La torpeza del Imperio empieza a hacerse patente en todas partes, en cada acto. Basta de sutilezas, nos dicen. Una perla de las últimas horas: dos bombarderos B-52 con capacidad para el transporte de armas nucleares (no está claro si llevan alguna a bordo) sobrevuelan el espacio aéreo chino. Otra: los EEUU cierran su embajada en el Vaticano. En cualquier momento declaran terrorista al Papa Francisco. No es para menos: el tipo habla de misericordia, de amor y de los pecados del neoliberalismo. A quién se le ocurre. Por favor.
Respecto de la última noticia, leemos en el sitio web Infovaticana:
Título: Obama cierra la embajada ante la Santa Sede
Epígrafe: La decisión persigue un ahorro de 1,4 Millones de Euros al año. Cubrirá la ausencia abriendo una oficina en la embajada ante Italia para llevar las oficinas de representación ante la Santa Sede.
Texto: “La decisión del gobierno de Estados Unidos, encabezado por Barack Obama, de cerrar su embajada en la Santa Sede, y trasladar las oficinas respectivas a un anexo de la embajada en Italia, “es otra manifestación de la antipatía de este gobierno tanto hacia los católicos y hacia el Vaticano, y a los cristianos en el Medio Oriente”, dijo el ex-embajador de ese país ante la Santa Sede, James Nicholson.
En declaraciones al sitio web Catholic Vote, Nicholson, que fue embajador ante la Santa Sede entre 2001 y 2005, advirtió que la embajada en el Vaticano “es un puesto clave para la intermediación en tantas soberanías, pero particularmente en el Medio Oriente”.
“Este es cualquier cosa menos un buen momento para disminuir la talla de este puesto. Disminuir la talla de este puesto es disminuir su influencia”.
De acuerdo a lo informado por el Departamento de Estado de EEUU a la prensa local el 25 de noviembre, la decisión de cerrar la embajada en el Vaticano se debe a razones económicas, buscando ahorrar 1,4 millones de dólares al año.
Sin embargo, James Nicholson aseguró que “el Departamento de Estado ha querido por mucho tiempo hacer esto. Surgió cuando yo era embajador. Les expliqué la locura de esto y se fueron. Pero ahora parecen determinados a hacerlo”.
La percepción con esta decisión, apuntó, es “que los Estados Unidos están mostrando una falta de aprecio por la relevancia de su socio diplomático en el Vaticano”.
ACTUALIZACIÓN (11:20 AM): No hemos resistido la tentación de leer algunos párrafos del "Evangelii Gaudium" ("La Alegría del Evangelio"), técnicamente una Exortación Apostólica, y en la práctica el primer texto de envergadura del pontificado de Francisco. (El texto, de 142 páginas, puede bajarse aquí: http://www.aciprensa.com/noticias/descargue-aqui-la-exhortacion-apostolica-evangelii-gaudium-del-papa-francisco-18044/#.UpdSPyfpylA). Efectivamente, el tipo es altamente subversivo: empieza hablando de los riesgos del consumo. Les paso los primeros dos párrafos:
"1. LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos, para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
2. El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado."
jueves, 28 de noviembre de 2013
lunes, 25 de noviembre de 2013
Cientos
El sitio en español de Hezbollá, Al Manar, usualmente muy reservado al hablar de número de bajas en los enfrentamientos en Siria, comienza a hablar de centenares de muertos entre los grupos terroristas. El siguiente es un comentario sobre un fallido intento de romper el cerco en los alrededores de Damasco, este fin de semana:
Título: Más de 200 terroristas mueren al intentar romper el cerco en la Guta Oriental
Texto: "Fuertes combates han tenido lugar durante el fin de semana entre tropas sirias y terroristas que han intentado sin éxito romper el cerco gubernamental de sus reductos en la Guta Oriental. Estos combates han causado la muerte a más de 200 terroristas, según indicó AP.
Esta táctica de cerco, que ha causado que los militantes sufran hambre y falta de municiones, ha ayudado al gobierno a capturar una serie de áreas en poder de los rebeldes en las pasadas semanas en la región.
La presión de las fuerzas del gobierno ha coincidido con los avances de las fuerzas de Assad alrededor de la ciudad de Alepo, así como con una nueva ofensiva en la región montañosa de Qalamún, al norte de Damasco.
Estas victorias, señala AP, “han cambiado la situación del conflicto en favor de Assad y han dado al líder sirio una mayor ventaja de cara a las previstas negociaciones de paz que EEUU y Rusia están intentando convocar para poner fin a la guerra civil en Siria.”
Los intensos combates comenzaron en el área de la Guta Oriental el viernes cuando varios grupos armados atacaron a las tropas gubernamentales. Según Rami Abdurrahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres, más de 160 rebeldes murieron el viernes y el sábado, la mayoría de ellos miembros del Frente al Nusra y el Estado Islámico de Iraq y Siria (EIIL). Otros 50 militantes habrían fallecido el domingo.
Él situó las bajas del Ejército sirio en 60 muertos más otros 20 pertenecientes a la Brigada Abu al Fadl al Abbas, compuesta por voluntarios shiíes iraquíes que luchan al lado del Ejército sirio. El alto número de bajas en estos dos días de combates da testimonio de la ferocidad de los mismos.
Por otro lado, el Ejército ha continuado sus operaciones en la provincia de Alepo. Las fuerzas gubernamentales atacaron a los militantes cerca de Al Naqarin, en los suburbios de la ciudad, dijo un corresponsal de Press TV el domingo.
Dentro de la ciudad, las tropas capturaron un almacén utilizado por los militantes en el barrio de Tal al Zarzur y dieron muerte a todos los rebeldes que allí se encontraban.”
Mientras tanto, en Grecia...
Para los tiempos que vienen, es importante tratar de no perder la capacidad de asombro. Un reciente reporte de la Organización Mundial de la Salud habla del deterioro de las condiciones sociales en Grecia, como producto de las políticas de ajuste que se llevan a cabo en ese país. Lo que provoca asombro, en particular, son algunos datos específicos del informe. Por ejemplo: alrededor de la mitad de las infecciones de HIV son auto-inflingidas, a los efectos de habilitar a los portadores del virus el acceso a beneficios económicos por 700 euros mensuales. Leemos parte del informe según aparece en el sitio web Zero Hedge:
"Suicides rose by 17% between 2007 and 2009 and to 25% in 2010, according to unofficial 2010 data (398). The Minister of Health reported a further 40% rise in the first half of 2011 compared with the same period in 2010. Suicide attempts have also increased, particularly among people reporting economic distress (610). Homicide and theft rates have doubled. HIV rates and heroin use have risen significantly, with about half of new HIV infections being self-inflicted to enable people to receive benefits of €700 per month and faster admission on to drug-substitution programmes. Prostitution has also risen, probably as a response to economic hardship. Health care access has declined as hospital budgets have been cut by about 40% (398) and it is estimated that 26 000 public health workers (9100 doctors) will lose their jobs (611). Further cuts are expected as a result of recent negotiations with the IMF and European Central Bank."
domingo, 24 de noviembre de 2013
USA empastillada: algunas consecuencias
Del sitio web canadiense Global Research tomamos esta perla escrita por Kelly Patricia O’Meara. La autora es una periodista de investigación que hace tiempo viene escribiendo sobre los fraudes del diagnóstico psiquiátrico y la prescripción médica de drogas psiquiátricas en los Estados Unidos. Lo que sigue es escalofriante. Mientras leen el artículo, piensen: el mundo está en manos de estos tipos.
Título: Dramatic Increase of Mass Shootings in America: The Role of Prescription Psychiatric Drugs?
Epígrafe: “While the data about the ever-increasing random shootings is important, it doesn’t mean spit unless someone in a position of power is willing to seriously question what is causing the violent behavior. A beginning point might be to ask if there is a common denominator among the shooters.”
Texto: “The U.S. Attorney General, Eric Holder, recently announced that the rate of mass shootings in the U.S. is increasing. Although the information could hardly come as a surprise to most Americans, what is interesting is that the nation’s top cop provided no clues as to what may be causing this severe increase in deadly violent acts.
As Holder reported, the annual number of mass-shooting incidents in the U.S. has tripled since 2009 and, remarkably, the average number of shootings has increased from 5 per year before 2009 to 15 per year since.
While the data about the ever-increasing random shootings is important, it doesn’t mean spit unless someone in a position of power is willing to seriously question what is causing the violent behavior. A beginning point might be to ask if there is a common denominator among the shooters.
For instance, at the same time that mass-shootings have increased in the U.S., so has the use of prescription psychiatric drugs. If one considers this list of well-publicized shootings between 1999 and 2013, it is clearly evident that the majority of these shooters were either taking, or strongly suspected of taking, mind-altering psychiatric drugs.
The data that reinforce the psychiatric drugs and violence connection is overwhelming.
* Between 2004 -2012 there have been 14,773 reports to the US FDA’s MedWatch system on psychiatric drugs causing violent side effects including, 1,531 cases of homicidal ideation/homicide, 3,287 cases of mania and 8,219 cases of aggression. The FDA estimates that less than 1% of all serious adverse events are reported.
* A PLOS One study, based on FDA adverse event drug data, authored by Thomas J. Moore, Joseph Glenmullen and Curt D. Furberg, found that “acts of violence towards others are a genuine and serious adverse drug event associated with a relatively small group of drugs.” Verenicline (Chantix) and antidepressants with serotonergic effects were the most strongly and consistently implicated drugs.
* There are 22 international drug regulatory warnings on psychiatric drugs citing effects of mania, hostility, aggression, violence and even homicidal ideation.
* Psychiatrists prescribe antipsychotic drugs to children in one third of all visits, which is three times higher than during the 1990?s, and nearly 90 percent of those prescriptions written between 2005 and 2009 were prescribed for something other than what the Food and Drug Administration approved them for. Antipsychotics have been described as a chemical lobotomy because of their ability to disable normal brain function.
* Emergency Room visits involving nonmedical use of Central Nervous System Stimulants (CNS) among adults aged 18-34 increased from 5,605 in 2005 to 22,949 in 2011. CNS drugs include prescription ADHD drugs.
* According to IMS Health, there has been a 22% increase in the number of Americans on psychiatric drugs since 2002, with over 77 million people currently taking them—that’s one in four Americans.
* A total of 8.2 million children under 18 are taking psychiatric drugs in the U.S.
* There are over 40 million Americans taking antidepressants – a 15% increase since 2002. Of these, 2 million are children under 18.
* Since 2002, the number of Americans on ADHD drugs has gone up by 94% with over 10 million currently taking them.
* According to the CDC, 11 percent of school-age children have been diagnosed with ADHD and there are now 4.7 million children under 18 in the U.S. taking ADHD drugs, per IMS Health.
* The total number of Americans on antipsychotics has increased by 40% since 2002.
* All antidepressants carry the FDA’s “Black Box” warning, alerting the public that antidepressants may increase the risk of suicidal thinking and behavior in children and young adults. A “Black Box” warning is the FDA’s most serious prescription drug warning.
* Finally, the US military has seen an increase in the number of suicides, with a record 349 in 2012, far exceeding the number of American combat deaths. According to the Military Times, at least one in six service members (17%) is on some form of psychiatric drug.
* According to the Defense Logistics Agency, between 2001 and 2009, the overall use of psychiatric drugs increased by 76%. During the same time, antidepressant use increased 40%.
Of course, these data are just a small sample of the publicly available information that law enforcement, and lawmakers, could utilize in an effort to understand what may be causing the increased number of shootings.
But despite these overwhelming data, to date, there still has been no investigation by state or federal lawmakers, or law enforcement agencies, into the possibility that the increased use of mind-altering psychiatric drugs may be the common thread in the increased violent behavior.
Until this issue is addressed the mass shootings will continue to increase, the carnage will continue and the hypocritical and hollow words of sympathy and condolence will fall from the mouths of those who had the power to make a difference but not the courage to simply ask a question.”
Título: Dramatic Increase of Mass Shootings in America: The Role of Prescription Psychiatric Drugs?
Epígrafe: “While the data about the ever-increasing random shootings is important, it doesn’t mean spit unless someone in a position of power is willing to seriously question what is causing the violent behavior. A beginning point might be to ask if there is a common denominator among the shooters.”
Texto: “The U.S. Attorney General, Eric Holder, recently announced that the rate of mass shootings in the U.S. is increasing. Although the information could hardly come as a surprise to most Americans, what is interesting is that the nation’s top cop provided no clues as to what may be causing this severe increase in deadly violent acts.
As Holder reported, the annual number of mass-shooting incidents in the U.S. has tripled since 2009 and, remarkably, the average number of shootings has increased from 5 per year before 2009 to 15 per year since.
While the data about the ever-increasing random shootings is important, it doesn’t mean spit unless someone in a position of power is willing to seriously question what is causing the violent behavior. A beginning point might be to ask if there is a common denominator among the shooters.
For instance, at the same time that mass-shootings have increased in the U.S., so has the use of prescription psychiatric drugs. If one considers this list of well-publicized shootings between 1999 and 2013, it is clearly evident that the majority of these shooters were either taking, or strongly suspected of taking, mind-altering psychiatric drugs.
The data that reinforce the psychiatric drugs and violence connection is overwhelming.
* Between 2004 -2012 there have been 14,773 reports to the US FDA’s MedWatch system on psychiatric drugs causing violent side effects including, 1,531 cases of homicidal ideation/homicide, 3,287 cases of mania and 8,219 cases of aggression. The FDA estimates that less than 1% of all serious adverse events are reported.
* A PLOS One study, based on FDA adverse event drug data, authored by Thomas J. Moore, Joseph Glenmullen and Curt D. Furberg, found that “acts of violence towards others are a genuine and serious adverse drug event associated with a relatively small group of drugs.” Verenicline (Chantix) and antidepressants with serotonergic effects were the most strongly and consistently implicated drugs.
* There are 22 international drug regulatory warnings on psychiatric drugs citing effects of mania, hostility, aggression, violence and even homicidal ideation.
* Psychiatrists prescribe antipsychotic drugs to children in one third of all visits, which is three times higher than during the 1990?s, and nearly 90 percent of those prescriptions written between 2005 and 2009 were prescribed for something other than what the Food and Drug Administration approved them for. Antipsychotics have been described as a chemical lobotomy because of their ability to disable normal brain function.
* Emergency Room visits involving nonmedical use of Central Nervous System Stimulants (CNS) among adults aged 18-34 increased from 5,605 in 2005 to 22,949 in 2011. CNS drugs include prescription ADHD drugs.
* According to IMS Health, there has been a 22% increase in the number of Americans on psychiatric drugs since 2002, with over 77 million people currently taking them—that’s one in four Americans.
* A total of 8.2 million children under 18 are taking psychiatric drugs in the U.S.
* There are over 40 million Americans taking antidepressants – a 15% increase since 2002. Of these, 2 million are children under 18.
* Since 2002, the number of Americans on ADHD drugs has gone up by 94% with over 10 million currently taking them.
* According to the CDC, 11 percent of school-age children have been diagnosed with ADHD and there are now 4.7 million children under 18 in the U.S. taking ADHD drugs, per IMS Health.
* The total number of Americans on antipsychotics has increased by 40% since 2002.
* All antidepressants carry the FDA’s “Black Box” warning, alerting the public that antidepressants may increase the risk of suicidal thinking and behavior in children and young adults. A “Black Box” warning is the FDA’s most serious prescription drug warning.
* Finally, the US military has seen an increase in the number of suicides, with a record 349 in 2012, far exceeding the number of American combat deaths. According to the Military Times, at least one in six service members (17%) is on some form of psychiatric drug.
* According to the Defense Logistics Agency, between 2001 and 2009, the overall use of psychiatric drugs increased by 76%. During the same time, antidepressant use increased 40%.
Of course, these data are just a small sample of the publicly available information that law enforcement, and lawmakers, could utilize in an effort to understand what may be causing the increased number of shootings.
But despite these overwhelming data, to date, there still has been no investigation by state or federal lawmakers, or law enforcement agencies, into the possibility that the increased use of mind-altering psychiatric drugs may be the common thread in the increased violent behavior.
Until this issue is addressed the mass shootings will continue to increase, the carnage will continue and the hypocritical and hollow words of sympathy and condolence will fall from the mouths of those who had the power to make a difference but not the courage to simply ask a question.”
sábado, 23 de noviembre de 2013
Haiyan
En azul, el ojo del tifón Haiyan, inmediatamente al este de las Filipinas (silueta rosa)
Lo hemos dicho más de una vez: es imposible apuntar al calentamiento global actualmente en curso como causa directa de la magnitud de un tifón como el Haiyan (o Yolanda, según su nomenclatura filipina). Pero la existencia, desarrollo y magnitud de los huracanes y tifones depende de la temperatura superficial del mar. Si hay un aumento global de temperaturas, estadísticamente va a terminar ocurriendo un aumento en la existencia, desarrollo y magnitud de huracanes y tifones.
Leemos en Wikipedia:
El tifón Haiyan (conocido también como supertifón Haiyan, designación internacional: 1330, designación JTWC: 31W, designación PAGASA: Yolanda) es el segundo tifón con mayor cantidad de muertos en la historia de las Filipinas, sólo superado por la tormenta tropical Thelma de 1991. Este sistema alcanzó vientos máximos de 315 km/h en un minuto y 230 km/h en 10 minutos en 48 horas con una presión mínima de 895 hPa, considerado así, como uno de los ciclones más fuertes en el que se haya tenido registro en la historia en todas las cuencas, solo superado por el tifón Tip en 1979. El nombre Haiyan fue aportado por China y significa «petrel» en chino.
