viernes, 10 de junio de 2016

Mosul: la vida según el Estado Islámico


A más de cinco años de la invasión de la OTAN a Siria, invasión que utilizó mano de obra mayormente musulmana (los famosos "rebeldes" "sirios"), parece que los chicos del Estado Islámico están poniendo las barbas en remojo y muchos piensan ya en una jubilación anticipada. Recordemos que el Estado Islámico también señorea en parte de Irak, por ejemplo en Mosul, donde llevan ya dos años "gobernando". Las dos notas que siguen son del diario español El Mundo y se refieren a esto último:


Título: Dos años de terror en el califato de Mosul

Texto: Su estado de ánimo ha transitado todas las estaciones. Desde hace algún tiempo, sin embargo, vive instalado en la fatiga y el dolor. Han trascurrido 731 días desde que unos cientos de militantes del autodenominado Estado Islámico tomaran Mosul, la segunda ciudad de Irak, ante la desbandada nerviosa de varias decenas de miles de policías y soldados iraquíes.

El historiador que durante los últimos dos años ha inventariado las fechorías que han mutilado la urbe está exhausto. "La esperanza es una palabra demasiado grande. Nuestro mundo ha cambiado para siempre", maldice desde el anonimato en conversación con este diario. "La ciudad se ha convertido en una gigantesca prisión. La gente es libre para moverse dentro de sus límites. La villa cierra a las 6 de la tarde. Quien sale a la calle después de esa hora es un suicida. El IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) inventa a diario nuevas maneras de despojarnos de dinero, techo y vida", relata el activista, que administra la página de Facebook Mosul Eye (el ojo de Mosul).

Un sentimiento de desamparo que se ha propagado entre quienes habitan a la fuerza la capital del califato en suelo iraquí. 24 meses después de su irrupción, los yihadistas han remodelado la ciudad a su capricho: los hombres de la villa lucen la preceptiva barba y las mujeres han desaparecido del callejero. El terror de ejecuciones, decapitaciones y amputaciones se ha vuelto tan rutinario como la falta de electricidad o el hambre.

El lunes, los dirigentes locales recibieron la primera jornada del mes sagrado de Ramadán lanzando piedras contra Zaman, una vecina condenada por regentar un prostíbulo. Como de costumbre, antes de la lapidación, un agente de la "hisba" -la policía religiosa del califato- leyó a los presentes la sentencia de muerte dictada por un tribunal de la sharia (ley islámica). Cuando sus palabras cesaron, una lluvia de guijarros ahogó a la presunta alcahueta. No padeció el martirio sola. "La mujer testificó contra todos sus clientes. Fueron lapidados 123 hombres", narra el historiador. Unos días antes, diecinueve adolescentes yazidíes fueron confinadas en jaulas y quemadas vivas en las calles de la villa. El delito que las envió a la hoguera fue su negativa a servir como esclavas sexuales, el sino que han padecido cientos de correligionarias.


"Habitantes como escudos humanos"

"El Daesh [acrónimo del Estado Islámico en árabe] no ha dejado de cometer atrocidades contra el pueblo de Mosul. Está usando a sus habitantes como escudos humanos mientras sigue extendido el terror por la ciudad", relata desde el enclave un miembro de "Kataib Mosul" (Las brigadas de Mosul, en árabe), los batallones que desde hace meses llevan a cabo operaciones contra militantes y caudillos de la organización que dirige Abu Bakr al Bagdadi.

"El éxito de los yihadistas depende tanto de la guerra intelectual y mediática como de su fuerza militar", agrega quien rehúsa proporcionar su nombre por miedo a represalias. Las acciones de esta célula clandestina, integrada por ex policías y soldados iraquíes, son la única demostración de resistencia en los confines de Mosul y su provincia, Nínive. Un amago de sublevación que firmó su última acometida el miércoles. "A las 3:30 de la madrugada hombres de las brigadas persiguieron y asesinaron a un miembro del Daesh, Gamal Mohamed Amr, más conocido como Abu Hind, en el distrito de Faisaleya. Era originario de Tikrit y trabajaba en la administración del zakat (limosna que deben pagar los musulmanes que viven por encima del nivel de subsistencia)".

