jueves, 23 de junio de 2016

Acuerdo de paz en Colombia


El gráfico de arriba detalla las distintas modalidades en que se vieron afectados, en forma directa, casi ocho millones d colombianos desde 1985 a la fecha como consecuencia de los enfrentamientos entre guerrillas, paramilitares y gobierno. El acuerdo firmado ayer es entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El mismo viene siendo prolijamente bombardeado por una serie de agentes, entre ellos el ex presidente Uribe, delegado del Imperio en ese país. Es que sin conflicto no hay amigo americano, chico, diría Fidel. Leemos en el diario español El País:


Título: El Gobierno de Colombia y las FARC acuerdan el cese del fuego bilateral y definitivo

Subtítulo: El presidente Juan Manuel Santos anunciará el jueves en La Habana los detalles que terminan con más de 50 años de guerra

Texto: El Gobierno de Colombia y las FARC han anunciado la mañana del miércoles en un comunicado que han llegado con éxito "al acuerdo del cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, la dejación [entrega] de las armas y las garantías de seguridad". Este texto es el paso previo al anuncio oficial que se hará mañana jueves, también en La Habana. Este nuevo pacto no significa que el final de la violencia llegue de manera inmediata. Solo entrará en vigor cuando el punto 3, el del Fin del Conflicto, se firme en su totalidad. Tras más de 50 años de guerra, el enfrentamiento armado más longevo de América llega a su fin con más de seis millones de desplazados, más de 200.000 muertos y 45.000 desaparecidos.

Previsiblemente en el acto oficial del jueves se detallará el cronograma para el cese, las condiciones para la puesta en marcha de las zonas de concentración de los guerrilleros y la fórmula de dejación y entrega de las armas con garantías de seguridad para los desarmados. Quedan por cerrar los capítulos que hacen referencia a la implementación, la verificación y la refrendación de los acuerdos. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ya está preparado parasupervisar y verificar el cese bilateral del fuego, incluyendo la entrega de las armas, a través de una misión política aprobada por el organismo el pasado enero. Las tareas durarán un año, con la posibilidad de extenderlas si lo piden el Gobierno y las FARC, y empezarán a contar tras la firma del acuerdo final de paz entre ambas partes.

El comunicado también especifica que el final de la guerra con la guerrilla implica "la lucha contra las organizaciones criminales responsables de homicidios y masacres o que atentan contra defensores de Derechos Humanos, movimientos sociales o movimientos políticos". Es decir, se hace referencia directa sobre el papel a "las organizaciones criminales que hayan sido denominadas como sucesoras del paramilitarismo y sus redes de apoyo, y la persecución de las conductas criminales que amenacen la implementación de los acuerdos y la construcción de la paz". Uno de los principales escollos que ha retrasado la negociación ha sido la demanda de las FARC de que se garantice su seguridad para que no se vuelva a producir un exterminio como el que sufrió el partido de izquierda Unión Patriótica durante los ochenta y noventa.

Al acto del jueves en La Habana acudirán las dos delegaciones que negocian la paz desde hace más de tres años, el presidente Juan Manuel Santos y el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon en compañía del presidente del Consejo de Seguridad y el presidente de la Asamblea General. Raúl Castro, presidente de Cuba, el canciller noruego, Borge Brende, lo harán en calidad de garantes del proceso. También estarán en representación de los estados acompañantes, la presidenta de Chile, Michelle Bachelet y el de Venezuela, Nicolás Maduro. Completan la delegación, el delegado especial de Estados Unidos para el proceso de paz, Bernie Aronson; y de la Unión Europea, Eamon Gilmore.

La guerrilla de las FARC se ha adelantando al anuncio del anuncio a través de sus miembros. Carlos Antonio Lozada, que forma parte de la comitiva insurgente en La Habana, comenzó a compartir mensajes en su cuenta de Twitter con el hashtag #ElUltimoDiaDeLaGuerra, desde primera hora de la mañana, canalizando la conversación en las redes sociales. 

