viernes, 23 de enero de 2015

Turbulencias


Una de las monarquías más sanguinarias del planeta entra en tiempos de turbulencia política, económica, social y militar. Es que ha muerto el rey de Arabia Saudita (foto), Abdalá bin Abdelaziz, de una neumonía a los 90 años de edad. Lo sucede su medio hermano Salman, de casi 80. Reproducimos a continuación tres notas: las dos primeras son del diario español El País. El tercero es un artículo de Pepe Escobar:


Título: Muere el rey de Arabia Saudí

Subtítulo: Abdalá bin Abdelaziz, de 90 años de edad, estaba hospitalizado por una neumonía

Texto: El rey de Arabia Saudí, Abdalá Bin Abdelaziz al Saud, falleció el jueves por la noche en Riad a los 90 años. El monarca fue ingresado en el hospital, el pasado 31 de diciembre, por una neumonía, desde entonces los rumores sobre su estado de salud persistieron, a pesar de que los medios saudíes daban cuenta casi a diario de visitas de miembros de la familia real intentando transmitir una imagen de recuperación. Anoche, la televisión estatal difundió un comunicado oficial de la Casa Real saudí en el que anunciaba su muerte; poco antes había interrumpido la programación para emitir versos del Corán. Su sucesor será su medio hermano Salman, de 79 años.

Abdalá era hijo de Abdelaziz y descendiente de Saud, que es lo que significan los nombres que siguen al suyo propio, en referencia al fundador del moderno Estado saudí y al precursor de la dinastía, respectivamente. Aunque cuando nació no existía un registro, luego se estimó que había venido al mundo en 1924, seis años antes de que la unión de los reinos de Nachd y Hiyaz diera lugar a Arabia Saudí. Abdalá sucedió como rey a su medio hermano Fahd, en agosto de 2005, pero, en realidad, llevaba las riendas del mayor productor y exportador de petróleo desde que éste sufriera una embolia cerebral una década antes.

Austero en sus gustos y alejado de los escándalos que solían acompañar otros miembros de la familia real, Abdalá se esforzó durante su reinado por mejorar la imagen de su país. No fue una tarea fácil, en especial a raíz de los atentados del 11-S. El descubrimiento de que 15 de los 19 autores de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono eran, al igual que el ominoso Osama Bin Laden, saudíes, hizo que se etiquetara a Arabia Saudí de “cuna del terrorismo islamista”. Además, el reino es un agujero negro para los derechos humanos, y el único Estado del mundo que aplica un estricto apartheid de género.

Abdalá, que tuvo una educación tradicional en una escuela coránica, se convirtió en heredero en 1982. Para entonces ya contaba con una base de poder en la Guardia Nacional, la milicia tribal formada para proteger a la monarquía, que dirigió desde 1962 y cuyo mando sólo traspasó a su hijo Mitab en mayo de 2013. También fue durante algún tiempo viceministro de Defensa.

Asumió la regencia en 1996 precedido de una exagerada fama de antiamericanismo. Su modo de vida discreto en comparación con otros príncipes, su reputación de incorruptible y su sensibilidad para las causas árabes suscitaron en Estados Unidos y Europa el temor de que adoptara una política exterior nacionalista y ultrarreligiosa. Sin embargo, esos valores despertaban simpatías entre los saudíes.

Convencido de la necesidad de reformas económicas y sociales, o al menos bien asesorado por su equipo de tecnócratas, lo cierto es que al hacerse cargo del reino restringió los gastos tanto en el Gobierno como en la Corte. También introdujo Internet (cuyos contenidos luego se intentarían controlar), habló en alto sobre la dignidad y los derechos de la mujer, e impulsó una ley de inversión extranjera, muy aplaudida por los empresarios.

Cuando se produjeron los atentados del 11-S, Abdalá rechazó las críticas internacionales al régimen saudí como fruto del “rencor contra el islam”, pero acudió en apoyo de su aliado EE UU con petróleo. Dos años más tarde, el terrorismo golpeó en el corazón del reino. Entonces, el instinto de supervivencia de los Al Saud se antepuso a la histórica alianza de la familia real con los ulemas, que había permitido el florecimiento y difusión de una de las interpretaciones más oscuras y radicales de esa religión. Abdalá reforzó un proceso de reformas tan cauteloso a ojos extranjeros como osado para los ultramontanos vigilantes de las esencias.

