martes, 28 de marzo de 2017

Nord Stream 2



La prensa occidental no oculta su desconsuelo ante el impacto que tendrá la puesta en funcionamiento del gasoducto submarino Nord Stream 2, el cual, partiendo de Rusia, llegará a Alemania sin escalas. Nadie lo dice, claro, pero tras el griterío vociferante de una Unión Europea que ve al proyecto como "innecesario", se esconde un miedito que, creemos, debe ser aun mayor: además de Rusia, el que tendrá la llave del suministro de gas en buena parte del continente será... Alemania

Leemos en el diario español El País:


Título: El negocio ruso-alemán que enfurece a la UE

Epígrafe: Con el Nord Stream 2, el gas ruso llegará en 2019 directamente a Alemania sin parar en los bálticos

Texto: A pesar de años de sanciones económicas, tensiones políticas por la anexión de Crimea, sospechas de ciberataques y hasta acusaciones de crímenes de guerra en Siria, Alemania tiene entre manos un negocio con Rusia que afecta a casi la totalidad de la UE y que pocas veces aparece en la agenda política: el gas. Ambos países acordaron en 2012 la construcción del Nord Stream 2, un gasoducto submarino cuyo objetivo es transportar gas directamente —y sin efectuar ninguna parada— desde las costas de Rusia hasta Alemania. Se prevé que en 2019 esté a pleno rendimiento.

El Nord Stream 2 —que complementa de forma paralela al Nord Stream 1, con una capacidad mucho menor y que actualmente está al 70% de su rendimiento— es un proyecto al que los países bálticos "no han sido invitados", reprocha Andra Ješinska, directiva de Conexus Baltic Grid, empresa responsable de las infraestructuras gasísticas en Letonia y que pertenece en un 34% al gigante ruso Gazprom. El proyecto bilateral entre Berlín y Moscú, que ha costado 8.000 millones de euros, ha sido duramente criticado por el Parlamento Europeo y por el propio comisario de Energía, Miguel Arias Cañete, por las dudas que despierta sobre si cumple o no con las reglas de no discriminación entre Estados que marcan el paso del mercado común. El proyecto "contradice la necesidad de diversificación [de fuentes de energía] mientras expone y profundiza la vulnerabilidad de un número de Estados miembros y afecta a la seguridad de abastecimiento de la UE en su conjunto", se lee en una misiva que Jerzy Buzek, presidente del comité de Energía en la Eurocámara, junto a otros europarlamentarios, envió a la presidencia de turno maltesa el pasado febrero.

Con este gasoducto, que "nunca será un proyecto de interés comunitario", repite una y otra vez el comisario, Alemania tendrá la llave del suministro en buena parte del continente. En Letonia, un país que depende al 100% de sus vecinos rusos y cuyo mercado gasístico será el próximo 3 de abril el último en ser liberalizado en toda la UE, hay alegría. Y alivio. "Preferimos que Alemania tenga el control, y no Rusia", reconoce el ministro de Economía y Energía del pequeño país de dos millones de habitantes, Arvils Ašeradens.

"Desde un punto de vista de la seguridad energética el Nord Stream 2 no aporta absolutamente nada", zanja Arias Cañete. Mientras los tres países bálticos, Finlandia, Rumanía y Bulgaria intentan alejarse de la dependencia del suministro de Rusia, Alemania se prepara para recibir en 2019 el gas que, una vez en localidad de Greifswald, distribuirá a lo largo de Europa central y del este. "La gente expresa su preocupación hacia una posición dominante [rusa], pero lo que hará el Nord Stream 2 es inyectar más gas a la UE. Y eso es una cosa buena", cree Romans Baumanis, asesor del proyecto. Bruselas, en cambio, desmonta este argumento ya que calcula que la demanda de gas se mantendrá estable en los próximos años: "No hay mayor necesidad de aportes adicionales", sentencia el máximo representante de la política energética de la UE.

Aún con todos las interrogantes sobre el conducto de 1.200 kilómetros de longitud (equivalente a la distancia que separa Madrid de París), casi el 100% de la infraestructura está ya construida, aunque no colocada en el fondo submarino, según el consorcio internacional Nord Stream AG, la empresa gestora. Esto se debe a la "dificultad" de encontrar un país desde cuyos puertos se puedan trasladar las piezas al mar, esboza Baumanis frente a un mapa del proyecto colgado de una pared en un despacho del centro de Riga, la capital letona. Lógico, si se tiene en cuenta que los países ribereños del Báltico (Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Suecia y Dinamarca) están oficial y públicamente en contra de la megaestructura y fue por eso que el gasoducto evita por la mínima la Zona Económica Exclusiva, contigua al mar territorial, de cada Estado. Finalmente, Copenhague ha admitido que el gasoducto haga una pequeña parada técnica en una de sus islas cercana a Alemania, Bornholm.


Las reservas se agotan

Bruselas prevé que la producción de gas propio (principalmente de los Países Bajos) se reduzca en un 50% para 2020, mientras que el consumo se mantendrá estable en los hogares, lo que obliga a la UE a importar aún más gas. Las reservas de Noruega —país que aunque no pertenezca al club de los 28 (27, si se excluye a Reino Unido) sí forma parte del mercado común— sólo son de 1.900 millones de metros cúbicos, frente a las rusas, las más elevadas del mundo con algo más de 47.00 millones de metros cúbicos. Por eso, el comisario Cañete pone sus esperanzas en los nuevos yacimientos descubiertos en Egipto, Chipre e Israel.


Ante este panorama, Bruselas puso en 2015 en marcha la Unión Energética para que entre otras cosas los socios compartan sus recursos, inviertan en energías renovables y puedan buscar fuentes alternativas de energía y dejar de depender de un sólo suministrador mayoritario; Rusia. 

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