lunes, 16 de noviembre de 2015

Algo es algo


Los trágicos sucesos de París el viernes pasado han promovido reflexiones de todo tipo en todo el mundo. Algunas, digámoslo desde ya, más oportunas que otras. De todos modos son muchísimas los puntos de vista que han salido a relucir, lo que contrasta gratamente con esa especie de electroencefalograma plano que fueron las últimas dos décadas para el pensamiento occidental, en particular para los sectores denominados progresistas. A continuación posteamos una interesante nota aparecida ayer en el Boletín Europeo de Anticipación Política, órgano de difusión del LEAP (Laboratoire Européen d'Anticipation Politique). No podemos dejar de reproducir la pregunta que se hacen los chicos al final, a modo de conclusión:

"¿Es nuestro vínculo transatlántico [con los EEUU] el que nos permitió considerarnos una isla [...y que...] nos permitió creer que podemos contribuir al aumento del caos en el Medio Oriente sin sufrir las consecuencias?"

En fin, no es una epifanía de índole cósmica, pero algo es algo. Pasemos entonces a la nota.


Título: Estados Unidos, Rusia, Siria y los ataques en París: Europa aplastada por el movimiento de las placas tectónicas de la gran reconfiguración geopolítica mundial

Texto: "La crisis sistémica global que estamos viviendo, desde hace ya ocho años, cuestiona un orden mundial que, como a menudo hemos dicho, se remonta no sólo al final de la Segunda Guerra Mundial, sino de manera más amplia hasta el Renacimiento y los grandes descubrimientos de finales del siglo XV. Hace 500 años, Europa se situó en el corazón del planeta mediante el lanzamiento de un amplio programa de exploración, seguido por la explotación, después de colonización del resto del mundo, y, finalmente, de cooperación con él. Hace 500 años, Europa se convirtió en el corazón del mundo.


Europa, sin anclajes, en un mar embravecido

Durante más de ocho años, hemos descrito la profunda transición de un mundo centrado en Occidente a un mundo multipolar y hemos tratado de mostrar las innumerables oportunidades que aparecen, pero por encima de todo hemos descrito los peligros, peligros que se ciernen sobre una reconfiguración que está siendo mal dirigida. Es por ello por lo que constantemente hemos apostado por el anclaje democrático de una Europa integrada. Y también apostamos por la participación de Europa en todas las nuevas mesas de debate destinadas a repensar la gobernanza a todos los niveles, y en particular en la mesa de los Euro-BRICS, que tiene tanto potencial de cambio positivo.


Todos las crisis por las que ha atravesado Europa desde 2008-2009 tienen dos características:

Las crisis vienen de fuera;

Las crisis revelan la debilidad estructural de Europa.


Sobre este último punto, Franck Biancheri pasó más de 25 años trabajando cerca de las instituciones europeas y nacionales, alertando sobre la base de una observación muy simple: la integración europea había sido creada como un proyecto de laboratorio bien protegido por el Muro de Berlín y por el paraguas americano, pero en los años 90 hizo su entrada en la historia. Y los vientos de la historia que soplarían sobre ella imponían establecer un proceso de consolidación que no podía ser otro que político, y por lo tanto democrático. Este proceso no se llegó a realizar porque había demasiados jugadores que no estaban interesados en desarrollarlo en el corto plazo. Europa no estaba firmemente anclada. Y hoy, flota, sin ningún anclaje, en el centro de una tormenta de dimensiones homéricas, agrietándose por todas partes.


El fracaso de la adaptación del modelo de Estado-nación

En la gran reconfiguración geopolítica que está en curso, hay una construcción eminentemente europea y creada para nuestro continente que está en proceso de dislocación, es el Estado-nación. Las integraciones regionales, la globalización, Internet y la aparición de nuevos actores con una cultura política diferente, han hecho del nivel nacional, tal y como ha existido hasta ahora, algo completamente obsoleto. La paradoja es que la misma Europa lo comprendió después de sus dos guerras mundiales e inició el proceso de superación de este modelo del siglo XIX. Pero los visionarios que concibieron este proyecto fueron reemplazados a partir de los 90 por una generación que nunca entendió Europa, los famosos baby boomers cuyo liderazgo particular durante 20 años llevó a la quiebra de la experiencia de integración europea.

Europa ha hecho su integración basándose en los estados-nación, lo que fue algo bueno, pero estos estados nacionales no han sabido jugar y reinventar su valor en esta nueva configuración. Ya lo hemos dicho, el único valor de los estados-nación es su capacidad para colaborar entre sí, para producir la adaptación al cambio social. En cambio, las reglas de unanimidad de cualquier acción europea dio lugar a la parálisis política de Europa y al evidente fracaso de su democratización. Y Europa, geopolíticamente central, que articuló el mundo alrededor de ella en sus 500 años, ahora está desgarrada por las mutaciones de este mundo. Europa habría tenido que mirar al mundo nuevo, tal y como es, para observar y aceptar las diferencias en un acto de liberación del resto del mundo, sólo para volver a repensarse a sí misma sobre nuevas bases.


