Para los lectores
no argentinos de este blog, aclaramos que bajo los términos “causa AMIA” se
alude al estado judicial (nulo) de un tremendo atentado con explosivos ocurrido
en la Asociación Mutual Israelita-Argentina (AMIA), en Buenos Aires, hace algo
más de 20 años, el 18 de Julio de 1994. Con un saldo de 85 ciudadanos
argentinos muertos, judíos y no judíos, se trató del peor atentado de nuestra
historia. Los culpables nunca fueron encontrados, no sólo porque la justicia
argentina deja mucho que desear sino también por la complicidad de
las autoridades políticas y policiales de aquel entonces, bajo la presidencia
de Carlos Saúl Menem, dedicadas a confundir, ensuciar y desviar pruebas y
sospechas. Sin el menor indicio serio, varias instituciones, empezando por el
Estado de Israel, decidieron que el culpable del atentado había sido el
gobierno de Irán, hipótesis que todavía se mantiene, por supuesto sin el menor
indicio de ello, desde hace más de 20 (veinte) años.
Para quienes
quieran refrescar un poco la memoria en torno a la complejísima trama de
intereses, posibles causas y eventuales culpables del atentado a la AMIA, les
mandamos el link a una muy instructiva entrevista de casi media hora de
duración que le hicieran al notable periodista argentino Juan Salinas, autor
entre otras cosas de dos libros en donde se hace referencia a la causa AMIA. El
link es el siguiente:
http://www.ivoox.com/entrevista-a-juan-salinas-a-20-anos-del-audios-mp3_rf_3329239_1.html
Juan Salinas
tiene un blog, Pájaro Rojo (http://pajarorojo.com.ar) en el que suele escribir
sobre este y otros temas de la realidad política y policial argentina e
internacional. Sus últimos dos posts son, precisamente, el link a la entrevista
que mencionamos más arriba, junto con la reproducción de una nota de otro
periodista argentino, Santiago O’Donnell, en su blog
santiagoodonnell.blogspot.com.ar. Al final de esta nota, el propio Salinas
agrega unas reflexiones finales. Acá va:
Título:
AMIA-NISMAN. Santiago O’Donnell pone el dedo en la llaga
Epígrafe (de JS):
No quiero hacer mayores comentarios sobre este artículo cuya lectura sin
preconceptos recomiendo enfáticamente, pero no puedo con mi alma… así que los
pongo al final de la nota de Santiago.
Título original:
WikiStiusso
Por Santiago
O’Donnell
Texto: A menos de
una semana de la muerte de Nisman sería prematuro avanzar demasiado sobre cómo
terminó la vida del magistrado. Pero alcanza para analizar algunos
comportamientos mediáticos alrededor del fiscal y de la causa AMIA y algunas de
las opacas zonas fronterizas entre la política, el espionaje y el periodismo.
La fiscalía
especial para investigar el atentado a la AMIA fue creada en el 2005 por el
entonces presidente Néstor Kirchner y dotada de significativos recursos humanos
y económicos para relanzar una investigación moribunda que diez años más tarde
seguía sin condenas y con el juez y los fiscales que habían llevado adelante
del caso procesados por encubrimiento.
Desde entonces y
hasta hace muy poco tiempo, la investigación de Nisman había estado bajo el
amparo de una política de Estado que incluía al gobierno argentino, al juez, a
los principales diarios y noticieros del país (tanto k como anti k), a los
principales políticos del gobierno y de la oposición y a los dirigentes de las
principales organizaciones de la comunidad judía. Entre todos ellos regía un
acuerdo patriótico de no cuestionar la causa ni plantear objeciones al trabajo
del fiscal. Como le explica un dirigente de la DAIA a diplomáticos estadounidenses
en un cable filtrado por el sitio Wikileaks, aunque existìan dudas sobre la
investigación, eran calladas porque la opinión pública no soportaría otro
fracaso en un tema tan sensible.
