jueves, 15 de octubre de 2015

TPP y hegemonía


Los países que forman parte del TPP son Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam

Compartimos esta nota de Sergio Martín-Carrillo, aparecida anteayer en el sitio web del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (http://www.celag.org):


Título: Ajedrez y reequilibrio de fuerzas: la firma del TTP

Texto: Más allá de las pretensiones estadounidenses de convertir al siglo XXI en un nuevo siglo norteamericano, estos años nos dejan la disputa en la transición sistémica hacia un nuevo orden internacional de carácter multipolar. En este proceso sigue estando presente el liderazgo de Estados Unidos; sin embargo, tomando la reflexión de Arrighi, este liderazgo ya no puede definirse como hegemónico, sino que nos encontramos ante un liderazgo que supone una “dominación sin hegemonía”. A lo que cabría añadir que esta dominación se encuentra en un claro proceso de decadencia.

Con el objetivo de mantener su posición en el sistema internacional, EEUU sigue utilizando las viejas armas económicas y comerciales para intentar recuperar, o al menos retener, su poder. Este poder queda determinado a través del proceso de dominación de unas economías sobre otras, sustentado en un comercio desigual, donde la economía más poderosa consigue extraer el excedente de aquellas más débiles. Esta estrategia no es para nada nueva, sin embargo, ahora se circunscribe a un nuevo momento histórico en el cual los EEUU ven por primera vez amenazado su espacio de dominación en el sistema internacional. El Acuerdo de Libre Comercio a gran escala en el Pacífico, o Acuerdo Transpacífico (TPP), supone el mayor pacto librecambrista de la historia, aglutinando al 40% del PIB mundial en un conglomerado fuertemente heterogéneo y desigual de 12 países1, formando una gran fanesca donde claramente habrá ganadores y perdedores.

Mucho se ha escrito ya del secretismo de las negociaciones del TPP, más propio de un pacto entre mafias que de gobiernos. La mirada que aquí se intenta dar va más encaminada a evidenciar las dos grandes pugnas en juego, una ideológica y otra geoeconómica, que este acuerdo pone sobre la mesa.

La primera de las pugnas, de marcado carácter ideológico, es aquella que enfrenta a gobiernos y empresas. La misma también podemos recodificarla como aquella que enfrenta a un Estado fuerte que vela por el bienestar de las grandes mayorías, contra un Estado adelgazado y corporativista a favor de las grandes oligarquías propio del Neoliberalismo. El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, lleva meses alertando que la firma del TPP pondría a los Estados en un nivel subordinado a los intereses privados del capital transnacional. Esto, debido a que los capitales transnacionales tendrán la posibilidad de demandar a un gobierno por la supuesta reducción de las ganancias esperadas en el futuro motivadas por el cambio de reglamentación. Un ejemplo utilizado por el propio Stiglitz hacía referencia a la posibilidad de que una empresa fabricante de cigarrillos, podría demandar a un gobierno que la obligara a informar a la población sobre los riesgos que este producto tendría para la salud de los consumidores. Es decir, el derecho a la salud quedaría subordinado al derecho de la acumulación capitalista. Y por supuesto, que no haya ninguna duda, las demandas presentadas por las empresas se tramitarían en instituciones de arbitraje privadas.

Esto supone una profundización del modelo neoliberal, una marcha hacia delante cuando es indudable la crisis que el actual sistema de acumulación presenta. El proceso de financierización de la economía acontecido a partir de los 70’ se ve agravado por la retirada progresiva, que este tipo de acuerdos fomenta, del Estado garante del bienestar social en los países del centro de la economía-mundo capitalista.

La otra pugna, la geoeconómica, es la que se circunscribe dentro de transición sistémica en el orden internacional. Aquella que enfrenta a las dos principales economías del planeta, EEUU y China. No hablamos de que el nuevo orden internacional sólo tenga estos dos actores, como un remake del anterior sistema bipolar cambiando a uno de sus protagonistas. Es indudable que en el momento actual son varios los polos que intentan construir centros de decisión política y económica. Sin embargo, desde los Estados Unidos, se ha puesto el foco en China y su creciente protagonismo en la escena internacional debido a su poder económico, comercial, demográfico y como no, diplomático.

Uno de los hechos que caracterizan a un sistema internacional en transición es que ninguno de los polos, ni lo viejos ni los nuevos, son capaces de imponer un poder suficiente para establecer las reglas del juego que asienten el nuevo orden mundial. En esta disputa por ver quien es más fuerte, China dio un fuerte golpe sobre la mesa, junto a sus aliados dentro de los BRICS, al crear un nuevo banco de desarrollo que busca romper el monopolio del sistema monetario y financiero internacional que surgió en Bretton Woods. Obama ha entendido el desafío, y el mismo día de la firma del TPP afirmaba “no podemos dejar que China escriba las reglas de la economía mundial”. La visión geoeconómica está servida, y Estados Unidos quiere mantener a raya a China aumentando la influencia estadounidense en Asia, con una idea, mantener a las economías del Pacífico subordinadas a sus intereses a partir de una relación de intercambio desigual.

El TPP supone una respuesta a la lectura acertada por parte de EEUU del desplazamiento económico y comercial hacia el Pacífico. Sin embargo, el TPP es el primer paso en la estrategia de Estados Unidos para seguir manteniendo la centralidad en el comercio internacional. El segundo paso es la firma de un acuerdo de similares características con la Unión Europea, Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones, también caracterizado por el secretismo, donde las escasas filtraciones que se van conociendo, también dejan a los gobiernos en posiciones vulnerables frente al capital trasnacional.


A todo esto no hay que olvidar que hubo un intento anterior, cuando del TLCAN firmado por las tres economías norteamericanas, se intentó formar el ALCA con todo el continente americano. Aquí sí, el continente dijo que no en la IV Cumbre de las Américas celebrada en el Mar del Plata. Y a partir de ese momento la región latinoamericana empezó a configurarse como otro de los centros de decisión política y económica a nivel global. El tablero está puesto y los participantes mueven sus fichas. En juego: la correlación de fuerzas en el sistema multipolar en construcción.

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