El Haiyan se originó de un área de baja presión a unos cientos de kilómetros al este-sureste de Pohnpei, Micronesia el 2 de noviembre. Desplazándose al oeste, las condiciones ambientales favorecieron una ciclogénesis tropical y el sistema se convirtió en una depresión tropical el día siguiente. Después de convertirse en una tormenta tropical y ser nombrado como Haiyan a las 00:00 UTC del 4 de noviembre, el sistema empezó un período de rápida intensificación que lo convirtió en un tifón a las 18:00 UTC del 5 de noviembre. Días después, el Centro Conjunto de Advertencia de Tifones ascendió al sistema a la categoría cinco de super tifón en la Escala de Huracanes de Saffir-Simpson; la tormenta pasó sobre la isla de Kayangel rápidamente después de alcanzar esta categoría.
Luego, el sistema continuó intensificándose; a las 12:00 UTC del 7 de noviembre, la Agencia Meteorológica de Japón midió los vientos de Haiyan en diez minutos de 235 km/h (145 mph), el más intenso en relación al ciclón. A las 21:00 UTC, la JTWC estimó sus vientos en un minuto de 315 km/h (195 mph), considerándolo extraoficialmente como el cuarto ciclón tropical más intenso jamás observado. Varias horas después, el ojo de Haiyan tocó tierra por primera vez en Guiuan, en la provincia filipina de Sámar Oriental sin ningún cambio en su intensidad; si sus datos son verificados, Haiyan se podría convertir en el ciclón tropical más intenso en tocar tierra, lo que podría superar al récord anterior del Huracán Camille de 1969. El 8 de noviembre, el ciclón ingresó al Mar de la China Meridional ya degradado a categoría cuatro. Datos indicaban que Haiyan estuvo desplazándose sobre el mar como categoría tres, con vientos máximos sostenidos en 190 km/h en un minuto con ráfagas mayores a 210 km/h. El 10 de noviembre, el Haiyan finalmente tocó tierra en Vietnam trayendo consigo precipitaciones y vientos intensos; se disipó el 11 de noviembre.
El ciclón ha causado daños catastróficos y una gran crisis humanitaria en el centro de Filipinas, particularmente en las islas de Sámar y Leyte; la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la Organización de Naciones Unidas estimó inicialmente el número de fallecimientos en 4460, pero el Gobierno del país ha confirmado hasta el momento 5209 fallecidos, 1602 desaparecidos, 18 567 heridos y 381 022 evacuados.
Historial
El precursor del Haiyan fue un área de baja presión que empezó a vigilarse el 2 de noviembre, a 428 kilómetros al este-sureste de Pohnpei, Estados Federados de Micronesia. Este sistema se encontraba iniciando el proceso de convexión profunda. Día después, la Agencia Meteorológica de Japón (JMA) ascendió a la categoría de depresión tropical, mientras el Centro Conjunto de Advertencia de Tifones (JTWC) lo denominó Depresión tropical Treinta y uno-W (31W).
Durante las horas siguientes a su formación, la depresión había consolidado su convexión alrededor de su centro de circulación de nivel bajo. Debido a esto, a las 0:00 UTC del 4 de noviembre, la JMA ascendió a la depresión, denominándola como Tormenta tropical Haiyan, el ciclón número treinta de la temporada; esto fue confirmado por la JTWC a las 03:00 UTC.
Por el hecho de encontrarse en condiciones muy favorables, el Haiyan se intensificó de forma rápida consolidando bandas convectivas y un ojo sólo visto en las imágenes de satélite. El sistema fue considerado como tifón de categoría uno por la JTWC el 5 de noviembre a las 03:00 UTC y como tormenta tropical severa por la JMA 3 horas antes, siendo considerado como un tifón a las 18:00 UTC. Pasaron veinticuatro horas desde su categorización como tifón, el cuál a las 03:00 UTC del 6 de noviembre ya fue considerado como un super tifón. En este punto, la estructura de Haiyan consistía en bandas convectivas apuntando hacia el sur con un ojo muy estrecho análogo a un agujero de afiler de un diámetro de sólo 111 kilómetros, el cuál pasó sobre Kayangel en Palaos; este ojo es similar al del Huracán Wilma en 2005, común en casos de rápida intensificación menores a 24 horas. A las 15:00 UTC de ese día, mientras se ubicaba a 209 kilómetros al noreste de Kolor, Palaos, Haiyan fue considerado como un Super tifón de categoría cinco, con vientos de 260 km/h en un minuto y ráfagas más fuertes. Una hora después, a las 16:00 UTC, el tifón entró al Área de Responsabilidad Filipina (PAR por sus siglas en inglés) el cual la Administración de Servicios Atmosféricos, Geofísicos y Astronómicos de Filipinas (PAGASA) lo nombró como Yolanda.
En esta área, el Haiyan continuaba intensificando, mostrando un anillo de convexión profunda alrededor de un ojo muy pequeño de aproximadamente 14 kilómetros de diámetro. Horas después, su ojo se expandió, ubicado sobre la superficie del mar cálida, con una temperatura de 30 grados Celsius, a pesar de tener a una dorsal subtropical al norte y una cizalladura vertical de viento bajo o débil. A las 20:45 UTC del 7 de noviembre, Haiyan finalmente hizo contacto con tierra, en Guiuan, provincia filipina de Sámar Oriental. Una hora después, a las 21:00 UTC, la JTWC, utilizando la clasificación Dvorak, afirmaba que Haiyan alcanzó su máximo pico de intensidad de vientos de 315 km/h (unos 195 mph) en un minuto; la JMA a las 18:00 UTC, estimaba sus vientos en 230 km/h (unos 145 mph) en 10 minutos con una presión mínima de 895 hPa, Sin embargo, la NOAA a través de las imágenes de satélite, estimó la presión mínima de Haiyan entre 858 y 884hPa . A pesar de esto, su intensidad supuso al ciclón, como el más poderoso en todas las cuencas en el 2013, superando al Ciclón Phailin, Tifón Usagi, Tifón Francisco & al Tifón Lekima. Su estructura mostraba perfectamente simetría, con un ojo definido y anular, múltiples anillos concéntricos de convexión profunda. Además que en las imágenes microondas de satélite revelaban fuertes bandas estrechas alimentadoras primarias y secundarias al noreste y oeste de la periferia del ciclón con un anillo oscuro de convexión afuera de la cima de las nubes frías dentro de la pared del ojo. Las bandas secundarias, ya ubicadas sobre el archipiélago filipino, empezaron a debilitarse a pesar de estar auxiliadas por un flujo de bajo nivel a la periferia oeste del sistema.
Internándose en el archipiélago, el ojo anular que poseía el sistema empezó a distorsionarse con una disminución en su tamaño. Sin embargo, la cizalladura y la dorsal subtropical débil seguían propiciando condiciones favorables, consecuentemente influyendo poco en su debilitamiento. Pero horas después, mientras se ubicaba a 241 kilómetros al sur de Filipinas, Haiyan inició su tendencia debilitatoria. Su convexión profunda inició a superficializarse, su ojo se encontraba nuboso y sus vientos empezaron a disminuir. El 9 de noviembre, la PAGASA afirmó en su boletín de las 3:30 PM (07:30 UTC) que Haiyan había salido del Área de Responsabilidad Filipina, como un tifón de categoría tres según la JTWC y con una estructura ciclónica deteriorada; su convexión empezó a disminuir alrededor de su centro de circulación de nivel bajo. Las imágenes de satélite mostraban que el sistema se encontraba estructuralmente envuelto con un aire fresco y estable influyéndolo desde la parte oeste.
Ya ubicado sobre el mar de la China Meridional, las condiciones en esa área seguían favorables para mantener su intensidad, con una presencia de una débil cizalladura de viento, una expansión radial del ciclón y su desplazamiento sobre una dorsal subtropical orientado de este a oeste; aunque se percibía un centro denso nublado ubicado sobre el centro de circulación de nivel bajo y bandas nubosas que se habían adelgazado. A las 03:00 UTC, Haiyan era catalogado como un tifón de categoría dos, mostrando vientos máximos sostenidos de 160 km/h en un minuto, 150 km/h en diéz minutos con una presión mínima de 955 hPa. Después de esto, el sistema empezó a desplazarse al norte-noroeste el cuál, mientras se ubicaba a 296 kilómetros al sureste de Hanoi, Vietnam, su centro de circulación de nivel bajo se abrió y sus bandas nubosas externas empezaron a superficializarse aún manteniendo la categoría de tifón por las condiciones apenas favorables. A las 21:00 UTC del 10 de noviembre, el centro de Haiyan finalmente tocó tierra sobre Haiphong, Vietnam, mientras se ubicaba a 161 kilómetros al noreste de la capital Hanoi, como tormenta tropical severa. Debido a su interacción en tierra y por la presencia de una cizalladura vertical de viento al suroeste, el sistema rápidamente se debilitó aún poseyendo un centro definido pero con una convexión profunda deformada y concentrada principalmente al norte. Finalmente, varias horas después, Haiyan se disipó en la provincia china de Guangxi el 11 de noviembre.
Impacto
Estados Federados de Micronesia y Palaos
En Kayangel y Palaos, una marejada ciclónica intensa dañó muchos hogares mientras que los fuertes vientos destruyeron árboles. A pesar de la actitud de los residentes de ignorar las advertencias de las autoridades, no se registraron daños materiales significativos ni víctimas humanas. Varios helicópteros estuvieron volando sobre las islas para supervisar los daños y proveer asistencia. El gobierno planeaba evacuar a aquellos quienes se quedaron sin hogar en la isla. En las localidades de Koror, Babeldaob, y Kayangel estuvieron sin el servicio de agua potable y energía eléctrica. En Koror, se registraron vientos de 120 km/h, los cuales causaron la caida de techos, árboles y lineas de tendido eléctrico. Una calzada que une un hospital de alta mar a la isla principal se cerró temporalmente después de ser inundado por el agua. Al norte de Babelsaob, Haiyan dañó escuelas y edificios. En el período al cual Haiyan se encontraba muy cerca de la isla, Kayangel fue inundada en su totalidad, y todos los hogares fueron destruidos. No se reportaron víctimas fatales, sin embargo 69 personas quedaron damnificadas por este ciclón.
Filipinas
El Tifón Haiyan causó daños catastróficos en gran parte de las provincias de Leyte y Sámar, donde ciudades y pueblos fueron ampliamente destruidos. A las 6:00 PM (10:00 UTC) del 14 de noviembre, la National Disaster Risk Reduction and Management Council (NDRRMC) confirmó 2.537 fallecidos en todo el país, 2161 de ellos en Bisayas Orientales. Si bien el número total de muertos aún no se conoce, se estimó inicialmente en 10.000 por algunas fuentes, y más recientemente alrededor de los 4000. El 13 de noviembre, la Cruz Roja estimó que 22 000 personas se encontraban desaparecidas, mientras que 65 000 se registraron en el Google Person Finder. Sin embargo, Google advirtió que este valor puede ser inexacto, ya que durante el terremoto y tsunami de Japón de 2011 más de 600.000 nombres figuraban como desaparacidas, mucho mayor que la cifra final de muertos de más o menos 20 000.
En Surigao se registraron 281,9 milímetros de precipitaciones, gran parte de ellos cayeron en un período de 12 horas. También se registraron marejadas ciclónicas en muchos lugares. En la isla de Leyte y Sámar, la PAGASA registró olas entre 5 y 6 metros. En Tacloban, Leyte, una marejada 5,2 metros de altura destruyó por completo el aeropuerto Daniel Z. Romuáldez, cuyas olas llegaron al segundo piso del edificio. A lo largo del aeropuerto, las marejadas de 4 metros fueron estimadas, con olas de 4,6 metros de altura. Mientras tanto en las costas occidentales de Sámar, las marejadas fueron poco significantes.
Guiuan, Sámar Oriental, fue el punto donde Haiyan tocó tierra, y fue severamente afectado por el impacto del tifón. Casi todas las estructuras en la ciudad sufrieron al menos daños parciales, y muchas de ellas se derrumbaron por completo. Varios días después de que el ciclón tocara tierra, la amplitud de los daños en la ciudad de pescadores aún era incierta debido a la falta de comunicación. Sin embargo, los daños pudieron finalmente ser evaluados por la Fuerza Aérea de Filipinas el 10 de noviembre. El 13 de noviembre, la NDRRMC confirmó 79 fallecidos y 500 heridos en esta ciudad.
Debido a las marejadas del tifón, la devastación en Tacloban fue evidente, con muchos edificaciones destruidas, árboles partidos o sobre otras estructuras y automóviles amontonados. Las áreas bajas de la parte este de Tacloban fueron gravemente afectadas, con la población cerca de la costa completamente desplazada. Las inundaciones se extendieron por más de un kilómetro tierra adentro en la costa este de la provincia. El administrador de la ciudad, Tecson John Lim, afirmó que cerca del 90% de la ciudad había sido destruida. Los periodistas que se encontraban en el lugar, describieron la devastación como "apocalíptica" y "fuera de escala". Muchas familas en Sámar y Leyte perdieron a algunos de sus parientes; familiares que provienen de otras regiones del país se encontraban buscando a sus parientes que podrían haber desaparecido, especialmente niños. El primer piso del centro de convenciones de Tacloban, el cuál servía como un centro de evacuación, fue inundado completamente por la marejada ciclónica. Muchas personas quienes estaban en el lugar fueron sorprendidos por el rápido crecimiento de las aguas y subsecuentemente algunos se ahogaron y otros salieron heridos dentro del edificio.
Los vientos provocados por el tifón fueron extremos, sin embargo la mayor causa de los daños y víctimas humanas aparentemente fueron las marejadas ciclónicas. El mayor punto de devastación se concentró en la costa este de las provincias anteriormente mencionadas, especialmente en Tacloban, por su localización y que mucha gente vivía en ese punto, específicamente en áreas bajas. El Secretario del Interior Filipino, Mar Roxas afirmó que la escala de la operación de auxilio es, hasta este punto, abrumador, con algunos lugares descritos como predios baldíos, llenos de lodo y escombros.
Sebastian Rhodes Stampa, dirigente de una delegación de asesoramiento de daños de las Naciones Unidas, afirmó que se ve en Tacloban una "destrucción en una escala masiva". También afirmó que "Hay carros tirados como rodadora y las calles están llenas de escombros. La última vez que vi algo de esta magnitud fue en la secuela del tsunami del Océano Índico en 2004." La comunicación con la ciudad es escasa, y no hay cobertura de telefonía móvil. Hasta la costa este de la Leyte hay numerosos pueblos y aldeas que están completamente aislados y sin ninguna ayuda. En áreas extensas de Leyte y Sámar se encontraban sin el servicio de energía eléctrica y con posibilidad de encontrarse así en mucho tiempo.
La tormenta cruzó la región de Bisayas por un día, causando inundaciones extendidas. Las ciudades de Cebú e Iloilo también fueron severamente devastadas, hecho que se suma al terremoto ocurrido apenas dos semanas atrás. Durante la mañana del 8 de noviembre, los medios de comunicación locales en todo el país transmitieron en directo la destrucción de Haiyan. Sin embargo, al llegar la tarde, todas las comunicaciones en la región de Bisayas fallaron. El Departamento de Comunicaciones Presidencial del presidente Benigno Aquino III tuvo dificultades en contactar al Secretario del Interior Mar Roxas y el Secretario de Defensa Voltaire Gazmín en Iloilo para el plan de ayuda. Apagones extensos, deslizamientos de tierras e inundaciones repentinas también fueron reportadas. Las principales carreteras fueron bloqueados por árboles, convirtiendolos en vías inaccesibles. 453 vuelos locales e internacionales fueron cancelados. Algunos aeropuertos fueron también cerrados entre el 8 y 9 de noviembre, pero algunos de estos permanecieron aislados y sin comunicación debido a los daños severos provocados por este sistema.90 91 92 Marejadas ciclónicas fueron confirmadas en muchos lugares. En la isla de Leyte y Sámar, la PAGASA registró marejadas de cinco a seis metros.
La Organización de las Naciones Unidas comenzó a pedir apoyo internacional junto con el Programa Mundial de Alimentos para ayudar a Filipinas con poco más de 2,000,000 de dólares para la operación de rescate.
Taiwan
A lo largo de la costa de Nuevo Taipéi, 16 personas fueron arrastradas al mar por tres olas de 8 metros de altura. Luego de varias horas de busqueda y recate, ocho fueron llevados al hospital mientras que los otros ocho se ahogaron. Este fue considerado como la mayor pérdida de vidas por marejadas en mucho tiempo.
China
El tifón Haiyan llegó a la provincia de Hainan, donde produjo daños graves que terminaron con la muerte de seis personas. La zona más afectada fue Qionghai, donde las inundaciones aislaron aproximadamente 3.500 personas en 20 aldeas. Las perdidas economicas en Hainan ascendieron a los 803 millones de dólares estadounidenses. En la provincia de Guangxi, las lluvias torrenciales acumularon 380 milimetros con vientos que alcanzaron los 100 km/h (60 mph). Aproximadamente 1,21 millones de personas fueron afectadas, de las cuales se evacuaron 26 300. Dos personas murieron mientras que otras cuatro desaparecieron luego de que un automóvil fuera arrastrado por la corriente en un río cerca de Beihai. Las pérdidas en Guangxi ascendieron a los USD 45 millones; 900 casas y 25.500 hectareas de cultivos fueron destruidos, mientras que 8.500 casas fueron dañadas. Además, cerca de 3 millones de personas fueron afectadas por la tormenta en el sur de China. Un buque de carga se separó de sus amarras en Sanya el 8 de noviembre; tres miembros de la tripulación se ahogaron mientras que otros cuatros desaparecieron. También desapareció una persona la costas de la Isla Lantau, Hong Kong.