El martes los negociadores viajaron a Cuba para ultimar esta hoja de ruta y permanecerán en la isla hasta el 5 de julio con el fin de lograr un acuerdo definitivo, o al menos dejar cerrado los asuntos más relevantes. El lunes en la tarde, el presidente Juan Manuel Santos, aseguró que confía en haber firmado la paz con las FARC para el 20 de julio, día de la Independencia de Colombia. Para esa fecha, el mandatario confía en que la Corte Constitucional haya aprobado la celebración del plebiscito –la consulta que ha prometido a los ciudadanos para refrendar el acuerdo- y que estén listos los mecanismos jurídicos para aplicar la mayor parte de los pactos alcanzados en La Habana. “Creo que las dos partes queremos terminar lo antes posible para poder empezar a implementar. No quiero dar fechas porque siempre se le devuelven a uno con gran fuerza. La práctica ha demostrado que fijar fechas le hace daño al proceso, más cuando no es un acuerdo… aunque avanzamos aún falta pelo pa'l moño”, respondió a través de Twitter el líder de las FARC, alias Timochenko. La última fecha propuesta por ambas partes fue el pasado 23 de marzo y no se pudo llegar a un acuerdo.


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Lo que sigue fue señalado por Joaquín Villalobos, ex guerrillero salvadoreño y actual asesor del Gobierno colombiano en el proceso de paz con las FARC.

Título: El acuerdo de los acuerdos

Subtítulo: El mito de que no era posible la paz en Colombia ha muerto

Texto: Medio siglo de conflicto, varios intentos de negociaciones fallidas, dos años de conversaciones secretas y cuatro de negociaciones públicas son el camino recorrido que ha llevado a la guerrilla de las FARC a firmar el acuerdo de cese de fuego y dejación de las armas en La Habana. Las exploraciones confidenciales comenzaron a inicios del año 2010, durante la administración del presidente Álvaro Uribe, ahora el principal opositor al proceso. Esos contactos fueron retomados por el presidente Juan Manuel Santos y, a finales de ese año, se iniciaron conversaciones secretas, se acordó una agenda que incluyó el desarme y se designó a La Habana como sede de las negociaciones. En estos años la opinión pública colombiana se ha mantenido dividida entre los que creían y los que no creían que el desarme de la guerrilla sería posible. Con este acuerdo, las FARC han puesto sus armas sobre la mesa con fecha para dejarlas, por lo tanto el mito de que esto no era posible ha muerto.

Se habla mucho de las garantías y mecanismos para que los acuerdos se cumplan, pero la realidad es el principal garante. Después de muchas décadas de violencia recurrente, está en el propio interés del Estado colombiano tener presencia y llevar el desarrollo a la Colombia rural, profunda y salvaje. 

Igualmente, después de medio siglo de lucha armada está en el propio interés de las FARC dejar las armas y pasar a la lucha política. En esencia, el acuerdo de paz es el cruce histórico de estos dos intereses. En medio de esto tendrán que atenderse los daños dejados por el conflicto en cuanto a reinserción, justicia, víctimas y narcotráfico.

Progresar jamás implica que las dificultades terminan, progreso es cambiar unos problemas por otros que nacen como producto de que los anteriores fueron resueltos. El gran reto del posconflicto será pacificar en lugares donde la insurgencia, el paramilitarismo y la criminalidad se convirtieron, por la ausencia del Estado, en profesiones bien reconocidas, respetadas y remuneradas. 

Terminado el conflicto comienza la tarea de reducir la profunda asimetría entre la Colombia sofisticada y la Colombia salvaje. Con el acuerdo de paz otro país está en marcha, pero los retos para que siga avanzando son enormes. Lo que viene sin duda no será fácil, pero será menos peor que los 225.000 muertos y los seis millones de desplazados.

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