En la foto, el
papa Francisco ofrece la bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al
mundo) desde el balcón central de la basílica de San Pedro en el Vaticano, el
día de hoy, 25 de diciembre de 2014.
A continuación se
reproduce el texto oficial en español de su mensaje navideño. En el mismo habla de los niños y repite cinco veces que Jesús es el salvador del mundo. Fija cierto tipo de agenda al
hablar de Siria, Irak, Nigeria, Ucrania, Libia, Sudán del Sur, Congo, República
Centroafricana, Liberia, Sierra Leona, Guinea, Pakistán y de israelíes y
palestinos. La traducción es mala:
“Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!
Jesús, el Hijo de
Dios, el Salvador del mundo, nos ha nacido. Ha nacido en Belén de una virgen,
cumpliendo las antiguas profecías. La virgen se llama María, y su esposo José.
Son personas
humildes, llenas de esperanza en la bondad de Dios, que acogen a Jesús y lo
reconocen. Así, el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, que fueron corriendo
a la cueva y adoraron al niño. Y luego el Espíritu guio a los ancianos Simeón y
Ana en el templo de Jerusalén, y reconocieron en Jesús al Mesías. ”Mis ojos han
visto a tu Salvador - exclama Simeón -, a quien has presentado ante todos los
pueblos“ (Lc 2,30).
Sí, hermanos,
Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos.
A él, el Salvador
del mundo, le pido hoy que guarde a nuestros hermanos y hermanas de Irak y de
Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos del conflicto que
aún perdura y, junto con los pertenecientes a otros grupos étnicos y
religiosos, sufren una persecución brutal. Que la Navidad les traiga esperanza,
así como a tantos desplazados, prófugos y refugiados, niños, adultos y
ancianos, de aquella región y de todo el mundo; que la indiferencia se
transforme en cercanía y el rechazo en acogida, para que los que ahora están
sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a
los rigores del invierno, puedan regresar a sus países y vivir con dignidad.
Que el Señor abra los corazones a la confianza y otorgue la paz a todo el Medio
Oriente, a partir la tierra bendecida por su nacimiento, sosteniendo los
esfuerzos de los que se comprometen activamente en el diálogo entre israelíes y
palestinos.
Que Jesús,
Salvador del mundo, custodie a cuantos están sufriendo en Ucrania y conceda a
esa amada tierra superar las tensiones, vencer el odio y la violencia y
emprender un nuevo camino de fraternidad y reconciliación.
Que Cristo Salvador
conceda paz a Nigeria, donde se derrama más sangre y demasiadas personas son
apartadas injustamente de sus seres queridos y retenidas como rehenes o
masacradas. También invoco la paz para otras partes del continente africano.
Pienso, en particular, en Libia, el Sudán del Sur, la República Centroafricana
y varias regiones de la República Democrática del Congo; y pido a todos los que
tienen responsabilidades políticas a que se comprometan, mediante el diálogo, a
superar contrastes y construir una convivencia fraterna duradera.
Que Jesús salve a
tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y trata de
personas, o forzados a convertirse en soldados; niños, tantos niños que sufren
abusos. Que consuele a las familias de los niños muertos en Pakistán la semana
pasada. Que sea cercano a los que sufren por enfermedad, en particular a las
víctimas de la epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y
Guinea. Agradezco de corazón a los que se están esforzando con valentía para ayudar
a los enfermos y sus familias, y renuevo un llamamiento ardiente a que se
garantice la atención y el tratamiento necesario.
El Niño Jesús.
Pienso en todos los niños hoy maltratados y muertos, sea los que lo padecen
antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres y sepultados en
el egoísmo de una cultura que no ama la vida; sean los niños desplazados a
causa de las guerras y las persecuciones, sujetos a abusos y explotación ante
nuestros ojos y con nuestro silencio cómplice; a los niños masacrados en los
bombardeos, incluso allí donde ha nacido el Hijo de Dios. Todavía hoy, su
silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes. Sobre su sangre
campea hoy la sombra de los actuales Herodes. Hay verdaderamente muchas
lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.
Queridos hermanos
y hermanas, que el Espíritu Santo ilumine hoy nuestros corazones, para que
podamos reconocer en el Niño Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, la
salvación que Dios nos da a cada uno de nosotros, a todos los hombres y todos
los pueblos de la tierra. Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio,
se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la
esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de
corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia, en
la globalización de la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las
armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así
podremos decir con júbilo: ”Nuestros ojos han visto a tu Salvador“.
Con estos
pensamientos, feliz Navidad a todos.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario