jueves, 21 de diciembre de 2017

Elecciones en Cataluña


Los catalanes votan hoy, por enésima vez, en un escenario fragmentado. Se les nota el cansancio, incluso cierto hartazgo, a los actores principales. No es para menos; el resto del planeta se hartó hace rato. Veamos qué dice el diario catalán La Vanguardia. En primer lugar la nota de su director, Marius Carol:


Título: La bola en el borde de la red

Texto: En la película Match point de Woody Allen se escucha la voz del narrador que dice: “En un partido de tenis, hay momentos en que la bola golpea en el borde de la red y durante una fracción de segundo puede seguir adelante o hacia atrás. Con un poco de suerte sigue adelante y ganas, o no lo hace y pierdes”. Allen hizo un filme en que habla del azar, pero también de la duda. De la suerte y de las alternativas de la vida. Las elecciones de hoy, 21-D, caerán del lado independentista o constitucionalista por muy poco, según señalan las encuestas. Y pueden darse resultados desconcertantes. Por ejemplo, que la fuerza más votada sea Cs aunque venza en escaños el bloque soberanista al unionista. O que ERC gane en diputados, si bien los constitucionalistas obtengan la mayoría. Prácticamente todos los partidos que se presentan se juegan mucho en las urnas. E incluso, una victoria de Cs, un mal resultado del PP y más de 68 parlamentarios soberanistas supondría un escenario crítico para Mariano Rajoy, que podría complicar su futuro.

Que nadie dude, pues, de que su voto es hoy importante. Catalunya es una sociedad, con 5.550.000 electores, dividida por la mitad entre partidarios y contrarios de la secesión, como se vio en las últimas elecciones autonómicas. Nos jugamos el futuro más que en ningún otro momento de la historia democrática. Lo saben los ciudadanos, por los altos índices de participación que se esperan. Por eso, esta columna no sólo es una invitación a ejercer el derecho de voto, sino asimismo es una petición a los partidos a administrar la complejidad del país y a intentar gobernar después teniendo en cuenta la otra mitad que piensa distinto. Se necesitará mucha altura de miras, inteligencia y generosidad. También en Match point uno de los protagonistas dice que “no conoces a tus vecinos hasta que hay una crisis”. Ahora que nos conocemos más, lo que toca es apostar por la convivencia y el bienestar colectivo. Sin que las emociones nos manden.


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Otra nota de opinión de La Vanguardia:


Título: Prioridades absolutas tras el 21-D

Texto: Catalunya acude hoy a las urnas en un clima de agitación e incertidumbre. La campaña del 21-D se ha desarrollado ante un sombrío telón de fondo, marcado por el inusual deterioro de la convivencia entre los catalanes y de la economía colectiva. Las encuestas no perfilan un ganador claro. Tampoco prefiguran mayorías que permitan regir el país con comodidad. Sea cual sea el resultado, sí está claro por el contrario que reflejará de nuevo una sociedad dividida, sólo gestionable a partir de una ­nueva actitud política. Una actitud que se aleje de la unilateralidad, que promueva el diálogo y los acuerdos transversales, basada en la evidencia de que la fractura social obliga a concesiones y a posponer ciertos objetivos. Si no lo hacemos así, será imposible restaurar la convivencia o la economía. Y, sin ellas, Catalunya puede caer en una fase de difícil gobierno y gravoso declive. Naturalmente, cada ciudadano es libre de votar la opción que crea mejor para su país. Pero sería deseable que todos ellos, sin excepción, hicieran un ejercicio de realismo antes de depositar su sufragio, siendo plenamente conscientes de cuáles son los objetivos prioritarios y cuáles las posibilidades efectivas –no las idealizadas– de alcanzarlos. Porque Catalunya no puede seguir con la convivencia y la economía tan deterioradas.

