Interesante nota
de Alejandro Bercovich para el Diario BAE. Argentina, lo que vendrá. Como
siempre, podrás estar de acuerdo, podrás no estarlo. Tratamos de entender:
Título: Ahora, a
agarrarse fuerte
Texto: Terminó la
campaña más larga de la historia. Se acabaron los spots y las promesas
electorales. El 10 de diciembre, Cristina Kirchner le entregará el bastón a
Mauricio Macri. Y el 15, en Washington DC, la Reserva Federal cerrará la era
del dinero gratis. Una era mundial que se extendió por siete años, desde el
crac de 2008, y que mantuvo el dólar relativamente barato y el precio de las
commodities a flote, aun cuando la crisis norteamericana se desplazaba primero
a Europa y luego a China. El ciclo no podría haber sido más puntual: cuando se
encienda la aspiradora de dólares estadounidense, el crédito será más caro y
nuestras exportaciones más baratas. Si ya soplaba fuerte un viento en contra,
opuesto por el vértice al superciclo que supo usufructuar Néstor Kirchner, en
2016 se cierne sobre nosotros un temporal para agarrarse fuerte.
Macri procurará
adjudicar las medidas más antipáticas que tome a la herencia recibida, como
todos los presidentes. Días atrás, con las encuestas prefigurando una ventaja
irremontable, Rogelio Frigerio y Francisco Cabrera lo anticiparon ante un grupo
de empresarios: para cauterizar el malhumor social que sobrevenga a una
devaluación con su previsible traslado a precios, planean sacar a la luz los
trapitos sucios que más pueden escandalizar a una sociedad con sed de cambio y
hartazgo frente al estilo kirchnerista, especialmente el más sectario que
afloró desde el 54,1% de 2011. Se conocerá la “verdad” sobre el acuerdo con
Chevron, el memorándum con Irán, los pactos con el CIADI y el Club de París y
las relaciones carnales con el declinante eje bolivariano. Será clave el rol
del poder judicial, como se vio en el allanamiento al Banco Central ordenado
por Claudio Bonadío la semana pasada.
Después del circo
hará falta algo de pan. Y Macri procurará amasarlo, porque tendrá mucho en
juego. La pregunta es cuánto logrará cobrar el nuevo gobierno por el
alineamiento con Estados Unidos. Y cuánto querrá pagar el Tío Sam. Así como del
hiperendeudamiento de los 80 se salió con el Plan Brady, de la mano del Tesoro,
a los fondos buitre solo los puede disciplinar la Casa Blanca. Saldada esa
cuenta, resta ver qué requisitos añade Wall Street a los del Departamento de
Estado para aportar los fondos necesarios para que el ajuste no duela tanto.
Porque para que la inflación no supere el 50 o 60% tras la disparada del dólar
y de las tarifas, habrá que decir adiós a las cuotas sin interés y recortar a
lo bruto el gasto, con una doble Nelson monetaria y fiscal como la que dictan
los manuales.
La decisión del
Central de obligar a los bancos a vender desde hoy dos tercios de los dólares
que atesoran fue una admisión anticipada de la derrota. En los 10 días hábiles
hasta la asunción de Macri, el nuevo poder político y el mercado pulsearán para
forzar la devaluación que el jefe de Cambiemos ya dio por hecha en el debate,
cuando acusó al kirchnerismo de haber dejado subir el dólar de 3 a 15 pesos.
Alejandro Vanoli intentará aguantar la presión, cuidará el bronce de Cristina y
luego se irá. Serán días turbulentos. Solo los primeros.
¿Había margen para
algo distinto? Poco, pero había. A Scioli le esperaba un destino incierto,
parecido al de Dilma Rousseff, o la quimera de volver a crecer de la mano de
una sintonía fina que debió haberse hecho en 2012.
Lo que viene es
duro. No solo por contexto y por herencia, sino por las recetas con las que
Cambiemos prometió encararlo y el poder con el que emerge de esta larga saga
electoral para hacerlo. Será un camino de tironeos y conflictos. A agarrarse
fuerte.
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