Vietnam
En Vietnam, Haiyan tocó tierra como tormenta tropical severa produciendo lluvias torrenciales extensas. Catorce personas fallecieron y 81 personas se encontraban heridas, la mayoría por complicaciones de salud durante los trabajos de preparación. Cuatro personas también se encuentran desaparecidas en Quang Ninh.
Repercusiones
El 11 de noviembre, las provincias de Aklan, Capiz, Cebú, Iloilo, Palawan y Sámar declararon estado de calamidad, permitiendo al gobierno usar fondos estatales para ayuda y rehabilitación, y para controlar los precios de los productos básicos. Adicionalmente, apróximadamente 700.000 dólares han sido usados para asistencia por la NDRRMC. Agencias locales y nacionales pusieron a disposición un colectivo de 18.177 personas, 844 vehículos, 44 buques de navegación marítima y 31 aviones para varias operaciones.
Los daños extremos a la infraestructura a través de la región significó problemas logísticos que significativamente dificultaron las labores de ayuda. A pesar que la ayuda había llegado a los aeropuertos locales, la mayoría de estas permanecieron allí debido a las carreteras cerradas. Según lo estimado el 13 de noviembre, solo el 20% de la población afectada en Tacloban estaban recibiendo ayuda. Con la falta de acceso a agua potable, algunos residentes sacaron agua de pozos y de cisternas para poder subsistir. Miles de personas escapaban de la ciudad por medio de los aviones de carga C-130, sin embargo, el proceso lento agravó la situación. Se escucharon reportes de prisioneros fugados de las cárceles, pero las autoridades afirmaron que hay "menos de diez" reos prófugos. Debido a la falta de electricidad, los aviones solo pudieron operar durante el día, ralentizando las evacuaciones. El 12 de noviembre, miles de personas rompieron las vallas y se lanzaron a los aviones, si bien la policía y el personal militar los obligaros a retroceder. Un incidente similar ocurrió luego que un avión de la Fuerza Aérea Estadounidense aterrizara.
El 14 de noviembre, un corresponsal de la BBC catalogó a Tacloban como una "zona de guerra", con tanques o carros de combate y militares armados entrando a la ciudad. Inquietudes relacionadas con la seguridad llevaron a varias agencias de ayuda a abandonar el área, y algunos miembros del personal de las Naciones Unidas se retiraron por razones de seguridad. Un mensaje que circula entre las agencias les instó a no entrar en Tacloban por el mismo motivo. En la costa occidental de la isla de Leyte, residentes en Ormoc temían que se quedarían sin ayuda, ya que esta se concentró en la ciudad de Tacloban. Si bien los fallecidos fueron menores, casi el 90 por ciento de la ciudad quedó dañada o destruida y los suministros se estaban agotando. Los hospitales de la ciudad estaban cerrados o trabajando parcialmente, dejando a apróximadamente 2.000 heridos en la ciudad sin asistencia médica. Cerca del barrio de la ciudad de Surigao llamada Baybay, la falta de asistencia propició la ira e incitó a los saqueos para poder sobrevivir.
En la costa de Guiuan, que fue extremadamente afectada por el tifón, al alcalde de la localidad, Christopher González se le atribuyó haber salvado incontables vidas luego que incesantemente instó a los residentes a evacuar. En el pueblo de 45.000 residentes, 87 de ellos fallecieron, 931 salieron heridos y otros 23 se encontraban desaparecidos. El capitán de la Naval Estadounidense, Russell Hays, un médico militar, estimó que la intensidad de la tormenta podría haber matado a 4.500 personas, sólo en Guiuan, sí el alcalde no hubiese insistido en la evacuación.
Violencia y saqueos
Por toda la ciudad de Tacloban, se pudieron percibir muchas escenas de saqueos luego del tifón. En algunos casos, camiones que llevaban ayuda fueron atacados y robados los alimentos que llevaban en él. Dos de los principales centros comerciales de la ciudad y numerosos supermercados fueron saqueados. Una gasolinera fue resguardada por la policía armada mientras que otros 200 más fueron a auxiliar. Se establecieron varios puestos de control por toda Tacloban para prevenir más ataques. Las fuerzas militares Filipinas también impidieron a miembros del Ejército Nuevo del Pueblo (New People's Army) de emboscar a un convoy de ayuda con destino a Sámar en Matnog, Sorsogon, matando a dos personas. El Presidente Aquino consideró en declarar ley marcial con el objetivo de restaurar el orden en áreas afectadas.
Los saqueos intensificaron cuando los esfuerzos de recuperación estuvieron lentas, obligando a los residentes a buscar todos los medios necesarios para sobrevivir. El administrador de la ciudad de Tacloban, Tecson John Lim afirmó: "El saqueo no es criminal. Es un instinto de sobrevivencia". Algunos reportes indicaban que en algunas áreas se encontraban en una situación de anarquía, a lo cuál el Secretario del Interior Filipino Mar Roxas negó. Los esfuerzos titánicos para reestablecer el orden fueron inutiles debido a la falta de oficiales trabajando. En Tacloban, sólo 100 de los 1.300 oficiales de policía se reportaron para cumplir su deber. En Alang-alang, al oeste de Tacloban, ocho personas murieron al intentar escalar los muros de una bodega gubernamental de arroz, que colapsaron en el hecho.
Aproximadamente 33.000 sacos de arroz, con un peso de 50 kilogramos, fueron robados. Las bodegas también fueron hurtadas en Jaro y Palo. Por toda la ciudad de Tacloban, las personas empezaron a saquear casas y tiendas que quedaron completamente vacías.
Críticas a la respuesta gubernamental
Las críticas o condenas a la acción tardía del gobierno para los esfuerzos de asistencia en respuesta al tifón ocurrieron días después del paso de Haiyan. Los medios de comunicación filipinos criticaron la administración de Aquino por la aparente falta de preparación y coordinación de las agencias gubernamentales para la asistencia. Hasta el 12 de noviembre, cinco días después de la embestida de Haiyan, los sobrevivientes continuaron luchando en obtener las necesidades básicas como comida, agua y refugios mientras que en varios pueblos de Leyte y Sámar aún no habían llegado la ayuda. El gobierno Filipino respondió diciendo que se han tomado la tragedia "bastante bien", pero la respuesta había sido lenta debido a la interrupción de los gobiernos locales en las zonas afectadas, donde los funcionarios y empleados, que por lo general eran los primeros en responder a estos desastres, fueron también víctimas del tifón. El Secretario de Gabinetes, José René Almendras afirmó que el gobierno nacional han tomado acciones a pesar de los retos logísticos y aseguró que se está trabajando en proveer ayuda lo más rápido posible a los sobrevivientes.
Crisis humanitaria y éxodo
Filipinas enfrentó una crisis humanitaria posteriormente al tifón, siendo mayormente afectada Bisayas con 1,9 millones de personas sin hogar y más de 600.000 desplazados."
jueves, 21 de noviembre de 2013
Cómo se escribe la Historia
Una serie de éxitos militares por parte de las fuerzas armadas sirias sugieren que se acerca el fin del "alzamiento" "rebelde" por parte de "opositores" "sirios" al "régimen" del actual presidente Bashar al Assad. Una nota de Thierry Meyssan para Red Voltaire empieza a reflexionar sobre cómo habrá de escribirse esta historia. Hoy, esto no parece muy importante. Mañana, sí: los platos rotos se pagan, chicos.
Título: La Verdad que está en juego
Epígrafe: ¿Qué ha estado sucediendo en Siria desde hace 3 años? Según los medios de difusión de los países de la OTAN y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), el «régimen» está reprimiendo a sangre y fuego una revolución democrática. Pero esa versión está en contradicción con el actual respaldo al gobierno de Assad, un respaldo que hoy se estima –según las fuentes– entre el 60 y el 90% de la población. El hecho es que la OTAN y el CCG han perdido en Siria dos guerras: una guerra de 4ª generación y una “guerra sucia” similar a la desatada contra Nicaragua. Lo cierto es que son precisamente la OTAN y el CCG quienes organizaron y financiaron la muerte de 120 000 sirios.
Texto: “Una de las cosas que han decidirse durante la preparación de la conferencia Ginebra 2 es cómo va a escribirse la historia de Siria. Las potencias de la OTAN y las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) pretenden imponer su propia versión de los hechos, lo cual les daría una importante ventaja al sentarse a la mesa de negociaciones. Eso explica la avalancha de artículos y reportajes recapitulativos que están apareciendo últimamente en la prensa occidental y en los medios del Golfo.
Los occidentales y el CCG afirman que la crisis siria es una prolongación de la «primavera árabe». Según ellos, el «régimen de Bachar» reprimió a sangre y fuego las aspiraciones democráticas de su pueblo. Y entonces la OTAN y el CCG tuvieron que intervenir en aras de proteger a la población civil.
La realidad es muy diferente. Estados Unidos había planificado la destrucción de Siria durante una reunión realizada en Camp David… el 15 de septiembre de 2001. Los preparativos comenzaron con la adopción de la Syria Accountability Act, el 12 de diciembre de 2003. Washington trató de precipitar la guerra contra Siria imponiendo, primeramente, la adopción de la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, asesinando después al ex primer ministro libanés Rafic Hariri y acusando directamente al presidente Assad de haber ordenado ese asesinato. Cuando ese escenario fracasó, Estados Unidos puso la guerra contra Siria en manos de Gran Bretaña y Francia, países que iniciaron sus propios preparativos con la firma del Tratado de Lancaster House, el 2 de noviembre de 2010. Pero la señal de inicio de las operaciones contra Siria la dio Estados Unidos, desde El Cairo, a principios de febrero de 2011.
De febrero de 2011 a julio de 2012: guerra de 4ª generación
A partir de esa fecha y a lo largo de 15 meses, la OTAN y el CCG desataron contra Siria una guerra de 4ª generación, enteramente basada en el dominio que ejercen sobre los grandes medios de difusión. Hicieron creer al mundo, incluyendo a los propios sirios, que el país entero se había sublevado, cuando en realidad las manifestaciones más importantes no pasaron de 5 000 personas. Utilizando francotiradores y comandos también hicieron creer que existía una sangrienta represión. Sin embargo, en marzo-abril de 2012, después de la caída del Emirato Islámico de Baba Amro, Nicolas Sarkozy se veía obligado a negociar la retirada de Francia; en mayo los sirios comenzaban a dudar de la veracidad de los reportajes de Al-Jazeera y en junio de 2011 Washington aceptaba su derrota en el marco de la conferencia de Ginebra.
Durante ese periodo, los combatientes eran fundamentalmente takfiristas sirios –3 000 de ellos cayeron prisioneros en Baba Amro– o profesionales extranjeros, sobre todo los miembros libios de al-Qaeda bajo las órdenes de Abdelhakim Belhaj. Juntos, esos elementos conformaban el Ejército Sirio Libre, bajo la dirección de oficiales británicos y franceses y con asistencia logística de Turquía.
De julio de 2012 a agosto de 2013: la guerra nicaragüense
La elección de Francois Hollande como presidente de Francia y la nominación del sionista Laurent Fabius como ministro de Relaciones Exteriores de ese país reactivaron la guerra contra Siria. Con el apoyo de la CIA del general David Petraeus y basándose en la “experiencia” del embajador estadounidense en Siria, Robert S. Ford –ex asistente de John Negroponte en tiempos de la «guerra sucia» de Estados Unidos contra Nicaragua–, Francia dio entonces la señal de inicio de una nueva guerra contra Siria, ahora al estilo de la desarrollada contra la Nicaragua sandinista a mediados de los años 1980. Y la señal fue la reunión de los «Amigos de Siria» organizada en París el 6 de julio de 2012. Sólo 2 semanas después, un atentado de gran envergadura decapitaba las fuerzas armadas y de seguridad de Siria al acabar con las vidas de los principales miembros del Consejo Nacional de Seguridad. De inmediato, 40 000 yihadistas extranjeros, con el apoyo de algunos miles de sirios y bajo las órdenes de oficiales franceses y británicos, se lanzaban al asalto de Damasco. Aquel fue el momento de la verdad. Los sirios, hasta entonces muy pasivos, ayudaron a su ejército en la defensa de la capital y el invasor fue rechazado. Vino después un año de guerra cruel y sangrienta que causó más de 100 000 muertos.
Durante esa etapa, Estados Unidos se mantuvo al margen, permitiendo que sus aliados se ocuparan de hacer el trabajo en el terreno. Como máximo, Washington trató de presionar a Qatar y Arabia Saudita para limitar la presencia de yihadistas y favorecer la de los mercenarios laicos. Se abrieron centros de reclutamiento en Túnez y Afganistán y se organizaron puentes aéreos desde Libia y Yemen para el traslado de decenas de miles de yihadistas que venían a morir en Siria. Al igual que en Nicaragua, hubo sirios que los apoyaron. Pero esos sirios se destinaron más bien al control de las «zonas liberadas» que al combate frontal contra el ejército regular.
De agosto de 2013 a este momento: el fracaso de la OTAN
Ante su nuevo fracaso, las potencias de la OTAN y el CCG trataron de sortear el obstáculo que representan los vetos de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU. Organizaron para ello un crimen que iban a revestir de un enorme alcance simbólico para justificar así una intervención internacional destinada a proteger a la población civil. Así podían terminar bombardeando el país, como ya lo hicieron en Libia.
El ataque químico de la Ghoutta, perpetrado el 21 de agosto de 2013, fue organizado por la OTAN. Las armas químicas llegaron a la periferia de Damasco provenientes de un cuartel turco y los medios de difusión ya utilizados anteriormente para promover la guerra fueron nuevamente movilizados para dar a aquel incidente más realce que a todo lo ya ocurrido hasta aquel momento.
Pero, ante el despliegue imprevisto de la flota rusa a lo largo de la costa siria, el Pentágono se habría visto obligado a concretar el ataque desde el Mar Rojo, o sea sobrevolando Jordania y Arabia Saudita, lo cual habría implicado a sus aliados en la guerra. Después de renunciar a implicarse en un conflicto regional, la diplomacia estadounidense se esfuerza ahora por preparar la realización de la conferencia Ginebra 2.
Ginebra 2
La conferencia Ginebra 2, que probablemente tendrá lugar a finales de enero de 2014, vendría a poner fin a 3 años de guerra. Según la versión de los hechos que logre imponerse, Siria habrá atravesado una guerra civil o habrá salido victoriosa de una agresión extranjera.
Pero, en realidad, son los dirigentes occidentales y los emiratos del Golfo los responsables de la guerra y los culpables de la muerte de 120 000 sirios y de decenas de miles de yihadistas.”
Título: La Verdad que está en juego
Epígrafe: ¿Qué ha estado sucediendo en Siria desde hace 3 años? Según los medios de difusión de los países de la OTAN y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), el «régimen» está reprimiendo a sangre y fuego una revolución democrática. Pero esa versión está en contradicción con el actual respaldo al gobierno de Assad, un respaldo que hoy se estima –según las fuentes– entre el 60 y el 90% de la población. El hecho es que la OTAN y el CCG han perdido en Siria dos guerras: una guerra de 4ª generación y una “guerra sucia” similar a la desatada contra Nicaragua. Lo cierto es que son precisamente la OTAN y el CCG quienes organizaron y financiaron la muerte de 120 000 sirios.
Texto: “Una de las cosas que han decidirse durante la preparación de la conferencia Ginebra 2 es cómo va a escribirse la historia de Siria. Las potencias de la OTAN y las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) pretenden imponer su propia versión de los hechos, lo cual les daría una importante ventaja al sentarse a la mesa de negociaciones. Eso explica la avalancha de artículos y reportajes recapitulativos que están apareciendo últimamente en la prensa occidental y en los medios del Golfo.
Los occidentales y el CCG afirman que la crisis siria es una prolongación de la «primavera árabe». Según ellos, el «régimen de Bachar» reprimió a sangre y fuego las aspiraciones democráticas de su pueblo. Y entonces la OTAN y el CCG tuvieron que intervenir en aras de proteger a la población civil.
La realidad es muy diferente. Estados Unidos había planificado la destrucción de Siria durante una reunión realizada en Camp David… el 15 de septiembre de 2001. Los preparativos comenzaron con la adopción de la Syria Accountability Act, el 12 de diciembre de 2003. Washington trató de precipitar la guerra contra Siria imponiendo, primeramente, la adopción de la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, asesinando después al ex primer ministro libanés Rafic Hariri y acusando directamente al presidente Assad de haber ordenado ese asesinato. Cuando ese escenario fracasó, Estados Unidos puso la guerra contra Siria en manos de Gran Bretaña y Francia, países que iniciaron sus propios preparativos con la firma del Tratado de Lancaster House, el 2 de noviembre de 2010. Pero la señal de inicio de las operaciones contra Siria la dio Estados Unidos, desde El Cairo, a principios de febrero de 2011.
De febrero de 2011 a julio de 2012: guerra de 4ª generación
A partir de esa fecha y a lo largo de 15 meses, la OTAN y el CCG desataron contra Siria una guerra de 4ª generación, enteramente basada en el dominio que ejercen sobre los grandes medios de difusión. Hicieron creer al mundo, incluyendo a los propios sirios, que el país entero se había sublevado, cuando en realidad las manifestaciones más importantes no pasaron de 5 000 personas. Utilizando francotiradores y comandos también hicieron creer que existía una sangrienta represión. Sin embargo, en marzo-abril de 2012, después de la caída del Emirato Islámico de Baba Amro, Nicolas Sarkozy se veía obligado a negociar la retirada de Francia; en mayo los sirios comenzaban a dudar de la veracidad de los reportajes de Al-Jazeera y en junio de 2011 Washington aceptaba su derrota en el marco de la conferencia de Ginebra.