Cada día que pasa tenemos nuevos reflejos de esos deterioros. Parte de los soberanistas y parte de los constitucionalistas han relegado el uso de la razón, ya son refractarios al argumento ajeno, y parecen mo­verse sólo al dictado de sus sentimientos. No faltan los que se creen autorizados a insultar a otros sin tasa por el mero hecho de opinar distinto. La actriz Rosa Maria Sardà acaba de comprobarlo personalmente tras ser entrevistada en un espacio televisivo, donde expuso sus ideas: los agentes del odio que operan embozados en las redes han competido en su lapidación verbal. Otros, con mayor responsabilidad pública, incurren en salidas de tono. Ayer citábamos aquí al socialista Josep Borrell. Hoy podríamos citar al democristiano (ahora en la lista de ERC) Antoni Castellà, que enturbió la jornada de reflexión al comparar, con torpeza manifiesta, a los federalistas catalanes con los judíos que votaron a los nazis. Es obvio que la atmósfera está caldeada. Pero es urgente que las personas con proyección social exhiban más comedimiento, cordura y voluntad de encuentro. A partir de hoy les van a hacer aún más falta.

En el ámbito económico, los indicadores preocupantes se encadenan. Ayer supimos, según datos provisionales, que en el tercer trimestre del 2017 la inversión extranjera en Catalunya cayó un 75% respecto al 2016. Es cierto que la sensibilidad del dinero a la hora de detectar inestabilidad y retraerse es extrema; que sobre julio y agosto planeó ya la incertidumbre, y que, en septiembre, el Parlament vulneró la Constitución y el Estatut, confirmando que Catalunya entraba en fase de turbulencias. Asusta imaginar cuál puede ser la caída del cuarto trimestre. Sus inicios –el 1-O– no fueron tranquilizadores. Ni lo que vino después. Del resultado de hoy depende el envío, o no, de un primer signo positivo que atempere quizás las dudas de la inversión ­extranjera. O de los empresarios que sopesan la posibilidad de imitar a los 3.000 que ya se fueron de Catalu­nya... La economía –dirán algunos– no lo es todo. Pero sería insensato infravalorarla. Sin economía próspera no hay cohesión social. Y sin cohesión social, cualquier hoja de ruta para Catalunya está condenada al fracaso.


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La siguiente es una columna de opinión del diario El País:


Título: Cataluña, el peligro sigue ahí

Subtítulo: El 21-D debe desbancar al secesionismo antieuropeo y antidemocrático

TextoAunque las encuestas auguran un grave revés para el separatismo en las elecciones catalanas del próximo jueves día 21, el riesgo es todavía muy elevado.

El principal es que un sector de la ciudadanía todavía no se ha percatado del enorme riesgo que conllevaría un triunfo del bloque independentista. Lo agravaría todo: fractura social, crisis económica, pérdida del bienestar, deterioro institucional y estigmatización europea.

Otro peligro importante para la recuperación de la seguridad jurídica y de la estabilidad política es la peculiar concepción de la democracia del (deshilachado) bloque de los secesionistas. Su último truco es de enorme cinismo: inquieren a los demás si respetarán los resultados, incluso les llaman a dimitir si no ganan. Pero ellos no se comprometen a respetarlos si pierden.

El ventajismo es claro: si ganan, dirán que han recibido un cheque en blanco; si pierden insinúan más o menos subrepticiamente que impugnarán el resultado, alegando las peculiares circunstancias de esta convocatoria, solo debidas a que el prófugo Carles Puigdemont incumplió su compromiso de convocarlas y prefirió huir de sí mismo y fingir un ridículo exilio.

La receta para combatir este abuso es triple: denunciar esa maniobra de intoxicación, inquirirles por su respeto a las reglas del juego y llamar a la máxima participación, que también maximizará la legitimidad ya existente.

Conviene subrayar el carácter torticero de esa exigencia de los secesionistas. Ellos no han respetado ninguna ley, ni siquiera el Estatut, que derogaron mediante un golpe parlamentario. Ellos aplastaron los derechos de la oposición (es decir, de más de media Cataluña) en el hemiciclo de la Ciutadella. Ellos falsearon políticamente una elección “plebiscitaria” (que perdieron como tal plebiscito, en votos populares) en un “mandato democrático” para la secesión y el caos.

La deriva populista y radical de los dirigentes nacionalistas otrora moderados les ha colocado —por propia elección y voluntad— al lado de los demás populistas continentales: junto a la Lega italiana de extrema derecha; junto al partido flamenco directamente heredero de las más infaustas dictaduras racistas de los años treinta; junto al xenófobo lepenismo y los demás extremistas antieuropeos.