Los batallones que secuestran y liquidan a funcionarios del IS no representan, sin embargo, la principal amenaza de los "muyahidines" (guerreros santos, en árabe).La creciente carestía se ha convertido en su verdadero enemigo. "La economía se halla en un estado catastrófico. Hay personas que se han suicidado a causa del hambre. No es fácil conseguir comida", comenta Ismat Rajab, ex jefe del Partido Democrático del Kurdistán en Mosul, que aún mantiene contactos intramuros de una ciudad desconectada del mundo. La telefonía no funciona y el miedo a ser cazados por los centinelas del IS ha llevado a la mayoría de la población a interrumpir cualquier comunicación con el exterior.

Los bombardeos de la coalición internacional que lidera Estados Unidos contra depósitos de dinero y explotaciones petroleras han hundido a la organización en una severa crisis económica, perceptible en las calles de Mosul pese a los intentos de la propaganda yihadista de ocultar sus estragos bajo fotogramas de estanterías abarrotadas de alimentos, bulliciosos bazares o el trajín de una heladería.

"El salario de los combatientes se ha reducido drásticamente. Antes un soldado cobraba 800 dólares al mes, ahora unos 250. Los cabecillas recibían un sueldo de 1.500 dólares pero ahora apenas superan los 500", indica a este diario Hisham al Hashimi, reputado experto en el IS y asesor de seguridad del Gobierno iraquí. Para sobrellevar la depresión, los extremistas han adoptado medidas desesperadas como ordenar que los presos asuman sus gastos de comida y bebida o comerciar con el acero que recuperan de los bombardeos de la aviación estadounidense. "La gente se las ingenia para satisfacer sus necesidades y evitar la pobreza que se extiende por toda la ciudad a pesar del floreciente negocio de los mercaderes sirios", apunta el activista de Mosul Eye.


Deserciones motivadas por la austeridad

La repentina política de austeridad ha animado las deserciones. "La crisis financiera que atraviesa el Daesh está agravando los conflictos internos. Los ataques aéreos, además, están acabando con los líderes locales, que son reemplazados por militantes de segunda y tercera fila, con menos experiencia", apunta el miembro de "Kataib Mosul". Las embestidas han desatado el pánico al espionaje en las filas del IS. A principios de este mes los barbudos liquidaron a diez civiles de Mosul acusados de proporcionar información al ejército iraquí. "Está aumentando el número de combatientes que intentan escapar. Las cárceles están llenas de sus propios hombres", recalca Al Hashimi. En las últimas semanas los gendarmes de Mosul han extremado los controles en busca de los camaradas que huyeron de Faluya, el feudo yihadista que las tropas gubernamentales tratan de recuperar desde finales de mayo. Al menos ocho adláteres han sido fusilados por abandonar el campo de batalla. "El IS apuesta por una guerra cruenta y callejera. Está trasladando sus cuarteles al interior de barrios residenciales", apostilla el historiador.

Y, mientras las huestes de Al Bagdadi se preparan para una incierta campaña de liberación, las tropas iraquíes desembarcan desde hace semanas en Majmur, una ciudad del Kurdistán a unos 60 kilómetros al sur de Mosul. "El Daesh no es tan poderoso como lo fue en el pasado", presume el teniente Haidar desde una garita plantada en el frente.

En el árido horizonte despuntan las aldeas que, en la ruta hacia la capital de Nínive, aún siguen bajo el yugo de los yihadistas. "Ahora dejan los cadáveres de sus colegas en el campo de batalla. Antes jamás lo habrían permitido. Es una señal de que cada vez están menos organizados". En la división 15 del ejército en la que está enrolado el uniformado, la ofensiva para arrebatar Mosul al IS resulta aún un rumor remoto. "Es imposible predecir cuándo será. 

Antes hay que limpiar muchas poblaciones en el camino. Todo depende de lo que tardemos en hacerlo. A veces recuperar el control de un pueblo nos lleva un mes entero", arguye el oficial. "Lo primero -prosigue- es expulsar a los militantes del Daesh de este lado del Tigris y luego continuar hacia la estratégica localidad de Qayyara [a unos 50 kilómetros al sur de Mosul]".

Durante dos años, la riña entre suníes, chiíes y kurdos ha aplazado "sine die" la reconquista de la urbe. Los plazos anunciados, nunca cumplidos, han terminado imprimiendo signos de cautela en las declaraciones de autoridades como el suní Atheel al Nujaifi, ex gobernador de Nínive. "No puedo dar una fecha precisa pero será pronto. Hay un conflicto entre la alianza internacional e Irán porque las milicias chiíes de Hashid Shaabi quieren participar en la campaña", reconoce a este diario el político, que lidera su propia milicia suní en territorio kurdo. 

