Si les llamó la
atención el brutal realineamiento de países que está ocurriendo en estos días
en torno a Rusia y China, y el alejamiento de estos últimos por parte de los ya
conocidos, es porque hay un motivo. El mundo se parte en dos, chicos: el
Imperio y sus vasallos por un lado, y los insumisos, desorganizados pero
activos por el otro. Thierry Meyssan aborda el tema en Red Voltaire; acá va:
Título: Dos
mundos separados
Epígrafe: Durante
una importante reunión del Consejo de Seguridad de la ONU realizada el 28 de
octubre –reunión que la prensa occidental ha preferido no mencionar–, Estados
Unidos se negó a aceptar que la ONU coopere con las organizaciones regionales
en las que figuren Rusia y, de hecho, China. Al negarse a aceptar toda
cooperación con esos países, negándose por consiguiente a aceptarlos como
iguales, Washington opta por la división del mundo en dos bandos y pone fin a
la globalización económica.
Texto: Moscú
convocó una reunión especial del Consejo de Seguridad de la ONU, realizada el
28 de octubre de 2016, sobre las posibilidades de cooperación entre la ONU y
las organizaciones regionales. Como presidente del Consejo de Seguridad, el
embajador Vitali Churkin había invitado a los secretarios generales de la
Comunidad de Estados Independientes (CEI), el ruso Serguei Ivanov; de la
Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el general ruso Nikolai
Bordyucha; y de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), el tayiko
Rashid Alimov.
Los tres
secretarios generales expusieron ante el Consejo de Seguridad el trabajo que
realizan esas organizaciones: la CEI se ocupa de la cooperación entre los
Estados de la antigua Unión Soviética; la OTSC es una alianza militar; y la OCS
trabaja a favor de la cooperación regional para estabilizar el Asia Central. Y
resaltaron sus aportes a la ONU en la lucha contra el tráfico de droga y contra
el terrorismo, dos temas que la retórica internacional señala unánimemente como
prioritarios en momentos en que todos saben que son dos males generados y
controlados por Estados Unidos.
Todo había
comenzado bien y los embajadores de los países miembros del Consejo de
Seguridad se felicitaban por aquella bocanada de aire fresco. Pero el clima de
la reunión cambió drásticamente con las intervenciones de los embajadores de
Ucrania y Estados Unidos. Para evitar que esas tres organizaciones vengan a
modificar el actual monopolio de la OTAN y la Unión Europea, los representantes
de Ucrania y Estados Unidos acusaron a Rusia de todo tipo de crímenes y denunciaron
las tres organizaciones regionales como pantallas del expansionismo ruso. La
embajadora de Estados Unidos concluyó que no es por consiguiente posible
plantear ningún tipo de cooperación entre la ONU y esas organizaciones, entre
las que se encuentra la Organización de Cooperación de Shanghai, lo cual
equivale a rechazar también la cooperación con China.
Se reedita así la
posición que el mundo ya pudo verse anteriormente durante la conferencia
Ginebra 2: en teoría, todos están unidos contra el terrorismo; pero en
realidad, Washington no considera el terrorismo como una prioridad y da más
importancia a las exigencias de su propio imperialismo. La diferencia es que en
esta reunión del Consejo no se trataba de agredir a Siria. Lo que Washington
acaba de hacer es asestar una bofetada a Rusia y China.
Así paga el mundo
la enorme ambigüedad que rodea la lucha contra el terrorismo desde el año 2001.
Y es importante recordar que el terrorismo no es un enemigo sino una forma de
lucha a la que recurre el enemigo.
Washington
cierra, por lo tanto, la única puerta de salida que se le mantenía abierta. La
administración Obama se niega así a reconocer el desarrollo de Rusia, primera
potencia militar en materia de guerra convencional, y de China, la primera potencia
económica. Se niega a permitir que se modifique la organización unipolar del
mundo impuesta a partir de la operación «Tormenta del Desierto», en 1991, y
prosigue sus guerras en el Levante y Ucrania solamente para cortar las dos vías
de abastecimiento terrestre de China hacia Europa occidental.
Como está
consciente de que su posición es insostenible a corto plazo y no desea una
guerra mundial, Washington se prepara para dividir el mundo en dos bandos. Pero
tampoco quiere un regreso a la guerra fría, donde el mundo era una sola entidad
que contaba con dos administraciones. Lo que Washington desea es una nueva
estructuración: de un lado, un mundo unipolar gobernado únicamente por Estados
Unidos; del otro lado, Estados independientes e insumisos que cooperan entre sí
alrededor de Rusia y China; y la menor cantidad posible de contacto entre esos
dos mundos. Esta estructuración implica el fin del libre comercio mundial, el
fin de la organización del comercio a escala mundial, el fin de la
globalización económica y, por consiguiente, un gigantesco retroceso.
Si Washington
persistiera en marchar en esa dirección, tendría que acabar retirándose
militarmente de Siria y permitiendo el regreso de la paz a ese país
–exceptuando la frontera iraquí, donde mantendrá bloqueada la ruta de la seda.
Por causa, esta vez, de Estados Unidos, una barrera infranqueable caería sobre
el mundo dividiendo la Humanidad tal y como el Muro de Berlín dividió la
población de la ciudad que había sido la capital de toda Alemania, separando
familias enteras por más de medio siglo. Para los sirios que salieron de su
país huyendo de los yihadistas, eso haría muy difícil el regreso a su país y el
reencuentro con sus familiares. Para los occidentales, será imposible pasar las
vacaciones en Moscú y quizás hasta la compra de ordenadores chinos.
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