viernes, 26 de diciembre de 2014

Navidad en Nueva Rusia

Alexandr Zajárchenko, líder de Donetsk, Nueva Rusia

Acá van dos notas sobre la situación actual en la Nueva Rusia, más precisamente en la región de Donbass. Frías, tristes navidades este año por allí. Mandamos un cálido saludo a todo el pueblo de la Nueva Rusia.

La primera nota viene del diario El País de España:

Título: Canceladas las negociaciones de paz para el este de Ucrania

Subtítulo: Tras retomar el diálogo el miércoles, los dos bandos cancelan la reunión de este viernes

Texto: La reunión entre el Gobierno de Kiev y los rebeldes prorrusos para negociar la paz en el este de Ucrania, programada para este viernes en Minsk, ha sido cancelada, según confirmaron tanto los separatistas como el ministerio bielorruso de Asuntos Exteriores.

"Los representantes de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk no tomaremos parte en las negociaciones de este viernes", anunció el negociador jefe de los sublevados de Lugansk, Vladislav Deinego, citado por las agencias rusas.

La cancelación de la segunda reunión del Grupo de Contacto de Minsk, formato en el que negocian los dos bandos enfrentados en el este de Ucrania, con mediación de Rusia y la OSCE, fue confirmada por el secretario de prensa de la cancillería bielorrusa, Dmitri Mirónchik.

Una fuente cercana a las autoridades ucranianas aseguró a Interfax que los sublevados han incumplido el compromiso de intercambiar prisioneros antes de este viernes, alcanzado hace dos días en la capital bielorrusa.

Tanto los separatistas como el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU, en sus siglas en ucraniano, antiguo KGB), confirmaron el jueves el acuerdo para intercambiar 150 soldados ucranianos por 225 rebeldes, que según Kiev debía llevarse a cabo antes de la mañana de la reunión.

Sin embargo, Deinego aseguró este viernes que el plazo acordado para ese primer intercambio de prisioneros no vence hasta el próximo martes 30 de diciembre.

Poco antes, el negociador jefe de los rebeldes de Donetsk, Denís Pushilin, aseguró que los prorrusos habían "completado a través de la OSCE todos los procedimientos" para acudir hoy a la cita en Minsk, pero han sido "ignorados por Ucrania".

Con la salvedad del intercambio de prisioneros, las partes no alcanzaron acuerdos en firme sobre el resto de la agenda anunciada por la OSCE antes de la reunión del miércoles, entre ellos la retirada del armamento pesado de la línea de contacto entre los dos bandos y la apertura de corredores para cargas humanitarias.

Aunque el repliegue del armamento pesado y la creación de una zona de seguridad de 30 kilómetros fue sellado en el Memorándum de Minsk el pasado 20 de septiembre, más de tres meses después este acuerdo sigue sin ser una realidad.


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Por último, reproducimos un artículo de Nahia Sanzo para Slavyangrad.es, sobre los potenciales escenarios de guerra o paz en la región del Donbass, y su (aparentemente, improbable) expansión hacia otras regiones de la Nueva Rusia.


Título: El peligroso invierno ucraniano y el International Crisis Group

Texto: El  pasado 18 de diciembre, el International Crisis Group (ICG) presentó su primer informe relevante sobre la situación en el Este de Ucrania (Eastern Ukraine: A Dangerous Winter Europe Report N°235). La importancia de este informe radica en que el ICG presenta, en cada conflicto que analiza, el punto de vista dominante entre los principales representantes de la comunidad euroatlántica y aunque en ocasiones tenga más relación con la narrativa oficial de la diplomacia y la prensa occidental que con la realidad, puede dar una idea sobre el curso que pueden tomar los acontecimientos, especialmente el proceso de paz de Minsk. Rusia, agresora y culpable de que la rebelión no fuera derrotada en verano, aparece también como única defensora de un proceso al que apenas se le otorga posibilidad de evitar la ofensiva de una de las partes.