Después del peor
atentado terrorista en la historia argentina, 85 muertos, después del bochorno
vergonzoso en el que había terminado la primera investigación, si la segunda
investigación iba a ser como la otra, con los mismos acusados, con los mismos
testigos entre misteriosos y truchos, básicamente las mismas pruebas endebles,
pues entonces por lo menos que no se notara.
Busquen los clips
de los noticieros en YoutTube, relean las tapas de los diarios, googleen el
declaracionismo. Repasen todas las decisiones de Canicoba Corral y verán que
rara vez lo criticaron al fiscal estrella de la causa AMIA y que nunca le
dijeron no.
Todos ellos,
funcionarios, dirigentes comunitarios y periodistas que se ocupaban del tema.
sabían que la fiscalía de Nisman se nutría básicamente de una fuente. Nisman
nunca lo ocultó. Sabían que el peso de la investigación lo llevaba el director
de Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia, alias Jaime Stiusso, y
a través de él, los servicios de inteligencia extranjeros, especialmente de
Estados Unidos e Israel. ¿Y cómo es que Stiusso se había ganado la confianza de
los americanos y los israelíes? Más allá de su cargo y permanencia, la verdad
es que ni idea, no lo conozco, ni siquiera sé si habla ingles, aunque muchos
que escribieron sobre él lo describen como una especie de genio de la
tecnología especializado en pinchadura. Si conociera a los manejadores
extranjeros de Stiusso me encantaría preguntarles. La cosa es que todos sabían:
Néstor, Cristina, Canicoba, los presidentes de la AMIA y la DAIA, los tres
periodistas de La Nación, Clarín y Página 12 que llevan el tema por lo menos
desde el 2005, sus editores responsables y unas cuantas personas más. Yo me
enteré en el 2011 cuando Nisman me citó para hablar de los cables de la
embajada estadounidense que acababa de publicar en mi libro Argenleaks.
Habia descubierto
que los cables decían que Nisman recibía ordenes directas de la embajada
estadounidense de no investigar la pista siria y la conexión local y de dar por
cierta la culpabilidad de los iraníes, aunque ningún juicio se había realizado.
Que Nisman le anticipaba sus dictámenes y los fallos del juez Canicoba Corral a
la embajada con varios días de anticipación. Que una vez Nisman llevó a la
embajada un dictámen de dos carillas y que la embajada lo mando a corregirlo,
entonces Nisman volvió unos días después con un dictamen de nueve carillas que
sí fue aprobado por la embajada y recién entonces presentado en la causa. Y que
otra vez Nisman pidió perdón tantas veces por no avisar que pediría la captura
de Menem, que los diplomáticos tuvieron que escribir tres cables distintos para
dar cuenta de sus sucesivas ampliaciones de sus pedidos de perdon y de sus
promesas de que no volvería a suceder. Todo eso reflejaba una falta de
independencia del fiscal nada menos que ante una potencia extranjera, por muy
amiga que fuera, y enseguida me pareció que la información era de indudable
interés general. Pero mi diario no quiso publicarla y a medida que los
Wikileaks iban pasando de manos, me di cuenta que los demás medios tampoco
publicaban ni ponían al aire nada. Así conocí la pata mediática de la política
de Estado con respecto al atentado a la AMIA, una de las razones que me impulsó
a escribir los capítulos “AMIA” en Argenleaks y “Nisman” en Politileaks, mis
dos libros.
“¿Cómo? ¿No lo
conocés a Jaime?” me preguntó Nisman entre extrañado y sorprendido en aquel
encuentro del 2011. Acababa de decirme que en una causa tan compleja, en la que
uno básicamente depende de lo que puedan averiguar los servicios de
inteligencia extranjeros, su información provenía de Stiusso, ya que Stiusso
era el que manejaba la relación con los servicios israelíes y estadounidenses.
