Gran “parade”
gran en París este domingo en relación con la Masacre Charlie Hebdo. Imagínense
las cursilerías al tono que se estarán pronunciando en estos momentos. Por
supuesto, ni una palabra en la prensa corporativa sobre los hechos en sí, las
inconsistencias de la versión oficial de los hechos, las motivaciones ocultas,
los actores en las sombras, etc. Cuando se asiente el polvo de las palabras,
habrá que ver qué quedó de todo esto. Por el momento, a Astroboy le resulta muy
confuso todo. Reproducimos el primer párrafo del artículo-portada de la sección
Internacionales del diario español El País.
Título: La Unión
Europea reforzará el control de Internet y de las fronteras
Subtítulo: París
se convierte este domingo en la capital mundial contra el terror
Texto del primer
párrafo: “Los ministros del Interior de la Unión Europea se han reunido este
domingo para dar una respuesta a los atentados yihadistas de esta semana en
París, que han costado la vida a 20 personas, incluidos tres terroristas. Los
jefes de Interior han acordado "controles profundos" de algunos
pasajeros y la coordinación con empresas de Internet para evitar contenidos
relacionados con el terrorismo. El próximo 18 de febrero, se celebrará en Washington
una cumbre internacional contra el terrorismo, según informó al final de la
reunión de París el titular de Justicia de EE UU, Eric Holder.”
Uno se pregunta:
(1) qué quiere decir aplicar “controles profundos” a “algunos pasajeros”; (2)
qué significa coordinar acciones con las empresas de Internet para “evitar
contenidos relacionados con el terrorismo”; (3) la “Cumbre Internacional sobre
el Terrorismo” a celebrarse en Washington el 18 de Febrero, ¿implica una cesión
de iniciativa de Europa al Imperio? ¿Constituye una maniobra desesperada de los
EEUU para recuperar iniciativa política después de los eventos de París? La
pregunta es relevante porque, como todo el mundo sabe, los EEUU son los
principales promotores del terrorismo en todo el planeta. (4) Finalmente, ¿qué
cuernos tiene que hacer el ministro de Justicia estadounidense en una reunión
de Ministros europeos del Interior? En fin.
Mientras
esperamos que se vayan aclarando las claves geopolíticas en relación a la
masacre de París, volvamos un momento al costado ético del asunto. Obviamente
no nos referimos a la masacre en sí (andar matando gente por ahí está mal,
chicos; ¿hace falta aclarar esto?), sino al intenso debate que se está
desarrollando en la línea general de nuestro post anterior. Esto es, qué actitud
debe adoptar la sociedad en relación con la supuesta “lógica del ofendido”.
Reproducimos a continuación un interesante texto que también publica hoy el
diario El País bajo el encabezado general de: “Debate sobre la libertad de
expresión”. Si bien uno no puede menos que estar de acuerdo con el planteo
general del ensayo, nos pasa como en aquel viejo juego de “Los siete errores”:
hay un par de inconsistencias lógicas que nos hacen ruido a medida que avanza
la lectura del mismo. ¿Las advertirá también el lector? Aclaremos, finalmente, que el autor de este
ensayo no es un paracaidista en el tema. Se trata de Flemming Rose, jefe de
Internacional del ‘Jyllands-Posten’, el principal diario danés que, en la
década pasada, publicara una serie de ilustraciones sobre Mahoma consideradas
profundamente insultantes por parte del mundo musulmán.
Título: ¿Qué
clase de civilización somos?
Texto: Philippe
Val, entonces redactor jefe de Charlie Hebdo, no podía ocultar su irritación
cuando, en 2007, con motivo del juicio celebrado contra la revista satírica de
izquierdas por publicar unas viñetas de Mahoma, se le preguntaba si realmente
había sido necesario, si no se trataba de una provocación innecesaria y un
ataque a una minoría débil y oprimida. Charlie Hebdo había reproducido unos
dibujos del diario Jyllands-Posten, junto con otras viñetas del profeta hechas
por sus caricaturistas, como reacción a los ataques contra las Embajadas
danesas y las amenazas al diario. “¿Qué civilización seríamos si no nos pudiésemos
burlar, mofar y reír de los que vuelan trenes y aviones y asesinan en masa a
inocentes?”, se preguntaba indignado Philippe Val. La pregunta resurge con
fuerza tras la matanza en la redacción de Charlie Hebdo.
