domingo, 26 de julio de 2020
Futuro posible
La nota salió hoy en La Nación; es de Hugo Alconada Mon y el entrevistado es el intelectual francés (nacido en Argelia) Jacques Attali (foto). Nos gustó y la compartimos:
Título: Coronavirus. Jacques Attali:"La humanidad aún no comprendió la profundidad de la crisis que se avecina y el costo de la resurrección"
Texto: Jacques Attali habla rápido y es contundente."Están muertos", dice en varios tramos de la entrevista. Alude a varios sectores de la economía global tal y como los conocimos antes de la pandemia, del turismo a la aeronáutica, entre otros, como así también es lapidario al trazar el panorama económico de los próximos años. ¿Forma de "V" o de logo de Nike para graficar cómo serían la caída y la eventual recuperación? No, corrige, será como "una silla". Abajo, dice, luego estancamiento y, después, más abajo.
Egresado entre los primeros de su promoción en las cuatro escuelas más importantes de Francia, fuente de consulta de todos los presidentes de su país desde los tiempos de François Mitterrand, miembro del Consejo de Estado de su país y mentor de Emmanuel Macron , Attali evita los rodeos. Carga incluso contra muchos de esos mismos políticos que lo llaman cuando las papas queman. Les reprocha que callan la verdad, ilusionados con que "algo" encarrilará la situación mundial. Pero, para él, deberíamos implementar una "economía de guerra". Sí, tal y como ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial.
Attali también habla de empresas "zombis" y de la oportunidad que desperdició el G-20 cuando se reunió en la Argentina . Pero no todo es lúgubre en el panorama que traza. Hay un amplio sector al que define como "economía de la vida" , que augura que florecerá durante los próximos años. A esos, dice a LA NACION desde París, "les irá muy bien".
-Dados su currículum y su experiencia, me tienta comenzar preguntándole si el impacto de esta pandemia confirmó sus ideas previas o de algún modo las modificó.
-[Sonríe]. En algunos puntos reafirmó mis ideas y en otros las modificó. Lo que más me sorprendió es que fuera posible que más de 2500 millones de personas pasaran a trabajar a distancia, de la noche a la mañana. Sabía que el teletrabajo ocurriría, pero no estaba preparado para entender que sería tan rápido y bajo presión. Eso demuestra que la humanidad, bajo presión, puede cambiar muy rápido. También me sorprendió el hecho de que la humanidad comprendiera, bastante rápido, que estábamos ante un evento global, no algo local, y que cerrar las fronteras no ayudaría. Comprendimos que un problema en un lugar es un problema en todos lados. Pero en cuanto a la ceguera de los líderes, su tendencia a procrastinar, a demorarse en tomar decisiones y actuar, todo eso no me sorprendió.
-Por lo que leí suyo de las últimas semanas, es muy crítico del individualismo exacerbado y, en términos de países, de la tendencia al aislacionismo que observó desde que irrumpió la pandemia. ¿Eso es lo que más le preocupa por estos días?
-No. El hecho de que la humanidad aún no comprendió la profundidad de la crisis que se avecina y que será muy, muy profunda en términos de recesión, de desempleo, de miseria, del costo que insumirá la resurrección. Creo que aún no se comprendió realmente lo que ocurre. Quiero decir, todos los países de Occidente y muchos otros de diversas partes del mundo inyectaron tanto dinero en el mercado a través de sus bancos centrales que están "escondiendo" la realidad de la crisis. Eso permitirá "disfrazar" la crisis, en una primera etapa, posponer sus consecuencias y llevar a las personas a pensar que será de fácil solución, con la mera impresión de dinero, pero eso no es verdad.
-Habiendo sido el primer presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y Desarrollo, usted sabe bien que si un funcionario expresa sus preocupaciones ante una crisis, puede asustar a los inversores y consumidores y agudizar esa misma crisis que busca remediar. Ambos conocemos muchos funcionarios que callan sus temores creyendo que deben alimentar las expectativas positivas.