El documento trata tres cuestiones relevantes: los distintos escenarios bélicos potenciales en el este de Ucrania, los acuerdos de Minsk y, finalmente, el riesgo de crisis humanitaria en las regiones de Donetsk y Lugansk.


1.   Los posibles escenarios bélicos en el este de Ucrania

El ICG detecta distintos escenarios de riesgo que pueden contribuir a nuevos enfrentamientos bélicos en el Este de Ucrania. Aunque  la mayoría de ellos se vinculan a posibles decisiones de las milicias locales y de Rusia, el escenario más peligroso, de guerra total, queda asociado a la tentación ucraniana de recuperar el Donbass por la fuerza.

1.1. La extensión del territorio rebelde: la Gran Novorrusia y el peligro de guerra fría
El ICG contempla distintas posibilidades de recrudecimiento de los combates por extensión de la guerra hacia el territorio actualmente controlado por Ucrania. Esta vía de extensión del conflicto podría vincularse a una decisión autónoma de las milicias de Donbass. El ICG ve probable este escenario en caso de que la situación humanitaria pusiera en peligro la viabilidad de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Un avance hacia las posiciones ucranianas buscaría demostrar el potencial militar de las fuerzas locales, mejorar sus perspectivas de consolidación a largo plazo, extendiendo el territorio bajo control rebelde, o forzar una mayor implicación militar de Moscú.

Otro marco propicio a la extensión territorial de la presencia rebelde se produciría en caso de una segunda primavera rusa, marcada por revueltas en otras zonas del este que tratarían de capitalizar las dificultades económicas durante el invierno y el descontento político. Estas revueltas podrían facilitar la penetración de las milicias para apoyar a sus compañeros revolucionarios, en especial en el área de Kharkov.

El ICG entiende que este escenario de extensión de las milicias hacia territorio ucraniano supondría, en principio, una independencia de las milicias con respecto a Rusia. Pero no sería descartable que este país pudiera verse directamente implicado. De hecho, el ICG no descarta que vuelvan a imponerse las tesis nacionalistas en Rusia, con el apoyo a un avance por la costa para impulsar, probablemente a través de tropas rusas que actuarían como milicias locales, el proyecto que el ICG llama Gran Novorrusia (greater Novorossiya). Una parte importante del informe se centra de hecho en el análisis de las fuerzas nacionalistas que, dentro de Rusia, impulsan este proyecto y que, desde de mayo, habrían perdido peso a la hora de determinar la acción de Moscú.

El ICG ve un cambio en la actitud del Kremlin durante el conflicto, que en parte asocia a la política de sanciones. El entusiasmo inicial por la causa de Novorrusia, que habría dado aliento al movimiento separatista (el documento se refiere así a las fuerzas rebeldes), se desvanece a partir de mayo cuando se percibe que el movimiento revolucionario no iba a poder controlar todo el territorio de la Gran Novorrusia sin la intervención directa de Rusia. EL ICG prefiere aquí olvidar que ya en abril la preferencia rusa era la de buscar un diálogo nacional que llevara a una descentralización del poder y cierta autonomía de las regiones o que en mayo el presidente Putin se mostró favorable al plan de paz del presidente Poroshenko si este se llevaba a cabo por la vía pacífica. Este cambio de dirección acabaría plasmándose en los acuerdos de Minsk, unos acuerdos que suponen el reconocimiento de facto de la soberanía ucraniana.

