Los trágicos sucesos de París el viernes pasado han promovido reflexiones de todo tipo en todo el mundo. Algunas, digámoslo desde ya, más oportunas que otras. De todos modos son muchísimas los puntos de vista que han salido a relucir, lo que contrasta gratamente con esa especie de electroencefalograma plano que fueron las últimas dos décadas para el pensamiento occidental, en particular para los sectores denominados progresistas. A continuación posteamos una interesante nota aparecida ayer en el Boletín Europeo de Anticipación Política, órgano de difusión del LEAP (Laboratoire Européen d'Anticipation Politique). No podemos dejar de reproducir la pregunta que se hacen los chicos al final, a modo de conclusión:
"¿Es nuestro vínculo transatlántico [con los EEUU] el que nos permitió considerarnos una isla [...y que...] nos permitió creer que podemos contribuir al aumento del caos en el Medio Oriente sin sufrir las consecuencias?"
En fin, no es una epifanía de índole cósmica, pero algo es algo. Pasemos entonces a la nota.
Título: Estados
Unidos, Rusia, Siria y los ataques en París: Europa aplastada por el movimiento
de las placas tectónicas de la gran reconfiguración geopolítica mundial
Texto: "La crisis
sistémica global que estamos viviendo, desde hace ya ocho años, cuestiona un
orden mundial que, como a menudo hemos dicho, se remonta no sólo al final de la
Segunda Guerra Mundial, sino de manera más amplia hasta el Renacimiento y los
grandes descubrimientos de finales del siglo XV. Hace 500 años, Europa se situó
en el corazón del planeta mediante el lanzamiento de un amplio programa de
exploración, seguido por la explotación, después de colonización del resto del
mundo, y, finalmente, de cooperación con él. Hace 500 años, Europa se convirtió
en el corazón del mundo.
Europa, sin
anclajes, en un mar embravecido
Durante más de
ocho años, hemos descrito la profunda transición de un mundo centrado en
Occidente a un mundo multipolar y hemos tratado de mostrar las innumerables
oportunidades que aparecen, pero por encima de todo hemos descrito los
peligros, peligros que se ciernen sobre una reconfiguración que está siendo mal
dirigida. Es por ello por lo que constantemente hemos apostado por el anclaje
democrático de una Europa integrada. Y también apostamos por la participación
de Europa en todas las nuevas mesas de debate destinadas a repensar la
gobernanza a todos los niveles, y en particular en la mesa de los Euro-BRICS,
que tiene tanto potencial de cambio positivo.
Todos las crisis
por las que ha atravesado Europa desde 2008-2009 tienen dos características:
– Las crisis
vienen de fuera;
– Las crisis
revelan la debilidad estructural de Europa.
Sobre este último
punto, Franck Biancheri pasó más de 25 años trabajando cerca de las
instituciones europeas y nacionales, alertando sobre la base de una observación
muy simple: la integración europea había sido creada como un proyecto de
laboratorio bien protegido por el Muro de Berlín y por el paraguas americano,
pero en los años 90 hizo su entrada en la historia. Y los vientos de la
historia que soplarían sobre ella imponían establecer un proceso de
consolidación que no podía ser otro que político, y por lo tanto democrático.
Este proceso no se llegó a realizar porque había demasiados jugadores que no
estaban interesados en desarrollarlo en el corto plazo. Europa no estaba
firmemente anclada. Y hoy, flota, sin ningún anclaje, en el centro de una
tormenta de dimensiones homéricas, agrietándose por todas partes.
El fracaso de la
adaptación del modelo de Estado-nación
En la gran
reconfiguración geopolítica que está en curso, hay una construcción
eminentemente europea y creada para nuestro continente que está en proceso de
dislocación, es el Estado-nación. Las integraciones regionales, la
globalización, Internet y la aparición de nuevos actores con una cultura
política diferente, han hecho del nivel nacional, tal y como ha existido hasta
ahora, algo completamente obsoleto. La paradoja es que la misma Europa lo
comprendió después de sus dos guerras mundiales e inició el proceso de
superación de este modelo del siglo XIX. Pero los visionarios que concibieron
este proyecto fueron reemplazados a partir de los 90 por una generación que
nunca entendió Europa, los famosos baby boomers cuyo liderazgo particular
durante 20 años llevó a la quiebra de la experiencia de integración europea.
Europa ha hecho
su integración basándose en los estados-nación, lo que fue algo bueno, pero
estos estados nacionales no han sabido jugar y reinventar su valor en esta
nueva configuración. Ya lo hemos dicho, el único valor de los estados-nación es
su capacidad para colaborar entre sí, para producir la adaptación al cambio
social. En cambio, las reglas de unanimidad de cualquier acción europea dio
lugar a la parálisis política de Europa y al evidente fracaso de su
democratización. Y Europa, geopolíticamente central, que articuló el mundo
alrededor de ella en sus 500 años, ahora está desgarrada por las mutaciones de
este mundo. Europa habría tenido que mirar al mundo nuevo, tal y como es, para
observar y aceptar las diferencias en un acto de liberación del resto del
mundo, sólo para volver a repensarse a sí misma sobre nuevas bases.