La sátira es una
de las respuestas de una sociedad abierta ante la violencia, las amenazas y la
barbarie. La sátira es pacífica, aunque pueda picar y escocer. No mata;
ridiculiza y expone públicamente. Nos mueve a la risa, no al miedo o al odio.
La sátira es la
respuesta de una civilización sana ante la barbarie. Por supuesto que un dibujo
nunca vale la vida de una sola persona. El problema es que hay quienes insisten
en esa idea. ¿Y cómo debemos comportarnos nosotros, en tanto que gestores de la
palabra libre? ¿Cuántas amenazas y actos terroristas habrá que sumar para que
los fundamentalistas de la ofensa comprendan que con su defensa del derecho a
no ser ofendidos y su absurda equiparación entre malas palabras y malas
acciones le están haciendo un favor a la tiranía?
La matanza de
París es la trágica culminación, por ahora, de más de 25 años de debate en
Europa en torno a la libertad de expresión y sus límites. Comenzó con Salman
Rushdie, que en 1989 tuvo que desaparecer después de que las autoridades
religiosas de Irán, mediante una fetua (edicto), llamasen a todos los creyentes
musulmanes a asesinar al escritor debido a unas pocas páginas de su novela Los
versos satánicos. Desde entonces se ha sucedido un caso tras otro. La mayoría
ha girado en torno a cómo tratar el islam en la esfera pública de una
democracia, pero no se trata únicamente de musulmanes ofendidos. Casos
similares han afectado a sijs, hindúes, cristianos ortodoxos, nacionalistas y
todo tipo de grupos que insisten en prohibir la expresión de lo que consideran
ofensivo.
“La sátira no
mata; ridiculiza. Nos mueve a la risa, no al miedo o al odio”
Tanto Charlie
Hebdo como Jyllands-Posten han sido objeto de procesos judiciales. Ambos hemos
sido absueltos en los casos planteados contra nosotros. En una democracia y en
un Estado de derecho, se respetan las decisiones de los tribunales, aun cuando
se pueda estar en desacuerdo con una sentencia. Ese es uno de los modos en los
que resolvemos los conflictos. La otra forma es mediante el debate libre y
abierto. Este debate lo perdieron en Dinamarca y Francia los musulmanes
radicales, pero en lugar de mantenerse fieles al principio básico de la
democracia de confrontar palabra con palabra, dibujos con dibujos y dejar
hablar a los argumentos verbales, aquellos que se sintieron ofendidos por causa
de su dios o su profeta se aferraron a la violencia o la alentaron.
Justamente por
eso, es indignante que tantas voces en este debate (sin mencionar nombres y sin
olvidar a nadie) hayan hecho algo más que insinuar que Jyllands-Posten, Charlie
Hebdo, el director holandés Theo van Gogh, asesinado en 2004, Lars Vilks en
Suecia, Lars Hedegaard y Naser Khader en Dinamarca, Robert Redeker en Francia,
Ayaan Hirsi Ali en Holanda, Maryam Namazie en Gran Bretaña y una larga serie de
europeos que en los últimos años han sido amenazados de muerte o víctimas de
intentos de asesinato, en cierto modo se lo han buscado. Un famoso humorista
danés comparó en su día la publicación de las viñetas de Mahoma con provocar a
un violento roquero. La indigencia moral e intelectual que subyace tras una
afirmación así es sorprendente, pero el razonamiento prospera en nuestra
cultura en distintas variantes.