Me dijo que su tarea consistía en chequear la inteligencia en bruto que le
mandaba el agente, y tratar de confirmar datos para que se puedan judicializar,
ya que no todo lo que le mandaba servía. Fue la única vez que lo vi y me lo
dijo sin conocerme. O sea, no era ningún secreto: Stiusso manejaba la
investigación.
Y yo no conocía a
Stiusso, pero por supuesto que sabía quién era. Un espía legendario de los
tiempos de la dictadura, que había trabajado con Nisman en la bochornosa
primera investigación de la AMIA, él como informante, Nisman como fiscal
auxiliar. Un personaje oscuro al que por entonces se le atribuían todo tipo de
“carpetazos” (operaciones de prensa) contra distintos personajes del gobierno y
la oposición?, desde Boudou y De Narvaez, hasta Enrique Olivera y el jefe de
la bonaerense. Y sabía, sabíamos quién era porque Stiusso se había hecho
famoso, y lo peor que le puede pasar a un espía es hacerse famoso. Fue en
julio del 2004 cuando el entonces renunciante ministro de Justicia, Gustavo
Béliz, mostró una foto del agente en el programa de Mariano Grondona y denunció
que Stiusso había montado “un ministerio de seguridad paralelo”, al que
describió como “una especie de Gestapo.”
La denuncia y la
exhibición de la foto le costaron años de exilio y una batalla judicial a Béliz
y su familia, pero a Nisman ni siquiera lo despeinó. La fiscalía siguió su
trabajo como siempre.
Era como si
existiera un Stiusso bueno y un Stiusso malo. El Stiusso bueno avanzaba con
la causa, sobre todo con los pedidos de captura contra los funcionarios y ex
funcionarios iraníes acusados de haber planificado el atentado, con un dictamen
que sería confirmado primero por el juez y luego por Interpol en el caso de
cinco de los ocho requeridos, por votación unánime del directorio. (Esto, luego
de un intenso trabajo de cabildeo conjunto secreto entre el Departamento de
Estado estadounidense y la cancillería argentina, al filo de la presión
política, con distintos paises miembro del directorio de Interpol, según consta
en una serie de cables filtrados por Wikileaks, a los que se puede acceder en
www.cablegatesearch.net,, ponchando el país “Argentina” y la palabra “Nisman”.)
El Stiusso
bueno tenía la cara del fiscal Nisman que seducía a los periodistas con su
promesas de exclusivas de documentos secretos con revelaciones explosivas que
nunca terminaban de estallar. Funcionaba así: cada vez que iba a hacer una
presentación judicial avisaba a sus contactos mediá ticos? y generaba
expectativa. Después, el día de la presentación, entregaba un resumen de diez o
quince páginas, como hizo con la denuncia contra la presidenta. Con eso, los
diarios hacían sus tapas y echaban a rodar el ciclo informativo. El resto era
material clasificado, sensible, que debía permanecer bajo estricto secreto de
sumario, porque estaba en juego la vida de agentes secretos. Cuando se
terminaba de filtrar el escrito completo resultaba ser una zaraza de los
servicios que no terminaba de probar nada, pero el ciclo informativo ya había
pasado hacía varios días y a nadie le interesaba demasiado si las pruebas era
endebles o secretas porque el juez bancaba, el gobierno bancaba, la opo
bancaba, la AMIA bancaba y había que meterle para adelante.
Pasó con el
supuesto chofer del coche bomba que habría volado la sede mutual judía, Ibrahim
Berro. Cuando Nisman anunció el 2005 que sus hermanos en Michigan habían
confesado que Ibrahim era el atacante suicida, el resumen de diez páginas de
una presentación judicial de cientos de páginas que Nisman había entregado a
los medios, fue tapa de todos los diarios y cabeza de todos los noticieros.
Pero cuando se conoció la transcripción de la entrevista a los hermanos de
Berro semanas más tarde, se supo que los hermanos habían negado que Ibrahim
tuviera algo que ver con el atentado. Entonces Nisman dijo que los hermanos
mentían y a partir de ahí los grandes diarios y noticieros dieron por hecho en
innumerables noticias que Ibrahim Berro era el atacante suicida.