Para el ICG, Minsk refleja ante todo el punto de vista de una de las partes de la Administración rusa, el bloque que Igor Strelkov definiría como “Surkov-Lavrov-Zurabov” (en referencia a Vladislav Surkov, asesor de Putin en el Cáucaso, con un papel destacado en el tratamiento de conflictos similares, en particular en Abjasia; al ministro de exteriores, Sergey Lavrov; y al embajador de Rusia en Kiev, y representante ruso en Minsk, Mikhail Zurabov). Este bloque se habría impuesto al grupo que previamente habría orientado la política de Moscú en Ucrania,  entre los que el ICG incluye a Sergei Glazyev, asesor de Putin para la política económica regional, y a Dimitri Rogozin, viceprimer ministro ruso para asuntos militares. A ambos los sitúa cerca de los círculos nacionalistas radicales seguidores de la línea de Alexander Dugin y Alexander Prokhanov. En el Donbass, el cambio de dirección habría provocado la caída de Borondai y Strelkov, sustituidos por el más pragmático Zakharchenko. Éste lideraría a la parte de las milicias que apuestan por la paz, vista como condición necesaria para la construcción de un estado funcional que podría plantearse una progresiva incorporación al mundo ruso (a través de organizaciones como la Unión Aduanera, por ejemplo).

El ICG aún cree posible una deriva del Kremlin hacia posiciones nacionalistas radicales pero la ve mucho más probable en el caso de las milicias populares, vinculando de forma expresa a Strelkov con la línea más radical en Donbass. El documento insiste en la influencia que este líder tiene en parte de las milicias presentes en las regiones de Donetsk y Lugansk, favoreciendo una acción militar más dura para impulsar el proyecto Novorossiya.

Asumiendo que la lucha interna entre el sector nacionalistas radicales y el más pragmático aún no ha concluido, el ICG exige a Rusia, de la que dice aún no haberse pronunciado sobre la posibilidad de extensión del conflicto al conjunto de Novorossiya, una declaración expresa de que no tiene planes de extender el conflicto fuera del Donbass, oponiéndose además a que cualquier otra fuerza lo intentara. A pesar de que las declaraciones de Moscú suelen ser criticadas por Occidente, el ICG exige una vez más que Moscú comunique algo que ya ha demostrado con sus actos. Eso daría, según ICG, a Moscú credibilidad de cara a conversaciones exploratorias para la desescalada en el conflicto y podría, según el ICG, llevar a la retirada de las sanciones contra Rusia.

Esta posición facilitaría igualmente la búsqueda de soluciones favorables a Rusia en caso de que las condiciones meteorológicas impidieran el abastecimiento de Crimea por mar en invierno, otro potencial escenario de enfrentamiento según el ICG. Un boicot de Ucrania a Crimea podría así obligar a Rusia a abrir una ruta terrestre a través de territorio ucraniano. Aunque existe la posibilidad de una estrategia “minimalista” de blindados rusos y fuerzas especiales asegurando los cruces principales y puntos estratégicos similares a lo largo de la ruta hacia Crimea, una ocupación a gran escala no podría descartarse en caso de que el abastecimiento regular a ese territorio resultara imposible. El hecho de que no haya, ni en los actos ni en las declaraciones del Kremlin, muestra alguna de que esta sea su intención no impide al ICG mostrarlo como escenario posible. Una importante intervención rusa aumentaría, además, el interés de Moscú por la situación de las Repúblicas Populares.

Este movimiento sería visto por la UE, Estados Unidos y otros partidarios de Ucrania como un paso más en la escalada bélica. Daría lugar a nuevas sanciones que profundizarían en un escenario a largo plazo de guerra fría entre Rusia y Occidente. La alternativa que perfila el ICG pasa por la apertura de negociaciones entre Rusia y Ucrania para permitir una ruta de reabastecimiento para Crimea. Menciona el precedente del acuerdo de 2003 entre Rusia y Lituania para permitir que mercancías y pasajeros en procedencia de Rusia transiten por Lituania en dirección al enclave de Kaliningrado.


1.2. La posición ucraniana y el peligro de guerra total

El ICG también hace referencia a un riesgo bélico relacionado con las decisiones de Ucrania, señalando que una ofensiva de Ucrania en Donbass no resulta descartable. En noviembre de 2014, Poroshenko sostuvo que estaba preparado para una guerra total y que no tenía miedo a enfrentarse a las tropas rusas (Poroshenko says Ukraine ready for ‘total war’, Radio Free Europe/Radio Liberty, noviembre 2014).

