domingo, 11 de enero de 2015

El derecho a ofender


Gran “parade” gran en París este domingo en relación con la Masacre Charlie Hebdo. Imagínense las cursilerías al tono que se estarán pronunciando en estos momentos. Por supuesto, ni una palabra en la prensa corporativa sobre los hechos en sí, las inconsistencias de la versión oficial de los hechos, las motivaciones ocultas, los actores en las sombras, etc. Cuando se asiente el polvo de las palabras, habrá que ver qué quedó de todo esto. Por el momento, a Astroboy le resulta muy confuso todo. Reproducimos el primer párrafo del artículo-portada de la sección Internacionales del diario español El País.


Título: La Unión Europea reforzará el control de Internet y de las fronteras

Subtítulo: París se convierte este domingo en la capital mundial contra el terror

Texto del primer párrafo: “Los ministros del Interior de la Unión Europea se han reunido este domingo para dar una respuesta a los atentados yihadistas de esta semana en París, que han costado la vida a 20 personas, incluidos tres terroristas. Los jefes de Interior han acordado "controles profundos" de algunos pasajeros y la coordinación con empresas de Internet para evitar contenidos relacionados con el terrorismo. El próximo 18 de febrero, se celebrará en Washington una cumbre internacional contra el terrorismo, según informó al final de la reunión de París el titular de Justicia de EE UU, Eric Holder.”

Uno se pregunta: (1) qué quiere decir aplicar “controles profundos” a “algunos pasajeros”; (2) qué significa coordinar acciones con las empresas de Internet para “evitar contenidos relacionados con el terrorismo”; (3) la “Cumbre Internacional sobre el Terrorismo” a celebrarse en Washington el 18 de Febrero, ¿implica una cesión de iniciativa de Europa al Imperio? ¿Constituye una maniobra desesperada de los EEUU para recuperar iniciativa política después de los eventos de París? La pregunta es relevante porque, como todo el mundo sabe, los EEUU son los principales promotores del terrorismo en todo el planeta. (4) Finalmente, ¿qué cuernos tiene que hacer el ministro de Justicia estadounidense en una reunión de Ministros europeos del Interior? En fin.

Mientras esperamos que se vayan aclarando las claves geopolíticas en relación a la masacre de París, volvamos un momento al costado ético del asunto. Obviamente no nos referimos a la masacre en sí (andar matando gente por ahí está mal, chicos; ¿hace falta aclarar esto?), sino al intenso debate que se está desarrollando en la línea general de nuestro post anterior. Esto es, qué actitud debe adoptar la sociedad en relación con la supuesta “lógica del ofendido”. Reproducimos a continuación un interesante texto que también publica hoy el diario El País bajo el encabezado general de: “Debate sobre la libertad de expresión”. Si bien uno no puede menos que estar de acuerdo con el planteo general del ensayo, nos pasa como en aquel viejo juego de “Los siete errores”: hay un par de inconsistencias lógicas que nos hacen ruido a medida que avanza la lectura del mismo. ¿Las advertirá también el lector?  Aclaremos, finalmente, que el autor de este ensayo no es un paracaidista en el tema. Se trata de Flemming Rose, jefe de Internacional del ‘Jyllands-Posten’, el principal diario danés que, en la década pasada, publicara una serie de ilustraciones sobre Mahoma consideradas profundamente insultantes por parte del mundo musulmán.


Título: ¿Qué clase de civilización somos?

Texto: Philippe Val, entonces redactor jefe de Charlie Hebdo, no podía ocultar su irritación cuando, en 2007, con motivo del juicio celebrado contra la revista satírica de izquierdas por publicar unas viñetas de Mahoma, se le preguntaba si realmente había sido necesario, si no se trataba de una provocación innecesaria y un ataque a una minoría débil y oprimida. Charlie Hebdo había reproducido unos dibujos del diario Jyllands-Posten, junto con otras viñetas del profeta hechas por sus caricaturistas, como reacción a los ataques contra las Embajadas danesas y las amenazas al diario. “¿Qué civilización seríamos si no nos pudiésemos burlar, mofar y reír de los que vuelan trenes y aviones y asesinan en masa a inocentes?”, se preguntaba indignado Philippe Val. La pregunta resurge con fuerza tras la matanza en la redacción de Charlie Hebdo.

