dictando
Por todas partes
se respira aire revolucionario
Avanzamos, somos
patria, somos el sueño de Alfaro
Recuperamos el
orgullo de sentirse ecuatoriano
Si esto es una
dictadura, un aplauso para el corazón que con amor está dictando.
Así dice la
canción de una reciente propaganda política del gobierno de Rafael Correa. La
letra es mediocre, y eso sin comentar sobre la rima. La melodía suena como el
jingle de una cerveza durante el mundial de fútbol, un producto de consumo
masivo que busca identificarse con un país ansioso por goles. La interpretación
también podría ser mejor, sobre todo si no abusaran del falsetto imitando a
Shakira. Está en Youtube, desde luego.
https://youtu.be/sTuiHAydAi4
Pero esta no es
una reseña musical sino una nota acerca de la manipulación y la propaganda.
Existe un enorme debate sobre el tema, desde los estudios sobre la construcción
de hegemonía, los aparatos ideológicos del Estado, los diversos estudios sobre
Goebbels y la experiencia nacionalsocialista y las gigantescas contribuciones
de Habermas, McLuhan, Baudrillard y tantos más. Es un campo de estudio que
trata de arrojar luz sobre el significado de un mensaje y su efectividad en
movilizar voluntades
En comunicación
política, lo explicito tiene por lo general menos fuerza que lo que queda
sugerido, lo tácito. No es el caso ecuatoriano, sin embargo. La sutileza no es
precisamente un talento de Rafael Correa. Otro dictador habría sido capaz de
decir algo así como “habiendo amor, no puede tratarse de una dictadura.” Él
prefirió admitir lo que es, tal vez para que nadie se confunda.
Es que Correa no
está hecho para los eufemismos ni los mensajes subliminales. Prefiere ser
directo. Es dictadura al fin y, para muchos, sin amor que valga. Por cierto que
no sienten amor el diario El Universo y el caricaturista Bonil, obligados a
retractarse tantas veces, sancionados, multados y acosados judicialmente por el
delito de burlarse del poder. Correa no entiende que sin humor no puede haber
amor.
Tampoco siente
ese amor el periódico La Hora, sancionado no por lo que informa sino por lo que
no informa. El abuso del Estado continuará, ya que el periódico se ha negado a
pagar la multa. No hay amor para el diario El Comercio, multado y obligado a
rectificarse recientemente por informar sobre el aumento de los costes de un
proyecto energético oficial, aumento que el ministerio en cuestión ha
disputado. En todos los casos, las sanciones las imparte la Supercom,
Superintendencia de Comunicación, supuesto ente regulatorio autónomo pero que
en realidad se ocupa de contenidos, brazo ejecutor y de facto ministerio de
propaganda.
Por cierto que
tampoco ha habido amor para el joven de 17 años que tuvo la mala idea de
hacerle un gesto irrespetuoso a Correa—eso según Correa, valga la aclaración—y
tuvo que enfrentarse en plena vía publica con el acoso personal del presidente
y sus guardaespaldas. El joven fue arrestado a pesar de ser menor de edad y
luego sancionado a cumplir trabajos comunitarios.
No se ve amor
para con las mujeres, con demasiada frecuencia estigmatizadas desde el poder.
Allí, un Estado laico aprueba un “Plan Familia” que, con inspiración religiosa,
pretende regular su sexualidad, maternidad, desarrollo profesional y les dicta
lecciones de moralidad. Todo ello envuelto en un discurso que sin demasiadas
sutilezas les hace responsables hasta por la violencia de género, consecuencia
de su supuestamente baja auto estima. El razonamiento está tan tipificado que
redunda. Se trata de victimizar a la víctima: la falda estaba muy corta, el
maquillaje, exagerado. El argumento siempre termina en la justificación de la
violencia por una provocación previa.
El paralelo es
útil. La sociedad ecuatoriana es cada vez más una mujer maltratada por
provocar, por usar la falda demasiado corta, es decir, por ejercer sus derechos
y exigirle al gobierno respetarlos. El psicópata que golpea siempre tiene una
enseñanza a impartir y una provocación a corregir. Como Correa, el hombre
abusivo también lo hace por amor. Es solo que, en esas relaciones, la dictadura
del amor casi siempre termina en un régimen de terror.
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