Nada más ascender al trono, liberó a varios disidentes, tendió la mano a la vapuleada minoría chií, prometió mayores derechos para las mujeres y abrió el país a la inversión extranjera. Enseguida se verían los límites a esos gestos. Cada paso adelante, chocaba con la oposición radical del búnker religioso y los procesos (diálogo nacional, centro internacional para la lucha contra el terrorismo, etc) fueron quedando en vía muerta. Los cambios necesarios sólo se han llevado a cabo en el límite, como sucedió tras los atentados de 2003.

“No me veo a mí mismo como un líder que simbolice la reforma, tal como me describen en los periódicos; soy un hombre sencillo”, confío a esta enviada durante una entrevista en 2007.

De hecho, hasta su muerte ha seguido siendo el representante de una monarquía absoluta que tiene pendiente la incorporación al proceso de toma de decisiones de una clase media cada vez más numerosa y crítica con el sistema. Incluso en ausencia de voluntad modernizadora de la familia real, los cambios demográficos, sociales y políticos exigen abrir el Gobierno a la participación ciudadana.

Aun así, Abdalá ha dejado su huella en la universidad que lleva su nombre King Abdullah University for Science and Technology, una de las mejores dotadas del mundo y donde no se aplica la segregación que impera en el resto del país, y en la decisión de abrir las puertas del Consejo Consultivo a las mujeres. Dar contenido legislativo a esa Cámara y hacerla electiva por sufragio es una de las tareas pendientes, como lo es también romper con el tabú de que las mujeres no puedan conducir, una prohibición que se ha convertido en símbolo del anacronismo saudí.

Su muerte imprime urgencia a la necesidad de que Reino del Desierto modernice el sistema sucesorio para rejuvenecer a sus gobernantes y conectar con los ciudadanos. A diferencia de las monarquías europeas, el trono saudí no lo hereda el primogénito del rey fallecido sino que ha ido pasando de uno a otro de los hijos (varones) de Abdulaziz por orden de edad, salvo algunas excepciones. Abdalá se convirtió en rey con 81 años en un país donde dos tercios de la población tienen menos de 30. Sus dos primeros herederos, los príncipes Sultán y Nayef, murieron antes que él y aún quedan vivos varios de sus 42 hermanos.

El monarca ahora fallecido tuvo 15 hijas y 7 hijos de sus cuatro esposas.


Subnota: Obama ensalza la "cálida relación" con un aliado venido a menos

Texto: La Casa Blanca tardó menos de una hora, desde que se anunció la muerte del rey de Arabia Saudí, Abdalá Bin Abdelaziz al Saud, en difundir un comunicado de condolencia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. La rapidez refleja la alianza estratégica entre ambos países, aunque se haya enfriado en los últimos años.
Obama ensalzó la contribución del monarca a la búsqueda de la paz en Oriente Próximo y a la promoción educativa en Arabia Saudí. “Siempre valoré la perspectiva del rey y aprecié nuestra genuina y cálida relación”, señaló el presidente. Obama subrayó la “convicción” de Abadalá de que la relación entre Washington y Riad -que tildó de “cercana y fuerte”- supone una “fuerza de estabilidad y seguridad” en Oriente Próximo y en el mundo.

El presidente vio por última vez al rey el pasado marzo cuando hizo una visita relámpago a Arabia Saudí tras una gira por Europa. La visita buscaba revertir el malestar que había causado en Riad la posición de Washington respecto a las revueltas de la Primavera Árabe, y su política hacia Irán y Siria. EE UU admitió que surgieron “diferencias tácticas” durante la reunión, pero que ambos países destacaron el componente estratégico de su relación.

La seguridad es clave en la relación, como demuestra la contribución saudí a la campaña de bombardeos contra posiciones del grupo yihadista Estado Islámico en Siria o el hecho de que se haya ofrecido a acoger el entrenamiento estadounidense a rebeldes sirios moderados.

En el pasado, el suministro energético era otro elemento central. Pero el boom petrolero que vive EE UU, gracias a la técnica de la fracturación hidráulica, ha menguado su dependencia del mayor exportador de petróleo del mundo. La decisión de Arabia Saudí de mantener su nivel de producción de crudo, pese al desplome de los precios en las últimas semanas, es percibida como un pulso para expulsar del mercado a los nuevos productores estadounidenses.

En paralelo a la menor dependencia energética, Washington ha elevado el tono sobre las vulneraciones de derechos humanos en el país árabe. El Departamento de Estado urgió hace dos semanas a Riad a no aplicar una condena judicial a mil latigazos a un bloguero opositor. La primera ronda de castigo se efectuó al día siguiente, pero la segunda se pospuso.


