sábado, 29 de julio de 2017

Mientras tanto, en Brasil...


Siguen mal las cosas en Brasil, con Michel Temer que no termina de caer (attenti, Mauri), y la economía de ese país que posiblemente termine el año nuevamente con signo negativo. Las dos notas que siguen son de Eric Nepomuceno para Página/12. La primera es de ayer:


Título: Sobrevivir a cualquier precio

Texto: Pocas cosas son tan patéticas, y a la vez tan reveladoras, como las que vive Brasil en estos tiempos de tinieblas. Tenemos a un presidente ilegítimo, un traidor vil que sirvió de elemento esencial para que el gran capital y el neoliberalismo más fundamentalista lograsen lo que las urnas electorales les había negado desde 2003: el poder.

Figura de estatura ínfima en todos los sentidos, de la política a la moral, Michel Temer representa, a la vez, uno de los más graves equívocos de Lula da Silva y del PT, que determinaron que semejante tipo fuese el compañero de fórmula electoral de Dilma Rousseff.

¿Por qué? Porque la legislación electoral en Brasil es absurda. Existen hoy como 28 partidos con representación parlamentaria, lo que hace imposible que el presidente electo llegue con mayoría en el Congreso. Pactar es inevitable. El problema, entonces, es otro: ¿pactar con quién? Pues con el que pueda asegurar esa mayoría. Alianzas espurias, desde luego, pero al fin y al cabo, alianzas. Y Temer, sólido corrupto y conocedor de los vericuetos de la compra y venta de diputados, parecía el tipo indicado.

Es en este punto específico que aparece el peligro: cuando se convive, como ha sido el caso de Dilma Rousseff en su segundo y frustrado mandato, con la peor, en todos los aspectos –moral, ético, ideológico–, legislatura en décadas, es casi inevitable que esa alianza se dé con canallas. Todos sometidos al poder del entonces vicepresidente, Michel Temer, y todos, claro, dispuestos a traicionar a cambio de diez porotos.

Si a ese cuadro se suma una presidenta sin carisma popular y de escasísimo talento para la negociación, se tiene completo el cuadro de antecedentes que llevó Brasil al callejón sin salida en que se encuentra.

Luego de la cuarta derrota electoral consecutiva frente al PT, el gran capital, las multinacionales, los medios hegemónicos de comunicación y esa sacrosanta e inasible entidad llamada “mercado” se dieron cuenta de que ya era hora de terminar con la fiesta. Y así nació el golpe armado y estructurado por el senador Aécio Neves (luego grabado cometiendo altos actos de corrupción), ejecutado por el entonces presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha (ahora en la cárcel), avalado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (que trata de armar escudos contra denuncias), y llevado a cabo por un Congreso en el que más de un tercio de los diputados y senadores se encuentran bajo investigación o fueron denunciados por corruptos.

Pasado más de un año desde la destitución de Dilma Rousseff y sus 54 millones 500 mil votos, lo que se ve es un país devastado. Los últimos sondeos indican que el gobierno ostenta el respaldo de alrededor del cinco por ciento de los brasileños.

Mientras llueven fundadas denuncias contra Temer y sus asesores más directos y poderosos, los medios hegemónicos de comunicación que fueron fundamentales para el golpe abandonan al náufrago, en especial Globo, principal responsable de que se llegara donde se llegó. También las federaciones patronales no ocultan su malestar por la demora en implantar “reformas” que benefician al capital y destrozan derechos laborales y sociales, y por la inmensa incapacidad del gobierno para impedir que la recesión no solo persista como se profundice

Los neoliberales del PSDB del ex presidente Cardoso están divididos entre los que defienden mantenerse en el gobierno y los que exigen la salida. Involucrados en sus propios escándalos, no quieren ver los de Temer y su pandilla sumado a los suyos.

La economía desangra y hay amenaza de colapso: varios sectores públicos disponen de presupuesto solamente hasta septiembre, y no se sabe de dónde sacar lo que falta. Los cortes drásticos de recursos en educación, salud pública, seguridad, hicieron que ya no haya de dónde amputar más.

Frente a ese cuadro drástico, ¿qué hace el gobierno? Trata de sobrevivir a cualquier precio e impedir que Temer sea defenestrado, lo que provocaría una fuerte presión popular para que se anticipen las elecciones previstas para octubre del año que viene. Además, destituidos, Temer y su grupo irían a parar directamente a la justicia común.

Para resistir, el gobierno aumenta de manera espectacular los gastos con publicidad inútil y distribuye océanos de dinero para comprar los votos de diputados para impedir que la Corte Suprema lo investigue.

El temor de Temer, sin embargo, no está solamente en que lo catapulten por corrupción: es que aunque la escandalosa compra de diputados resulte, él podrá ser expelido por inviable a los intereses del mercado. Ya quedó claro que el déficit fiscal previsto en astronómicos 139 mil millones de reales (unos 44 mil millones de dólares) no será alcanzado. Se prevé al menos unos siete mil millones de dólares más.

No hay la más ínfima perspectiva de retorno de inversiones, ni para que se recupere parte significativa de puestos laborales a mediano plazo. El consumo, mientras tanto, está por los suelos, y la tendencia es que se hunda cada vez más.

Para evitar ser juzgado, Temer distribuye alegremente miles de millones mientras su ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, insiste en cortar gastos básicos (hasta la emisión de pasaportes fue suspendida) en defensa del tan ambicionado ‘equilibrio fiscal’.

Por si todo eso fuera poco, ahora se supo que Meirelles, el niño mimado del mercado, ganó nada menos que 86 millones de dólares como “consultor”. Es una cifra capaz de provocarle surtos de envidia en consultores, digamos, del porte de Henry Kissinger.

