Los países que
forman parte del TPP son Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia,
México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam
Compartimos esta
nota de Sergio Martín-Carrillo, aparecida anteayer en el sitio web del Centro Estratégico Latinoamericano
de Geopolítica (http://www.celag.org):
Título: Ajedrez y
reequilibrio de fuerzas: la firma del TTP
Texto: Más allá
de las pretensiones estadounidenses de convertir al siglo XXI en un nuevo siglo
norteamericano, estos años nos dejan la disputa en la transición sistémica
hacia un nuevo orden internacional de carácter multipolar. En este proceso
sigue estando presente el liderazgo de Estados Unidos; sin embargo, tomando la
reflexión de Arrighi, este liderazgo ya no puede definirse como hegemónico,
sino que nos encontramos ante un liderazgo que supone una “dominación sin
hegemonía”. A lo que cabría añadir que esta dominación se encuentra en un claro
proceso de decadencia.
Con el objetivo
de mantener su posición en el sistema internacional, EEUU sigue utilizando las
viejas armas económicas y comerciales para intentar recuperar, o al menos
retener, su poder. Este poder queda determinado a través del proceso de
dominación de unas economías sobre otras, sustentado en un comercio desigual, donde
la economía más poderosa consigue extraer el excedente de aquellas más débiles.
Esta estrategia no es para nada nueva, sin embargo, ahora se circunscribe a un
nuevo momento histórico en el cual los EEUU ven por primera vez amenazado su
espacio de dominación en el sistema internacional. El Acuerdo de Libre Comercio
a gran escala en el Pacífico, o Acuerdo Transpacífico (TPP), supone el mayor
pacto librecambrista de la historia, aglutinando al 40% del PIB mundial en un
conglomerado fuertemente heterogéneo y desigual de 12 países1, formando una
gran fanesca donde claramente habrá ganadores y perdedores.
Mucho se ha
escrito ya del secretismo de las negociaciones del TPP, más propio de un pacto
entre mafias que de gobiernos. La mirada que aquí se intenta dar va más
encaminada a evidenciar las dos grandes pugnas en juego, una ideológica y otra
geoeconómica, que este acuerdo pone sobre la mesa.
La primera de las
pugnas, de marcado carácter ideológico, es aquella que enfrenta a gobiernos y
empresas. La misma también podemos recodificarla como aquella que enfrenta a un
Estado fuerte que vela por el bienestar de las grandes mayorías, contra un
Estado adelgazado y corporativista a favor de las grandes oligarquías propio
del Neoliberalismo. El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, lleva meses
alertando que la firma del TPP pondría a los Estados en un nivel subordinado a
los intereses privados del capital transnacional. Esto, debido a que los
capitales transnacionales tendrán la posibilidad de demandar a un gobierno por
la supuesta reducción de las ganancias esperadas en el futuro motivadas por el
cambio de reglamentación. Un ejemplo utilizado por el propio Stiglitz hacía
referencia a la posibilidad de que una empresa fabricante de cigarrillos,
podría demandar a un gobierno que la obligara a informar a la población sobre
los riesgos que este producto tendría para la salud de los consumidores. Es
decir, el derecho a la salud quedaría subordinado al derecho de la acumulación
capitalista. Y por supuesto, que no haya ninguna duda, las demandas presentadas
por las empresas se tramitarían en instituciones de arbitraje privadas.
Esto supone una
profundización del modelo neoliberal, una marcha hacia delante cuando es
indudable la crisis que el actual sistema de acumulación presenta. El proceso
de financierización de la economía acontecido a partir de los 70’ se ve
agravado por la retirada progresiva, que este tipo de acuerdos fomenta, del
Estado garante del bienestar social en los países del centro de la
economía-mundo capitalista.
La otra pugna, la
geoeconómica, es la que se circunscribe dentro de transición sistémica en el
orden internacional. Aquella que enfrenta a las dos principales economías del
planeta, EEUU y China. No hablamos de que el nuevo orden internacional sólo
tenga estos dos actores, como un remake del anterior sistema bipolar cambiando
a uno de sus protagonistas. Es indudable que en el momento actual son varios
los polos que intentan construir centros de decisión política y económica. Sin
embargo, desde los Estados Unidos, se ha puesto el foco en China y su creciente
protagonismo en la escena internacional debido a su poder económico, comercial,
demográfico y como no, diplomático.
Uno de los hechos
que caracterizan a un sistema internacional en transición es que ninguno de los
polos, ni lo viejos ni los nuevos, son capaces de imponer un poder suficiente
para establecer las reglas del juego que asienten el nuevo orden mundial. En
esta disputa por ver quien es más fuerte, China dio un fuerte golpe sobre la
mesa, junto a sus aliados dentro de los BRICS, al crear un nuevo banco de
desarrollo que busca romper el monopolio del sistema monetario y financiero
internacional que surgió en Bretton Woods. Obama ha entendido el desafío, y el
mismo día de la firma del TPP afirmaba “no podemos dejar que China escriba las
reglas de la economía mundial”. La visión geoeconómica está servida, y Estados
Unidos quiere mantener a raya a China aumentando la influencia estadounidense
en Asia, con una idea, mantener a las economías del Pacífico subordinadas a sus
intereses a partir de una relación de intercambio desigual.
El TPP supone una
respuesta a la lectura acertada por parte de EEUU del desplazamiento económico
y comercial hacia el Pacífico. Sin embargo, el TPP es el primer paso en la
estrategia de Estados Unidos para seguir manteniendo la centralidad en el
comercio internacional. El segundo paso es la firma de un acuerdo de similares
características con la Unión Europea, Acuerdo Transatlántico de Comercio e
Inversiones, también caracterizado por el secretismo, donde las escasas
filtraciones que se van conociendo, también dejan a los gobiernos en posiciones
vulnerables frente al capital trasnacional.
A todo esto no
hay que olvidar que hubo un intento anterior, cuando del TLCAN firmado por las
tres economías norteamericanas, se intentó formar el ALCA con todo el
continente americano. Aquí sí, el continente dijo que no en la IV Cumbre de las
Américas celebrada en el Mar del Plata. Y a partir de ese momento la región latinoamericana
empezó a configurarse como otro de los centros de decisión política y económica
a nivel global. El tablero está puesto y los participantes mueven sus fichas.
En juego: la correlación de fuerzas en el sistema multipolar en construcción.
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