Angela Merkel
encarna con fuerza simbólica la estupidez europea contemporánea. Creer, por
ejemplo, que se puede joder alegremente con una guerra en Medio Oriente, sin
mayores consecuencias. Al respecto, acá va una nota de Thierry Meyssan para Red
Voltaire:
Título: ¿Cuál es
el juego de Angela Merkel con Turquía?
Epígrafe: A
primera vista, la canciller alemana apoya la guerra turca contra Siria y
subvenciona el cierre de las fronteras turcas con la Unión Europea. Pero
resulta imposible entender cómo piensa lidiar con las consecuencias de la
militarización turca, principalmente en lo que concierne a la expansión del
terrorismo y la expulsión de los kurdos y los cristianos.
Texto: ¿Se
aplicará finalmente el acuerdo del 18 de marzo de 2016 entre la Unión Europea y
Turquía? Oficialmente, Turquía debería recibir 6 000 millones de euros en 2
años y la Unión Europea eximiría a los ciudadanos turcos de la exigencia de
visa para circular en el espacio Schengen a cambio de un cierre de la frontera
turca al flujo de migrantes y de que Turquía aceptara acoger de vuelta en suelo
turco a todos los migrantes que logren penetrar en la Unión Europea.
Este acuerdo no
afecta a los 1,8 millones de migrantes que ya entraron en la Unión Europea
desde Turquía. Tampoco concierne a los 2,7 millones de refugiados sirios que se
amontonan en Turquía.
Un mes después de
la firma de ese acuerdo, sólo 325 migrantes han sido enviados de vuelta a
Turquía y solamente 103 refugiados sirios han sido aceptados legalmente en la
Unión Europea.
Es evidente que
no fue para obtener estos magros resultados que Bruselas prometió a Turquía 6
000 millones de euros. En realidad se trataba de un financiamiento oculto de la
guerra turca, financiamiento otorgado por la Unión Europea a pedido expreso de
Francia y de Alemania.
El viaje de
Angela Merkel a Turquía, el 23 de abril de 2016, tenía como objetivo, según
Berlín, completar la aplicación del acuerdo. Así que la canciller alemana
visitó el campamento modelo de Nizip-2. Se trata del único correctamente
mantenido en Turquía y las condiciones que allí existen no tienen absolutamente
nada que ver con las deplorables condiciones de vida de la inmensa mayoría de
los refugiados sirios en Turquía.
Esta extraña
visita, de la que se vieron excluidos los periodistas (fue cubierta solamente
por los servicios de prensa oficiales), permitió a la canciller alemana hacerse
lindas fotos, rodeada de niños bien alimentados, como dando a entender que
Turquía no necesita el dinero de la Unión Europea para ocuparse de los
refugiados sino, más bien, para continuar la guerra.
Alemania ha
desempeñado un papel importante contra Siria. En 2005, fue Alemania el país que
proporcionó el arma que Estados Unidos e Israel utilizaron en el asesinato del
ex primer ministro libanés Rafic Hariri. En 2012, fue también Alemania quien
organizó la reunión de los «Amigos de Siria» en Abu Dabi, donde las potencias
coloniales se repartieron los yacimientos sirios de gas. También fue Alemania
quien organizó, igualmente en 2012, la redacción del plan secreto de rendición
total e incondicional de Siria, redactado por el estadounidense Jeffrey
Feltman. Y es también Alemania quien aún sigue tratando de imponer ese proyecto
en Ginebra, a través de Volker Perthes, el ayudante de Stefan De Mistura.
Durante su viaje
a Gaziantep, la canciller alemana declaró: «He (…) reclamado nuevamente que
tengamos una zona donde el alto al fuego sea particularmente reforzado y donde
se pueda garantizar un nivel suficiente de seguridad». Para las agencias de
prensa occidentales, Merkel también apoyó el proyecto turco de «no fly zone»
sobre el territorio sirio. La realidad es que se trata de un apoyo que no
compromete a nada ya que su aplicación exigiría un voto en el Consejo de
Seguridad de la ONU, donde Rusia, China y Estados Unidos votarían en contra.
Es difícil
interpretar la posición alemana. Es evidente que la señora Merkel está tratando
de ganarse la simpatía de su aliado turco, de lograr que detenga el flujo de
migrantes y de ayudarlo a continuar su guerra contra el pueblo sirio. Pero
resulta imposible imaginar que no sienta inquietud ante la extensión de sus
actividades terroristas hacia Europa, ni ante su anunciada voluntad de despojar
de su nacionalidad a 6 millones de turcos, lo cual provocaría una nueva ola
migratoria.