Esta ofensiva de Ucrania desencadenaría casi con seguridad una respuesta militar rusa. El ICG asume que, a pesar de que los intereses rusos no convergen por completo con el de las milicias, Rusia se vería obligada a intervenir a favor de la RPD y de la RPL en una situación de crisis en el plano militar.

Lo habría hecho ya, de hecho, en agosto de 2014. Según el ICG, cuando el avance de las fuerzas ucranianas hacia el Donbass lleva a una perspectiva de derrota total de las milicias, Rusia interviene en apoyo a los rebeldes. El ICG menciona la llegada de importantes cantidades de armamento pesado y de tropas rusas. Según se señala en el documento, no se trata sólo de apoyo militar sino de participación directa de tropas regulares y de élite, formalmente desmovilizadas antes de su despliegue en el Donbass y actuando sin marcas de identificación.

La consecuencia de esta intervención rusa sería la devastadora derrota del Ejército de Ucrania en Ilovaisk, con alrededor de un millar de muertos, y la ampliación temporal de los combates al área de Mariupol. El ICG se coloca, implícitamente, del lado de los que consideran que el Ejército de Ucrania aún no puede imponerse al de Rusia al señalar que la acción ucraniana podría resultar desastrosa para todos, pudiendo dar lugar a un escenario de guerra total. De ahí que señale que una declaración de Kiev repudiando un plan de ataque durante el invierno podría contribuir a la distensión.expresidente ucraniano y embajador ruso


2. Minsk: ¿unos acuerdos sin base real?

Aunque no de forma siempre explícita, el documento del ICG considera igualmente la virtualidad política de los acuerdos de Minsk y las perspectivas de futuro de las Repúblicas Populares de Minsk y Donetsk. En ninguno de los dos casos ofrece perspectivas favorables.

2.1. Rusia como protagonista real, y quizás único, de los acuerdos de Minsk

Un aspecto relevante del informe del ICG es que no contempla margen de desarrollo a los acuerdos de Minsk como verdadera referencia para una solución al conflicto, al menos no por ahora. Esta posición se argumenta señalando el rechazo explícito a Minsk por parte de las partes combatientes, tanto en las milicias como en la parte ucraniana. Pero también se menciona, en probable referencia a las potencias occidentales, que esos acuerdos contienen demasiados elementos de indefinición y de falta de concreción para resultar operativos. Ambos factores explicarían que el alto el fuego nunca llegara a ser efectivo.

El ICG presenta en realidad el proceso de Minsk como un intento de solución promovido casi en exclusiva desde la perspectiva rusa. Lo hace posible la desmoralización de los dirigentes ucranianos tras la derrota de Ilovaisk y el temor a que, ante la falta de armamento en manos de Kiev, el sudeste de Ucrania quedara a merced de las milicias. Rusia es de hecho la que se encarga de evitar este escenario, previniendo cualquier posible avance de las milicias hacia Mariupol y llevando a la mesa de negociación a los dirigentes rebeldes más proclives al pacto.

Vladislav Surkov (y a través de él, en realidad, el Kremlin) habría “aconsejado” a las distintas partes en Minsk y sería el verdadero artífice de los acuerdos. A los representantes de la DNR y de la LNR les coloca ante la tesitura de firmar sin pestañear el documento; a los ucranianos les impone las cláusulas más innovadoras del acuerdo. Sería así Surkov quien habría redactado el punto relativo al estatus temporal especial para las zonas del Donbass, la contrapartida que Rusia habría puesto sobre la mesa para no impulsar una ofensiva militar a gran escala hacia Mariupol y otras áreas del sur. Para dar un margen amplio a la posible interpretación de ese estatus especial, Surkov lo habría redactado deliberadamente en forma “creativamente oscura”.