La sátira es una de las respuestas de una sociedad abierta ante la violencia, las amenazas y la barbarie. La sátira es pacífica, aunque pueda picar y escocer. No mata; ridiculiza y expone públicamente. Nos mueve a la risa, no al miedo o al odio.

La sátira es la respuesta de una civilización sana ante la barbarie. Por supuesto que un dibujo nunca vale la vida de una sola persona. El problema es que hay quienes insisten en esa idea. ¿Y cómo debemos comportarnos nosotros, en tanto que gestores de la palabra libre? ¿Cuántas amenazas y actos terroristas habrá que sumar para que los fundamentalistas de la ofensa comprendan que con su defensa del derecho a no ser ofendidos y su absurda equiparación entre malas palabras y malas acciones le están haciendo un favor a la tiranía?

La matanza de París es la trágica culminación, por ahora, de más de 25 años de debate en Europa en torno a la libertad de expresión y sus límites. Comenzó con Salman Rushdie, que en 1989 tuvo que desaparecer después de que las autoridades religiosas de Irán, mediante una fetua (edicto), llamasen a todos los creyentes musulmanes a asesinar al escritor debido a unas pocas páginas de su novela Los versos satánicos. Desde entonces se ha sucedido un caso tras otro. La mayoría ha girado en torno a cómo tratar el islam en la esfera pública de una democracia, pero no se trata únicamente de musulmanes ofendidos. Casos similares han afectado a sijs, hindúes, cristianos ortodoxos, nacionalistas y todo tipo de grupos que insisten en prohibir la expresión de lo que consideran ofensivo.

“La sátira no mata; ridiculiza. Nos mueve a la risa, no al miedo o al odio”
Tanto Charlie Hebdo como Jyllands-Posten han sido objeto de procesos judiciales. Ambos hemos sido absueltos en los casos planteados contra nosotros. En una democracia y en un Estado de derecho, se respetan las decisiones de los tribunales, aun cuando se pueda estar en desacuerdo con una sentencia. Ese es uno de los modos en los que resolvemos los conflictos. La otra forma es mediante el debate libre y abierto. Este debate lo perdieron en Dinamarca y Francia los musulmanes radicales, pero en lugar de mantenerse fieles al principio básico de la democracia de confrontar palabra con palabra, dibujos con dibujos y dejar hablar a los argumentos verbales, aquellos que se sintieron ofendidos por causa de su dios o su profeta se aferraron a la violencia o la alentaron.

Justamente por eso, es indignante que tantas voces en este debate (sin mencionar nombres y sin olvidar a nadie) hayan hecho algo más que insinuar que Jyllands-Posten, Charlie Hebdo, el director holandés Theo van Gogh, asesinado en 2004, Lars Vilks en Suecia, Lars Hedegaard y Naser Khader en Dinamarca, Robert Redeker en Francia, Ayaan Hirsi Ali en Holanda, Maryam Namazie en Gran Bretaña y una larga serie de europeos que en los últimos años han sido amenazados de muerte o víctimas de intentos de asesinato, en cierto modo se lo han buscado. Un famoso humorista danés comparó en su día la publicación de las viñetas de Mahoma con provocar a un violento roquero. La indigencia moral e intelectual que subyace tras una afirmación así es sorprendente, pero el razonamiento prospera en nuestra cultura en distintas variantes.

