No resistimos la tentación de re-postear esta nota que Montserrat
Mestre subió al ilustre sitio web El Pájaro Rojo, de Juan José Salinas. Una
joya para coleccionar, chicos; el neoliberalismo en acción. Sí, también a cargo
de David Cameron, el de los chanchos muertos (http://astroboy-en-multiverso.blogspot.com.ar/2015/09/derrumbe-de-las-elites-neoliberales-de.html).
Título: REINO UNIDO: Los desempleados obesos o con
adicciones dejarán de cobrar ayudas públicas
Texto: El pasado febrero el primer ministro de Reino Unido,
David Cameron, anunció su plan para retirar las prestaciones sociales a los
desempleados británicos obesos o con problemas de adicciones. Para calibrar
mejor el cinismo de esta idea es importante conocer algunos datos.
En Europa, la obesidad grave será una verdadero problema de
salud pública dentro de 15 años, según estudios estadísticos de la OMS en 53
países europeos. A la cabeza de esta pandemia están el Reino Unido e Irlanda y
una de las causas señaladas por los investigadores del problema es justamente
el excesivo liberalismo económico en ambos países: “el Reino Unido e Irlanda,
donde la prevalencia de la obesidad es una de los más elevadas, poseen
economías de mercado liberales reguladas de una forma similar a EEUU, donde las
grandes empresas multinacionales de la alimentación tratan de maximizar sus
ganancias promoviendo el consumo excesivo de alimentos; sin embargo, países
como Holanda,Bélgica, Suecia, Dinamarca, Finlandia o Austria tienen economías
de mercado más reguladas”.
Desde organizaciones científicas señalan también las
presiones de la industria alimentaria, que se opone a que se pongan al alcance
de todos los bolsillos los alimentos saludables, que en Europa son mucho más
caros que la comida basura. Por ejemplo, en un McDonald´s una persona se puede
saciar por 1 euro, en cambio si quisiera comer comida saludable, con 1 euro
podría comprar 1 litro de leche; o dos barras de pan industrial en un
supermercado barato. Un euro no le alcanzaría ni para un kilo de la fruta más
barata, ni para media docena de huevos, y tendría que buscar mucho para que le
alcanzara para un kilo de patatas. Con subsidios de desempleo de 300 ó 400
euros -que son la media en Europa- ¿cómo pretenden la gente se pague una alimentación sana? Por
otra parte, los desempleados que recurren a los Bancos de Alimentos o Cáritas,
lo que reciben en la caja son mayomente hidratos de carbono y productos dulces:
muchos fideos, tomate en lata (que ya no es “al natural” sino que lleva azúcar),
galletitas dulces y leche. Con la
crisis, implementar esta medida es aun más canalla de lo que de entrada ya
supone.
Los científicos coinciden en que la epidemia de obesidad se
ha globalizado en los últimos 20 años, cuando antes era un problema típico de
los EEUU. Y aquí es donde entra el gran responsable de esta crisis de salud: la
larga mano de las multinacionales de la alimentación que se han extendido por
todo el mundo. Las asociaciones médicas británicas han pedido al gobierno que
prohiba los anuncios televisivos de “comida basura” en horario infantil, ya que
la tasa de niños obesos crece constantemente. En Irlanda el 27,5 % de los
menores de 5 años están obesos y en el Reino Unido, el 23,1%. España se
encuentra a mitad de la lista, con un 18,4% de menores de 5 años con obesidad.
Las grandes firmas internacionales han comprado todas las
pequeñas industrias nacionales, incluso locales, de alimentación, conservando
en muchos casos el nombre pero cambiando los ingredientes. Es decir, han
sustituido los ingredientes locales y de proximidad por otros que compran en
grandes cantidades en los lugares más remotos del planeta, el producto se
manufactura en el otro extremo del mundo, y para su conservación se añaden
grasas saturadas, o se sustituyen ingredientes por otros de menor calidad.
En la feroz competición entres las dos o tres
multinacionales que han copado el mercado, se añaden todo tipo de ingredientes
a todos los productos para resultar más atractivos y sabrosos para el
consumidor: todo lleva nata, montañas de azúcar y extractos de media docena de
cosas exóticas que uno nunca ha visto ni oído hablar.
Además, a todos los alimentos se les agregan suplementos de
vitaminas y minerales, que antes sólo se tomaban por prescripcion médica: la
leche, los yogures, los huevos, el atún, los fideos , los cereales, las
galletitas, vienen “enriquecidos” con dos o tres vitaminas, un par de minerales
y “ácidos grasos” de 2 ó 3 clases. Obviamente esto encarece los productos, pero
lo más grave es que la gente está tomando suplementos que ningún facultativo ha
dicho que necesiten. Todo eso sin contar, con el tema de las hormonas de
crecimiento que han recibido todos los animales de granja y establo, criados
para consumo o para la industria lechera.
Hay otro punto que demuestra claramente la responsabilidad
de la globalización y la llegada a todo el mundo de las multinacionales de la
alimentación, en esta epidemia de obesidad de la cual ahora el Reino Unido -y
no dudo que pronto saldrán gobiernos que lo imiten- quiere responsabilizar y
condenar a los ciudadanos, normalmente los más pobres y desinformados.
Me refiero a algo fácil de apreciar si uno viaja por los
países donde la larga mano de las multinacionales de la alimentación no campa a
sus anchas, por ejemplo, en la Federación Rusa no se ven obesos. Hay, como
siempre ha habido en todos lados algunas personas mayores con unos kilos de
más, pero no gente con obesidad severa como se ve por decenas en las calles del
Reino Unido, Irlanda, Alemania o EEUU. También se puede comprobar a simple
vista, a la salida de cualquier escuela en España, lo que está ocurriendo con
los niños asiáticos hijos de inmigrantes, que se están criando aquí y adoptan
la dieta “globalizada” (hamburguesas y patatas fritas industriales, bollería
industrial, bebidas gaseosas, refrescos azucarados): tienen serios problemas de
obesidad infantil.
Que el gobierno de Cameron quiera ahora responsabilizar a la
gente por los desmanes de la industria alimentaria, es una canallada que no
tiene nombre. O sí, tiene uno: en Europa ya conocimos un sistema que
responsabilizó a los individuos por sus enfermedades crónicas, sus minusvalías
o por haber nacido con alguna discapacidad y los eliminó, porque como dice
Cameron “costaban mucho dinero a la sociedad”.
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