Otro factor que haría inviable de forma creciente la perspectiva de Minsk, según el ICG, sería el distanciamiento entre las milicias y Poroshenko, visto por Rusia y por parte de Occidente como el único líder con el pragmatismo suficiente para acercar a Ucrania a un acuerdo. Si las milicias no perdonan al Presidente de Ucrania los miles de muertos de su operación militar en el este, Poroshenko parece haberse alineado por completo con los partidarios de la línea dura. Lo refleja su apuesta por la guerra, incluso contra las tropas rusas, y la aprobación del Decreto que deroga el estatus especial de las zonas de Donetsk y Lugansk. Estos movimientos evidenciarían el peso creciente de la línea de Yatseniuk o Turchinov, opuestos a una perspectiva de acuerdo en el este de Ucrania.


2.2. La difícil consolidación de las Repúblicas Populares

Sin embargo, el principal elemento que lleva al ICG a no comprometerse con los acuerdos de Minsk, ni a plantear por ahora solución alternativa alguna que satisfaga las demandas de autonomía e independencia del Donbass (ni siquiera en la línea de fórmulas al estilo del Plan Ahtisaari para Kosovo), se vincula a la inviabilidad estructural que el ICG percibe en las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Su documento presenta a estas entidades como completamente dependientes de Rusia. La RPD y la RPL tendrían una enorme dificultad para sobrevivir al invierno sin grandes ayudas rusas en lo financiero, humanitario o militar.

De ahí que el ICG ni siquiera llegue a definir el conflicto en el este de Ucrania como congelado. Porque, para que pueda hablarse de conflicto congelado, se necesita “que exista suficiente estabilidad para que el estado funcione”. La situación aún está evolucionado según el ICG y, desde su perspectiva, en contra de que la RPD y la RPL puedan actuar como verdaderos estados en su territorio.

El ICG señala distintas limitaciones en la actuación de las Repúblicas Populares que le permiten sostener que “estas entidades … no están funcionando”. En primer lugar, destaca su indefinición política y la ausencia de una estrategia política a largo plazo. Según el ICG, pocos de los actuales líderes rebeldes sabían a dónde iban cuando tomaron el poder (absorción inmediata en Rusia, gran autonomía dentro de Ucrania, federalización, etc.). Siguen improvisando en la actualidad, limitándose a esperar que Ucrania pueda estallar como consecuencia del colapso económico o del descontento popular.

En segundo lugar, el ICG destaca la estructura administrativa rudimentaria de las Repúblicas Populares y la falta de administradores competentes para dirigir ciudades como Donetsk. Las dificultades para proporcionar servicios básicos a la población podrían perjudicar gravemente la base de apoyo de las entidades rebeldes, centrada ante todo en la población pensionista y trabajadora así como en las ciudades y pueblos más pequeños.

Un tercer elemento que señala el documento es el escaso potencial militar de las milicias. Éstas no serían sino una desconcertante variedad de unidades militares descoordinadas, indisciplinadas, mal entrenadas y pobremente organizadas. Con pocas excepciones (se menciona la capacidad militar de Motorola), existe una llamativa escasez de oficiales entrenados y experimentados. Según el ICG, existe un amplio consenso respecto a la idea de que la mayoría de las unidades de la milicia no podrían rivalizar siquiera con el actual ejército ucraniano. Rusia no habría hecho nada para convertir las fuerzas de la milicia en un verdadero ejército.

El ICG llega incluso a señalar que, en caso de que la situación se deteriorara aún más, estos grupos podrían convertirse en una red de grupos criminales bien armados, operando en ambos lados de la frontera. Propone, por ello, que Rusia y Ucrania establezcan planes de contingencia para cualquier colapso masivo de la disciplina dentro de las milicias.