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Ahora posteamos la segunda nota de El País, relativa al sucesor del rey fallecido:

Título: El nuevo rey de Arabia Saudí promete continuismo en su primer mensaje

Subtítulo: Salman, de 79 años, comparece en un mensaje televisado

Texto: El nuevo rey de Arabia Saudí, Salman, de 79 años, sucesor de Abdalá Bin Abdelaziz al Saud, que murió anoche, ha prometido continuismo a sus súbditos y a sus aliados en una comparecencia televisada. "Seguiremos adhiriéndonos a las políticas correctas que Arabia Saudí ha seguido desde su fundación", ha asegurado este viernes el que fuera gobernador de Riad y miembro desde hace años de la cúpula gobernante.

Salman ha ejercido de ministro de Defensa desde 2011. Arabia Saudí participa junto a aliados árabes y occidentales en los ataques aéreos para tratar de frenar al autoproclamado Estado Islámico en Siria. En ese contexto, Salman ha declarado en su discurso: "Las naciones árabes y musulmanas tienen gran necesidad ser solidarias y estar cohesionadas".

La rápida actuación de Salman parece querer acallar los rumores sobre su estado de salud. Los saudíes han sido convocados a presentar su compromiso de lealtad al nuevo monarca.

El anuncio sobre la sucesión se produjo poco antes del entierro de Abdalá, tras las plegarias de mediodía. Quien fuera uno de los hombres más ricos de la historia, fue enterrado en una tumba sin nombre envuelto en una mortaja blanca en el cementerio de Riad, donde están enterrados muchos de sus súbditos.

Líderes árabes y musulmanes han decretado jornadas de luto y varios de ellos han cambiado inmediatamente sus planes para desplazarse a Arabia Saudí. El rey Abdalá de Jordania ha cancelado su viaje a Davos, el presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, ha acortado su presencia en el foro suizo y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha cancelado una visita a Somalia para dirigirse a Riad. Argelia ha anunciado que su delegación no estará encabezada por el presidente, Abdelaziz Buteflika, (ausente de la vida pública por motivos de salud), sino por el presidente del Consejo de la Nación, Abdelkader Bensalá.

El Rey de España viaja mañana sábado a Riad para asistir a las exequias del rey Abdalá. Tanto Juan Carlos I como Felipe VI han enviado un telegrama a Salman en el que expresan su pesar y manifiestan su compromiso de reforzar los lazos de amistad y cooperación que unen a ambos países.

El monarca saudí también ha resuelto este viernes la sucesión de la monarquía al designar como segundo en la línea al trono a su sobrino Mohammed Bin Nayef. El salto de los hijos del fundador del reino, Abdelaziz al Saud, a la tercera generación era una de las incógnitas que alentaba la especulación sobre luchas en el seno de la familia real. De esta forma, Mohammed sucederá al actual príncipe heredero, Muqrin, y se cierra el debate sucesorio para los próximos años.

El nombramiento confirma a Mohammed Bin Nayef, nacido en Yeddah en 1959, como el príncipe saudí más poderoso de su generación. De acuerdo con el decreto, difundido por los medios oficiales, está previsto que se mantenga como ministro de Interior, un puesto que su padre, Nayef, ejerció durante 37 años y al que accedió meses después de que éste falleciera hace dos años cuando era príncipe heredero.

El primer nieto de Abdelaziz en acceder a línea de sucesión estudió Ciencias Políticas en Estados Unidos y se especializó en asuntos militares y de lucha contra el terrorismo. En ese terreno ha cultivado su base de poder y su prestigio, ampliado por un intento de asesinato de Al Qaeda en 2009. Esa dedicación le ha dado fama de hombre duro, pero analistas y diplomáticos admiten desconocer su postura sobre el principal reto que afronta el reino: cómo reconciliar el cambio social y las exigencias de una población muy joven con las tradiciones ultraconservadoras del país.

Bin Nayef, cuyo hermano Saud fue embajador en España, pertenece a la influyente rama familiar de los Sudairi, siete de los 42 hijos de Abdelaziz, nacidos de una de sus esposas favoritas, Hasa al Sudairi. Desde que Abdalá relevará a Fahd a su muerte en 2005, han tratado de asegurar para otro de los suyos el camino al trono.

En un gesto que parece querer equilibrar el peso de las distintas ramas familiares, el rey Salman también ha nombrado a su hijo, el príncipe Mohamed Bin Salman, como nuevo ministro saudí de Defensa. Bin Salman mantendrá no obstante su cargo de jefe de la Corte Real. El comunicado oficial subraya también que el resto de los ministros se mantendrán en sus cargos. Además, el heredero, Muqrin, ha sido designado vicepresidente de la Shura, una cámara designada sin poderes legislativos.


