Posteamos a
continuación otra imperdible nota de Thierry Meyssan (foto) para Red Voltaire en torno
a la política exterior del Imperio. Se habla de casi todo en esta aproximación:
petróleo, tratados comerciales, contención de Irán, Rusia y China, vías
continentales vs. marítimas, fierros militares y herramientas financieras, caos
y orden, amigos y enemigos. Pasen y vean:
Título: La
política exterior de Estados Unidos
Epígrafe: Como
puede verse en Siria, donde hombres entrenados por el Pentágono luchan contra
hombres entrenados por la CIA, la política exterior de Estados Unidos es a
menudo contradictoria. Esa política es, sin embargo, perfectamente coherente en
dos aspectos: separar a la Unión Europea de Rusia, creando así una fractura en
el continente europeo, y dividir el Extremo Oriente separando a la ASEAN de
China. ¿Qué justifica esa política exterior? ¿Es posible anticiparla?
Texto: Para
explicar y por ende prever la política exterior de Estados Unidos, se ha
recurrido durante más de un siglo a la oposición entre aislacionistas e
intervencionistas. Los primeros se situaban en la línea de los «Padres
peregrinos» que huyeron de la vieja Europa para construir un mundo nuevo. Los
segundos, conforme a la tradición de algunos de los «Padres fundadores», no sólo
pretendían conquistar la independencia de Estados Unidos sino además tratar de
continuar por sí mismos el proyecto del Imperio Británico.
Hoy en día, esa
diferencia ha dejado de tener sentido porque se ha hecho imposible para
cualquier país vivir aislado de los demás Estados, aún tratándose de un país
tan grande como Estados Unidos. Aunque en ese país es muy común que cada
político tilde a sus adversarios de aislacionistas, ningún político
estadounidense –exceptuando a Ron Paul– defiende hoy en día esa tendencia.
El debate actual
se desarrolla entre los partidarios de la guerra perpetua y los adeptos de un
uso de la fuerza más mesurado. Según los trabajos de los profesores Martin
Gilens y Benjamin I. Page, la política actual de Estados Unidos la decide un
conjunto de grupos de intereses, independientemente de la voluntad de los
ciudadanos [1]. Se justifica, por tanto, ver en ese debate la influencia, de un
lado, del complejo militaro-industrial, que domina la economía estadounidense y
cuyo interés es proseguir la «guerra sin fin», y, del otro lado, la influencia
de las llamadas compañías de peaje (como las empresas de software, de la alta
tecnologia y del entretenimiento), cuya producción es ciertamente más virtual
que real pero que perciben sus dividendos precisamente en todos los lugares del
mundo donde reina la paz.
Este análisis del
debate deja de lado la cuestión del acceso a las materias primas y a las
fuentes de energía, tema dominante en los siglos XIX y XX pero que ha perdido
relieve hoy en día, aunque sin desaparecer por ello totalmente.
Desde el
surgimiento de la «Doctrina Carter», que elevó a la categoría de tema de
«seguridad nacional» el acceso a los hidrocarburos de lo que hoy ha dado en
designarse como el «Medio Oriente ampliado» [2], hemos visto a Washington crear
el CentCom, enviar al Golfo más de medio millón de hombres y reclamar el
control de toda la región. Es importante recordar que, convencido de la
inminencia del «pico petrolero», Dick Cheney decidió la preparación de las «primaveras
árabes» y las guerras contra todos los Estados de la región que no estaban bajo
el control de Washington. Pero esa política perdió su razón de ser mientras se
aplicaba ya que, además de comenzar a producir gas y petróleo de esquistos,
Estados Unidos logró el control de los hidrocarburos del Golfo de México. Por
consiguiente, para los años venideros, Estados Unidos no sólo habrá abandonado
el «Medio Oriente ampliado» sino que hay además grandes posibilidades de que
decida iniciar una gran guerra contra Venezuela, la única potencia de nivel
intermedio capaz de rivalizar con la explotación estadounidense de los
hidrocarburos del Golfo de México, y hacerla peligrar.
En su serie de
entrevistas con The Atlantic, el presidente Obama trató de explicar su doctrina
[3]. Para ello respondió amplia y repetitivamente a quienes lo acusan de haber
tomado decisiones contradictorias y de haberse mostrado débil, principalmente
después de la cuestión de la «línea roja» en Siria. Obama había declarado, en
efecto, que el uso de armas químicas era una línea roja que no podía violarse.