Otro factor clave es el alejamiento que Rusia estaría mostrando respecto a la suerte de las Repúblicas Populares. Aunque Rusia no las dejará abandonadas a su suerte, la RPD y la RPL aparecen de forma creciente para Moscú como una carga que preferiría que Ucrania abordara por su cuenta. Pero incluso aunque Rusia tuviera intención de apoyar a las Repúblicas Populares, el ICG considera que quizá ya no disponga de margen económico para hacerlo.


3. El riesgo de crisis humanitaria

Un aspecto importante del documento del ICG se relaciona con la preocupación por el riesgo de crisis humanitaria en las zonas rebeldes. Esta crisis se concreta en el deterioro de la situación alimentaria y en la amenaza que supone el invierno por las condiciones de deterioro causada por la guerra. La mayoría de los bancos no están operativos y salarios, pensiones y prestaciones sociales llevan meses sin pagarse. Como otros profesionales de los servicios públicos, la mayoría del personal médico en Lugansk y Donetsk trabajaría sin cobrar sus salarios desde hace meses.

Aunque las autoridades de la RPD y de la RPL han realizado pagos ocasionales a los grupos más vulnerables, el ICG señala que no hay indicios de que esos pagos puedan llegar a realizarse de forma continuada. El mantenimiento de la atención sanitaria corre un serio peligro en las actuales circunstancias, observándose un evidente aumento de la mortalidad asociada al deterioro de las condiciones sanitarias.

En este punto aparece una de las pocas críticas claras del informe del ICG a las autoridades ucranianas. Varias organizaciones internacionales señalan que el Decreto 875/2014 del Presidente de Ucrania está poniendo trabas para hacer frente a la atención a la situación humanitaria. Además de derogar el estatus especial para Donetsk y Lugansk y de declarar ilegales todos los organismos de la RPD y de la RPL, el Decreto obliga a la evacuación de todas las instituciones estatales del territorio, incluyendo a su personal. Las medidas previstas alteran el funcionamiento normal de la llegada de las pensiones y de los subsidios para el pago de la energía, liquidando igualmente el funcionamiento de los servicios públicos y del sistema bancario. Al situar fuera de la ley a los organismos en poder de los rebeldes, el Decreto coloca a las organizaciones de ayuda en una posición difícil para mantener su actividad en Donbass.

El ICG señala que “El Gobierno de Ucrania debería consultar urgentemente con las organizaciones internacionales respecto a la redacción y las intenciones del Decreto 875/2014. Debería tomar medidas para facilitar la provisión de asistencia a las zonas en poder de los separatistas, fomentando una mayor asistencia internacional hacia ellos. El aislamiento de la zona oriental no sólo agravaría la crisis: también profundizaría en la alienación del este hacia Kiev. El gobierno de Kiev debería buscar otra vía de acercamiento a la población del este y reiterar que todavía siguen siendo considerados como ciudadanos de Ucrania”. Aunque esto supone un reconocimiento implícito de la dimensión delictiva desde la perspectiva del derecho internacional del contenido del Decreto 875/2014, el ICG no exige la derogación del Decreto sino la limitación de su impacto sobre la población no combatiente.

El ICG reconoce que, ante la limitada actuación de la ONU, la mayor parte de la ayuda humanitaria en el Donbass sea la proporcionada por Rusia y por Rinat Akhmetov (ahora bloqueados por los batallones voluntarios que luchan junto al ejército ucraniano). La crisis en Rusia, y la necesidad de volcarse en Crimea, limita sin embargo el potencial de apoyo económico para el Donbass que podrá llegar desde ese país, prácticamente la única vía de apoyo internacional con la que pueden contar.

Por eso, el ICG solicita ayuda de emergencia para la zona, apoyando en este punto la colaboración entre las partes y pidiendo expresamente a Ucrania que facilite la llegada de esta ayuda a las zonas rebeldes cuando resulte necesario. Aunque, como es habitual, vincula los pasos inmediatos para asistir a la población civil con el despliegue de mayor número de monitores internacionales en la zona de guerra y en la frontera entre Rusia y Ucrania. Es conocida la deliberada confusión entre intervención humanitaria y político-militar en la aproximación occidental a estas cuestiones. El ICG no escapa a ello en sus propuestas.