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Finalmente, acá va una nota previa de Pepe Escobar aparecida en diversos medios (e.g., Global Research) hace ya varios días:

Título: What Game is the House of Saud Playing?

Texto: The House of Saud now finds itself in times of extreme trouble. Their risky oil price war may eventually backfire. The succession of King Abdullah may turn into a bloodbath. And the American protector may be musing a change of heart.

Let’s start with oil – and some background. As much as US supply has increased by a couple of million barrels a day, enough oil from Iran, Kirkuk in Iraq, Libya and Syria has gone out of production; and that offsets extra US oil on the market. Essentially, the global economy – at least for the moment – is not searching for more oil because of European stagnation/recession and the relative China slowdown.

Since 2011, Saudi Arabia has been flooding the market to offset the decrease in Iran exports caused by the US economic war, a.k.a. sanctions. Riyadh, moreover, prevented OPEC from reducing country production quotas. The House of Saud believes it can play the waiting game – as fracked oil, mostly American, is inexorably driven out of the market because it is too expensive. After that, the Saudis believe they will regain market share.

In parallel, the House of Saud is obviously enjoying “punishing” Iran and Russia for their support of Bashar Assad in Damascus. Moreover, the House of Saud is absolutely terrified of a nuclear deal essentially between the US and Iran (although that’s still a major “if”) – leading to a long-term détente.

Tehran, though, remains defiant. Russia brushed off the attack because the lower ruble meant state revenues remained unchanged – so there will be no budget deficit. As for oil-thirsty East Asia – including top Saudi customer China – it’s enjoying the bonanza while it lasts.

Oil prices will remain very low for the time being. This week Goldman Sachs lowered their 2015 WTI and Brent Crude forecasts; Brent was slashed from $83.75 a barrel to $50.40, WTI was cut from $73.75 to $47.15 a barrel. Prices per barrel could soon drop as low as $42 and $40.50. But then, there will be an inevitable “U-shaped recovery.”

Nomura bets that oil will be back to $80 a barrel by the end of 2015.


Punish Russia or bust

US President Barack Obama, in this interview, openly admitted that he wanted “disruptions” in the“price of oil” because he figured Russian President Vladimir Putin would have “enormous difficulty managing it.” So that settles the argument about hurting Russia and US-Saudi collusion, after US Secretary of State John Kerry allowed/endorsed King Abdullah in Jeddah to simultaneously raise oil production and embark on a cut price strategy.

Whether Kerry sold out the US shale gas industry out of ignorance or incompetence – probably both – is irrelevant. What matters is if the House of Saud were ordered to back off, they would have to do it in a flash; the ‘Empire of Chaos’ dominates the Persian Gulf vassals, who can’t even breathe without at least an implicit US green light.

What is way more troubling is that the current bunch in Washington does not seem to be defending US national and industrial interests. If humongous trade deficits based on currency rigging were not enough, now virtually the entire US oil industry runs the risk of being destroyed by an oil price racket. Any sane analyst would interpret it as contrary to US national interests.

Anyway, the Riyadh deal was music for the House of Saud’s ears. Their official policy has always been to slash the development of all potential substitutes for oil, including US shale gas. So why not depress oil prices and keep them there long enough to make investments in shale gas a lunatic proposal?

But there’s a huge problem. The House of Saud simply won’t get enough in oil revenues to support their annual budget with oil at below $90 a barrel. So as much as hurting Iran and Russia may be appealing, hurting their own golden pocketbooks is not.

The long-term outlook spells out higher oil prices. Oil may be replaced in many instances; but there isn’t a replacement – yet – for the internal combustion engine. So whatever OPEC is doing, it is actually preserving demand for oil vs. oil substitutes, and maximizing the return on a limited resource. The bottom-line: yes, this is predatory pricing.

Once again, there’s an immense, crucial, complicating vector. We may have the House of Saud and other Persian Gulf producers flooding the market – but its Goldman Sachs, JP Morgan and Citigroup who are doing the shadow, nasty work via leveraged derivative short futures.

Oil prices are such an opaque racket that only major oil trading banks such as Goldman Sachs or Morgan Stanley have some idea who is buying and who is selling oil futures or derivative contracts – what is called “paper oil.” The non-rules of this multi-billion casino spell out “speculative bubble” – with a little help from those friends at the Gulf oil pumps. With oil futures trading and the two major London and New York exchanges monopolizing oil futures contracts, OPEC really does not control oil prices anymore; Wall Street does. This is the big secret. The House of Saud may entertain the illusion they are in control. They’re not.