Durante ese periodo, los combatientes eran fundamentalmente takfiristas sirios –3 000 de ellos cayeron prisioneros en Baba Amro– o profesionales extranjeros, sobre todo los miembros libios de al-Qaeda bajo las órdenes de Abdelhakim Belhaj. Juntos, esos elementos conformaban el Ejército Sirio Libre, bajo la dirección de oficiales británicos y franceses y con asistencia logística de Turquía.
De julio de 2012 a agosto de 2013: la guerra nicaragüense
La elección de Francois Hollande como presidente de Francia y la nominación del sionista Laurent Fabius como ministro de Relaciones Exteriores de ese país reactivaron la guerra contra Siria. Con el apoyo de la CIA del general David Petraeus y basándose en la “experiencia” del embajador estadounidense en Siria, Robert S. Ford –ex asistente de John Negroponte en tiempos de la «guerra sucia» de Estados Unidos contra Nicaragua–, Francia dio entonces la señal de inicio de una nueva guerra contra Siria, ahora al estilo de la desarrollada contra la Nicaragua sandinista a mediados de los años 1980. Y la señal fue la reunión de los «Amigos de Siria» organizada en París el 6 de julio de 2012. Sólo 2 semanas después, un atentado de gran envergadura decapitaba las fuerzas armadas y de seguridad de Siria al acabar con las vidas de los principales miembros del Consejo Nacional de Seguridad. De inmediato, 40 000 yihadistas extranjeros, con el apoyo de algunos miles de sirios y bajo las órdenes de oficiales franceses y británicos, se lanzaban al asalto de Damasco. Aquel fue el momento de la verdad. Los sirios, hasta entonces muy pasivos, ayudaron a su ejército en la defensa de la capital y el invasor fue rechazado. Vino después un año de guerra cruel y sangrienta que causó más de 100 000 muertos.
Durante esa etapa, Estados Unidos se mantuvo al margen, permitiendo que sus aliados se ocuparan de hacer el trabajo en el terreno. Como máximo, Washington trató de presionar a Qatar y Arabia Saudita para limitar la presencia de yihadistas y favorecer la de los mercenarios laicos. Se abrieron centros de reclutamiento en Túnez y Afganistán y se organizaron puentes aéreos desde Libia y Yemen para el traslado de decenas de miles de yihadistas que venían a morir en Siria. Al igual que en Nicaragua, hubo sirios que los apoyaron. Pero esos sirios se destinaron más bien al control de las «zonas liberadas» que al combate frontal contra el ejército regular.
De agosto de 2013 a este momento: el fracaso de la OTAN
Ante su nuevo fracaso, las potencias de la OTAN y el CCG trataron de sortear el obstáculo que representan los vetos de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU. Organizaron para ello un crimen que iban a revestir de un enorme alcance simbólico para justificar así una intervención internacional destinada a proteger a la población civil. Así podían terminar bombardeando el país, como ya lo hicieron en Libia.
El ataque químico de la Ghoutta, perpetrado el 21 de agosto de 2013, fue organizado por la OTAN. Las armas químicas llegaron a la periferia de Damasco provenientes de un cuartel turco y los medios de difusión ya utilizados anteriormente para promover la guerra fueron nuevamente movilizados para dar a aquel incidente más realce que a todo lo ya ocurrido hasta aquel momento.
Pero, ante el despliegue imprevisto de la flota rusa a lo largo de la costa siria, el Pentágono se habría visto obligado a concretar el ataque desde el Mar Rojo, o sea sobrevolando Jordania y Arabia Saudita, lo cual habría implicado a sus aliados en la guerra. Después de renunciar a implicarse en un conflicto regional, la diplomacia estadounidense se esfuerza ahora por preparar la realización de la conferencia Ginebra 2.
Ginebra 2
La conferencia Ginebra 2, que probablemente tendrá lugar a finales de enero de 2014, vendría a poner fin a 3 años de guerra. Según la versión de los hechos que logre imponerse, Siria habrá atravesado una guerra civil o habrá salido victoriosa de una agresión extranjera.
Pero, en realidad, son los dirigentes occidentales y los emiratos del Golfo los responsables de la guerra y los culpables de la muerte de 120 000 sirios y de decenas de miles de yihadistas.”
martes, 19 de noviembre de 2013
Razón de estado y delirio criminal
El siguiente texto es la transcripción de una conferencia de Jorge Beinstein dictada en el Seminario “Nuestra América y Estados Unidos: desafíos del Siglo XXI”. El mismo fue realizado en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central del Ecuador, Quito, entre el 30 y 31 de Enero de 2013.
Título: La ilusión del metacontrol imperial del caos
Subtítulo: La mutación del sistema de intervención militar de los Estados Unidos
Epígrafe: “La gente cree que las soluciones provienen de su capacidad de estudiar sensatamente la realidad discernible. En realidad, el mundo ya no funciona así. Ahora somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras tú estás estudiando esa realidad, actuaremos de nuevo, creando otras realidades que también puedes estudiar. Somos los actores de la historia, y a vosotros, todos vosotros, sólo os queda estudiar lo que hacemos”. Karl Rove, asesor de George W. Bush, verano de 2002 (1)
Texto:
Guerra y economía
Conceptos tales como “keynesianismo militar” o “economía de la guerra permanente” constituyen buenos disparadores para entender el largo ciclo de prosperidad imperial de los Estados Unidos: su despegue hace algo más de siete décadas, su auge y el reciente ingreso a su etapa de agotamiento abriendo un proceso militarista-decadente actualmente en curso.
En 1942 Michal Kelecki exponía el esquema básico de lo que posteriormente fue conocido como “keynesianismo militar”. Apoyándose en la experiencia de la economía militarizada de la Alemania nazi, el autor señalaba las resistencias de las burguesías de Europa y Estados Unidos a la aplicación de políticas estatales de pleno empleo basadas en incentivos directos al sector civil y su predisposición a favorecerlas cuando se orientaban hacia las actividades militares (2). Más adelante Kalecki ya en plena Guerra Fría describía las características decisivas de lo que calificaba como triángulo hegemónico del capitalismo norteamericano que combinaba la prosperidad interna con el militarismo descripto como convergencia entre gastos militares, manipulación mediática de la población y altos niveles de empleo (3).
Esta línea de reflexión, a la que adhirieron entre otros Harry Magdoff, Paul Baran y Paul Sweezy, planteaba tanto el éxito a corto-mediano plazo de la estrategia de “Manteca + Cañones” (“Guns and Butter Economy”) que fortalecía al mismo tiempo la cohesión social interna de los Estados Unidos y su presencia militar global, como sus límites e inevitable agotamiento a largo plazo.
Sweezy y Baran pronosticaban (acertadamente) hacia mediados de los años 1960 que uno de los límites decisivos de la reproducción del sistema provenía de la propia dinámica tecnológica del keynesianismo militar, pues la sofisticación técnica creciente del armamento tendía inevitablemente a aumentar la productividad del trabajo reduciendo sus efectos positivos sobre el empleo y finalmente la cada vez más costosa carrera armamentista tendría efectos nulos o incluso negativos sobre el nivel general de ocupación (4).
Es lo que se hizo evidente desde fines de los años 1990, cuando se inició una nueva etapa de gastos militares ascendentes que continúa en la actualidad, marcando el fin de la era del keynesianismo militar. Ahora, el desarrollo en los Estados Unidos de la industria de armas y sus áreas asociadas incrementa el gasto público causando déficit fiscal y endeudamiento, sin contribuir a aumentar en términos netos el nivel general de empleo. En realidad, su peso financiero y su radicalización tecnológica contribuyen de manera decisiva a mantener altos niveles de desocupación y un crecimiento económico nacional anémico o negativo transformándose así en un catalizador que acelera, profundiza la crisis del Imperio (5).
Por otra parte los primeros textos referidos a la llamada “economía de la guerra permanente” aparecieron en los Estados Unidos a comienzos de los años 1940. Se trataba de una visión simplificadora que, por lo general, subestimaba los ritmos y atajos concretos de la historia, pero que hoy resulta sumamente útil para comprender el desarrollo del militarismo en el muy largo plazo.
Hacia 1944 Walter Oakes definía una nueva fase del capitalismo donde los gastos militares ocupaban una posición central; no se trataba de un hecho coyuntural impuesto por la Segunda Guerra Mundial en curso, sino de una transformación cualitativa integral del sistema cuya reproducción ampliada universal durante más de un siglo, había terminado por generar masas de excedentes de capital que no encontraban en las potencias centrales espacios de aplicación en la economía civil productora de bienes y servicios de consumo y producción.
La experiencia de los años 1930, como lo demostraba Oakes, señalaba que ni las obras públicas del New Deal de Roosevelt en los Estados Unidos, ni la construcción de autopistas en Alemania nazi, habían conseguido una significativa recuperación de la economía y el empleo: solo la puesta en marcha de la economía de guerra, en Alemania primero y desde 1940 en los Estados Unidos, había logrado dichos objetivos (6). En el caso alemán la carrera armamentista terminó con una derrota catastrófica, en el caso norteamericano la victoria no llevó a la reducción del sistema militar-industrial sino a su expansión.
Al reducirse los efectos de la guerra, la economía de los Estados Unidos comenzó a enfriarse y el peligro de recesión asomó su rostro, pero el inicio de la guerra fría y luego la guerra de Corea (1950) alejaron al fantasma abriendo un nuevo ciclo de gastos militares. En octubre de 1949 el profesor de la Universidad de Harvard Summer Slichter, de gran prestigio en ese momento, señalaba ante una convención de banqueros: “[La Guerra Fría] incrementa la demanda de bienes, ayuda a mantener un alto nivel de empleo, acelera el progreso tecnológico, todo lo cual mejora el nivel de vida en nuestro país... en consecuencia nosotros deberíamos agradecer a los rusos por su contribución para que el capitalismo funcione mejor que nunca en los Estados Unidos” . Hacia 1954 aparecía la siguiente afirmación en la revista U.S. News & World Report: “¿Qué significa para el mundo de los negocios la Bomba H?: un largo período de grandes ventas que se incrementarán en los próximos años. Podríamos concluir con esta afirmación: la bomba H ha arrojado a la recesión por la ventana” (7).
Como lo señalaba a comienzos de los años 1950 T. N. Vance, uno los teóricos de la “economía de la guerra permanente”, los Estados Unidos habían ingresado en una sucesión de guerras que definían de manera irreversible las grandes orientaciones de la sociedad, después de la guerra de Corea solo cabía esperar nuevas guerras (8). En su texto fundacional de la teoría, Walter Oakes realizaba dos pronósticos decisivos: la inevitablidad de una tercera guerra mundial que ubicaba hacia 1960 y el empobrecimiento de los trabajadores norteamericanos desde fines de los años 1940, provocada por la dinámica de concentración de ingresos motorizada por el complejo militar-industrial (9).
Podemos en principio considerar desacertados a dichos pronósticos. No se produjo la tercera guerra mundial aunque se consolidó la Guerra Fría, que mantuvo la ola militarista durante más de cuatro décadas, atravesada por dos grandes guerras regionales (Corea y Vietnam) y una densa serie de pequeñas y medianas intervenciones imperiales directas e indirectas. Cuando se esfumó la Guerra Fría, luego de un breve intermedio en los años 1990 la guerra universal del Imperio prosiguió contra nuevos “enemigos” que justificaban su desarrollo (“guerras humanitarias”, “guerra global contra el terrorismo”, etcétera): la oferta de servicios militares, el “aparato militarista” y las áreas asociadas al mismo creaban, inventaban, su propia demanda.
Tampoco se precipitó el empobrecimiento de las clases bajas de los Estados Unidos; por el contrario, la redistribución keynesiana de ingresos se mantuvo hasta los años 1970, el nivel de vida de los trabajadores y las clases medias mejoró sustancialmente, funcionó la interacción positiva entre militarismo y prosperidad general. A eso contribuyeron varios factores, entre ellos la explotación de la periferia ampliada gracias a la emergencia de los Estados Unidos como superpotencia mundial apuntalada por su aparato militar, el restablecimiento de las potencias capitalistas afectadas por la guerra (Japón, Europa Occidental) que en la nueva era se encontraban estrechamente asociadas a los Estados Unidos y el enorme efecto multiplicador a nivel interno de los gastos militares sobre el consumo, el empleo y la innovación tecnológica. Algunos de estos factores, subestimados por Oakes, habían sido señalados a mediados de los años 1960 por Sweezy y Baran (10).
Sin embargo la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca (1980) marcó una ruptura en la tendencia (aunque ya desde los años 1970 habían aparecido los primeros síntomas de la enfermedad), y se inició un proceso de concentración de ingresos que fue avanzando cada vez más rápido en las décadas posteriores.
Entre 1950 y 1980 el 1 % más rico de la población de los Estados Unidos absorbía cerca del 10 % del Ingreso Nacional (entre 1968 y 1978 se mantuvo por debajo de esa cifra) pero a partir de comienzos de los años 1980 esa participación fue ascendiendo, hacia 1990 llegaba al 15 % y cerca de 2009 se aproximaba al 25 %. Por su parte el 10 % más rico absorbía el 33 % del Ingreso Nacional en 1950, manteniéndose siempre por debajo del 35 % hasta fines de los años 1970, pero en 1990 ya llegaba al 40 % y en 2007 al 50 % (11).
El salario horario promedio fue ascendiendo en términos reales desde los años 1940 hasta comienzos de los años 1970 en que comenzó a descender y un cuarto de siglo más tarde había bajado en casi un 20 % (12). A partir de la crisis de 2007-2008 con el rápido aumento de la desocupación se aceleró la concentración de ingresos y la caída salarial: algunos autores utilizan el término “implosión salarial” (13). Una buena expresión del deterioro social es el aumento de los estadounidenses que reciben bonos de ayuda alimentaria (“food stamps”), dicha población indigente llegaba a casi 3 millones en 1969 (en plena prosperidad keynesiana), subieron a 21millones en 1980, a 25 millones en 1995 y a 47 millones en 2012 (14).
Mientras tanto los gastos militares no dejaron de crecer, impulsados por sucesivas olas belicistas incluidas en el primer gran ciclo de la guerra fría (1946-1991) y en el segundo ciclo de la “guerra contra el terrorismo” y las “guerras humanitarias” desde fines de los años 1990 hasta el presente (Guerra de Corea, Guerra de Vietnam, “Guerra de las Galaxias” de la era Reagan, Guerra de Kosovo, Guerras de Irak y Afganistán, etcétera).
Luego de la Segunda Guerra Mundial podemos establecer dos períodos bien diferenciados en la relación entre gastos públicos y crecimiento económico (y del empleo) en los Estados Unidos. El primero abarca desde mediados de los años 1940 hasta fines de los años 1960 donde los gastos públicos crecen y las tasas de crecimiento económico se mantienen en un nivel elevado, son los años dorados del keynesianismo militar. El mismo es seguido por un período donde los gastos públicos siguen subiendo tendencialmente pero las tasas de crecimiento económico oscilan en torno de una línea descendente, marcando la decadencia y fin del keynesianismo: el efecto multiplicador positivo del gasto público declina inexorablemente hasta llegar al dilema sin solución, evidente en estos últimos años de crecimientos económicos anémicos donde una reducción del gasto estatal tendría fuertes efectos recesivos mientras que su incremento posible (cada vez menos posible) no mejora de manera significativa la situación.
Así como el “éxito” histórico del capitalismo liberal en el siglo XIX produjo las condiciones de su crisis, su superador keynesiano también generó los factores de su posterior decadencia. La marcha exitosa del capitalismo liberal concluyó con una gigantesca crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capitales que desató rivalidades interimperialistas, militarismo y estalló bajo la forma de Primera Guerra Mundial (1914- 1918). La “solución” consistió en la expansión del Estado, en especial su estructura militar, Alemania y Japón fueron los pioneros.
La transición turbulenta entre el viejo y el nuevo sistema duró cerca de tres décadas (1914-1945) y de ella emergieron los Estados Unidos como única superpotencia capitalista integrando estratégicamente a su esfera de dominación a las otras grandes economías del sistema. El keynesianismo militar norteamericano apareció entonces en el centro dominante de los Estados Unidos: el centro del mundo capitalista. Vance señalaba que “con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos y el capitalismo mundial entraron en la nueva era de la Economía de la Guerra Permanente” (15). Fue así si lo entendemos como victoria definitiva del nuevo sistema precedida por una compleja etapa preparatoria iniciada en la segunda década del siglo XX.
Su génesis está marcada por el nazismo, primer ensayo exitoso-catastrófico de “keynesianismo militar”: su trama ideológica, que lleva hasta el límite más extremo el delirio de la supremacía occidental, sigue aportando ideas a las formas imperialistas más radicales de Occidente, como los halcones de George W. Bush o los sionistas neonazis del siglo XXI. Por otra parte, estudios rigurosos del fenómeno nazi descubren no solo sus raíces europeas (fascismo italiano, nacionalismo francés, etcétera) sino también norteamericanas (16). Aunque luego de la guerra el triunfo de la economía militarizada en los Estados Unidos asumió un rostro “civil” y “democrático”, ocultando sus fundamentos bélicos.
La decadencia del keynesianismo militar encuentra una primera explicación en su hipertrofia e integración con un espacio parasitario imperial más amplio donde la trama financiera ocupa un lugar decisivo. En una primera etapa el aparato industrial-militar y su entorno se expandieron convirtiendo al gasto estatal en empleos directos e indirectos, en transferencias tecnológicas dinamizadoras del sector privado, en garantía blindada de los negocios imperialistas externos, etcétera. Pero con el correr del tiempo, con el ascenso de la prosperidad imperial, incentivó y fue incentivado por una multiplicidad de formas sociales que parasitaban sobre el resto del mundo al mismo tiempo que tomaban cada vez mayor peso interno.
