miércoles, 12 de septiembre de 2012

Víboras


El embajador estadounidense en Libia, Christopher Stevens, acaba de ser asesinado en la ciudad de Bengazi, en el noreste de ese país, junto con otros tres funcionarios de dicha embajada. Las circunstancias de su muerte no son del todo claras. Según algunos informes, habría muerto por inhalación de humo como consecuencia del incendio de la embajada al ser agredida por granadas. Según otros, tanto el embajador como los otros funcionarios habrían sido linchados por una multitud enardecida. Este es el segundo ataque a una sede diplomática estadounidense en pocos días; el anterior fue realizado el miércoles pasado en el consulado de ese país en El Cairo, Egipto, en donde varios militantes islámicos habrían ingresado para posteriormente destruir una bandera de ese país, mientras miles de manifestantes se congregaban frente a las puertas del consulado. Los militantes habrían colocado, en su lugar, otra bandera de color negro con la siguiente inscripción: “No hay otro dios que Alá, y Mahoma es su Profeta”.

Las manifestaciones antiestadounidenses se originaron en un video de características más bien caseras que anda circulando por YouTube. El mismo fue realizado por un tal Sam Bacile, al que el sitio web del Wall Street Journal identifica como un ciudadano estadounidense-israelí dedicado a los negocios inmobiliarios en California. El video muestra escenas de las que resulta evidente la pasividad de la policía egipcia mientras patotas de musulmanes saquean e incendian casas de ciudadanos egipcios de confesión cristiana. Sin solución de continuidad, pasa luego a mostrar escenas en las que Mahoma se muestra como un bufón, un acosador de menores, un homosexual y un sanguinario sediento de dinero.

El video ganó la atención internacional luego de ser repetidamente mencionado en medios egipcios; adicionalmente, el pastor evangelista de Florida, Terry Jones (un anti-islamista fanático conocido previamente por haber protagonizado la quema de un ejemplar del Corán en su iglesia), habló elogiosamente del mismo. Según el New York Times, la realización del video demandó unos cinco millones de dólares, los que fueron costeados por alrededor de cien donantes de origen judío. Obediente como siempre, La Nación señala que la película “…fue producida por miembros de la minoría cristiana copta de Egipto que residen en Estados Unidos, en conmemoración de los ataques del 11 de septiembre de 2001”.

Más allá de las causas, no podemos dejar de advertir la ironía de todo esto. A medida que el Imperio se desbanda, su ostensible misión es la de complicar al resto del planeta lo más minuciosamente posible. Esto viene siendo logrado de un modo preferencial: la destrucción de los estados-nación mediante la creación de micropaíses, preferentemente confesionales y a cargo de oligarquías cada vez más retrógradas. Siguiendo el modelo ya experimentado en la ex-Yugoslavia, el ideal estadounidense sería dejar, en Medio Oriente al menos, una miríada de principados a cargo de reyezuelos sanguinarios, todos peleados entre sí, todos envueltos en guerras civiles y siempre necesitados de armamento. Lo curioso es que terminan contratando a las mismas bandas de mercenarios o fanáticos que luego se les vuelven en contra.

Esas bandas, contrariamente a lo que terminan produciendo en sus propios países, sí tienen clara conciencia de lo que significa el Estado-Nación: la circulación de un video antimusulmán termina con banderas estadounidenses quemadas, embajadores muertos y cosas así.

¡Viboras! dirá algún imbécil en el Departamento de Estado de la Gran Democracia del Norte.

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