That dysfunctional marriage

As if this was not messy enough, the crucial succession of the House of Saud is propelled to the forefront. King Abdullah, 91, was diagnosed with pneumonia, hospitalized in Riyadh on New Year’s Eve, and was breathing with a tube. He may – or may not, this being the secretive House of Saud – have lung cancer. He won’t last long. The fact that he is hailed as a “progressive reformer” tells everything one needs to know about Saudi Arabia. “Freedom of expression”? You must be joking.

So who’ll be next? The first in the line of succession should be Crown Prince Salman, 79, also defense minister. He was governor of Riyadh province for a hefty 48 years. It was this certified falcon who supervised the wealth of private “donations” to the Afghan mujahedeen in the 1980s jihad, in tandem with hardcore Wahhabi preachers. Salman’s sons include the governor of Medina, Prince Faisal. Needless to add, the Salman family controls virtually all of Saudi media.

To get to the Holy Grail Salman must be proven fit. That’s not a given; and on top of it Abdullah, a tough nut to crack, already survived two of his crown princes, Sultan and Nayef. Salman’s prospects look bleak; he has had spinal surgery, a stroke and may be suffering from – how appropriate – dementia.

It also does not bode well that when Salman was promoted to Deputy Defense Minister, soon enough he was shown the door – as he got himself mixed up with Bandar Bush’s atrocious jihadi game in Syria.

Anyway, Salman already has a successor; second Deputy Prime Minister Prince Muqrin, former governor of Medina province and then head of Saudi intelligence. Muqrin is very, very close to Abdullah. Muqrin seems to be the last “capable” son of Ibn Saud; “capable” here is a figure of speech. The real problem though starts when Muqrin becomes Crown Prince. Because then the next in line will be picked from the grandsons of Ibn Saud.

Enter the so-called third generation princes – a pretty nasty bunch. Chief among them is none other than Mitab bin Abdullah, 62, the son of the king; cries of nepotism do proceed. Like a warlord, Mitab controls his own posse in the National Guard. Sources told me Riyadh is awash in rumors that Abdullah and Muqrin have made a deal: Abdullah gets Muqrin to become king, and Muqrin makes Mitab crown prince. Once again, this being the “secretive” House of Saud, the Hollywood mantra applies: no one knows anything.

Abdullah’s sons are all over the place; governor of Mecca, deputy governor of Riyadh, deputy foreign minister, president of the Saudi Red Crescent. Same for Salman’s sons. But then there’s Muhammad bin Nayif, son of the late Crown Prince Nayif, who became Interior Minister in 2012, in charge of ultra-sensitive internal security, as in cracking down on virtually anything. He is the top competitor against Mitab among the third-generation princes.

So forget about family “unity” when such juicy loot as an oil hacienda impersonating a whole country is in play. And yet whoever inherits the loot will have to face the abyss, and the same litany of distress; rising unemployment; abysmal inequality; horrendous sectarian divide; jihadism in all its forms – not least the fake Ibrahim Caliphate in “Syraq”, already threatening to march towards Mecca and Medina; the unspeakably medieval Council of Ulemas (the lashing/amputating/beheading-loving bunch); total dependency on oil; unbounded paranoia towards Iran; and a wobbly relationship with His Masters Voice, the US.


When will they call the cavalry?

And it so happens that the real ‘Masters of the Universe’ in the Washington-New York axis are debating exactly the erosion of this relationship; as in the House of Saud having no one to talk to but the“puppets”, from Bush Two minions to Kerry at most on occasion. This analysis contends that any promises made by Kerry over the House of Saud “cooperation” to damage Russia’s economy really mean nothing.

Rumbles from ‘Masters of the Universe’ territory indicate that the CIA sooner or later might move against the House of Saud. In this case the only way for the House of Saud to secure its survival would be to become friendly with none other than Moscow. This exposes once more the House of Saud’s suicidal present course of trying to hurt Russia’s economy.

As everyone is inexorably an outsider when faced with the totally opaque House of Saud, there’s an analytical current that swears they know what they’re doing. Not necessarily. The House of Saud seems to believe that pleasing US neocons will improve their status in Washington. That simply won’t happen. The neocons remain obsessed about the House of Saud helping Pakistan to develop its nuclear missiles; some of them – once again, that’s open to speculation – might even be deployed inside Saudi Arabia for “defensive purposes” against that mythical Iranian “threat.”


Messy? That doesn’t even begin to describe it. But one thing is certain; whatever game Riyadh thinks it’s playing, they’d better start seriously talking to Moscow. But please, don’t send Bandar Bush on another Russian mission.

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