Además el continuo crecimiento económico terminó provocando saturaciones de mercados locales, acumulaciones crecientes de capital, concentración empresaria y de ingresos. El capitalismo norteamericano y global se encaminaba hacia fines de los años 1960 hacia una gran crisis de sobreproducción que provocó las primeras perturbaciones importantes bajo la forma de crisis monetarias (crisis de la libra esterlina, fin del patrón dólar-oro en 1971), luego energéticas (shocks petroleros de 1973-74 y 1979) atravesadas por desajustes inflacionarios y recesivos (“estanflación”).
En las décadas siguientes la crisis no fue superada sino amortiguada, postergada través de la superexplotación y el saqueo de la periferia, la financierización, los gastos militares, etcétera. Todo ello no reinstaló el dinamismo de la postguerra pero impidió el derrumbe, suavizó la enfermedad agravándola a largo plazo. La tasa de crecimiento real de la economía norteamericana fue recorriendo de manera irregular una línea descendente y en consecuencia sus gastos improductivos crecientes fueron cada vez menos respaldados por la recaudación tributaria. Y al déficit fiscal se le sumó el déficit del comercio exterior perpetuado por la pérdida de competitividad global de la industria.
El Imperio se fue convirtiendo en un mega parásito mundial, acumuló deudas públicas y privadas ingresando en un círculo vicioso ya visto en otros imperios decadentes; el parasitismo degrada al parásito, lo hace más y más dependiente del resto del mundo, lo que exacerba su intervencionismo global, su agresividad militar.
El mundo es demasiado grande desde el punto de vista de sus recursos concretos (financieros, militares, etcétera) pero el logro del objetivo históricamente imposible de dominación global es su única posibilidad de salvación como Imperio. Los gastos militares y el parasitismo en general aumentan, los déficits crecen, la economía se estanca, la estructura social interna se deteriora... lo que Paul Kennedy definía como “excesiva extensión imperial” (17) es un hecho objetivo determinado por las necesidades imperiales que opera como una trampa histórica de la que el Imperio no puede salir.
Gastos militares
Los gastos militares de los Estados Unidos aparecen subestimados en las estadísticas oficiales. En 2012 los gastos del Departamento de Defensa llegaron a unos 700 mil millones de dólares, si a los mismos se les adicionan los gastos militares que aparecen integrados (diluidos) en otras áreas del Presupuesto (Departamento de Estado, USAID, Departamento de Energía, CIA y otras agencias de seguridad, pagos de intereses, etcétera) se llegaría a una cifra cercana a los 1,3 billones (millones de millones) de dólares18. Esa cifra equivale a casi el 9 % del producto Bruto Interno, al 50 % de los ingresos fiscales previstos, al 100 % del déficit fiscal. Esos gastos militares reales representaron casi el 60 % de los gastos militares globales aunque si les sumamos los de sus socios de la OTAN y de algunos países vasallos extra-OTAN como Arabia Saudita, Israel o Australia se llegaría como mínimo al 75 %19.
A partir del gran impulso inicial en la Segunda Guerra Mundial y el descenso en la inmediata post guerra los gastos militares reales norteamericanos oscilaron en torno de una tendencia ascendente atravesando cuatro grandes olas belicistas: la guerra de Corea a comienzos de los años 1950, la guerra de Vietnam desde los años 1960 hasta mediados de los años 1970, la “guerra de las galaxias” de la era Reagan en los años 1980 y las guerras “humanitarias” y “contra el terrorismo” de la post guerra fría.
El keynesianismo militar del Imperio ha quedado en el pasado, pero la idea de que guerra externa y prosperidad interna van de la mano sigue dominando el imaginario de vastos sectores sociales en los Estados Unidos, son restos ideológicos sin base real en el presente pero útiles para la legitimación de las aventuras bélicas.Néstor Kirchner, ex presidente de Argentina, reveló en una entrevista con el director Oliver Stone para su documental “South of the Border”, que el ex presidente de los Estados Unidos George W. Bush estaba convencido de que la guerra era la manera de hacer crecer la economía de los Estados Unidos. El encuentro entre ambos presidentes se produjo en una cumbre en Monterrey, México, en enero de 2004, y la versión del presidente argentino es la siguiente: “Yo dije que la solución a los problemas en este momento, le dije a Bush, es un Plan Marshall. Y él se enojó. Dijo que el Plan Marshall es una idea loca de los demócratas y que la mejor forma de revitalizar la economía es la guerra. Y que los Estados Unidos se han fortalecido con la guerra” (20).
Recientemente Peter Schiff, presidente de la consultora financiera “Euro Pacific Capital” escribió un texto delirante ampliamente difundido por las publicaciones especializadas cuyo título lo dice todo.” ¿Porque no otra Guerra mundial?” (21). Comenzaba su artículo señalando el consenso entre los economistas de que la Segunda Guerra Mundial permitió a los Estados Unidos superar la Gran Depresión y que si las guerras de Irak y Afganistán no consiguieron reactivar de manera durable a la economía norteamericana se debe a que “dichos conflictos son demasiado pequeños para ser económicamente importantes”.
Si enfocamos el análisis en la relación entre gastos militares, PBI y empleo constataríamos lo siguiente: los gastos militares pasaron de 2800 millones de dólares en 1940 a 91 mil millones en 1944 lo que impulsó al Producto Bruto Interno nominal de 101 mil millones de dólares en 1940 a 214 mil millones en 1944 (se duplicó en solo cuatro años), la tasa de desocupación apenas bajó del 9 % en 1939 al 8 % en 1940 pero en 1944 había caído al 0,7 %, el primer salto importante en los gastos militares se produjo entre 1940 y 1941 cuando pasaron de 2800 millones de dólares a 12700 millones equivalentes al 10 % del PBI (22) proporción bastante parecida a la de 2012 (u$s 1,3 billones, aproximadamente 9 % del PBI). Esto significa que el gasto militar de 1944 equivalía a unas siete veces el de 1941. Si trasladamos ese salto a cifras actuales eso significa que el gasto militar real de los Estados Unidos debería llegar en 2015 a unos 9 billones (millones de millones) de dólares equivalentes por ejemplo a siete veces el déficit fiscal de 2012.
La sucesión de saltos en el gasto público entre 2012 y 2015 acumularía una gigantesca masa de déficits que ni los ahorristas norteamericanos ni los del resto del mundo estarían en condiciones de cubrir comprando títulos de deuda de un imperio enloquecido. Schift recuerda en su texto que los ahorristas norteamericanos compraron durante la Segunda Guerra Mundial 186 mil millones de dólares en bonos de deuda pública equivalentes al 75 % de la totalidad de gastos del gobierno federal entre 1941 y 1945 concluyendo que esa “proeza” es hoy imposible. Simplemente, nos explica Schift llevando al extremo su razonamiento siniestro, no hay de donde obtener el dinero necesario para poner en marcha una estrategia militar-reactivadora similar a la de 1940-45.
En realidad esa imposibilidad es mucho más fuerte. La economía de los Estados Unidos de 1940 estaba dominada por componentes productivas, principalmente industriales, actualmente el consumismo, toda clase de servicios parasitarios (empezando por la maraña financiera), la decadencia generalizada de la cultura de producción, etcétera, nos indican que ni aun aplicando una inyección de gastos públicos equivalente a la de 1940-45 se podría lograr una reactivación de esa envergadura. El parásito es demasiado grande, su senilidad está muy avanzada, no hay ninguna medicina keynesiana que lo pueda curar o que por lo menos sea capaz de restablecer una parte significativa de su vigor juvenil.
Privatización, informalización y elitización. Lumpen-imperialismo
La guerra asiática, la más ambiciosa de la historia de los Estados Unidos, fracasó tanto desde el ángulo político-militar como del económico, la estrategia de dominación de la franja territorial que va desde los Balcanes hasta Pakistán pasando por Turquía, Siria, Irak, Iran y las ex repúblicas soviéticas de Asia central se encuentra hoy empantanada. Sin embargo, su desarrollo permitió transformar el dispositivo militar del Imperio convirtiendo su maquinaria de guerra tradicional en un sistema flexible a medio camino entre las estructuras formales regidas por la disciplina militar convencional y las informales agrupando una maraña confusa de núcleos operativos oficiales y bandas de mercenarios.
El proceso de integración de mercenarios a las operaciones militares tiene antecedentes en los tramos finales de la guerra fría, la organización de los “contras” en Nicaragua y de los “muyahidines” en Afganistán pueden ser consideradas como los primeros pasos en los años 1970 y 1980 de las nuevas estrategias de intervención. Decenas de miles de mercenarios fueron en esos casos entrenados, armados y financiados con resultados exitosos para el Imperio.
Según diversos estudios sobre el tema, los Estados Unidos y Arabia Saudita gastaron unos 40 mil millones de dólares en las operaciones afganas (donde comenzó su carrera internacional el por entonces joven ingeniero Osama Bin Laden) asestando un golpe decisivo a la URSS (23). Otro paso importante fueron las guerras étnicas en Yugoslavia durante los años 1990, donde los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, principalmente Alemania, desarrollaron una compleja tarea de desintegración de ese país cuyo éxito se apoyó en la utilización de mercenarios, el caso más notorio fue el de guerra de Kosovo donde se destacó el ELK (”Ejército de Liberación de Kosovo”) cuyos integrantes eran principalmente reclutados desde redes mafiosas (tráfico de drogas, etcétera) bajo el mando directo de la CIA extendiendo sus lazos hasta el ISI (servicio de inteligencia de Pakistán). Actualmente, el “estado” kosovar “independiente” aparece vinculado con la intervención de la OTAN en Siria, en Junio de 2012 el ministro de relaciones exteriores de Rusia exigía el cese de las operaciones de desestabilización de Siria realizadas desde Kosovo (24).
Estas nuevas prácticas de intervención fueron acompañadas por un denso proceso de reflexión de los estrategas imperiales disparado por la derrota en Vietnam. La “Guerra de Baja Intensidad” fue uno de sus resultados y las teorizaciones en torno de la llamada “Guerra de Cuarta Generación (4GW)” consolidaron la nueva doctrina en cuyo paper fundacional (1989) redactado por William Lind y tres miembros de las fuerzas armadas de los Estados Unidos y publicado en el “Marine Corps Gazete” (25) son borradas las fronteras entre las áreas civil y militar: toda la sociedad enemiga en especial su identidad cultural pasa a ser el objetivo de la guerra.
La nueva guerra es definida como descentralizada, poniendo el énfasis en la utilización de fuerzas militares “no estatales” (es decir paramilitares), empleando tácticas de desgaste propias de las guerrillas, etc. A ello se agrega el empleo intenso del sistema mediático tanto focalizado contra la sociedad enemiga como abarcando a la llamada “opinión pública global” (el pueblo enemigo es al mismo tiempo atacado psicológicamente y aislado del mundo) combinado con acciones de guerra de alto nivel tecnológico. En este último caso se trata de aprovechar la gigantesca brecha tecnológica existente entre el imperio y la periferia para golpearla sin peligro de respuesta, es lo que los especialistas denominan confrontación asimétrica “high-tech/no-tech”.
Las estadísticas oficiales referidas a los mercenarios son por lo general confusas y parciales, de todos modos algunos datos provenientes de fuentes gubernamentales, civiles o militares, pueden ilustrarnos acerca de la magnitud del fenómeno. En primer lugar el rol del Departamento de Defensa, principal contratista de mercenarios, su presupuesto destinado a esos gastos se incrementó en cerca de un 100 % entre el 2000 y el 2005 empleando modalidades propias de las grandes empresas transnacionales como la tercerización y la relocalización de actividades, lo que ha producido un gigantesco universo en expansión de negocios privados consagrados a la guerra... financiados por el Estado y generadores de intrincados entramados de corrupciones y corruptelas (26).
El llamado “Mando Central” militar de los Estados Unidos (US CENTCOM) dio a conocer recientemente algunos datos significativos: los mercenarios contratados reconocidos en el área de Medio Oriente-Asia Central llegarían a unos 137 mil trabajando directamente para el Pentágono, de ese total solo unos 40 mil serían ciudadanos norteamericanos. Aunque según datos del Departamento de Defensa sumando los datos de Afganistán e Irak estarían en el terreno unos 175 mil soldados regulares y 190 mil mercenarios: el 52 % del total (27).
A estas cifras debemos agregar en primer lugar a los mercenarios contratados por otras áreas del gobierno norteamericano, como el Departamento de Estado y luego los contratos en zonas del mundo como África donde el AFRICOM (mando militar norteamericano en ese continente) ha incrementado exponencialmente sus actividades durante el último lustro y luego debemos incorporar a los mercenarios actuando bajo el mando estratégico norteamericano pero contratados por países vasallos como las petromonarquías del Golfo Pérsico visible en los casos de Libia y Siria.
Deben ser también incluidos los mercenarios operando en otras regiones de Asia y en América Latina. Pero la cuenta no termina allí, ya que a ese universo es necesario agregar a las redes mafiosas y/o paramilitares agrupando en todos los continentes a un “personal disponible” que se autofinancia gracias a actividades ilegales (drogas, prostitución, etcétera) protegidas por diversas agencias de seguridad norteamericanas como la DEA o bien que integra “agencias de seguridad privada”, muy notorias por ejemplo en América Latina legalmente establecidas en los países periféricos y estrechamente vinculadas a agencias privadas norteamericanas y/a la DEA, la CIA u otras organismos de inteligencia del Imperio.
Y la lista sigue... recientemente apareció publicada en el “Washington Post” una investigación referida a la “América ultra secreta” (Top Secret America) de las agencias de seguridad que informa acerca de la existencia actual de 3202 agencias de seguridad (1271 públicas y 1931 privadas) empleando a unas 854 mil personas trabajando en temas de “antiterrorismo”, seguridad interior e inteligencia en general, instaladas en unos 10 mil domicilios en el territorio de los Estados Unidos (28).
Sumando las distintas cifras mencionadas y evaluando datos ocultos algunos expertos adelantan un total aproximado global (dentro y fuera del territorio de los Estados Unidos) próximo al millón de personas combatiendo en la periferia, haciendo espionaje, desarrollando manipulaciones mediáticas, activando “redes sociales”, etcétera. Comparemos por ejemplo ese dato con las aproximadamente 1 millón 400 mil personas que conforman el sistema militar público del Imperio.
Por su parte las tropas regulares han sufrido un rápido proceso de informalización, de ruptura respecto de las normas militares convencionales, conformando comandos de intervención inscriptos en una dinámica abiertamente criminal. Es el caso del llamado Comando Conjunto de Operaciones Especiales o “JSOC” (Joint Special Operations Command). Comando conjunto secreto en línea de mandos directa con el Presidente y el Secretario de Defensa con autoridad para elaborar su lista de asesinatos, tiene su propia división de inteligencia, su flota de drones y aviones de reconocimiento, sus satélites e incluso sus grupos de ciber-gerreros capaces de atacar redes de internet. Dispone de numerosas unidades operativas. Creado en 1980 quedó sepultado por su estrepitoso fracaso en Irán cuando trató de rescatar al personal de la embajada norteamericana en Teherán, fue resucitado recientemente. En 2001 disponía de unos 1800 miembros, actualmente llegarían a 25 mil, en los últimos tiempos ha realizado operaciones letales en Irak, Pakistán, Afganistán, Siria, Libia y muy probablemente en México y Colombia, etcétera. Se trata de un agrupamiento de “escuadrones de la muerte” de alcance global, autorizado para realizar toda clase de operaciones ilegales, desde asesinatos individuales o masivos, hasta sabotajes, intervenciones propias de la guerra psicológica, etcétera. En Septiembre de 2003 Donald Runsfeld había dictado una resolución colocando al JSOC en el centro la estrategia “antiterrorista” global y desde entonces su importancia ha ido en ascenso pasando hoy a ser, bajo la presidencia del premio nobel de la paz Barak Obama, una suerte de ejercito clandestino de claro perfil criminal bajo la órdenes directas del Presidente (29).
Las fuerzas de intervención de los Estados Unidos tienen ahora un sesgo claramente privado-clandestino, en plena “Guerra de Cuarta Generación” funcionan cada vez más al margen de los códigos militares y las convenciones internacionales. Un reciente artículo de Andrew Bacevich describe las etapas de esa mutación durante la década pasada que culminan actualmente en lo que el autor denomina “era Wickers” (actual subsecretario de inteligencia del Departamento de Defensa) focalizada en la eliminación física de “enemigos”, el uso dominante de mercenarios, de campañas mediáticas, redes sociales, todo ello destinado a desestructurar organizaciones y sociedades consideradas hostiles. A comienzos del año pasado la entonces Secretaria de Estado Hillary Clinton pronunció una frase que no requiere mayores explicaciones: “Los Estados Unidos se reservan el derecho de atacar en cualquier lugar del mundo a todo aquello que sea considerado como una amenaza directa para su seguridad nacional” (30).
Si sumamos a esta orientación mercenaria-gangsteril del Imperio, otros aspectos como la financierización integral de su economía dominada por el cortoplacismo, su desintegración social interna con acumulación acelerada de marginales, con una población total que representa el 5 % de la mundial pero con una masa de presos equivalentes al 25 % del total de personas encarceladas en el planeta, etcétera, llegaríamos a la conclusión de que estamos en presencia de una suerte de lumpen imperialismo completamente dominado por intereses parasitarios embarcado en una lógica destructiva de su entorno que al mismo tiempo va degradando sus bases de sustentación interna (31).