Incluso un diario
respetable como The New York Times escribió que las caricaturas desataron la
violencia en el mundo musulmán. Naturalmente, eso no significa que los
fundamentalistas de la ofensa toleren la violencia como reacción a unas
viñetas. Pero sí que supone que en demasiados lugares de nuestra cultura, hay
un acuerdo latente en que palabras y hechos pueden ser violentos y ofensivos en
la misma medida. Pakistán y muchos otros países musulmanes han llegado incluso
al punto de que el insulto, burla y ridiculización del Profeta mediante la
palabra o gráficamente se castiga con la misma dureza que el asesinato y el terrorismo:
con la pena de muerte. En las últimas décadas, la política de identidad y la
lucha por un espacio público libre de ofensas ha hecho que este modo de pensar
se extienda.
En el contexto de
la crisis de las viñetas de Mahoma, Charlie Hebdo publicó a finales de febrero
de 2006 un manifiesto con el título “Juntos. Haciendo frente a un nuevo
totalitarismo”. Estaba firmado por Salman Rushdie, Philippe Val, Ayaan Hirsi
Ali, el danés Mehdi Mozaffari y otros intelectuales procedentes de diferentes
sectores del espectro político, pero que se unieron en su defensa de la
libertad de expresión.
En él se decía:
“Después de haber doblegado al fascismo, al nazismo y al comunismo, el mundo se
enfrenta a una nueva amenaza totalitaria: el islamismo. Nosotros, periodistas e
intelectuales hacemos un llamamiento a la resistencia contra este totalitarismo
religioso y a la defensa de la libertad, la igualdad de oportunidades y los
valores seculares. Los últimos sucesos relacionados con la publicación de las
viñetas de Mahoma en periódicos europeos han revelado la necesidad de luchar
por estos valores universales. Esta lucha no será ganada mediante las armas,
sino en el campo de batalla ideológico”.
El manifiesto
contra el totalitarismo concluía: “Nos negamos a renunciar a nuestro espíritu
crítico por miedo a ser acusados de “islamófobos”, un concepto gastado que
mezcla la crítica del islam con la estigmatización de los creyentes. Defendemos
la libertad de expresión como un derecho universal, para que el espíritu crítico
pueda darse en todos los continentes, alzarse frente a cualquier maltrato o
dogma. Apelamos a los demócratas y a los espíritus libres de todos los
continentes para que nuestro siglo sea el de la luz y no el de la oscuridad”.
Charlie Hebdo fue
quizá el único medio de comunicación europeo que, a pesar de las amenazas y a
un atentado incendiario, insistió en el derecho a continuar burlándose de todas
las religiones. Dirigieron sus punzadas tanto contra el Papa como contra el
Profeta. Trabajaban desde una tradición bien establecida en la que no hay nada
sagrado; una tradición que tras la Reforma, y especialmente en tiempos de la
Ilustración, se fue extendiendo a la par que lo hacían la tolerancia, la
libertad religiosa y la libertad de expresión.
Cuando hace ya
más de diez años Theo van Gogh fue asesinado en una calle de Ámsterdam por un
joven musulmán ofendido, el entonces ministro de Justicia holandés, es decir,
el más alto defensor electo del Estado de derecho, dijo que se debería sopesar
un endurecimiento de la legislación contra el llamado discurso de odio. Porque
si hubiese existido una ley así, Van Gogh aún estaría con vida. Es decir, si se
hubieran criminalizado diferentes tipos de expresiones, habría habido una
oportunidad para que Van Gogh nunca hubiera realizado el documental sobre la
violencia contra las mujeres en nombre del profeta, documental que llevó a
Mohammed Bouyeri a asesinarlo.
“Indigna que
tantos hayan sugerido que ‘Charlie Hebdo’ se lo ha buscado”
Hoy podemos decir
lo mismo de los colaboradores de Charlie Hebdo. Si se hubieran limitado a
lanzar sátiras contra el cristianismo, los políticos y el Papa, y hubieran
dejado en paz al islam, estarían vivos gracias a esta terrible discriminación.
Pero no lo hicieron. Continuaron haciendo su trabajo.
Y así volvemos al
punto de partida: ¿Qué civilización somos si renunciamos a nuestro derecho a
publicar opiniones y dibujos que a algunos pueden resultarles ofensivos?
Básicamente se trata de un debate sobre cómo convivir en una sociedad cada vez
más multicultural y al mismo tiempo mantener nuestras libertades. Podemos, como
en las sociedades que no son libres, buscar una falsa armonía criminalizando
continuamente nuevas expresiones de acuerdo con la siguiente máxima: si aceptas
mi tabú y no te expresas crítica u ofensivamente sobre lo que para mí es
sensible y sagrado, yo haré lo mismo.
En sociedades
como la nuestra, en las que crece la diversidad, este es el camino hacia la
tiranía del silencio.
Otro camino es
insistir en que el precio que todos tenemos que pagar por vivir en democracia,
con libertad de expresión y de culto, es que nadie tenga un especial derecho a
no ser ofendido. Los colaboradores de Charlie Hebdo no habrán muerto en vano,
si elegimos este camino como reacción a su asesinato.
Tu texto me ha generado dos pensamientos opuestos:
ResponderEliminar- el "se lo han buscado" suena a ciertos comentarios que se escuchan en los casos de violación: "pero vos viste como se visten ahora las minas", sugiriendo que las mujeres se buscaron el ataque por exponer más piel de lo que un hombre puede soportar sin frenar sus impulsos.
- ¿Qué civilización somos si insistimos en conductas que ofenden a otros solo porque queremos probar que podemos? en el fondo la sociedad es sabia y las revistas estilo Barcelona apenas sobreviven económicamente.
En épocas de crisis en que está en juego la supervivencia de la humanidad, como la que nos toca ahora, los países, a través de sus gobiernos -siempre y cuando conserven un mínimo de conciencia-, van viendo solitos las alternativas y soluciones racionales para su superación.
ResponderEliminarIndefectiblemente, esta superación implicará que los poderes que tuvieron más responsabilidad en llegar a la crisis verán menguado su poder en beneficio de aquellos que, teniendo mucho menos poder y responsabilidad, la soportan y la sufren.
Los poderes que ven que las soluciones nacionales e internacionales racionales provocarán la pérdida de su influencia en diversos grados, no se quedarán cruzados de brazos esperando y contemplando pasivamente que esto ocurra.
El manejo de los recursos de inteligencia al servicio de los juegos geopolíticos y su conexión con el terrorismo es uno de los tantos factores al servicio de impedir que suceda aquello que perciben pudiera suceder.
Una de las razones de la eficacia de estos métodos geopolíticos es que generan conmociones en el imaginario social, asustando a unos y haciendo más guerreristas a otros. Esto produce un efecto de disciplinamiento que inhibe las tentaciones a sacar los pies del plato.
Todo esto al servicio de impedir que los pueblos de los países vayan encausando a sus gobiernos en la dirección de la superación racional a la crisis.
Este tipo de atentados terroristas contra los derechos de los ciudadanos esconden un mensaje al gobierno de esos ciudadanos e, indirectamente, al de otros países: que no saquen los pies del plato porque la van a pasar mal.
Gracias por los comentarios. Anónimo, me parece acertada tu doble reflexión: por un lado, no hay "se lo han buscado" que valga para matar gente que hace dibujos, por más insultantes que parezcan; por el otro, como sociedad y como individuos estamos en todo nuestro derecho a decir: "Nene, tus dibujitos son una mierda. Andá a ofender a otro lado".
ResponderEliminarOti, coincido con tu planteo general (se trata de una operación planificada, no de unos loquitos que se hacen los ofendidos), pero mi impresión de los hechos de París es que no se trata de una operación planificada desde afuera, sino desde el propio estado francés. Lo que no esntiendo bien es para qué, si para despegarse del alineamiento incondicional con los EEUU o para profundizarlo.
Cordiales saludos a ambos,
Astroboy