"Me preocupa el día después a la liberación. El futuro administrativo de Mosul debe ser muy distinto al que existía antes de la toma por el IS. Debe actuar como una autonomía en un Irak unido". Cansado de cuitas ajenas y atrapado en tierra hostil, el historiador balbucea: "No nos queda otra que esperar a nuestro destino. Morimos a diario, ya sea bajo los bombardeos de la coalición o en manos del IS.Tal vez nos arranquen la vida los ejércitos que vendrán. Cuanto más se retrasa la liberación, mayor es nuestra agonía y el balance de muertos".


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Título: Deserción masiva en las filas del Estado Islámico

Texto: Las deserciones se multiplican en las filas del grupo Estado Islámico (IS), sobre todo las de yihadistas occidentales, cuyo regreso a sus países de origen constituye un quebradero de cabeza para las fuerzas antiterroristas.

La organización fundamentalista, que pierde terreno en Siria y en Irak por los incesantes bombardeos de decenas de cazabombarderos, se esfuerza por impedir que miles de voluntarios extranjeros que se unieron a ella en 2014 huyan de las tierras del autoproclamado califato.

No todos quieren irse por los mismos motivos. Lo hacen por miedo a los ataques aéreos, por decepción respecto a lo que se habían imaginado, por la corrupción de los dirigentes locales, por las acciones violentas contra los musulmanes sunitas o sencillamente por aburrimiento.
Así se desprende de un estudio del International centre for the study of radicalisation (ICSR) del King's College de Londres, realizado a partir de una muestra de 60 retornados.

"Se dan cuenta de que la fase final comenzó, muchos comienzan a enviarnos mensajes para informarse sobre cómo regresar", declara a la AFP el coordinador nacional de la inteligencia en Francia, Didier Le Bret. "Ya no se trata de la expansión del glorioso califato, y sabemos que algunos mueren cuando intentan huir".

"Como los servicios de seguridad del IS son muy desconfiados, nos preocupa cuando llega alguno: ¿cómo estar seguros de que es sincero y no realiza una misión?", añade.

Según el director general de la seguridad interior francesa (DGSI), Patrick Calvar, a mediados de mayo "244 personas habían vuelto a Francia desde la zona siria-iraquí". "Asistimos a una mayor intención de regreso", "obstaculizada por la política de Dáesh (acrónimo árabe del IS) que, en cuanto quieren irse de Siria, los considera traidores que hay que ejecutar inmediatamente".

Desde enero de 2014, antes de la proclamación oficial de la creación del califato, el ICSR creó una base de datos con entrevistas realizadas a los desertores del IS para intentar entender sus motivos.


 'Matanzas porque sí'

"Los motivos por los que huyeron son tan complejos como los que les llevaron a irse", escribe en un informe Peter Neumann, director del ICSR. "Todos no se han convertido en fervientes partidarios de la democracia al estilo occidental. Algunos han cometido crímenes".

"En sus relatos se repiten cuatro reproches: 'El IS se centra más en combatir a otros musulmanes que en el gobierno de Asad, el IS comete atrocidades contra musulmanes, el IS es corrupto y no sigue los preceptos del islam, la vida bajo el yugo del EI es dura y decepcionante'", añade.

Shiraz Maher, miembro del ICSR, es uno de los investigadores que interrogó a los desertores.

"La mayoría de ellos nos dicen: 'No vinimos para esto'", afirma. "Uno de ellos me dijo: 'Me gustaría decirles a todos los muyaidines que no vayan a Siria. La yihad no es eso. Vais a acabar matando a musulmanes'".

Algunos se fueron por un arrebato, a veces convencidos de que iban a unirse a una utopía, a una sociedad ideal regida por la sharía, otros buscaban adrenalina, camaradería. Pero los aprendices de yihadistas acaban -según cuenta- inmersos en la violencia, la barbarie, el miedo, las privaciones, el aburrimiento, la incomprensión y la discriminación en función de sus países de origen.

"Uno de ellos me dijo" -recuerda Shiraz Maher- "que los jefes del IS no dudarán en destruir un edificio, con mujeres y niños en el interior, para matar a una sola persona. No es la yihad revolucionaria, es simple y llanamente una matanza".

"Un combatiente indio lo resume diciendo: 'La yihad no es eso. Me hicieron limpiar los aseos..."

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