La ilusión del metacontrol del caos
Podríamos establecer la convergencia entre la hipótesis de la “economía de guerra permanente” y la del “keynesianismo militar”, este último expresó la primera etapa del fenómeno (aproximadamente entre 1940 y 1970). Fueron los años de la prosperidad imperial cuyos últimos logros ya mezclados con claros síntomas de crisis se prologaron hasta el final de la guerra fría. A esa etapa floreciente le sigue una segunda post keynesiana caracterizada por la dominación financiera, la concentración de ingresos, el desinfle salarial, la marginalización social y la degradación cultural en general donde el aparato militar opera como un acelerador de la decadencia provocando déficits fiscales, y endeudamientos públicos.
La opción por la privatización de la guerra aparece como una respuesta “eficaz” a la declinación del espíritu de combate de la población (dificultades crecientes en el reclutamiento forzado de ciudadanos a partir de la derrota de Vietnam). Sin embargo el remplazo del ciudadano-soldado por el soldado-mercenario o la presencia decisiva de este último termina tarde o temprano por provocar serios daños en el funcionamiento de las estructuras militares: no es lo mismo administrar a ciudadanos normales que a una masa de delincuentes.
Cuando el lumpen, los bandidos predominan en un ejército, el mismo se convierte en un ejército de bandidos y un ejército de bandidos ya no es un ejército. El potencial disociador de los mercenarios es a largo plazo de casi imposible control y su falencias en el combate no pueden ser compensadas sino muy parcialmente por despliegues tecnológicos sumamente costosos y de resultado incierto.
La conformación de fuerzas clandestinas no-mercenarias de elite, respaldadas por un aparato tecnológico sofisticado capaz de descargar golpes puntuales demoledores contra el enemigo, como es el caso del JSOC, son buenos instrumentos terroristas pero no remplazan las funciones de un ejército de ocupación y a mediano plazo (muchas veces a corto plazo) terminan por fortalecer el espíritu de resistencia del enemigo. Podríamos sintetizar de manera caricatural a la nueva estrategia militar del Imperio a partir del predominio de diversas formas de “guerra informal” combinando mercenarios (muchos mercenarios) con escuadrones de la muerte (tipo JSOC), bombardeos masivos, drones, control mediático global, asesinatos tecnológicamente sofisticados de dirigentes periféricos. La guerra se elitiza, se transforma en un conjunto de operaciones mafiosas, se aleja físicamente de la población norteamericana y su cúpula dominante empieza a percibirla como un juego virtual dirigido por gangsters.
Por otra parte la adopción de estructuras mercenarias y clandestinas de intervención externa como forma dominante tiene efectos contraproducentes para el sistema institucional del imperio tanto desde el punto de vista del control administrativo de las operaciones como de las modificaciones (y de la degradación) en las relaciones internas de poder. El comportamiento gangsteril, la mentalidad mafiosa termina por apoderarse de los altos mandos civiles y militares y se traduce al comienzo en acciones externas, periféricas y más adelante (rápidamente) en ajustes de cuentas, en conductas habituales al interior del sistema de poder.
El horizonte objetivo (más allá de los discursos y convicciones oficiales) de la “nueva estrategia” no es el establecimiento de sólidos regímenes vasallos, ni la instalación de ocupaciones militares duraderas controlando territorios de manera directa sino más bien desestabilizar, quebrar estructuras sociales, identidades culturales, degradar o eliminar dirigentes, las experiencias de Irak y Afganistán (y México) y más recientemente las de Libia y Siria confirman esta hipótesis.
Se trata de la estrategia del caos periférico, de la transformación de naciones y regiones más amplias en áreas desintegradas, balcanizadas, con estados-fantasmas, clases sociales (altas, medias y bajas) profundamente degradadas sin capacidad de defensa, de resistencia ante los poderes políticos y económicos de Occidente que podrían así depredar impunemente sus recursos naturales, mercados y recursos humanos (residuales).
Este imperialismo tanático del siglo XXI, se corresponde con tendencias desintegradoras en las sociedades capitalistas dominantes, en primer lugar la de los Estados Unidos. Esas economías han perdido su potencial de crecimiento, hacia finales de 2012 luego de un lustro de crisis financiera oscilaban entre el crecimiento anémico (Estados Unidos), el estancamiento girando hacia la recesión (la Unión Europea) y la contracción productiva (Japón).
Los estados, las empresas y los consumidores están aplastados por las deudas, la suma de deudas públicas y privadas representan más del 500 % del Producto Bruto Interno en Japón e Inglaterra y más del 300 % en Alemania, Francia y los Estados Unidos donde el gobierno federal estuvo en 2011 al borde del default. Y por encima de deudas y sistemas productivos financierizados existe una masa financiera global equivalente a unas veinte veces el Producto Bruto Mundial, motor dinamizador, droga indispensable del sistema que ha dejado de crecer desde hace aproximadamente un lustro y cuyo desinfle tratan de impedir los gobiernos de las potencias centrales.
Se presenta entonces la ilusión de una suerte de metacontrol estratégico desde las grandes alturas, desde las cumbres de Occidente sobre las tierras bajas, periféricas, donde pululan miles de millones de seres humanos cuyas identidades culturales e instituciones son vistas como obstáculos a la depredación. Las elites de Occidente, el imperio colectivo hegemonizado por los Estados Unidos, están cada día más convencidas de que dicha depredación prolongará su vejez, alejará el fantasma de la muerte.
El caos periférico aparece a la vez como el resultado concreto de sus intervenciones militares y financieras (producto de la reproducción decadente de sus sociedades) y como la base de feroces depredaciones. El gigante imperial busca beneficiarse del caos pero termina por introducir el caos entre sus propias filas, la destrucción deseada de la periferia no es otra cosa que la autodestrucción del capitalismo como sistema global, su pérdida veloz de racionalidad. La fantasía acerca del metacontrol imperialista del caos periférico expresa una profunda crisis de percepción, la creencia de que los deseos del poderoso se convierten fácilmente en hechos reales, lo virtual y lo real se confunden conformando un enorme pantano psicológico.
En realidad la “estrategia” de metacontrol imperial del caos, sus formas operativas concretas la convierten en una maraña de tácticas que tienden a conformar una masa crecientemente incoherente, prisionera del corto plazo. Lo que pretende convertirse en la nueva doctrina militar, en un pensamiento estratégico innovador que responde a la realidad global actual facilitando la dominación imperialista del mundo no es otra cosa que una ilusión desesperada generada por la dinámica de la decadencia. Bajo la apariencia de ofensiva estratégica , irrumpen los manotazos históricamente defensivos de un sistema cuya cúpula imperial va perdiendo la capacidad de aprehensión de la totalidad real, la razón de estado se va convirtiendo en un delirio criminal extremadamente peligroso dado el gigantismo tecnológico de los Estado Unidos y sus socios europeos.
Notas:
(1), Ron Suskind, “Without a doubt: faith, certainty and the presidency of George W. Bush”, The New York Times, 17-10-04.
(2), Su exposición desarrollada en la Marshall Society (Cambridge) en la primavera de 1942 fue publicada el año siguiente. Michal Kalecki, “Political Aspects of Full Unemployment”, Political Quaterly, V 14, oct.-dec. 1943.
(3), Michal Kalecki, The Last Phase in the transformation of Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 1972.
(4), Paul Sweezy & Paul Baran, Monopoly Capital, Monthly Review Press, Nueva York, 1966.
(5), Scoot B. MacDonald, “Globalization and the End of the Guns and Butter Economy”, KWR Special Report, 2007.
(6), Oakes, Walter J., “Towards a Permanent War Economy?”, Politics, February 1944.
(7), Ambas citas aparecen en el texto de John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Robert W. McChesney, “The U.S. Imperial Triangle and Military Spending”, Monthly Review, October 2008.
(8), Vance, T. N. 1950, “After Korea What? An Economic Interpretation of U.S. Perspectives”, New International, November–December; Vance, T. N. 1951, “The Permanent Arms Economy”, New International.
(9), Oakes, Walter J, artículo citado.
(10), Paul Sweezy & Paul Baran, libro citado.
(11), Thomas Piketty & Emmanuel Saez, “Top Incomes and the Great Recession: Recent Evolutions and Policy Implications”, 13th Jacques Polak Annual Research Conference, Washington, DC?November 8–9, 2012.
(12), Fuente: U.S. Bureau of Labor Statistics.
(13), Lawrence Mishel and Heidi, “The Wage Implosion”, Economic Policy Institute, June 3, 2009.
(14), FRAC, Food Research and Action Center- SNAP/SNAP/Food Stamp Participation ().
(15), Vance T. N, “The Permanent War Economy”, New International, Vol 17, Nº 1, January-February 1951.
(16), Doménico Losurdo, “Las raices norteamericanas del nazismo”, Enfoques Alternativos, nº 27, Octubre de 2006, Buenos Aires.
(17), Paul Kennedy, “Auge y caída de las grandes potencias”, Plaza & James, Barcelona, 1989.
(18), Chris Hellman, “$ 1,2 Trillon: The Real U.S. National Security Budget No One Wants You to Know About”, Alert Net, March 1, 2011.
(19), Fuentes: SIPRI, Banco Mundial y cálculos propios.
(20), El video de la entrevista Kirchner-Stone publicado por Informed Comment/Juan Cole está localizado en: -angrily-said-war-would-grow-us-economy.html&ei=BYYCUYCnC4P88QSX3oGACA
(21), Peter D. Schiff, “Why Not Another World War ?”, Financial Sense, 19 Jul 2010.
(22), Vance T. N, 1950, artículo citado en (14).
(23), Dilip Hiro, “The Cost of an Afghan 'Victory'”, The Nation, 1999 February 15.
(24), “Una delegación de la oposición siria viajó a Kosovo, en abril de 2012, para la firma oficial de un acuerdo de intercambio de experiencias en materia de guerrilla antigubernamental”. Red Voltaire, “Protesta Rusia contra entrenamiento de provocadores sirios en Kosovo”, 6 de Junio de 2012.
(25), William S. Lind, Colonel Keith Nightengale (USA), Captain John F. Schmitt (USMC), Colonel Joseph W. Sutton (USA), and Lieutenant Colonel Gary I. Wilson (USMCR), “The Changing Face of War: Into the Fourth Generation”, Marine Corps Gazette, October 1989.
(26), David Isenberg, “Contractors and the US Military Empire”, Rise of the Right, Aug 14th, 2012.
(27), David Isenberg, “Contractors in War Zones: Not Exactly “Contracting”, TIME U. S., Oct. 09, 2012.
(28), Dana Priest and William M. Arkin, “Top Secret America. A hidden world, growing beyond control”, Washington Post, July 19, 2010.
(29), Dana Priest and William M. Arkin, “Top Secret America, A look at the military's Joint Special Operations Command”, The Washington Post, September 2, 2011.
(30), Andrew Bacevich, “Uncle Sam, Global Gangster”, TomDispatch.com, February 19, 2012.
(31), Narciso. Isa Conde, “Estados neoliberales y delincuentes”, Aporrea, 20/01/2008, http://www.aporrea.org/tiburon/a49620.html
Título: La ilusión del metacontrol imperial del caos
Subtítulo: La mutación del sistema de intervención militar de los Estados Unidos
Epígrafe: “La gente cree que las soluciones provienen de su capacidad de estudiar sensatamente la realidad discernible. En realidad, el mundo ya no funciona así. Ahora somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras tú estás estudiando esa realidad, actuaremos de nuevo, creando otras realidades que también puedes estudiar. Somos los actores de la historia, y a vosotros, todos vosotros, sólo os queda estudiar lo que hacemos”. Karl Rove, asesor de George W. Bush, verano de 2002 (1)
Texto:
Guerra y economía
Conceptos tales como “keynesianismo militar” o “economía de la guerra permanente” constituyen buenos disparadores para entender el largo ciclo de prosperidad imperial de los Estados Unidos: su despegue hace algo más de siete décadas, su auge y el reciente ingreso a su etapa de agotamiento abriendo un proceso militarista-decadente actualmente en curso.
En 1942 Michal Kelecki exponía el esquema básico de lo que posteriormente fue conocido como “keynesianismo militar”. Apoyándose en la experiencia de la economía militarizada de la Alemania nazi, el autor señalaba las resistencias de las burguesías de Europa y Estados Unidos a la aplicación de políticas estatales de pleno empleo basadas en incentivos directos al sector civil y su predisposición a favorecerlas cuando se orientaban hacia las actividades militares (2). Más adelante Kalecki ya en plena Guerra Fría describía las características decisivas de lo que calificaba como triángulo hegemónico del capitalismo norteamericano que combinaba la prosperidad interna con el militarismo descripto como convergencia entre gastos militares, manipulación mediática de la población y altos niveles de empleo (3).
Esta línea de reflexión, a la que adhirieron entre otros Harry Magdoff, Paul Baran y Paul Sweezy, planteaba tanto el éxito a corto-mediano plazo de la estrategia de “Manteca + Cañones” (“Guns and Butter Economy”) que fortalecía al mismo tiempo la cohesión social interna de los Estados Unidos y su presencia militar global, como sus límites e inevitable agotamiento a largo plazo.
Sweezy y Baran pronosticaban (acertadamente) hacia mediados de los años 1960 que uno de los límites decisivos de la reproducción del sistema provenía de la propia dinámica tecnológica del keynesianismo militar, pues la sofisticación técnica creciente del armamento tendía inevitablemente a aumentar la productividad del trabajo reduciendo sus efectos positivos sobre el empleo y finalmente la cada vez más costosa carrera armamentista tendría efectos nulos o incluso negativos sobre el nivel general de ocupación (4).
Es lo que se hizo evidente desde fines de los años 1990, cuando se inició una nueva etapa de gastos militares ascendentes que continúa en la actualidad, marcando el fin de la era del keynesianismo militar. Ahora, el desarrollo en los Estados Unidos de la industria de armas y sus áreas asociadas incrementa el gasto público causando déficit fiscal y endeudamiento, sin contribuir a aumentar en términos netos el nivel general de empleo. En realidad, su peso financiero y su radicalización tecnológica contribuyen de manera decisiva a mantener altos niveles de desocupación y un crecimiento económico nacional anémico o negativo transformándose así en un catalizador que acelera, profundiza la crisis del Imperio (5).
Por otra parte los primeros textos referidos a la llamada “economía de la guerra permanente” aparecieron en los Estados Unidos a comienzos de los años 1940. Se trataba de una visión simplificadora que, por lo general, subestimaba los ritmos y atajos concretos de la historia, pero que hoy resulta sumamente útil para comprender el desarrollo del militarismo en el muy largo plazo.
Hacia 1944 Walter Oakes definía una nueva fase del capitalismo donde los gastos militares ocupaban una posición central; no se trataba de un hecho coyuntural impuesto por la Segunda Guerra Mundial en curso, sino de una transformación cualitativa integral del sistema cuya reproducción ampliada universal durante más de un siglo, había terminado por generar masas de excedentes de capital que no encontraban en las potencias centrales espacios de aplicación en la economía civil productora de bienes y servicios de consumo y producción.
La experiencia de los años 1930, como lo demostraba Oakes, señalaba que ni las obras públicas del New Deal de Roosevelt en los Estados Unidos, ni la construcción de autopistas en Alemania nazi, habían conseguido una significativa recuperación de la economía y el empleo: solo la puesta en marcha de la economía de guerra, en Alemania primero y desde 1940 en los Estados Unidos, había logrado dichos objetivos (6). En el caso alemán la carrera armamentista terminó con una derrota catastrófica, en el caso norteamericano la victoria no llevó a la reducción del sistema militar-industrial sino a su expansión.
Al reducirse los efectos de la guerra, la economía de los Estados Unidos comenzó a enfriarse y el peligro de recesión asomó su rostro, pero el inicio de la guerra fría y luego la guerra de Corea (1950) alejaron al fantasma abriendo un nuevo ciclo de gastos militares. En octubre de 1949 el profesor de la Universidad de Harvard Summer Slichter, de gran prestigio en ese momento, señalaba ante una convención de banqueros: “[La Guerra Fría] incrementa la demanda de bienes, ayuda a mantener un alto nivel de empleo, acelera el progreso tecnológico, todo lo cual mejora el nivel de vida en nuestro país... en consecuencia nosotros deberíamos agradecer a los rusos por su contribución para que el capitalismo funcione mejor que nunca en los Estados Unidos” . Hacia 1954 aparecía la siguiente afirmación en la revista U.S. News & World Report: “¿Qué significa para el mundo de los negocios la Bomba H?: un largo período de grandes ventas que se incrementarán en los próximos años. Podríamos concluir con esta afirmación: la bomba H ha arrojado a la recesión por la ventana” (7).
Como lo señalaba a comienzos de los años 1950 T. N. Vance, uno los teóricos de la “economía de la guerra permanente”, los Estados Unidos habían ingresado en una sucesión de guerras que definían de manera irreversible las grandes orientaciones de la sociedad, después de la guerra de Corea solo cabía esperar nuevas guerras (8). En su texto fundacional de la teoría, Walter Oakes realizaba dos pronósticos decisivos: la inevitablidad de una tercera guerra mundial que ubicaba hacia 1960 y el empobrecimiento de los trabajadores norteamericanos desde fines de los años 1940, provocada por la dinámica de concentración de ingresos motorizada por el complejo militar-industrial (9).