Con dos llamativas diferencias en su contra: ninguno de los populistas de la Europa comunitaria ha intentado derribar por la brava el marco constitucional en el que viven; ninguno ha cuestionado los resultados de ninguna convocatoria electoral cuando han perdido, ni su limpieza.

Por las proclamas antieuropeas del propio Puigdemont (matizadas, sin credibilidad, por su aparato de propaganda) y por colocarse en el polo más extremo de sus colegas ultras, el liderazgo del secesionismo —otra cosa son sus seguidores todavía de buena fe— ha quedado desprovisto de su antigua herencia europeísta y democrática.

Como su hoja de ruta y sus propuestas ya han fracasado y carecen de cualquiera otra, solo les queda el discurso de la negación del otro, el oportunismo antidemocrático, las invectivas contra todo lo español, la rabia. La completa miseria moral.


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Finalmente, opina Vincenc Navarro para el diario Público.es:


Título: Los mismos que crearon la gran crisis social han creado la crisis nacional

Texto: La noticia más importante hoy en Catalunya es la enorme crisis social, una crisis de tales magnitudes que no tiene precedente en la época democrática de nuestro país. Y no hay plena conciencia de ello en el establishment político-mediático de Catalunya  (todavía menos en el de España) de la gravedad de la situación. Por el contrario, este establishment catalán, como también lo hace el establishment español, está promoviendo la imagen de la recuperación económica, intentando difundir  que estamos “saliendo de la recesión”. Para mostrarlo utilizan indicadores de carácter macroeconómico, como el indicador del crecimiento económico, pero lo que no dicen es que el crecimiento de la riqueza beneficia sólo a unos pocos sin que beneficie a la gran mayoría de la población. En realidad, durante 2016, el último año del gobierno de Junts pel Sí (la alianza de dos partidos independentistas PDeCAT –la antigua Convergència- y ERC),   la pobreza, la pobreza laboral (pobreza entre trabajadores), la precariedad y las desigualdades sociales han continuado subiendo en Cataluña, resultado de las políticas neoliberales aplicadas por el gobierno Rajoy en España, y por el gobierno Puigdemont en Cataluña. Un dato resume la enorme crisis social que está afectando a la población catalana. Hoy en Cataluña, el 40% de los catalanes no vive mejor que sus padres. El enorme sueño de esperanza, que los hijos vivirían mejor que sus padres, ya no es verdad para el 40% de los catalanes.


Esta crisis social no ha centrado la campaña electoral

Sin embargo, esta enorme crisis social no ha aparecido ni en la primera ni en la última página de los mayores medios de comunicación. De hecho, no aparece casi en ninguna parte, lo cual es sorprendente. Y pongo sorprendente porque lo más lógico es que fuera noticia de primera página. En realidad debiera centrar el debate electoral que ha existido en Cataluña. En cambio, el tema central de la campaña no ha sido el desastre social. En su lugar, ha sido el tema nacional. Las banderas ha ocupado la centralidad del debate: en un lado, los independentistas enarbolando la bandera independentista –la estelada-; y por el otro el lado unionista, cuya bandera es la de la monarquía, es decir, la bandera borbónica. Repito, por un lado los partidos independentistas, PDeCAT, ERC y la CUP, que desean separarse de España y que a fin de alcanzar tal objetivo declararon ya la independencia, en nombre, en teoría, del pueblo catalán, aun cuando la mayoría del pueblo catalán nunca ha votado a favor de la independencia. Los votantes a favor de los partidos independentistas han sido siempre una minoría, que ha conseguido la mayoría parlamentaria, como consecuencia de una Ley electoral que discrimina a la clase trabajadora (ley diseñada en la época predemocrática por la Asamblea del Movimiento Nacional que impuso esta norma como condición para que desapareciera, ley que fue modificada más tarde por el Estado democrático español aunque tal Estado, temeroso también del poder de dicha clase, hizo pocas variaciones para corregir esta discriminación. Más tarde, el señor Pujol y su partido, la hizo suya con el mismo objetivo: el de discriminar a la clase trabajadora la cual, en su mayoría en Catalunya, es de habla castellana y nunca fue favorable al pujolismo ni lo es ahora al independentismo).