Multipolarización
y diferenciación
El ejemplo más
llamativo que podemos dar de este trabajo de liberación es la proporcionada por
la relación transatlántica, pero también podríamos incluir la relación entre la
UE y la India que todavía está en la fase del ex-colonizador y la
ex-colonizada; la relación UE-Rusia que oscila entre la visión pan-europea de
Rusia (Rusia es Europa) y los recuerdos de la Guerra Fría (Rusia solo como el
marxismo en práctica); la relación UE-China es más desconcertante, el gran
misterio asiático, tan lejos de nuestros modelos que Europa aparece como un
pollo frente al cuchillo cuando se trata de desarrollar relaciones con China;
la relación de Sudáfrica y la UE, si es que existe, inevitablemente, pasa por
los Países Bajos e Inglaterra, etc. La UE no ha dejado de contemplar al resto
del mundo a través de lo que ella ha tratado de dar forma allí, en lugar de
construir relaciones con entidades emergentes como actores independientes. Así
que se quedó estructuralmente ligada a las partes más arcaicas de estos países
y regiones, en concreto los que ahora desaparecen. Pero volvamos al ejemplo
típico de la relación transatlántica.
Diferenciación y
desacoplamiento: el caso de USA
Hemos señalado
reiteradamente que existe la necesidad de que Europa se desacople de su avatar
de Estados Unidos, un avatar en plena metamorfosis. De hecho, la relación
transatlántica se basa en el hecho de que Estados Unidos era originalmente una
extensión de Europa, y luego una expansión europea que tuvo el liderato tras el
suicidio de Europa en las dos guerras mundiales. Pero los años de Bush Jr., en
particular, marcaron el inicio de una era de fuerte diferenciación entre Europa
y los Estados Unidos: el país ya no es WASP[1], y la prueba es que siquiera
Bush hizo campaña en español en algunos estados; y de nuevo, el español, sigue
siendo europeo (cruzado con la cultura indígena o africana); pero también hay
estas grandes comunidades como la china, iraní, la india … que, al contrario de
lo que ocurre en Europa, se reúnen en grandes áreas que proporcionan nuevas
características y dan América una estructura social que no tiene mucho de
europeo.
Y luego está el
“acto de independencia” en términos de sistema de valores. Hasta Clinton,
aunque erróneamente, a los europeos le gustaba ver en los partidos Demócrata y
Republicano, una izquierda y una derecha a la europea; con Bush, esto deja de
ser posible. En términos de laicismo, valor defendido por Estados Unidos desde
Tocqueville, las constantes referencias a Dios en el discurso de Bush nos
convencen de lo contrario. La pena de muerte, el portar armas, la cuestionable
democracia, la política exterior … la lista de todos los temas que comienzan
visiblemente a separar a Europa de los Estados Unidos es larga. Habría habido
tiempo para que cualquiera pudiera crear las condiciones para la independencia
vis-à-vis de la otra; no para ignorarlos o hacer la guerra, sino para construir
un nuevo marco para la cooperación, menos de absorción.
Gráfico 1 –
Porcentaje de opiniones favorables de los europeos sobre los Estados Unidos
durante los años de Bush junior Fuente:
Pew research center.
Todas las
desgracias del mundo se derraman sobre nuestras playas
Los intentos de
desacoplamiento han tenido lugar, pero han tenido poco éxito. Tan poco que,
durante la crisis Euro-Rusa sobre Ucrania en 2014, podemos decir que “la cola
movió al perro”[2]: los Estados Unidos contribuyen directamente a una escalada
desconcertante entre europeos y rusos que aún no ha remitido. Europa, corazón
del mundo, está en el camino de una estrategia de confrontación entre Estados
Unidos y Rusia, que la trasciende y la aplasta…
…que la
trasciende y que participa directamente de la próxima crisis, la crisis siria,
otra que viene del exterior, pero que golpea con crudeza. Todavía no estamos
muy involucrados en el conflicto sirio, y nos hemos resistido bastante bien a
los mandatos de intervención que han venido de nuestros amigos estadounidenses,
israelíes y saudíes. Pero hemos tenido menos éxito en la defensa de la única
política racional que se imponía en 2011: el apoyo al ejército sirio y a cambio
de este apoyo, imponer a Bashar Assad una transición democrática
… o el plan de
paz propuesto por los rusos. ¿Cuántas de estas muertes, cuántos refugiados y
cuánto terrorismo evitado si hubiéramos escuchado objetivamente este plan hace
cuatro años en lugar de ahora?. Pero el enemigo que nos ofrecieron entonces,
era Rusia y no Daesh.
¿Es nuestro
vínculo transatlántico el que nos permitió considerarnos una isla como los
EE.UU. o el Reino Unido? y ¿que nos permitió creer que podemos contribuir al
aumento del caos en el Medio Oriente, sin sufrir las consecuencias? …
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Notas:
[1] WASP, White
Anglo-Saxon Protestant, arquetipo de la América de los años 50.
[2] De la
expresión inglesa “the tail wags the dog”.
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