Podemos en principio considerar desacertados a dichos pronósticos. No se produjo la tercera guerra mundial aunque se consolidó la Guerra Fría, que mantuvo la ola militarista durante más de cuatro décadas, atravesada por dos grandes guerras regionales (Corea y Vietnam) y una densa serie de pequeñas y medianas intervenciones imperiales directas e indirectas. Cuando se esfumó la Guerra Fría, luego de un breve intermedio en los años 1990 la guerra universal del Imperio prosiguió contra nuevos “enemigos” que justificaban su desarrollo (“guerras humanitarias”, “guerra global contra el terrorismo”, etcétera): la oferta de servicios militares, el “aparato militarista” y las áreas asociadas al mismo creaban, inventaban, su propia demanda.
Tampoco se precipitó el empobrecimiento de las clases bajas de los Estados Unidos; por el contrario, la redistribución keynesiana de ingresos se mantuvo hasta los años 1970, el nivel de vida de los trabajadores y las clases medias mejoró sustancialmente, funcionó la interacción positiva entre militarismo y prosperidad general. A eso contribuyeron varios factores, entre ellos la explotación de la periferia ampliada gracias a la emergencia de los Estados Unidos como superpotencia mundial apuntalada por su aparato militar, el restablecimiento de las potencias capitalistas afectadas por la guerra (Japón, Europa Occidental) que en la nueva era se encontraban estrechamente asociadas a los Estados Unidos y el enorme efecto multiplicador a nivel interno de los gastos militares sobre el consumo, el empleo y la innovación tecnológica. Algunos de estos factores, subestimados por Oakes, habían sido señalados a mediados de los años 1960 por Sweezy y Baran (10).
Sin embargo la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca (1980) marcó una ruptura en la tendencia (aunque ya desde los años 1970 habían aparecido los primeros síntomas de la enfermedad), y se inició un proceso de concentración de ingresos que fue avanzando cada vez más rápido en las décadas posteriores.
Entre 1950 y 1980 el 1 % más rico de la población de los Estados Unidos absorbía cerca del 10 % del Ingreso Nacional (entre 1968 y 1978 se mantuvo por debajo de esa cifra) pero a partir de comienzos de los años 1980 esa participación fue ascendiendo, hacia 1990 llegaba al 15 % y cerca de 2009 se aproximaba al 25 %. Por su parte el 10 % más rico absorbía el 33 % del Ingreso Nacional en 1950, manteniéndose siempre por debajo del 35 % hasta fines de los años 1970, pero en 1990 ya llegaba al 40 % y en 2007 al 50 % (11).
El salario horario promedio fue ascendiendo en términos reales desde los años 1940 hasta comienzos de los años 1970 en que comenzó a descender y un cuarto de siglo más tarde había bajado en casi un 20 % (12). A partir de la crisis de 2007-2008 con el rápido aumento de la desocupación se aceleró la concentración de ingresos y la caída salarial: algunos autores utilizan el término “implosión salarial” (13). Una buena expresión del deterioro social es el aumento de los estadounidenses que reciben bonos de ayuda alimentaria (“food stamps”), dicha población indigente llegaba a casi 3 millones en 1969 (en plena prosperidad keynesiana), subieron a 21millones en 1980, a 25 millones en 1995 y a 47 millones en 2012 (14).
Mientras tanto los gastos militares no dejaron de crecer, impulsados por sucesivas olas belicistas incluidas en el primer gran ciclo de la guerra fría (1946-1991) y en el segundo ciclo de la “guerra contra el terrorismo” y las “guerras humanitarias” desde fines de los años 1990 hasta el presente (Guerra de Corea, Guerra de Vietnam, “Guerra de las Galaxias” de la era Reagan, Guerra de Kosovo, Guerras de Irak y Afganistán, etcétera).
Luego de la Segunda Guerra Mundial podemos establecer dos períodos bien diferenciados en la relación entre gastos públicos y crecimiento económico (y del empleo) en los Estados Unidos. El primero abarca desde mediados de los años 1940 hasta fines de los años 1960 donde los gastos públicos crecen y las tasas de crecimiento económico se mantienen en un nivel elevado, son los años dorados del keynesianismo militar. El mismo es seguido por un período donde los gastos públicos siguen subiendo tendencialmente pero las tasas de crecimiento económico oscilan en torno de una línea descendente, marcando la decadencia y fin del keynesianismo: el efecto multiplicador positivo del gasto público declina inexorablemente hasta llegar al dilema sin solución, evidente en estos últimos años de crecimientos económicos anémicos donde una reducción del gasto estatal tendría fuertes efectos recesivos mientras que su incremento posible (cada vez menos posible) no mejora de manera significativa la situación.
Así como el “éxito” histórico del capitalismo liberal en el siglo XIX produjo las condiciones de su crisis, su superador keynesiano también generó los factores de su posterior decadencia. La marcha exitosa del capitalismo liberal concluyó con una gigantesca crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capitales que desató rivalidades interimperialistas, militarismo y estalló bajo la forma de Primera Guerra Mundial (1914- 1918). La “solución” consistió en la expansión del Estado, en especial su estructura militar, Alemania y Japón fueron los pioneros.
La transición turbulenta entre el viejo y el nuevo sistema duró cerca de tres décadas (1914-1945) y de ella emergieron los Estados Unidos como única superpotencia capitalista integrando estratégicamente a su esfera de dominación a las otras grandes economías del sistema. El keynesianismo militar norteamericano apareció entonces en el centro dominante de los Estados Unidos: el centro del mundo capitalista. Vance señalaba que “con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos y el capitalismo mundial entraron en la nueva era de la Economía de la Guerra Permanente” (15). Fue así si lo entendemos como victoria definitiva del nuevo sistema precedida por una compleja etapa preparatoria iniciada en la segunda década del siglo XX.
Su génesis está marcada por el nazismo, primer ensayo exitoso-catastrófico de “keynesianismo militar”: su trama ideológica, que lleva hasta el límite más extremo el delirio de la supremacía occidental, sigue aportando ideas a las formas imperialistas más radicales de Occidente, como los halcones de George W. Bush o los sionistas neonazis del siglo XXI. Por otra parte, estudios rigurosos del fenómeno nazi descubren no solo sus raíces europeas (fascismo italiano, nacionalismo francés, etcétera) sino también norteamericanas (16). Aunque luego de la guerra el triunfo de la economía militarizada en los Estados Unidos asumió un rostro “civil” y “democrático”, ocultando sus fundamentos bélicos.
La decadencia del keynesianismo militar encuentra una primera explicación en su hipertrofia e integración con un espacio parasitario imperial más amplio donde la trama financiera ocupa un lugar decisivo. En una primera etapa el aparato industrial-militar y su entorno se expandieron convirtiendo al gasto estatal en empleos directos e indirectos, en transferencias tecnológicas dinamizadoras del sector privado, en garantía blindada de los negocios imperialistas externos, etcétera. Pero con el correr del tiempo, con el ascenso de la prosperidad imperial, incentivó y fue incentivado por una multiplicidad de formas sociales que parasitaban sobre el resto del mundo al mismo tiempo que tomaban cada vez mayor peso interno.
Además el continuo crecimiento económico terminó provocando saturaciones de mercados locales, acumulaciones crecientes de capital, concentración empresaria y de ingresos. El capitalismo norteamericano y global se encaminaba hacia fines de los años 1960 hacia una gran crisis de sobreproducción que provocó las primeras perturbaciones importantes bajo la forma de crisis monetarias (crisis de la libra esterlina, fin del patrón dólar-oro en 1971), luego energéticas (shocks petroleros de 1973-74 y 1979) atravesadas por desajustes inflacionarios y recesivos (“estanflación”).
En las décadas siguientes la crisis no fue superada sino amortiguada, postergada través de la superexplotación y el saqueo de la periferia, la financierización, los gastos militares, etcétera. Todo ello no reinstaló el dinamismo de la postguerra pero impidió el derrumbe, suavizó la enfermedad agravándola a largo plazo. La tasa de crecimiento real de la economía norteamericana fue recorriendo de manera irregular una línea descendente y en consecuencia sus gastos improductivos crecientes fueron cada vez menos respaldados por la recaudación tributaria. Y al déficit fiscal se le sumó el déficit del comercio exterior perpetuado por la pérdida de competitividad global de la industria.
El Imperio se fue convirtiendo en un mega parásito mundial, acumuló deudas públicas y privadas ingresando en un círculo vicioso ya visto en otros imperios decadentes; el parasitismo degrada al parásito, lo hace más y más dependiente del resto del mundo, lo que exacerba su intervencionismo global, su agresividad militar.
El mundo es demasiado grande desde el punto de vista de sus recursos concretos (financieros, militares, etcétera) pero el logro del objetivo históricamente imposible de dominación global es su única posibilidad de salvación como Imperio. Los gastos militares y el parasitismo en general aumentan, los déficits crecen, la economía se estanca, la estructura social interna se deteriora... lo que Paul Kennedy definía como “excesiva extensión imperial” (17) es un hecho objetivo determinado por las necesidades imperiales que opera como una trampa histórica de la que el Imperio no puede salir.
Gastos militares
Los gastos militares de los Estados Unidos aparecen subestimados en las estadísticas oficiales. En 2012 los gastos del Departamento de Defensa llegaron a unos 700 mil millones de dólares, si a los mismos se les adicionan los gastos militares que aparecen integrados (diluidos) en otras áreas del Presupuesto (Departamento de Estado, USAID, Departamento de Energía, CIA y otras agencias de seguridad, pagos de intereses, etcétera) se llegaría a una cifra cercana a los 1,3 billones (millones de millones) de dólares18. Esa cifra equivale a casi el 9 % del producto Bruto Interno, al 50 % de los ingresos fiscales previstos, al 100 % del déficit fiscal. Esos gastos militares reales representaron casi el 60 % de los gastos militares globales aunque si les sumamos los de sus socios de la OTAN y de algunos países vasallos extra-OTAN como Arabia Saudita, Israel o Australia se llegaría como mínimo al 75 %19.
A partir del gran impulso inicial en la Segunda Guerra Mundial y el descenso en la inmediata post guerra los gastos militares reales norteamericanos oscilaron en torno de una tendencia ascendente atravesando cuatro grandes olas belicistas: la guerra de Corea a comienzos de los años 1950, la guerra de Vietnam desde los años 1960 hasta mediados de los años 1970, la “guerra de las galaxias” de la era Reagan en los años 1980 y las guerras “humanitarias” y “contra el terrorismo” de la post guerra fría.
El keynesianismo militar del Imperio ha quedado en el pasado, pero la idea de que guerra externa y prosperidad interna van de la mano sigue dominando el imaginario de vastos sectores sociales en los Estados Unidos, son restos ideológicos sin base real en el presente pero útiles para la legitimación de las aventuras bélicas.Néstor Kirchner, ex presidente de Argentina, reveló en una entrevista con el director Oliver Stone para su documental “South of the Border”, que el ex presidente de los Estados Unidos George W. Bush estaba convencido de que la guerra era la manera de hacer crecer la economía de los Estados Unidos. El encuentro entre ambos presidentes se produjo en una cumbre en Monterrey, México, en enero de 2004, y la versión del presidente argentino es la siguiente: “Yo dije que la solución a los problemas en este momento, le dije a Bush, es un Plan Marshall. Y él se enojó. Dijo que el Plan Marshall es una idea loca de los demócratas y que la mejor forma de revitalizar la economía es la guerra. Y que los Estados Unidos se han fortalecido con la guerra” (20).
Recientemente Peter Schiff, presidente de la consultora financiera “Euro Pacific Capital” escribió un texto delirante ampliamente difundido por las publicaciones especializadas cuyo título lo dice todo.” ¿Porque no otra Guerra mundial?” (21). Comenzaba su artículo señalando el consenso entre los economistas de que la Segunda Guerra Mundial permitió a los Estados Unidos superar la Gran Depresión y que si las guerras de Irak y Afganistán no consiguieron reactivar de manera durable a la economía norteamericana se debe a que “dichos conflictos son demasiado pequeños para ser económicamente importantes”.
Si enfocamos el análisis en la relación entre gastos militares, PBI y empleo constataríamos lo siguiente: los gastos militares pasaron de 2800 millones de dólares en 1940 a 91 mil millones en 1944 lo que impulsó al Producto Bruto Interno nominal de 101 mil millones de dólares en 1940 a 214 mil millones en 1944 (se duplicó en solo cuatro años), la tasa de desocupación apenas bajó del 9 % en 1939 al 8 % en 1940 pero en 1944 había caído al 0,7 %, el primer salto importante en los gastos militares se produjo entre 1940 y 1941 cuando pasaron de 2800 millones de dólares a 12700 millones equivalentes al 10 % del PBI (22) proporción bastante parecida a la de 2012 (u$s 1,3 billones, aproximadamente 9 % del PBI). Esto significa que el gasto militar de 1944 equivalía a unas siete veces el de 1941. Si trasladamos ese salto a cifras actuales eso significa que el gasto militar real de los Estados Unidos debería llegar en 2015 a unos 9 billones (millones de millones) de dólares equivalentes por ejemplo a siete veces el déficit fiscal de 2012.
La sucesión de saltos en el gasto público entre 2012 y 2015 acumularía una gigantesca masa de déficits que ni los ahorristas norteamericanos ni los del resto del mundo estarían en condiciones de cubrir comprando títulos de deuda de un imperio enloquecido. Schift recuerda en su texto que los ahorristas norteamericanos compraron durante la Segunda Guerra Mundial 186 mil millones de dólares en bonos de deuda pública equivalentes al 75 % de la totalidad de gastos del gobierno federal entre 1941 y 1945 concluyendo que esa “proeza” es hoy imposible. Simplemente, nos explica Schift llevando al extremo su razonamiento siniestro, no hay de donde obtener el dinero necesario para poner en marcha una estrategia militar-reactivadora similar a la de 1940-45.
En realidad esa imposibilidad es mucho más fuerte. La economía de los Estados Unidos de 1940 estaba dominada por componentes productivas, principalmente industriales, actualmente el consumismo, toda clase de servicios parasitarios (empezando por la maraña financiera), la decadencia generalizada de la cultura de producción, etcétera, nos indican que ni aun aplicando una inyección de gastos públicos equivalente a la de 1940-45 se podría lograr una reactivación de esa envergadura. El parásito es demasiado grande, su senilidad está muy avanzada, no hay ninguna medicina keynesiana que lo pueda curar o que por lo menos sea capaz de restablecer una parte significativa de su vigor juvenil.
Privatización, informalización y elitización. Lumpen-imperialismo
La guerra asiática, la más ambiciosa de la historia de los Estados Unidos, fracasó tanto desde el ángulo político-militar como del económico, la estrategia de dominación de la franja territorial que va desde los Balcanes hasta Pakistán pasando por Turquía, Siria, Irak, Iran y las ex repúblicas soviéticas de Asia central se encuentra hoy empantanada. Sin embargo, su desarrollo permitió transformar el dispositivo militar del Imperio convirtiendo su maquinaria de guerra tradicional en un sistema flexible a medio camino entre las estructuras formales regidas por la disciplina militar convencional y las informales agrupando una maraña confusa de núcleos operativos oficiales y bandas de mercenarios.
El proceso de integración de mercenarios a las operaciones militares tiene antecedentes en los tramos finales de la guerra fría, la organización de los “contras” en Nicaragua y de los “muyahidines” en Afganistán pueden ser consideradas como los primeros pasos en los años 1970 y 1980 de las nuevas estrategias de intervención. Decenas de miles de mercenarios fueron en esos casos entrenados, armados y financiados con resultados exitosos para el Imperio.
Según diversos estudios sobre el tema, los Estados Unidos y Arabia Saudita gastaron unos 40 mil millones de dólares en las operaciones afganas (donde comenzó su carrera internacional el por entonces joven ingeniero Osama Bin Laden) asestando un golpe decisivo a la URSS (23). Otro paso importante fueron las guerras étnicas en Yugoslavia durante los años 1990, donde los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, principalmente Alemania, desarrollaron una compleja tarea de desintegración de ese país cuyo éxito se apoyó en la utilización de mercenarios, el caso más notorio fue el de guerra de Kosovo donde se destacó el ELK (”Ejército de Liberación de Kosovo”) cuyos integrantes eran principalmente reclutados desde redes mafiosas (tráfico de drogas, etcétera) bajo el mando directo de la CIA extendiendo sus lazos hasta el ISI (servicio de inteligencia de Pakistán). Actualmente, el “estado” kosovar “independiente” aparece vinculado con la intervención de la OTAN en Siria, en Junio de 2012 el ministro de relaciones exteriores de Rusia exigía el cese de las operaciones de desestabilización de Siria realizadas desde Kosovo (24).
Estas nuevas prácticas de intervención fueron acompañadas por un denso proceso de reflexión de los estrategas imperiales disparado por la derrota en Vietnam. La “Guerra de Baja Intensidad” fue uno de sus resultados y las teorizaciones en torno de la llamada “Guerra de Cuarta Generación (4GW)” consolidaron la nueva doctrina en cuyo paper fundacional (1989) redactado por William Lind y tres miembros de las fuerzas armadas de los Estados Unidos y publicado en el “Marine Corps Gazete” (25) son borradas las fronteras entre las áreas civil y militar: toda la sociedad enemiga en especial su identidad cultural pasa a ser el objetivo de la guerra.
La nueva guerra es definida como descentralizada, poniendo el énfasis en la utilización de fuerzas militares “no estatales” (es decir paramilitares), empleando tácticas de desgaste propias de las guerrillas, etc. A ello se agrega el empleo intenso del sistema mediático tanto focalizado contra la sociedad enemiga como abarcando a la llamada “opinión pública global” (el pueblo enemigo es al mismo tiempo atacado psicológicamente y aislado del mundo) combinado con acciones de guerra de alto nivel tecnológico. En este último caso se trata de aprovechar la gigantesca brecha tecnológica existente entre el imperio y la periferia para golpearla sin peligro de respuesta, es lo que los especialistas denominan confrontación asimétrica “high-tech/no-tech”.