Multipolarización y diferenciación

El ejemplo más llamativo que podemos dar de este trabajo de liberación es la proporcionada por la relación transatlántica, pero también podríamos incluir la relación entre la UE y la India que todavía está en la fase del ex-colonizador y la ex-colonizada; la relación UE-Rusia que oscila entre la visión pan-europea de Rusia (Rusia es Europa) y los recuerdos de la Guerra Fría (Rusia solo como el marxismo en práctica); la relación UE-China es más desconcertante, el gran misterio asiático, tan lejos de nuestros modelos que Europa aparece como un pollo frente al cuchillo cuando se trata de desarrollar relaciones con China; la relación de Sudáfrica y la UE, si es que existe, inevitablemente, pasa por los Países Bajos e Inglaterra, etc. La UE no ha dejado de contemplar al resto del mundo a través de lo que ella ha tratado de dar forma allí, en lugar de construir relaciones con entidades emergentes como actores independientes. Así que se quedó estructuralmente ligada a las partes más arcaicas de estos países y regiones, en concreto los que ahora desaparecen. Pero volvamos al ejemplo típico de la relación transatlántica.


Diferenciación y desacoplamiento: el caso de USA

Hemos señalado reiteradamente que existe la necesidad de que Europa se desacople de su avatar de Estados Unidos, un avatar en plena metamorfosis. De hecho, la relación transatlántica se basa en el hecho de que Estados Unidos era originalmente una extensión de Europa, y luego una expansión europea que tuvo el liderato tras el suicidio de Europa en las dos guerras mundiales. Pero los años de Bush Jr., en particular, marcaron el inicio de una era de fuerte diferenciación entre Europa y los Estados Unidos: el país ya no es WASP[1], y la prueba es que siquiera Bush hizo campaña en español en algunos estados; y de nuevo, el español, sigue siendo europeo (cruzado con la cultura indígena o africana); pero también hay estas grandes comunidades como la china, iraní, la india … que, al contrario de lo que ocurre en Europa, se reúnen en grandes áreas que proporcionan nuevas características y dan América una estructura social que no tiene mucho de europeo.

Y luego está el “acto de independencia” en términos de sistema de valores. Hasta Clinton, aunque erróneamente, a los europeos le gustaba ver en los partidos Demócrata y Republicano, una izquierda y una derecha a la europea; con Bush, esto deja de ser posible. En términos de laicismo, valor defendido por Estados Unidos desde Tocqueville, las constantes referencias a Dios en el discurso de Bush nos convencen de lo contrario. La pena de muerte, el portar armas, la cuestionable democracia, la política exterior … la lista de todos los temas que comienzan visiblemente a separar a Europa de los Estados Unidos es larga. Habría habido tiempo para que cualquiera pudiera crear las condiciones para la independencia vis-à-vis de la otra; no para ignorarlos o hacer la guerra, sino para construir un nuevo marco para la cooperación, menos de absorción.




Gráfico 1Porcentaje de opiniones favorables de los europeos sobre los Estados Unidos durante los años de Bush junior  Fuente: Pew research center.


Todas las desgracias del mundo se derraman sobre nuestras playas

Los intentos de desacoplamiento han tenido lugar, pero han tenido poco éxito. Tan poco que, durante la crisis Euro-Rusa sobre Ucrania en 2014, podemos decir que “la cola movió al perro”[2]: los Estados Unidos contribuyen directamente a una escalada desconcertante entre europeos y rusos que aún no ha remitido. Europa, corazón del mundo, está en el camino de una estrategia de confrontación entre Estados Unidos y Rusia, que la trasciende y la aplasta…

…que la trasciende y que participa directamente de la próxima crisis, la crisis siria, otra que viene del exterior, pero que golpea con crudeza. Todavía no estamos muy involucrados en el conflicto sirio, y nos hemos resistido bastante bien a los mandatos de intervención que han venido de nuestros amigos estadounidenses, israelíes y saudíes. Pero hemos tenido menos éxito en la defensa de la única política racional que se imponía en 2011: el apoyo al ejército sirio y a cambio de este apoyo, imponer a Bashar Assad una transición democrática 

… o el plan de paz propuesto por los rusos. ¿Cuántas de estas muertes, cuántos refugiados y cuánto terrorismo evitado si hubiéramos escuchado objetivamente este plan hace cuatro años en lugar de ahora?. Pero el enemigo que nos ofrecieron entonces, era Rusia y no Daesh.

¿Es nuestro vínculo transatlántico el que nos permitió considerarnos una isla como los EE.UU. o el Reino Unido? y ¿que nos permitió creer que podemos contribuir al aumento del caos en el Medio Oriente, sin sufrir las consecuencias? … 

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Notas:

[1] WASP, White Anglo-Saxon Protestant, arquetipo de la América de los años 50.


[2] De la expresión inglesa “the tail wags the dog”.

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