Había
excepciones, claro, sobre todo algunos familiares de las víctimas y periodistas
rebeldes. Los autores de los tres libros de investigación más importantes que
se hicieron sobre el atentado, Salinas, Levinas y Lanata-Goldman, rechazaron la
hipótesis central de Nisman. Esto es, que fue un atentado con coche bomba y
conductor suicida llevado adelante por una célula de Hezbolá, con apoyo
logístico desde la Triple Frontera, por orden de la entonces cúpula del
gobierno iraní. Los cuatro autores hoy aseguran que el coche bomba no existió,
dato a partir del cual descreen de toda la historia.
Pero el apoyo
para Nisman era tan sólido que hasta parecía abrumador. El juez confirmaba, la
prensa avalaba, el gobierno financiaba, la opo otorgaba, las fuerzas vivas de
la comunidad acompañaban. Algunas críticas aquí y allá cerca del aniversario
como para no perder la costumbre, sí, pero con crédito abierto para el fiscal
especial y para el Stiusso bueno.
El Stiusso malo
no tenía cara y era un personaje oscuro y poderoso que metía mucho miedo.
Aparece en un cable del 9 de julio del 2008, en el que Julio y Fernán
Saguier, dos de los dueños del diario La Nación, según describe el título del
despacho, van a la embajada estadounidense a quejarse de las “presiones” del
gobierno contra el diario, En el párrafo siete, el cable dice así:
La cobertura
investigativa de La Nación en los días previos había implicado a Jaime Stiuso,
Director General de Operaciones en la agencia de inteligencia del Gob. de Arg.
(SIDE) en el caso Antonini Wilson. Los Saguier consideran a Stiuso una figura
ponzoñosa (“noxious”) que usa información, presumiblemente del Gob. de Arg., en
contra de Argentinos con varios propósitos. Explicaron que La Nación publicó
registros que mostraron que Stiuso había estado en contacto con el ex
funcionario Argentino Claudio Uberti poco tiempo después del descubrimiento de
U$S 800,000 en un aeropuerto de Buenos Aires en una valija que llevaba Antonini
Wilson . El artículo rastrea muchas llamadas hechas por Uberti a la residencia
presidencial en el suburbio de Olivos y otros inmediatamente después de la
incautación de la valija con U$S 800,000 hecha por agentes de Migraciones en el
aeropuerto. Stiuso habría hecho tres llamadas a Uberti tres días después del
descubrimiento. Los Saguier le mostraron al embajador un artículo posterior que
había salido en el diario pro-gobierno BAE sobre otro caso que involucraba a
Stiuso, en el que el ex Ministro de Justicia Béliz está siendo juzgado por
haber revelado la identidad de Stiuso por televisión. El artículo dice que La
Nación es un apoyo posible para la defensa de Béliz. Los Saguier se lo tomaron
como una advertencia sutil.
Y más abajo, en
el párrafo nueve:
Julio dijo que
estaba seguro que los teléfonos y las computadoras del diario habían sido
pinchados y hackeados. El propio Fernán había sufrido un “secuestro virtual” la
semana anterior. Mientras tomaba café con alguien su esposa recibió una llamada
diciendo que había sido secuestrado.
Los que llamaban
tenían detalles precisos sobre el el auto que estaba usando en ese momento. Su
esposa no podía localizarlo porque su celular estaba apagado, Todo transcurrió
en un par de horas. Cuando la policía le dijo que probablemente se trató de un
hecho policial común, tuvo serias dudas, Otro crimen contra el staff del diario
fue el robo en la casa de Obarrio (el periodista de La Nación acreditado en la
casa Rosada), hace más o menos un año, el mismo día en que tenía una suma importante
de efectivo para comprarse un departamento nuevo. Los ladrones tenían algún
tipo de conocimiento previo, ellos creen, basado en evidencias de que su
teléfono habían sido pinchados y que aparentemente habían entrado usando
llaves. (Obarrio luego le dijo al agregado de prensa que había presentado una
querella criminal y que los abogados de La Nación estaban empujando a los
fiscales para que investiguen.) También se habló del publicitado robo esa
semana al popular periodista radial Chiche Gelblung.