Incluso un diario respetable como The New York Times escribió que las caricaturas desataron la violencia en el mundo musulmán. Naturalmente, eso no significa que los fundamentalistas de la ofensa toleren la violencia como reacción a unas viñetas. Pero sí que supone que en demasiados lugares de nuestra cultura, hay un acuerdo latente en que palabras y hechos pueden ser violentos y ofensivos en la misma medida. Pakistán y muchos otros países musulmanes han llegado incluso al punto de que el insulto, burla y ridiculización del Profeta mediante la palabra o gráficamente se castiga con la misma dureza que el asesinato y el terrorismo: con la pena de muerte. En las últimas décadas, la política de identidad y la lucha por un espacio público libre de ofensas ha hecho que este modo de pensar se extienda.

En el contexto de la crisis de las viñetas de Mahoma, Charlie Hebdo publicó a finales de febrero de 2006 un manifiesto con el título “Juntos. Haciendo frente a un nuevo totalitarismo”. Estaba firmado por Salman Rushdie, Philippe Val, Ayaan Hirsi Ali, el danés Mehdi Mozaffari y otros intelectuales procedentes de diferentes sectores del espectro político, pero que se unieron en su defensa de la libertad de expresión.

En él se decía: “Después de haber doblegado al fascismo, al nazismo y al comunismo, el mundo se enfrenta a una nueva amenaza totalitaria: el islamismo. Nosotros, periodistas e intelectuales hacemos un llamamiento a la resistencia contra este totalitarismo religioso y a la defensa de la libertad, la igualdad de oportunidades y los valores seculares. Los últimos sucesos relacionados con la publicación de las viñetas de Mahoma en periódicos europeos han revelado la necesidad de luchar por estos valores universales. Esta lucha no será ganada mediante las armas, sino en el campo de batalla ideológico”.

El manifiesto contra el totalitarismo concluía: “Nos negamos a renunciar a nuestro espíritu crítico por miedo a ser acusados de “islamófobos”, un concepto gastado que mezcla la crítica del islam con la estigmatización de los creyentes. Defendemos la libertad de expresión como un derecho universal, para que el espíritu crítico pueda darse en todos los continentes, alzarse frente a cualquier maltrato o dogma. Apelamos a los demócratas y a los espíritus libres de todos los continentes para que nuestro siglo sea el de la luz y no el de la oscuridad”.

Charlie Hebdo fue quizá el único medio de comunicación europeo que, a pesar de las amenazas y a un atentado incendiario, insistió en el derecho a continuar burlándose de todas las religiones. Dirigieron sus punzadas tanto contra el Papa como contra el Profeta. Trabajaban desde una tradición bien establecida en la que no hay nada sagrado; una tradición que tras la Reforma, y especialmente en tiempos de la Ilustración, se fue extendiendo a la par que lo hacían la tolerancia, la libertad religiosa y la libertad de expresión.

Cuando hace ya más de diez años Theo van Gogh fue asesinado en una calle de Ámsterdam por un joven musulmán ofendido, el entonces ministro de Justicia holandés, es decir, el más alto defensor electo del Estado de derecho, dijo que se debería sopesar un endurecimiento de la legislación contra el llamado discurso de odio. Porque si hubiese existido una ley así, Van Gogh aún estaría con vida. Es decir, si se hubieran criminalizado diferentes tipos de expresiones, habría habido una oportunidad para que Van Gogh nunca hubiera realizado el documental sobre la violencia contra las mujeres en nombre del profeta, documental que llevó a Mohammed Bouyeri a asesinarlo.

“Indigna que tantos hayan sugerido que ‘Charlie Hebdo’ se lo ha buscado”
Hoy podemos decir lo mismo de los colaboradores de Charlie Hebdo. Si se hubieran limitado a lanzar sátiras contra el cristianismo, los políticos y el Papa, y hubieran dejado en paz al islam, estarían vivos gracias a esta terrible discriminación. Pero no lo hicieron. Continuaron haciendo su trabajo.