4. Conclusiones

La lectura del documento del ICG pone de manifiesto que persisten las perspectivas de extensión del conflicto bélico en Ucrania. Son en realidad las propuestas para una paz duradera las que carecen de expresión real en el documento. En este contexto, es lógico que las milicias populares también se planteen una extensión militar hacia otras áreas de Ucrania, pero a pesar de esporádicas declaraciones en este sentido por parte, por ejemplo, de Alexei Mozgovoi, ni las palabras ni los actos de Zakharchenko, Plotnitsky o Rusia muestran indicio alguno de que esto sea una posibilidad en este momento.

Salvo que la perspectiva de una segunda primavera rusa sea real y pueda dar lugar a la constitución de nuevas repúblicas populares autonomizadas del poder ucraniano, las posibilidades reales de ganar territorio de forma autónoma, al margen de una acción rusa, resultan mínimas. Como mínimas resultan igualmente las posibilidades que se ofrecen hoy a Rusia para intervenir más decididamente en Ucrania a favor de una ampliación de la presencia territorial de las milicias. Crea o no en Novorrusia, o en sentido contrario en la soberanía de la Ucrania actual, Putin necesitará anteponer la estabilidad económica de Rusia a cualquier otro objetivo, al menos en el corto y medio plazo.

Como refleja el documento del ICG, por otra parte, Occidente no considera en la actualidad a la RPD y a la RPL como entidades autónomas que pudieran formar parte de una negociación para un status político futuro, al margen de Rusia. El ICG no ofrece medidas políticas para el este de Ucrania. No sólo no apoya un modelo federal o autonómico para Ucrania sino que ni siquiera contempla para las Repúblicas Populares elementos de autonomía local comparables a los planteados en el Plan Ahtisaari para Kosovo y previstos en el Protocolo de Minsk, lo que refleja la falta de compromiso con dichos acuerdos. El ICG asume por tanto la apuesta occidental por una Ucrania unida y centralizada, la misma apuesta que está en el origen del conflicto en el este. Deja así en manos de Kiev la decisión de proponer “la solución política que tiene en mente” para el Donbass tras la guerra. El ICG asume, por otra parte, que Ucrania contará con ayuda occidental para reconstruir la zona.

Parece evidente que el reto para la supervivencia y consolidación de las Repúblicas Populares se relaciona sobre todo con la estabilización interna, construyendo una administración sólida y competente en su territorio, capaz de prevenir un deterioro inasumible en las condiciones de vida de la población. El marco externo está claro: una Ucrania en guerra con las Repúblicas y una Rusia que, salvo circunstancias extremas, no reconocerá la soberanía del Donbass. En estas circunstancias, resulta imprescindible un acuerdo estratégico entre las milicias respecto a los objetivos políticos mínimos a consolidar en el Donbass, ajustando su actuación al cumplimiento de esos objetivos. El reforzamiento de la organización y disciplina de estas milicias, bajo un mando común aceptado, resulta imprescindible.

Es en esas condiciones en las que la DNR y la LNR podrían llegar a una condicionar una salida política, económica y social favorable para sus intereses y los de su población. Sus dirigentes no deben olvidar que el territorio que controlan incluye al mayor volumen de población de la zona del Donbass.


Aunque Occidente no vaya a facilitar un acuerdo, como implícitamente reconoce el ICG, sí tiene al menos la obligación de prevenir todas aquellas actuaciones que contribuyan a provocar una crisis humanitaria en el Donbass, en particular aquellas que vulneren de facto el derecho internacional. Igual que un mayor compromiso de la ONU en materia humanitaria, la inmediata revocación del Decreto 875/2014 del Gobierno de Ucrania debería ser una demanda de la Unión Europea para mantener su colaboración con ese país.

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