Aún así, el
diario nunca dejo de apoyar las investigaciones de el tándem Nisman-Stiusso.
Con honrosas excepciones, hasta el día de hoy sigue siendo uno de los más
entusiastas seguidores de la última obra del dúo, la canción de despedida, la
denuncia de un complot encabezado porla presidenta para garantizar la impunidad
de los asesinos que bombardearon la AMIA.
Como ya es
público y notorio a esta altura del partido, la política de Estado para
proteger la investigación Nisman Stiusso se empezó a romper hace dos años
cuando el gobierno argentino firmó un memorándum de entendimiento con el
gobierno iraní para que una Comisión de la Verdad compuesta por juristas
propuestos por ambos países determine la culpabilidad o no de los acusados
iraníes, eje de un brusco giro geopolítico que emprendió el gobierno en la
segunda parte de la presidencia de Cristina. Se rompió todavía más el mes
pasado cuando el gobierno echó a Stiusso de la Secretaría de Inteligencia y se
terminó de romper del todo hace diez días cuando Nisman denunció a la
presidenta.
A partir del
acuerdo con Irán el caso AMIA cayó en la grieta: para los medios anti k Nisman
fue más que nunca un valiente fiscal de la patria, mientras que para los
medios k pasó a ser una mezcla entre demonio, inepto y vende humo. El gobierno
quedó de un lado, la oposición del otro, y las organizaciones judías en el
medio, tironeadas desde los dos costados. Pimero apoyaron el acuerdo en una
conferencia de prensa conjunta con el canciller Timerman. Después cambiaron de
parecer y se pronunciaron en favor del rechazo antes de que el Congreso
aprobara el acuerdo. Después jugaron más fuerte: fueron a la justicia y
consiguieron que un tribunal lo declarase inconstitucional. Pero cuando el
fiscal denunció a la presidenta, dudaron y terminaron retaceándole el apoyo
ante la certeza de que Nisman se presentaría en el Congreso, digámoslo así,
como de costumbre, con mucho entusiasmo y convicción, pero bastante flojo de
papeles.
Para entender
cómo las líneas editoriales de las dos grandes corporaciones mediáticas
atraviesan la causa AMIA tanto como las operaciones de inteligencia y los
intereses geopolíticos para generar una gran ensalada que termina obturando la
búsqueda de la verdad, tal vez convenga detenerse en el cruce informativo que
protagonizaron los dos periodistas más importantes de la Argentina.
Por un lado Jorge
Lanata, el editor más creativo y el mejor formador de equipos periodísticos del
país, legítimo heredero de Natalio Botana y Jacobo Timerman. Desde de que escribió
su libro “Cortinas de humo” meses después del atentado y durante años Lanata
se la pasó denunciando, muchas veces en soledad, que la causa AMIA era una
truchada y que Nisman era un trucho. [youtube
http://youtube.com/w/?v=oHEonuCn27A]. Desde entonces es uno de los fogoneros de
la línea Clarín: a Nisman lo mataron o lo suicidaron para callarlo por la
gravedad de lo que iba a denunciar.