Las estadísticas oficiales referidas a los mercenarios son por lo general confusas y parciales, de todos modos algunos datos provenientes de fuentes gubernamentales, civiles o militares, pueden ilustrarnos acerca de la magnitud del fenómeno. En primer lugar el rol del Departamento de Defensa, principal contratista de mercenarios, su presupuesto destinado a esos gastos se incrementó en cerca de un 100 % entre el 2000 y el 2005 empleando modalidades propias de las grandes empresas transnacionales como la tercerización y la relocalización de actividades, lo que ha producido un gigantesco universo en expansión de negocios privados consagrados a la guerra... financiados por el Estado y generadores de intrincados entramados de corrupciones y corruptelas (26).
El llamado “Mando Central” militar de los Estados Unidos (US CENTCOM) dio a conocer recientemente algunos datos significativos: los mercenarios contratados reconocidos en el área de Medio Oriente-Asia Central llegarían a unos 137 mil trabajando directamente para el Pentágono, de ese total solo unos 40 mil serían ciudadanos norteamericanos. Aunque según datos del Departamento de Defensa sumando los datos de Afganistán e Irak estarían en el terreno unos 175 mil soldados regulares y 190 mil mercenarios: el 52 % del total (27).
A estas cifras debemos agregar en primer lugar a los mercenarios contratados por otras áreas del gobierno norteamericano, como el Departamento de Estado y luego los contratos en zonas del mundo como África donde el AFRICOM (mando militar norteamericano en ese continente) ha incrementado exponencialmente sus actividades durante el último lustro y luego debemos incorporar a los mercenarios actuando bajo el mando estratégico norteamericano pero contratados por países vasallos como las petromonarquías del Golfo Pérsico visible en los casos de Libia y Siria.
Deben ser también incluidos los mercenarios operando en otras regiones de Asia y en América Latina. Pero la cuenta no termina allí, ya que a ese universo es necesario agregar a las redes mafiosas y/o paramilitares agrupando en todos los continentes a un “personal disponible” que se autofinancia gracias a actividades ilegales (drogas, prostitución, etcétera) protegidas por diversas agencias de seguridad norteamericanas como la DEA o bien que integra “agencias de seguridad privada”, muy notorias por ejemplo en América Latina legalmente establecidas en los países periféricos y estrechamente vinculadas a agencias privadas norteamericanas y/a la DEA, la CIA u otras organismos de inteligencia del Imperio.
Y la lista sigue... recientemente apareció publicada en el “Washington Post” una investigación referida a la “América ultra secreta” (Top Secret America) de las agencias de seguridad que informa acerca de la existencia actual de 3202 agencias de seguridad (1271 públicas y 1931 privadas) empleando a unas 854 mil personas trabajando en temas de “antiterrorismo”, seguridad interior e inteligencia en general, instaladas en unos 10 mil domicilios en el territorio de los Estados Unidos (28).
Sumando las distintas cifras mencionadas y evaluando datos ocultos algunos expertos adelantan un total aproximado global (dentro y fuera del territorio de los Estados Unidos) próximo al millón de personas combatiendo en la periferia, haciendo espionaje, desarrollando manipulaciones mediáticas, activando “redes sociales”, etcétera. Comparemos por ejemplo ese dato con las aproximadamente 1 millón 400 mil personas que conforman el sistema militar público del Imperio.
Por su parte las tropas regulares han sufrido un rápido proceso de informalización, de ruptura respecto de las normas militares convencionales, conformando comandos de intervención inscriptos en una dinámica abiertamente criminal. Es el caso del llamado Comando Conjunto de Operaciones Especiales o “JSOC” (Joint Special Operations Command). Comando conjunto secreto en línea de mandos directa con el Presidente y el Secretario de Defensa con autoridad para elaborar su lista de asesinatos, tiene su propia división de inteligencia, su flota de drones y aviones de reconocimiento, sus satélites e incluso sus grupos de ciber-gerreros capaces de atacar redes de internet. Dispone de numerosas unidades operativas. Creado en 1980 quedó sepultado por su estrepitoso fracaso en Irán cuando trató de rescatar al personal de la embajada norteamericana en Teherán, fue resucitado recientemente. En 2001 disponía de unos 1800 miembros, actualmente llegarían a 25 mil, en los últimos tiempos ha realizado operaciones letales en Irak, Pakistán, Afganistán, Siria, Libia y muy probablemente en México y Colombia, etcétera. Se trata de un agrupamiento de “escuadrones de la muerte” de alcance global, autorizado para realizar toda clase de operaciones ilegales, desde asesinatos individuales o masivos, hasta sabotajes, intervenciones propias de la guerra psicológica, etcétera. En Septiembre de 2003 Donald Runsfeld había dictado una resolución colocando al JSOC en el centro la estrategia “antiterrorista” global y desde entonces su importancia ha ido en ascenso pasando hoy a ser, bajo la presidencia del premio nobel de la paz Barak Obama, una suerte de ejercito clandestino de claro perfil criminal bajo la órdenes directas del Presidente (29).
Las fuerzas de intervención de los Estados Unidos tienen ahora un sesgo claramente privado-clandestino, en plena “Guerra de Cuarta Generación” funcionan cada vez más al margen de los códigos militares y las convenciones internacionales. Un reciente artículo de Andrew Bacevich describe las etapas de esa mutación durante la década pasada que culminan actualmente en lo que el autor denomina “era Wickers” (actual subsecretario de inteligencia del Departamento de Defensa) focalizada en la eliminación física de “enemigos”, el uso dominante de mercenarios, de campañas mediáticas, redes sociales, todo ello destinado a desestructurar organizaciones y sociedades consideradas hostiles. A comienzos del año pasado la entonces Secretaria de Estado Hillary Clinton pronunció una frase que no requiere mayores explicaciones: “Los Estados Unidos se reservan el derecho de atacar en cualquier lugar del mundo a todo aquello que sea considerado como una amenaza directa para su seguridad nacional” (30).
Si sumamos a esta orientación mercenaria-gangsteril del Imperio, otros aspectos como la financierización integral de su economía dominada por el cortoplacismo, su desintegración social interna con acumulación acelerada de marginales, con una población total que representa el 5 % de la mundial pero con una masa de presos equivalentes al 25 % del total de personas encarceladas en el planeta, etcétera, llegaríamos a la conclusión de que estamos en presencia de una suerte de lumpen imperialismo completamente dominado por intereses parasitarios embarcado en una lógica destructiva de su entorno que al mismo tiempo va degradando sus bases de sustentación interna (31).
La ilusión del metacontrol del caos
Podríamos establecer la convergencia entre la hipótesis de la “economía de guerra permanente” y la del “keynesianismo militar”, este último expresó la primera etapa del fenómeno (aproximadamente entre 1940 y 1970). Fueron los años de la prosperidad imperial cuyos últimos logros ya mezclados con claros síntomas de crisis se prologaron hasta el final de la guerra fría. A esa etapa floreciente le sigue una segunda post keynesiana caracterizada por la dominación financiera, la concentración de ingresos, el desinfle salarial, la marginalización social y la degradación cultural en general donde el aparato militar opera como un acelerador de la decadencia provocando déficits fiscales, y endeudamientos públicos.
La opción por la privatización de la guerra aparece como una respuesta “eficaz” a la declinación del espíritu de combate de la población (dificultades crecientes en el reclutamiento forzado de ciudadanos a partir de la derrota de Vietnam). Sin embargo el remplazo del ciudadano-soldado por el soldado-mercenario o la presencia decisiva de este último termina tarde o temprano por provocar serios daños en el funcionamiento de las estructuras militares: no es lo mismo administrar a ciudadanos normales que a una masa de delincuentes.
Cuando el lumpen, los bandidos predominan en un ejército, el mismo se convierte en un ejército de bandidos y un ejército de bandidos ya no es un ejército. El potencial disociador de los mercenarios es a largo plazo de casi imposible control y su falencias en el combate no pueden ser compensadas sino muy parcialmente por despliegues tecnológicos sumamente costosos y de resultado incierto.
La conformación de fuerzas clandestinas no-mercenarias de elite, respaldadas por un aparato tecnológico sofisticado capaz de descargar golpes puntuales demoledores contra el enemigo, como es el caso del JSOC, son buenos instrumentos terroristas pero no remplazan las funciones de un ejército de ocupación y a mediano plazo (muchas veces a corto plazo) terminan por fortalecer el espíritu de resistencia del enemigo. Podríamos sintetizar de manera caricatural a la nueva estrategia militar del Imperio a partir del predominio de diversas formas de “guerra informal” combinando mercenarios (muchos mercenarios) con escuadrones de la muerte (tipo JSOC), bombardeos masivos, drones, control mediático global, asesinatos tecnológicamente sofisticados de dirigentes periféricos. La guerra se elitiza, se transforma en un conjunto de operaciones mafiosas, se aleja físicamente de la población norteamericana y su cúpula dominante empieza a percibirla como un juego virtual dirigido por gangsters.
Por otra parte la adopción de estructuras mercenarias y clandestinas de intervención externa como forma dominante tiene efectos contraproducentes para el sistema institucional del imperio tanto desde el punto de vista del control administrativo de las operaciones como de las modificaciones (y de la degradación) en las relaciones internas de poder. El comportamiento gangsteril, la mentalidad mafiosa termina por apoderarse de los altos mandos civiles y militares y se traduce al comienzo en acciones externas, periféricas y más adelante (rápidamente) en ajustes de cuentas, en conductas habituales al interior del sistema de poder.
El horizonte objetivo (más allá de los discursos y convicciones oficiales) de la “nueva estrategia” no es el establecimiento de sólidos regímenes vasallos, ni la instalación de ocupaciones militares duraderas controlando territorios de manera directa sino más bien desestabilizar, quebrar estructuras sociales, identidades culturales, degradar o eliminar dirigentes, las experiencias de Irak y Afganistán (y México) y más recientemente las de Libia y Siria confirman esta hipótesis.
Se trata de la estrategia del caos periférico, de la transformación de naciones y regiones más amplias en áreas desintegradas, balcanizadas, con estados-fantasmas, clases sociales (altas, medias y bajas) profundamente degradadas sin capacidad de defensa, de resistencia ante los poderes políticos y económicos de Occidente que podrían así depredar impunemente sus recursos naturales, mercados y recursos humanos (residuales).
Este imperialismo tanático del siglo XXI, se corresponde con tendencias desintegradoras en las sociedades capitalistas dominantes, en primer lugar la de los Estados Unidos. Esas economías han perdido su potencial de crecimiento, hacia finales de 2012 luego de un lustro de crisis financiera oscilaban entre el crecimiento anémico (Estados Unidos), el estancamiento girando hacia la recesión (la Unión Europea) y la contracción productiva (Japón).
Los estados, las empresas y los consumidores están aplastados por las deudas, la suma de deudas públicas y privadas representan más del 500 % del Producto Bruto Interno en Japón e Inglaterra y más del 300 % en Alemania, Francia y los Estados Unidos donde el gobierno federal estuvo en 2011 al borde del default. Y por encima de deudas y sistemas productivos financierizados existe una masa financiera global equivalente a unas veinte veces el Producto Bruto Mundial, motor dinamizador, droga indispensable del sistema que ha dejado de crecer desde hace aproximadamente un lustro y cuyo desinfle tratan de impedir los gobiernos de las potencias centrales.
Se presenta entonces la ilusión de una suerte de metacontrol estratégico desde las grandes alturas, desde las cumbres de Occidente sobre las tierras bajas, periféricas, donde pululan miles de millones de seres humanos cuyas identidades culturales e instituciones son vistas como obstáculos a la depredación. Las elites de Occidente, el imperio colectivo hegemonizado por los Estados Unidos, están cada día más convencidas de que dicha depredación prolongará su vejez, alejará el fantasma de la muerte.
El caos periférico aparece a la vez como el resultado concreto de sus intervenciones militares y financieras (producto de la reproducción decadente de sus sociedades) y como la base de feroces depredaciones. El gigante imperial busca beneficiarse del caos pero termina por introducir el caos entre sus propias filas, la destrucción deseada de la periferia no es otra cosa que la autodestrucción del capitalismo como sistema global, su pérdida veloz de racionalidad. La fantasía acerca del metacontrol imperialista del caos periférico expresa una profunda crisis de percepción, la creencia de que los deseos del poderoso se convierten fácilmente en hechos reales, lo virtual y lo real se confunden conformando un enorme pantano psicológico.
En realidad la “estrategia” de metacontrol imperial del caos, sus formas operativas concretas la convierten en una maraña de tácticas que tienden a conformar una masa crecientemente incoherente, prisionera del corto plazo. Lo que pretende convertirse en la nueva doctrina militar, en un pensamiento estratégico innovador que responde a la realidad global actual facilitando la dominación imperialista del mundo no es otra cosa que una ilusión desesperada generada por la dinámica de la decadencia. Bajo la apariencia de ofensiva estratégica , irrumpen los manotazos históricamente defensivos de un sistema cuya cúpula imperial va perdiendo la capacidad de aprehensión de la totalidad real, la razón de estado se va convirtiendo en un delirio criminal extremadamente peligroso dado el gigantismo tecnológico de los Estado Unidos y sus socios europeos.
Notas:
(1), Ron Suskind, “Without a doubt: faith, certainty and the presidency of George W. Bush”, The New York Times, 17-10-04.
(2), Su exposición desarrollada en la Marshall Society (Cambridge) en la primavera de 1942 fue publicada el año siguiente. Michal Kalecki, “Political Aspects of Full Unemployment”, Political Quaterly, V 14, oct.-dec. 1943.
(3), Michal Kalecki, The Last Phase in the transformation of Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 1972.
(4), Paul Sweezy & Paul Baran, Monopoly Capital, Monthly Review Press, Nueva York, 1966.
(5), Scoot B. MacDonald, “Globalization and the End of the Guns and Butter Economy”, KWR Special Report, 2007.
(6), Oakes, Walter J., “Towards a Permanent War Economy?”, Politics, February 1944.
(7), Ambas citas aparecen en el texto de John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Robert W. McChesney, “The U.S. Imperial Triangle and Military Spending”, Monthly Review, October 2008.
(8), Vance, T. N. 1950, “After Korea What? An Economic Interpretation of U.S. Perspectives”, New International, November–December; Vance, T. N. 1951, “The Permanent Arms Economy”, New International.
(9), Oakes, Walter J, artículo citado.
(10), Paul Sweezy & Paul Baran, libro citado.
(11), Thomas Piketty & Emmanuel Saez, “Top Incomes and the Great Recession: Recent Evolutions and Policy Implications”, 13th Jacques Polak Annual Research Conference, Washington, DC?November 8–9, 2012.
(12), Fuente: U.S. Bureau of Labor Statistics.
(13), Lawrence Mishel and Heidi, “The Wage Implosion”, Economic Policy Institute, June 3, 2009.
(14), FRAC, Food Research and Action Center- SNAP/SNAP/Food Stamp Participation ().
(15), Vance T. N, “The Permanent War Economy”, New International, Vol 17, Nº 1, January-February 1951.
(16), Doménico Losurdo, “Las raices norteamericanas del nazismo”, Enfoques Alternativos, nº 27, Octubre de 2006, Buenos Aires.
(17), Paul Kennedy, “Auge y caída de las grandes potencias”, Plaza & James, Barcelona, 1989.
(18), Chris Hellman, “$ 1,2 Trillon: The Real U.S. National Security Budget No One Wants You to Know About”, Alert Net, March 1, 2011.
(19), Fuentes: SIPRI, Banco Mundial y cálculos propios.
(20), El video de la entrevista Kirchner-Stone publicado por Informed Comment/Juan Cole está localizado en: -angrily-said-war-would-grow-us-economy.html&ei=BYYCUYCnC4P88QSX3oGACA
(21), Peter D. Schiff, “Why Not Another World War ?”, Financial Sense, 19 Jul 2010.
(22), Vance T. N, 1950, artículo citado en (14).
(23), Dilip Hiro, “The Cost of an Afghan 'Victory'”, The Nation, 1999 February 15.
(24), “Una delegación de la oposición siria viajó a Kosovo, en abril de 2012, para la firma oficial de un acuerdo de intercambio de experiencias en materia de guerrilla antigubernamental”. Red Voltaire, “Protesta Rusia contra entrenamiento de provocadores sirios en Kosovo”, 6 de Junio de 2012.
(25), William S. Lind, Colonel Keith Nightengale (USA), Captain John F. Schmitt (USMC), Colonel Joseph W. Sutton (USA), and Lieutenant Colonel Gary I. Wilson (USMCR), “The Changing Face of War: Into the Fourth Generation”, Marine Corps Gazette, October 1989.
(26), David Isenberg, “Contractors and the US Military Empire”, Rise of the Right, Aug 14th, 2012.
(27), David Isenberg, “Contractors in War Zones: Not Exactly “Contracting”, TIME U. S., Oct. 09, 2012.
(28), Dana Priest and William M. Arkin, “Top Secret America. A hidden world, growing beyond control”, Washington Post, July 19, 2010.
(29), Dana Priest and William M. Arkin, “Top Secret America, A look at the military's Joint Special Operations Command”, The Washington Post, September 2, 2011.
(30), Andrew Bacevich, “Uncle Sam, Global Gangster”, TomDispatch.com, February 19, 2012.
(31), Narciso. Isa Conde, “Estados neoliberales y delincuentes”, Aporrea, 20/01/2008, http://www.aporrea.org/tiburon/a49620.html
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