domingo, 27 de marzo de 2016

Turquía en la tormenta


La Historia viene y va; es una suma de flujos y reflujos. Los delirios islámico-otomanistas del líder turco Recep Tayyip Erdogan (foto) comienzan a tener consecuencias para un país que supo ser un puente civilizatorio entre Asia y Europa. Al respecto, leemos esta interesante nota de Eugenio García Gascón para el diario español Publico.es:

Título: La huida hacia delante de Erdogan pone en peligro la estabilidad turca

Epígrafe: Dirige Turquía desde 2003, pero en los últimos años la situación interna y externa se ha complicado enormemente debido a errores graves y desgobierno. Ha conducido al país a una serie de problemáticas cuya resolución parece imposible de lograr.

Texto: Turquía experimenta un marcado proceso de reislamización que lidera en gran parte Recep Tayyip Erdogan, un político de orientación islamista que ha desempeñado los papeles de primer ministro y presidente desde 2003, y que en los últimos años ha emprendido políticas regionales muy discutibles que, si las sigue manteniendo, pueden conducir a una inestabilidad aguda en su país e incluso más allá de sus fronteras.

Erdogan, de 62 años, ha cometido errores garrafales, como son la interrupción de la negociación con los kurdos de Turquía, la declaración de guerra al PKK (partido que lucha por la independencia del Kurdistán), la participación muy activa y controvertida en la guerra siria desde el principio, que recientemente le ha conducido al ingreso en la coalición internacional contra el Estado Islámico, o el derribo en enero de un caza ruso en Siria.

Las consecuencias de estos errores han sido principalmente un relanzamiento del terrorismo tanto por parte de los kurdos como del Estado Islámico, la ruptura de relaciones con Moscú, a la que hay que añadir la casi ruptura de relaciones con Israel o la enorme tensión con los kurdos de Siria, a quienes Erdogan considera terroristas pero que cuentan con el apoyo de Rusia y Estados Unidos.

Todo esto ha causado cientos de muertos en los últimos seis meses y ha puesto en peligro la industria turística. Turquía recibió el año pasado 35 millones de visitantes extranjeros pero los atentados se suceden y los turistas se piensan cada vez más emprender un viaje que puede convertirse en una ruleta rusa en el centro de Estambul o en otras partes del país.

Erdogan está llevando adelante un proceso de islamización cuyo futuro es incierto pero al día de hoy no augura nada bueno. Cuando a la religión y al nacionalismo se les da vía libre, y aún más cuando se promueven activamente desde las escuelas, la tendencia natural es que vayan a más y que puedan acabar transformadas en un monstruo difícil de controlar por quienes lo han puesto en marcha. En este caso Erdogan.

La revolución de Mustafa Ataturk hace años que es cuestionada, y entre quienes han adoptado una posición más beligerante contra la laicidad se halla Erdogan. Una prueba de que la situación puede escaparse de las manos la tenemos en un reciente sondeo que muestra que el 21% de los turcos encuestados apoya al Estado Islámico porque lo ven como el auténtico representante del islam, mientras que el que el 20% aprueba el cruento atentado del año pasado contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo que publicó caricaturas de Mahoma.

Estos porcentajes son preocupantes en primer lugar porque revelan la existencia de una base social considerable que ha asumido un carácter islamista radical y que constituye un caldo de cultivo que puede servir de trampolín a grupos extremistas que pongan en jaque la seguridad del país, como de hecho ha empezado a ocurrir.

Si Erdogan inició su era política con una visión nacionalista del otomanismo, en los últimos años esta visión se ha transformado o matizado con una injerencia cada vez mayor del islam suní, como muestra la implicación en la guerra Siria, una participación muy problemática que se presentó al principio casi como un triunfante paseo en potencia pero que está terminando con un quebradero de cabeza tras otro.

Erdogan ha convertido la frontera con Siria en un colador por donde no paran de meter armas, no solamente la CIA, sino también la propia Turquía, y otros países suníes “moderados”. Con estas armas, según las versiones de Washington y Ankara, se refuerza a los sirios “moderados”, pero la realidad es que todo el mundo saca tajada de las armas en cuestión.

Abu al Abbas al Shami, líder de Ahrar al Sham, una potente milicia salfista y yihadista, a quien Siria, Rusia y Egipto consideran “terrorista”, ha declarado este mes de marzo que “el 50% de toda la ayuda que recibe el “moderado” Ejército Sirio Libre va a parar al Frente al Nusra (Al Qaeda) y los Estados Unidos lo saben”.

Al Shami es, sin embargo, un aliado de Washington y los americanos no ven ninguna contradicción entre los yihadistas de Ahrar al Sham y la democracia, como tampoco la vieron entre los talibanes afganos y la democracia, con las trágicas consecuencias que desencadenaron.

Recientemente Erdogan ha suspendido el tráfico de armas con destino al Estado Islámico, pero éste ha sido un negocio muy lucrativo para Turquía durante años y hasta hace poco tiempo. El presidente turco es ahora uno de los principales críticos del Estado Islámico pero Erdogan ve cada día con mayor preocupación la cuestión kurda.

En Siria hay unos 2,5 millones de kurdos; en Irak hay más de seis millones y en Turquía entre 15 y 20 millones. Turquía se opuso en 2003, cuando la invasión americana, a que los kurdos iraquíes se independizaran. Estados Unidos prometió a Erdogan que no lo harían, pero en realidad es de facto una zona completamente autónoma. Ahora Erdogan teme que ocurra lo mismo en Siria. Sin embargo, ha sido Erdogan, quien con una flagrante ausencia de visión política, se embarcó en la guerra siria alegremente y sin considerar sus consecuencias.

Los kurdos tienen sus propios problemas y el Partido de la Unión Democrática, la principal fuerza nacionalista kurda de Siria, no duda en aplicar el peso de la fuerza y la represión sobre los kurdos no nacionalistas, lo que es habitual en los movimientos nacionalistas. Un informe publicado por Human Rights Watch en junio de 2014 da cuenta de la fuerte represión de ese partido sobre los kurdos no nacionalistas.

En este contexto tan complejo, Turquía se encuentra rodeada de problemas graves en torno a su frontera, pero también tiene graves desafíos en su interior. A esta situación se ha llegado justamente por el desgobierno y la religiosidad del presidente Erdogan, quien ahora no ve la manera de salir de los embrollos en los que él mismo ha metido a Turquía.

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