Los unionistas además de ser monárquicos y favorables al 155, también apoyaron al 135: la máxima expresión del neoliberalismo

Por el otro lado, están los partidos que dicen defender la unidad de España, la ley 155, que ha significado que el Presidente Rajoy, dirigente de un partido minoritario en Catalunya, sea en la práctica presidente de Catalunya. Estos partidos son Ciudadanos, el PP y el PSC-PSOE. Hay que tener en cuenta que son también los que apoyaron el artículo 135 de la Constitución que fue aprobado con nocturnidad y alevosía por el gobierno Zapatero y por el Partido Popular, con el posterior apoyo de Ciudadanos. A partir de este cambio en la Constitución, los partidos “súper patriotas españolistas” firmaron un artículo de la Constitución forzando al Estado español a que diera prioridad al pago de los intereses a la banca extranjera por delante  del gasto público requerido para atender las necesidades de la población española. Y estos “súper patriotas” han llevado a cabo toda una serie de políticas neoliberales, como las reformas laborales, que han disminuido los salarios y han aumentado la precariedad, imponiendo también recortes a los fondos públicos para los servicios (como sanidad, educación, vivienda social, servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios a personas con dependencia y otros) y transferencias (como las pensiones) públicas del Estado del bienestar, causas todas ellas de la enorme crisis social en Catalunya y en España. Estos partidos apoyan ahora el 155, como ayer apoyaron al 135. El PP y Ciudadanos son las derechas de siempre (que en el panorama de la derecha europea encajan en la ultraderecha). En esta categoría de unionista y de neoliberal (en realidad social liberal) está también el PSC-PSOE que en realidad fue el gobierno que inició tales políticas neoliberales.


El lado independentista (Junts pel Sí) también comulgó con el neoliberalismo

El gran secreto en Catalunya es que en el lado independentista la derecha catalana representada por Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) (que ha gobernado la mayoría del período democrático, en alianza con Unió Democràtica –UD- hoy en la lista del PSC)  lidera la coalición con ERC, un partido que se define de centroizquierda, pero ha aprobado unos presupuestos que reproducen las políticas neoliberales. Todo ello con el apoyo también de un partido que se autodefine como revolucionario, que como consecuencia de anteponer siempre el objetivo de la independencia por delante del bienestar de las clases populares, ha sostenido al gobierno Junts pel Sí. Ello ha incluido apoyo a la derecha catalana, hoy rebautizada como PDeCAT, el partido más parecido al PP en Catalunya: es un partido clientelar, con un nacionalismo patrimonialista, que considera el Estado de la Generalitat como propiedad suya, corrupto hasta la médula y financiado como el PP, a base del famoso 3%.


Las incongruencias del debate de las banderas

Esta realidad, reflejada en la lucha de las banderas, alcanza una situación que aparenta un conflicto, en el que se excluye a la mayoría de la población. En realidad, la estelada no es la bandera de la mayoría de los catalanes. Ésta es la senyera. Y la borbónica, para millones de españoles, no es su bandera tampoco, pues se sienten emotivamente más ligados a la bandera republicana que a la bandera monárquica.

La otra situación es que las banderas están siendo utilizadas por las fuerzas neoliberales para ocultar sus políticas claramente dañinas al bienestar de la población. No es por casualidad que los dos líderes en Catalunya que lideran las banderas (Ciudadanos el unionista y PDeCAT el secesionista) son miembros de la misma familia liberal europea. Oponen sus banderas a la vez que, en privado, firman las mismas leyes neoliberales.

Y la tercera situación es que las únicas fuerzas que han sido coherentes y siempre han denunciado las políticas neoliberales, y que han aplicado políticas alternativas cuando han gobernado, como en el caso del Ayuntamiento de Barcelona, han sido las mismas izquierdas que se presentaron como Catalunya en Comú-Podem y lo que es importante subrayar es que fueron y continúan siendo las herederas de las izquierdas que conjugaron siempre en Catalunya la lucha por la identidad catalana, con la lucha por el bienestar y justicia social, considerando la lucha por la identidad catalana, y por la justicia social, parte de una misma lucha. La dificultad que tuvieron estas nuevas izquierdas fue la de no tener los recursos incluyendo medios de comunicación para poder equilibrar y revertir la temática central de la campaña electoral, forzaron una visibilidad del tema social pero sin que ello se convirtiera en el tema central. Y las banderas continuaron ondeando.

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