Sobran razones para sospechar que esa montaña de dinero no vino exactamente de “consultorías”, sino de algo más. El dinero, claro, fue depositado en el exterior.

Cada vez que uno cree que no hay más cómo hundir al país, aparece algo nuevo para indicar que el pozo no tiene fondo.


***

La nota que sigue, del mismo autor, es del 16 de julio:


Título: Temporal de maldades en un país destrozado

Texto: La destrucción de un país –el más poblado y que tiene la mayor economía de América Latina– a raíz del golpe institucional del año pasado se da en varios niveles. Los que llevan adelante un plan macabro cuyo objetivo es arrasar todo lo conquistado en las últimas décadas, parte (pequeña, es verdad, pero real) bajo los mandatos del presidente Fernando Henrique Cardoso pero muy especialmente bajo los de Lula da Silva y, mal que bien, preservados por su sucesora, Dilma Rousseff, no cesan de dar amplias y consistentes pruebas de que desconocen límites. Con tal de atender a la voluntad soberana de esa sacrosanta e invisible entidad llamada ‘mercado’, disparan una formidable secuencia de maldades impensadas hasta hace poco.

En el campo ético, por ejemplo, Michel Temer y su nutrido grupo de bucaneros luce un repertorio infinito de maniobras increíbles. ¿Hay que votar en la Comisión de Constitución y Justicia de la Cámara de Diputados un pedido de apertura de juicio al presidente en el Supremo Tribunal Federal? Ningún problema. Basta con maniobrar a los líderes de partidos sin vestigio de escrúpulos para reemplazar los miembros de poco fiar.

Resultado: 40 votos favorables al presidente acusado, con hartísimas pruebas, de corrupción. Claro que todo en la vida tiene su precio. En este caso, de los 40 votos favorables a Temer, 36 fueron dados por diputados que tuvieron liberadas, de ultimísima hora, ‘enmiendas presupuestarias’. Valor total: 134 millones de reales, o sea, unos 42 millones de dólares. Poco más de un millón cien mil dólares por voto. Es poco: al fin y al cabo, si no fueran los que reemplazaron los integrantes originales de la Comisión, Temer hubiera sido derrotado.

El problema ahora es saber cuánto podrá costar cada voto favorable en el pleno de la Cámara, cuya reunión está prevista para el miércoles dos de agosto. Nuevas y poderosísimas bombas seguramente irán explotar en las próximas dos semanas –en el Brasil actual dos semanas son toda una eternidad–, y el precio de cada voto podrá llegar a las nubes.

Temer y sus acólitos consideran que esa primera victoria lo fortaleció junto a la ‘base aliada’, y en este punto tienen razón. Se olvidan, sin embargo, que nuevas y muy peligrosa amenazas siguen brotando a cada día.

El pasado viernes, por ejemplo, se supo la propuesta de “delación premiada” del ex diputado y actual presidiario Eduardo Cunha, fue aprobada por el Ministerio Público Federal. Cunha había sido un elemento clave en el golpe que destituyó a la presidente Dilma Rousseff e instaló en el poder al grupo encabezado por Temer, dirigido por el senador Aecio Neves y sometido a todas las exigencias del “mercado”. A cambio de disminuir su condena de 15 años de cárcel, Cunha se compromete a revelar el mecanismo de compra de votos de colegas para destituir Dilma Rousseff. Además de indicar los respectivos partidos, las cantidades, las fuentes pagadoras y los intermediarios de las negociaciones y revelar cuáles fueron los colegas contactados directamente por él, Cunha también nombraría a los que quedaron bajo encargo del propio Michel Temer .

Mientras, prosigue la destrucción del país. El Senado aprobó, y Temer sancionó, una reforma laboral que más que imponer la precarización de las condiciones de trabajo las destroza. Una victoria incontestable del empresariado, del “mercado”,  que prevé barbaridades. Es fácil darse cuenta que el significado de  “derecho laboral” sufrió una inversión total.  

Por ejemplo: los trabajadores contratados tendrán el derecho a negociar con sus patrones si a cada ocho horas de labor dispondrán de 30 minutos para almorzar, la mitad de lo que prevé la actual legislación. Si prefieren jornadas de doce horas diarias, y no las de ocho actuales. Si en lugar de vacaciones de 30 días seguidos, prefieren repartirlas en periodos menores. Las mujeres gestantes o lactantes, a su vez, tendrán derecho a trabajar en condiciones y ambientes de insalubridad, siempre que el médico del trabajo las autorice. Empleados y empleadas, además, tendrán el derecho a aceptar el resultado de negociaciones bilaterales aunque violen lo que prevé la ley. Y más: los reajustes salariales podrán ser conducidos por la patronal ya no se negociarán con los sindicatos, sino de empresa a empresa y, si se da el caso, con cada sector de una misma compañía.

El Ministerio Público del Trabajo aseguró que la “reforma laboral” aprobada por el Congreso no se sabe a qué precio destroza la clase trabajadora y significa un retroceso brutal. La Organización Internacional del Trabajo recriminó con insólita contundencia la nueva legislación.

Pues así andan las cosas en el país que tuvo en Lula da Silva el primer presidente obrero de su historia. Y que con ese presidente avanzó, en términos sociales, todo lo que ahora se retrotrae de manera impiadosa.

El mismo presidente que fue condenado por un juez fundamentalista sin prueba alguna. Y que si no lo inhabilitan en un golpe judicial, participará, como franco favorito, en las presidenciales del año que viene. 


1 comentario:

  1. "Pactar es inevitable. El problema, entonces, es otro: ¿pactar con quién?"
    Parece Argentina 2013

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