Y así volvemos al punto de partida: ¿Qué civilización somos si renunciamos a nuestro derecho a publicar opiniones y dibujos que a algunos pueden resultarles ofensivos? Básicamente se trata de un debate sobre cómo convivir en una sociedad cada vez más multicultural y al mismo tiempo mantener nuestras libertades. Podemos, como en las sociedades que no son libres, buscar una falsa armonía criminalizando continuamente nuevas expresiones de acuerdo con la siguiente máxima: si aceptas mi tabú y no te expresas crítica u ofensivamente sobre lo que para mí es sensible y sagrado, yo haré lo mismo.

En sociedades como la nuestra, en las que crece la diversidad, este es el camino hacia la tiranía del silencio.


Otro camino es insistir en que el precio que todos tenemos que pagar por vivir en democracia, con libertad de expresión y de culto, es que nadie tenga un especial derecho a no ser ofendido. Los colaboradores de Charlie Hebdo no habrán muerto en vano, si elegimos este camino como reacción a su asesinato.

3 comentarios:

  1. Tu texto me ha generado dos pensamientos opuestos:
    - el "se lo han buscado" suena a ciertos comentarios que se escuchan en los casos de violación: "pero vos viste como se visten ahora las minas", sugiriendo que las mujeres se buscaron el ataque por exponer más piel de lo que un hombre puede soportar sin frenar sus impulsos.
    - ¿Qué civilización somos si insistimos en conductas que ofenden a otros solo porque queremos probar que podemos? en el fondo la sociedad es sabia y las revistas estilo Barcelona apenas sobreviven económicamente.

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  2. En épocas de crisis en que está en juego la supervivencia de la humanidad, como la que nos toca ahora, los países, a través de sus gobiernos -siempre y cuando conserven un mínimo de conciencia-, van viendo solitos las alternativas y soluciones racionales para su superación.

    Indefectiblemente, esta superación implicará que los poderes que tuvieron más responsabilidad en llegar a la crisis verán menguado su poder en beneficio de aquellos que, teniendo mucho menos poder y responsabilidad, la soportan y la sufren.

    Los poderes que ven que las soluciones nacionales e internacionales racionales provocarán la pérdida de su influencia en diversos grados, no se quedarán cruzados de brazos esperando y contemplando pasivamente que esto ocurra.

    El manejo de los recursos de inteligencia al servicio de los juegos geopolíticos y su conexión con el terrorismo es uno de los tantos factores al servicio de impedir que suceda aquello que perciben pudiera suceder.

    Una de las razones de la eficacia de estos métodos geopolíticos es que generan conmociones en el imaginario social, asustando a unos y haciendo más guerreristas a otros. Esto produce un efecto de disciplinamiento que inhibe las tentaciones a sacar los pies del plato.

    Todo esto al servicio de impedir que los pueblos de los países vayan encausando a sus gobiernos en la dirección de la superación racional a la crisis.

    Este tipo de atentados terroristas contra los derechos de los ciudadanos esconden un mensaje al gobierno de esos ciudadanos e, indirectamente, al de otros países: que no saquen los pies del plato porque la van a pasar mal.

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  3. Gracias por los comentarios. Anónimo, me parece acertada tu doble reflexión: por un lado, no hay "se lo han buscado" que valga para matar gente que hace dibujos, por más insultantes que parezcan; por el otro, como sociedad y como individuos estamos en todo nuestro derecho a decir: "Nene, tus dibujitos son una mierda. Andá a ofender a otro lado".

    Oti, coincido con tu planteo general (se trata de una operación planificada, no de unos loquitos que se hacen los ofendidos), pero mi impresión de los hechos de París es que no se trata de una operación planificada desde afuera, sino desde el propio estado francés. Lo que no esntiendo bien es para qué, si para despegarse del alineamiento incondicional con los EEUU o para profundizarlo.

    Cordiales saludos a ambos,

    Astroboy

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