Firme en su
política oficial, el diario español El País vuelve hoy a tirarle mierda a
América Latina en su conjunto. Bien mirado, es justo y necesario que así sea: España es hoy un
prado florido de esperanza y sosiego, Europa un océano de calma y alegría. Es
así que los muchachos de El País deben ponerle el cuerpo a situaciones
realmente difíciles, como las que nos ocurren por acá, estos barriales pútridos a donde no conviene llevar a tu novia. Gracias, chicos! El
prócer de hoy, Juan de Onis, nos sermonea de este modo:
Título: El
desmadre latinoamericano
Epígrafe: La
región se encuentra al borde del caos social por la corrupción y la violencia
de grupos poderosos que proliferan desde México a Argentina, pasando por
Venezuela y Brasil
Texto: Las rosas,
cuando rojas, transmiten un mensaje de amor. Las palomas, cuando vuelan libres,
son un símbolo de la paz. Las leyes, cuando son obedecidas, son justicia y
orden social. Las tres juntas -amor, paz y justicia- son lo que hacen que una
sociedad sea civilizada, Cuando las rosas se marchitan por falta de riego,
cuando las palomas ya no vuelan porque los cazadores las matan, y cuando los
contraventores se burlan de las leyes con impunidad se produce lo que los
mexicanos llaman el desmadre. América Latina se encuentra al borde de ese caos
social por la corrupción y la violencia de grupos poderosos que proliferan
desde México a Argentina, pasando por Venezuela y Brasil, entre otros. El
ambiente cívico es de desasosiego y desilusión, con gran desgaste para la
democracia política. Hay protestas callejeras, pero sin grandes esperanzas ni
proyectos muy claros.
Es cierto que ha
habido reacciones alentadoras ante la crisis. Los procuradores del poderoso
Ministerio Público Federal en Brasil han destapado escándalos colosales de
corrupción en Petrobras, la gran empresa nacional del petróleo, y la justicia
ha condenado a penas de confinamiento a figuras importantes del Partido de los
Trabajadores, el partido de Gobierno, acusados de organizar un esquema de
sobornos con fondos públicos para dominar el Congreso. La corte suprema de
Argentina bloqueó los intentos de la presidenta Cristina Kirchner de nombrar
nuevos jueces que votarían a favor de extender el período presidencial y
perpetuar su sector peronista en el poder. Las elecciones legislativas del
domingo en México contaron con un gran despliegue de fuerzas militares para
contrarrestar las amenazas de violencia de los bandos de narcotraficantes que
ejercen gran poder político y, con esa seguridad, los partidos minoritarios de
oposición ganaron terreno frente al gobernante PRI, aunque el presidente Enrique
Peña Nieto retuvo la mayoría necesaria en el Congreso para avanzar con su
programa de reformas. En Venezuela, los partidos de oposición al Gobierno
represivo del presidente Nicolás Maduro han movilizado apoyo popular y presión
internacional para que se realicen elecciones limpias este año, que pueden
terminar con el régimen chavista. Y en Colombia, un país clave, donde la
guerrilla de las FARC pactó con narcotraficantes para financiar su insurgencia
política, las fuerzas armadas han conseguido reducir las regiones controladas
por las FARC y debilitado sus principales lideranzas. Con esto, la más poderosa
guerrilla de América Latina ha entrado a negociar un acuerdo de paz con el
Gobierno colombiano que tiene como su principal objetivo imponer el respeto a
la ley con justicia social y democracia en un país de 40 millones de habitantes
donde la violencia política ha dejado 220.000 víctimas en 50 años de lucha
fratricida.
Sin embargo,
todavía falta en la región una toma de conciencia por el gran público de que la
corrupción, que produce violencia política y desvío de escasos recursos
públicos para fines ilícitos, tiene que ser arrancada de raíz. El problema es
sistémico y no hay lugar para contemporizaciones. Hay quienes dicen que la
cultura política de los latinos es tolerante con la corrupción. “Todos lo
hacen” dijo el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva como jusfiticación
cuando su partido fue acusado de corromper el Congreso. Con el escándalo de
Petrobras golpeando nuevamente su imagen, el PT realizó su octavo congreso
nacional la semana pasada en Salvador de Bahía conmemorando los 35 anos de su
fundación, pero sin una palabra en sus discursos oficiales sobre la corrupción.
La mala costumbre, sin embargo, no es la ley, y es hora de que las normas se
hagan cumplir por la vía de la justicia cuando el crimen político se comprueba.
El político condenado por corrupción debe ser descalificado para ejercer cargos
públicos.
El tema de la
corrupción ha calado hondo en la conciencia latinoamericana con el destape del
imperio corrupto instalado en la FIFA, el órgano regulador máximo del deporte
más popular del mundo. La renuncia de Joseph Sepp Blatter, el supremo de la
FIFA, ya señala el camino para muchas otras autoridades nacionales que están
siendo procesadas por la justicia norteamericana. Ojalá esta sacudida tenga el
efecto de multiplicar la presión para reformas políticas en la región que creen
mecanismos para combatir los efectos nefastos de la corrupción en las
instituciones que son necesarias para una democracia sana, como un congreso
fiscalizador y un poder judicial independiente. Para esto les sociedades
latinoamericanas tienen que generar anticuerpos vigorosos para expulsar la
corrupción donde aparezca. No hay término medio.
El papa Francisco,
con su habitual franqueza, ha denunciado la corrupción como el gran pecado
antisocial. Poco después de asumir su papado en 2013, el primer papa
latinoamericano afirmó: “La credibilidad política, perdida por causa de la
corrupción y de la práctica interesada con la que gran parte de los políticos
ejerce su mandato, no puede ser recuperada si no se respetan los derechos de
los más vulnerables”.
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