-[Asiente]. Eso es cierto y es exactamente lo que hizo el FMI [por el Fondo Monetario Internacional] desde que se lo creó y lo que está haciendo ahora: esconder el hecho de que la crisis es más grande y profunda de lo que parece. Usted está en lo correcto al decir que deberíamos evitar caer en la profecía autocumplida, es decir, en reforzar la crisis por anunciar la crisis. Pero incluso a puertas cerradas, en los palacios presidenciales, los funcionarios aún no han comprendido la gravedad de lo que afrontamos. Lo mismo que la industria automotriz, por ejemplo, aún no lo entendió, pero una enorme parte de ella está muerta. El sector aeronáutico tampoco lo comprendió, pero está muerto. Y muchas empresas son zombis y son financiadas como si fueran a sobrevivir. Hay empresas que incluso están organizando cursos y seminarios, y todavía encuentran forma de financiarse, ¡pero ya están muertas!
-Deténgase allí. ¿Acaso los máximos referentes empresariales del mundo no "saben" lo que se avecina, siendo que los mejores economistas del mundo coinciden en que afrontaremos una recesión larga, con una recuperación muy paulatina, lejos de una forma de "V" y más con la forma del logo de Nike? Vamos.
-Bueno [sonríe]. Déjeme decirle que quizá no sea como la pipa de Nike, sino más bien con la forma de una silla [hace la forma con sus dedos]. Es decir, que la economía mundial caerá, luego se planchará durante un tiempo y luego volverá a caer.
-Oh, no...
-Oh, sí [risas]. Dependerá de cada sector, por supuesto. En algunos sectores, la evolución tendrá la forma de una silla, mientras que a otros les irá muy bien. A los sectores que llamo "la economía de la vida" -salud, educación, alimentación, mundo digital- les irá muy bien. Pero otros sectores serán más difíciles de gerenciar o ya están muertos. Por eso resulta difícil trazar una evaluación general y a escala global, además de que dependerá de cómo actúen los gobiernos y cuáles sean las políticas macroeconómicas que instrumenten. El problema es que muchos políticos buscan cómo llegar hasta la próxima elección y confían en que después de las urnas se encontrará una solución. Pero eso es falso. Lo mismo pasa con la gente: prefiere creer que las fuerzas de la naturaleza o un mesías o Dios o cualquier otro tipo de salvador aportará una solución. No es así.
-Cero optimismo lo suyo.
-Quisiera creer que con todo lo que estamos viviendo aprendimos la importancia de anticipar lo malo que puede ocurrirnos para evitarlo. Pero no es así. ¿Logramos evitar esta pandemia? ¡No! ¿Creamos las condiciones para evitar que nos golpee una segunda ola de la pandemia? ¡No! ¿Estamos listos para otra pandemia? ¡No! ¿Estamos preparándonos para la posible siguiente catástrofe que es el cambio climático? ¡No! ¡Aun si sabemos lo que se nos avecina, no hacemos demasiado hasta que lo peor nos ocurre! Los políticos, al igual que todos nosotros en nuestra vida privada, prefieren pensar que no hay problema para el que no haya una solución. Muchas veces es cierto. Pero, desafortunadamente, en muchas ocasiones no es así.
-El panorama que traza explica por qué convocó a los líderes del mundo a actuar con una mentalidad de "economía de guerra", es decir, asumir un rol activo desde el Estado para coordinar las respuestas a la crisis, incluso imponiéndole al sector privado directrices de producción. ¿Qué respuestas cosechó?
-¡Cero! [Risas, luego se pone muy serio]. Cero. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, hablar de una economía de guerra no está de moda. En Estados Unidos y en el Reino Unido , los dos países que demostraron ser los más eficientes cuando debieron adoptar ese abordaje, luego destruyeron al Estado con políticos muy liberales, muy promercado, y tienen una visión ideológica muy contraria al concepto de "economía de guerra", además de que ahora no tienen las herramientas estatales para instrumentarla ni saben cómo impartir órdenes a las empresas. En otros países, como Alemania o Japón o China , pueden hacerlo, pero en Alemania se mostraron muy reticentes porque trae recuerdos de su pasado nazi que prefieren evitar, lo mismo que en Japón. Y en China, podrían haberlo aplicado, pero no ayuda el hecho de que sea una dictadura, porque China desconfía de otros países y sus ciudadanos se temen entre ellos.
-O sea que su planteo resulta inviable.