Por el otro lado
Horacio Verbitsky, el mejor periodista de investigación de la Argentina,
legítimo heredero de Rodolfo Walsh. La semana pasada, después de la denuncia de
Nisman contra la presidenta, Verbitsky escribió en el diario oficialista Página
12: “La gravísima denuncia del fiscal Alberto Nisman contra la presidente CFK
intenta apuntalar la versión sobre el atentado a la sede de la DAIA que
acordaron hace más de veinte años los gobiernos de Israel y la Argentina, con
el respaldo de Estados Unidos, cuando aún no había terminado la remoción de los
escombros: acusar a Irán y no investigar la participación de Siria, pese a que
las condiciones internacionales han cambiado. El problema es que en la causa no
abundan elementos que lo sostengan, por lo cual ese relato descansa en recursos
políticos y publicitarios. Mientras, nada se ha avanzado en el caudaloso
expediente judicial.” El artículo dice que el mismo Verbitsky ya les había
advertido a sus lectores en el 2004, esto es, antes de que Néstor les creara a
Stiusso y Nisman la fiscalía especial, que se trataba de una investigación
trucha, digitada de antemano. También recuerda que en 2005 informó sobre la
necesidad de reformar los servicios de inteligencia tras un acuerdo amistoso
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos entre el gobierno argentino
y la entidad de familiares de víctimas Memoria Activa con representación legal
del CELS el organismo derechos humanos que preside Verbitsky. La referencia al
sus añejos escritos del 2004 2005 parecen reflejar que durante la década
kirchnerista Verbitsky se fumó a dupla Nisman-Stiuso, priorizando en sus
investigaciones periodísticas otros temas de indudable interés público y
polìtico.
O sea, cuando
Verbistsky empezó a atacar Nisman y Stiuso en sintonía con la nueva línea
editorial del gobierno, Lanata, que siempre los había atacado, empezó a
defenderlos en sintonía con la linea editorial de Clarìn, su nuevo empleador.
Entramos en la
era del posperiodismo. Los medios se han convertido en extremos de
corporaciones y los periodistas giramos alrededor de ellas como satélites,
algunos más cerca del eje, otros buscando más distancia, como intentando
resisitir ese centro de gravedad que se representa en el metamensaje de la
corporación.
Yo, como editor
de Pagina 12 y director de la Maestría de Periodismo de la UBA, prestigioso
cargo al que accedí durante este final de década kirchnerista, junto con el
colega Verbitsky, parte de la corporación estatal. Lanata, parte de una
corporación que no es ningún monopolio, pero que ejerce (o ejercía hasta la ley
de medios) un posición dominante en prácticamente todos los mercados
infocomunicacionales de país, superando en el análisis comparativo a gigantes
como la red Globo de Brasil o Televisa de México, según documentó la
investigación de Mastrini y Becerra, Periodistas y Magnates (Prometeo).
Entramos en una
era en que las corporaciones y los actores comunican directamente y sin
intermediarios. O que comunican a través de voceros que venden y compran de los
dos lados del mostrador, fingiendo que se trata una novedad para poder llamarla
noticia.
Entonces, ¿qué
hacemos con la causa Nisman y con la causa AMIA?
En la causa
Nisman, esperar y dejar que la fiscal y la jueza trabajen tranquilas. Yo sé que
esto puede sonar kirchnerista y que no es lo que piensa la gran mayoría de los
argentinos, porque las conspiraciones siempre son seductoras y porque estamos
en un año electoral. Pero hasta ahora las evidencias que se conocen apuntan a
un suicidio. Mejor dicho no apareció hasta ahora ni una prueba sólida que
apunte a un asesinato. Que Nisman le dijo a su personal trainer no cuenta como
prueba. Casi lo único que se sabe a ciencia cierta es que un colaborador de su
máxima confianza le llevó un revolver, se fue, y a la mañana siguiente
encontraron a Nisman con un balazo en la cabeza, tirado en el baño? de su
custodiado departamento de edificio inteligente. Con respecto a que lo
suicidaron, hay presiones y presiones y hay que investigarlas a todas. Pero si
Nisman tenìa una custodia de diez personas, no una o dos, hay que dar por
bueno que ya lo habían amenazado de todas las formas posibles y en todos los
idiomas. Por eso conviene ser prudentes y esperar. Revisar todo y estar muy
atentos, como pide Lanata, reformar la ley de inteligencia y transparentar el
accionar los servicios como pide Verbitsky.