-[Arquea las cejas]. Para instrumentar una economía de guerra necesita compartir una visión, compartir la decisión de sacrificar algo, pero si vive bajo una dictadura, miente, trampea, teme. desconfía. Y déjeme decirle algo más: por un momento pensé que Estados Unidos podía instrumentar algo parecido a una economía de guerra, hasta que leí sobre sus portaaviones llenos de marinos contagiados. Entonces comprendí que incluso los estadounidenses no estaban preparados para afrontar una pandemia.
-Antes de seguir avanzando, pongamos algo en claro: ¿qué números maneja para la economía mundial de los próximos años?
-[Sonríe]. Mi estimación es que la economía oscilará entre -8 y -12% a nivel global, con algunos países cayendo aún más. Y no creo que volvamos al casillero uno en términos de PBI hasta 2022 o 2023, aunque también debe sumar a la ecuación el tiempo perdido y que siempre es más fácil caer que subir. También dependerá de cómo maniobre cada país, claro. Y no será lo mismo para aquellos países centrados en los sectores que florecerán, como el digital, que aquellos que se enfoquen en tratar de mantener vivos sectores que morirán en vez de ayudar al surgimiento de nuevos sectores.
-Déjeme desafiarlo, ¿hay alguna razón para la esperanza?
-¡Sí! ¡Muchas! Está apareciendo muchísima tecnología nueva alrededor del mundo y está floreciendo esa "economía de la vida" que le mencioné antes, enfocada en los sectores de la economía más importantes para el futuro: salud, educación, higiene, alimentación, agricultura, cultura digital, entre otras. Y, además, soy optimista al pensar que cada vez más gente comprenderá que debemos enfocarnos en estos ejes, reclamará por más salud o educación y entenderá que se fabrican demasiado plástico, demasiados químicos, demasiado petróleo, demasiados automóviles. Creo que mucha gente comprende al fin que la "economía de vida" no solo es buena para su salud, sino para evitar el cambio climático. ¿Son ya mayoría estas personas? No. Pero van en aumento.
-¿Podríamos decir, acaso, que estamos en medio de un inmenso experimento de "creación destructiva", en términos schumpeterianos?
-Sí. Afortunadamente, muchos países intentaron evitar o paliar este proceso de "creación destructiva" colocando barreras para proteger a sus ciudadanos más desfavorecidos, lo cual es bueno, aunque también es cierto que colocar ese tipo de barreras puede ralentizar el proceso de innovación. Tomemos un ejemplo bien prosaico: la industria aeronáutica. Creo que está muerta. Lo que ahora se necesita es una enorme capacidad industrial centrada en proveer equipamientos electrónicos para la medicina, innovación tecnológica en el área sanitaria, biomimética y tanto más. En ese contexto, si nos concentramos en mantener viva la industria aeronáutica con subsidios, habrá un montón de ingenieros aeronáuticos que no tendrán nada para hacer en vez de pedirles que se aboquen a producir equipamientos médicos, lo que sí resultaría en un verdadero ejemplo de creación destructiva en los términos de Schumpeter. Pero para eso se requiere una "economía de guerra" que los empuje a hacerlo. Y no veo a ningún gobierno dispuesto a hacerlo.
-¿Hay alguna pregunta que no le planteé y le gustaría abordar?
-[Carraspea, calla unos segundos]. Fui hace dos años a la Argentina para la cumbre del G-20 y creo que deberíamos abordar por qué todo lo que estamos afrontando ahora no se discutió en aquel momento. Pudo haberse discutido. Todo estaba dado para eso y si el G-20 hubiera tomado alguna decisión allá, en Buenos Aires, o al menos alertado que no estábamos preparados para afrontar una pandemia y planteado que debíamos aprestarnos mejor, quizá nos hubiéramos encontrado en una mejor situación cuando sí nos golpeó la pandemia. Esa debería una lección para el G-20, para prepararse seriamente en el futuro.
-Veo difícil que eso ocurra. No lo creo.
-[Sonríe]. Yo tampoco.
lunes, 20 de julio de 2020
El estado de las cosas
Nos gustó, por lo breve y lúcida, una nota de Artyom Lukin publicada hoy en Russia Today. Lukin es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Federal del Este, en Vladivostok, Rusia. Acá va:
Título: Split societies, global chaos and World War Three: We could be in for the most tumultuous era in modern history
Texto: As we cross into the second half of 2020, there is little hope left that our misfortunes will end when this annus horribilis goes out. We may be entering one of the most cataclysmic and fateful periods in the history of humankind.
There is the growing realization that humanity is in for an extremely rough ride that could last at least a decade.
This sense of uncertainty has been building up for years. It probably began with the global financial crisis of 2008-09. Yet, until 2020, there was hope that the world would somehow return to the right track and regain stability. Covid-19 ended this hope, devastating the global economy and exacerbating the pre-existing tensions between the incumbent hegemon (the United States) and a new super-power contender (China).
The state of angst has descended upon many. In most countries, including Russia, the plague continues to circulate, killing people with terrifying randomness. Even if we win the battle against the latest coronavirus, the mega-trends in global politics that point to more trouble and disorder are not going to dissipate and will likely only intensify. When trying to rationally break down my personal angst, as a political scientist, I perceive at least four such mega-trends.
Split societies
I remember a chat with a Russian colleague in Vladivostok a few years ago. She lamented that she felt as if she was living in a country which contains several parallel societies rather than a single one, with members of those ‘societies’ speaking completely different languages and espousing divergent values. Of course, there have always been divisions within nations. But, as a rule, one set of values and beliefs was dominant, with dissenting groups more or less marginalized. Today the societal consensus increasingly seems an exception rather than the rule. Across much of the world one can see quasi civil wars raging, with societies often split into halves. The main divide runs between the camp of social conservatism and nativism and the supporters of progressive-liberal values. The latest manifestation of this antagonism came in Poland, where the incumbent right-wing conservative won elections over his liberal opponent with a wafer-thin margin.
The revolt of the masses
On May 25, 2020, a black American George Floyd was killed in Minneapolis by a white police officer. His death triggered mass protests that quickly spread across the United States. On July 9, in the Russian Far Eastern city of Khabarovsk, the regional governor, Sergey Furgal, was arrested on charges of having organized the assassination of business rivals back in 2004 and 2005. Furgal was immediately flown to Moscow and placed in a jail there. His arrest sparked unprecedented massive rallies in Khabarovsk, a sleepy provincial place on the border with China, that have now continued for two weeks. The tens of thousands of people who’ve joined the rallies in support of Furgal believe the actual reason behind his arrest was his landslide win over the Kremlin-backed incumbent in gubernatorial elections in 2018, and his subsequent refusals to bow to diktats from Moscow.
Granted, the protests in Khabarovsk over the fate of a popular local leader are nowhere near the scale of the American race protests. And, unlike in the United States, the marches and rallies in the Russian Far East are, so far, entirely peaceful. They do have one common thread: people in America, Russia, and other countries who defy the covid risks and take to the streets are demanding dignity. Most of them are protesting against what they see as structural injustice and the arrogance of power. Their protest is ultimately about the alienation between the ruling class and the ordinary people, the institutions of power and the governed. This protest is part of the global wave of popular uprisings that has been swelling over the past decade, starting with the Arab Spring and the Occupy movements. Trump’s victory in 2016, as well as Brexit, can also be seen as part of the global revolt against incumbent elites.
The end of hegemony and a rudderless world
Simultaneously with upheavals in the domestic politics of many countries, the international system, too, is undergoing tectonic shifts. Pax Americana, a.k.a. the ‘international liberal order,’ is unraveling. Just a few years ago, it appeared the decline of US global hegemony could still be reversible. Today not many people outside the Beltway believe it can be salvaged. Even if Joe Biden replaces the wrecking ball Trump in the White House, the days of American pre-eminence seem numbered. There is a classic “revolutionary situation” in the present-day international system. To paraphrase Vladimir Lenin, Washington is “unable to rule and govern in the old way” while much of the rest of the world does “not want to live in the old way.”
The Pax Americana might have been flawed and unfair to many, but there is no denying it did provide a significant degree of international stability. With the end of US hegemony, who will maintain international law and order? There is no answer thus far. Existing collective institutions, such as G20 or the UN P5, are not even remotely capable of performing effective global governance. And, despite Washington’s suspicions, there is no credible evidence as yet that the emerging superpower China is keen to police the world. One thing is clear, though. The vacuum of governance will lead to more chaos in global politics.
Premonitions of war
In 2014, I wrote an essay about the possibility of World War III around 2030, arising out of a clash between the U.S. and China. Six years later I would make two corrections to that article. First, a Sino-American war now looks not just possible, but almost inevitable. Second, the situation preceding the US-China clash will not resemble the world of the early twentieth century, pre-WWI, with its rapidly growing prosperity due to what is now considered the first era of globalization. Rather, the atmosphere of the 2020s will be more akin to that of the 1930s, with the global economy in the doldrums and the rise of authoritarian and neo-totalitarian regimes. The most important question, though, is whether the US-China war will be a relatively limited one. If not, could it lead to a global conflagration, drawing in other players such as Russia, India, Japan and Europe?
The history of mankind has never lacked in conflicts over values and power, both within societies and among them. Yet the present moment is rather unique because of the convergence at one point in time of several profound and explosive societal contradictions, with the threat of pandemics and climate change as the background. China is perhaps the only major island of relative stability in the global tempest, which, incidentally, amplifies the fears that Beijing would try to reach for the scepter of global power.
In due time, the current contradictions and conflicts will run their course and be resolved. A new equilibrium will set in. Until it does, however, we will be living in very interesting times. Perhaps, not angst but, rather, excitement should be the main mood of our era.
Un gráfico
Según las proyecciones del Banco Mundial y el FMI, hacia 2024 habrá cambiado sustancialmente el ranking TopTen de los países con mayor PBI. La nota que sigue es de Zero Hedge. El gráfico es del sitio web Statista.
Título: Continental Shift: The World's Biggest Economies Over Time
Texto: According to data from the World Bank and IMF, Asian countries are expected to make up most of the top 5 countries in the world by size of GDP in 2024, thus, as Statista's Katharina Buchholz points out, relegating European economic powerhouses to lower ranks. China's economic growth has been steep since the 1990s, while India and Indonesia have even more recently entered the top 10 of the biggest economies in the world and are expected to reach ranks 3 and 5 by 2024. Japan, an established economy, is expected to cling on to rank 4 in 2024, while Russia will rise to rank 6.
Asia’s burgeoning middle class is one of the reasons for the continental shift in GDP. While China has been the posterchild of market growth in the 21st century so far, the country is expected to tackle an ageing population further down the line, which will put a damper on consumption. Indonesia, together with the Philippines and Malaysia, are expected to grow their labor forces significantly in the years to come, contributing to a rise in average disposable incomes, according to the World Economic Forum.
Asian multinationals, like China’s Huawei and India’s Tata, have already emerged in this century and more are expected to appear on the global scene. But rapid growth in Asia also comes with its own set of problems, like a quickly growing divide between rural and urban incomes, environmental degradation and new challenges for governance and institutions, according to the FAO.
lunes, 6 de julio de 2020
Habla Sahra Wagenknecht
La chica nos gusta, qué le vamos a hacer. Tiene ese aire delicado y femenino que llama inmediatamente la atención, si bien lo que más impacta es su inteligencia, ese aire de entender lo que pasa sin pretensiones de genia.
Leemos en Wikipedia: "Sahra Wagenknecht-Niemeyer (nació el 16 de julio de 1969 en Jena) es una política alemana, licenciada en literatura, doctora en ciencias económicas y publicista. Fue miembro del consejo de los directores en Die Linke [La Izquierda] y fue miembro del Parlamento Europeo desde julio de 2004 hasta julio de 2009. Desde 2009 es miembro del Bundestag de Alemania y portavoz de economía de su grupo parlamentario. En su partido es la portavoz de la Plataforma comunista. Desde 2010 es vicepresidente del partido alemán Die Linke."
Acá va el link a un comentario sobre la defensa, y los verdaderos intereses, de Alemania y Europa en general. De paso, nos da la oportunidad de escuchar la belleza sonora de la lengua alemana, tan alejada del estereotipo "Heil Hitler" de las pelis del Imperio:
http://thesaker.is/usa-most-aggressive-military-power-in-the-world-those-who-have-friends-like-that-dont-need-enemies-sahra-wagenknecht/
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