Con respecto a la
causa AMIA, un volver a empezar puede sonar doloroso, pero qué más decir: el
camino se hace al andar. Pero no empezaremos de cero, Que la pista iraní no se
haya probado no quiere decir que haya que dejarla. Al contrario. Dato por dato,
folio por folio, los iraníes siguen siendo los principales sospechosos. Aunque
todo debe ser revisado con ojos frescos, insospechados y debidamente
consensuados, los principales proponentes tanto la pista siria (Escudé) como
pista la narco (Salinas), ni hablar de la pista del autoatentado (Petrosino)
hoy por hoy lejos están de producir las pruebas que puedan convencer a una
opinión pública comprometida y a una justicia independiente, como va a hacer
falta para esclarecer el atentado.
Mientras tanto,
por ahora, esto es lo que hay. Tenemos a Stiusso en nuestras pesadillas,
tenemos a un país entero conmovido por la muerte de un fiscal. Tenemos medios
cruzados y operetas de esp?ías. Tenemos a los iranìes con pedido de captura
como principales sospechosos aunque sin demasiadas pruebas de un crimen atroz
que ya cumplió 20 años de impunidad.
***
Epílogo de Juan
Salinas: La travesía del desierto
Fue una larga
errancia (no poder trabajar en diarios, ya que todos habían acordado respaldar
la mentirosa Historia Oficial, quedar confinado a los márgenes del oficio, a
luchar por la subsistencia) durante casi dos décadas en las que dejé mi
juventud, pero por fin tengo esperanzas de que ahora haya quien quiera escuchar
la otra campana. Por otro lado, como es público y notorio, suelo defender las
grandes líneas, las líneas maestras del Gobierno, aunque muchas veces discrepe
con su ejecución. En todo caso, tengo claro que en el kirchnerismo -como en el
viejo peronismo- en muchas ocasiones el amor no es correspondido.
Por lo que yo sé
-y en esto discrepo con O’Donnell- no hay absolutamente nada que se pueda
llamar prueba o evidencia contra Irán. En el caso de la Embajada de Israel -no
de la AMIA- había una “pista iraní” ya antes del bombazo que curiosamente nadie
quiso investigar, y después del bombazo un escrito anónimo con una compleja
historia que responsabilizaba a un iraní de la tenencia de la supuesta Ford
F-100 que jamás explotó, anónimo que a mi juicio sólo pudieron pergeñar quienes
demolieron la Embajada, y cuyo contenido se demostró absolutamente falso.
En la AMIA, ni
siquiera eso. Nada de nada, como en su momento me reconoció Luis Dobniewsky,
abogado de la mutual judía. Lo único que hay es lo que se muestra en el
bochornoso documental de Roman Lejtman que pasan y repite América TV y América
24, hecho en base a material de una SIDE que refritaba los de los servicios de
inteligencia de Israel: una historia absolutamente traída de los pelos… que fue
el espinazo de la acusación levantada por Nisman… y por la República Argentina,
en momentos en que Néstor Kirchner quería congraciarse con la colectividad
judía de NY para que no entorpeciera la negociación de la deuda externa.
En fin, que
desafío a cualquiera a un debate en el que defienda frente al público la
infundada hipótesis de que hay evidencias contra Irán, haciendo yo de “abogado
del diablo”. Y a la inversa: desafío a cualquiera a que ataque ´los fundamentos
de mi hipótesis acerca de los motivos de los bombazos. Sostengo que ambos
atentados (¡hay que empezar por el de la Embajada, que es más fácil!) fueron
resultado de “mexicaneadas” en el circuito de lavado del dinero proveniente del
narcotráfico (y probablemente también del tráfico de armas). No tendré pruebas
concluyentes, pero si me escuchan verán que todo, absolutamente todo, cierra.
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