Pero, cuando su administración afirmó que la República Árabe Siria había
utilizado armas químicas contra su propia población, Obama se negó a desatar
una nueva guerra. Dejando de lado el hecho de saber si aquella acusación era o
no justificada, el presidente subrayó que Estados Unidos no tenía ningún
interés en arriesgar las vidas de sus soldados en aquel conflicto y que él
había optado por preservar las fuerzas de Estados Unidos para poder disponer de
ellas ante verdaderas amenazas para los intereses nacionales. Esa forma de
prudencia constituiría la «Doctrina Obama».
¿Cuáles son,
entonces, esas verdaderas amenazas? El presidente no lo dice. Lo más que
podemos hacer es tener en cuenta los trabajos del US National Intelligence
Council y los anteriores señalamientos sobre el poder de los grupos de interés.
Se ve entonces que Estados Unidos ha abandonado la «Doctrina G. W. Bush»
posterior al 11 de septiembre de 2001 –doctrina de dominación global– para
regresar a la doctrina de Bush padre: la de la excelencia comercial. Al
terminar la guerra fría, por falta de combatientes, la época se dedicará
únicamente a competir en el terreno económico dentro de un sistema capitalista
desreglamentado.
Es, por cierto,
para garantizar el fin de la época de los conflictos ideológicos que el
presidente Obama se acerca a Cuba e Irán. Era para él indispensable apagar la
oposición de esos dos Estados revolucionarios, los únicos que cuestionan no
sólo la supremacía estadounidense sino también las reglas del juego
internacional. La mala fe que Estados Unidos está demostrando en cuanto a la
aplicación efectiva del acuerdo 5+1 es prueba simplemente de que no existe la
supuesta preocupación de Washington sobre el desarrollo nuclear iraní y que lo
unico que realmente le interesa es limitar lo más posible el alcance de la
revolución iniciada por el ayatola Khomeiny.
Es en este
contexto que asistimos a un regreso de la «Doctrina Wolfowitz», según la cual
Estados Unidos tiene que hacer todo lo posible por evitar el surgimiento de un
nuevo competidor… empezando por la Unión Europea [4]. Esa estrategia parecía
haber sido objeto de cierta modificación en el sentido en que Washington veía
con más temor el despertar de China. Se habló entonces del «giro hacia el
Extremo Oriente», que consiste en retirar las tropas estadounidenses presentes
en el Medio Oriente ampliado y reposicionarlas de manera que fuese posible
controlar esta otra región y contener a la vez la potencia china. Si bien el
Pentágono renunció al delirio neoconservador que preconizaba la destrucción de
China, sí espera, en cambio, encerrar a Pekín en un papel exclusivamente
económico y alejarlo de toda influencia política fuera de sus propias
fronteras.
Sin embargo, lo
que hoy estamos viendo es lo contrario del «giro hacia el Extremo Oriente».
Cierto es que Estados Unidos ha reforzado ligeramente su presencia en el
Pacífico, pero lo que realmente ha hecho es implantarse militarmente en Europa
central. Mientras continúan las guerras en Palestina y en Yemen, así como en
Siria e Irak, y las armas van a comenzar a tronar nuevamente en Libia, un nuevo
conflicto se ha iniciado en Ucrania. Hay, sin embargo, dos maneras de
interpretar esta evolución.
Se puede considerar,
por un lado, que el despliegue militar en la frontera rusa y la respuesta
militar que ese despliegue suscita de parte de Moscú en realidad no amenazan la
paz. Iniciar un conflicto en esa zona parece a la vez demasiado peligroso y
absolutamente innecesario. Eso indica que la guerra en Ucrania no está dirigida
contra Rusia sino que se trata solamente de la fabricación artificial de una
seudo amenaza rusa hacia Europa, con su secuela de sanciones y contrasanciones,
lo cual permite a Estados Unidos presentarse como «protector» a los ojos de sus
crédulos aliados.
Por otro lado,
puede considerarse que el porvenir económico de Estados Unidos se basa en el
control que ejerce sobre los intercambios internacionales y, por consiguiente,
sobre la garantía del transporte marítimo [5]. Por el contrario, el desarrollo
de Rusia y China exige que esos países se liberen de la tutela estadounidense y
que sean capaces de dotarse de rutas comerciales continentales. En eso consiste
el proyecto del presidente chino Xi Jinping, con la construcción de dos rutas
de la seda, una que sigue su antiguo trayecto, a través del Asia Central,
Pakistán, Irán y Siria hasta el Mediterráneo, y otra que pasa por Rusia hasta
alcanzar Alemania. Esas dos rutas están actualmente interrumpidas, en el
Levante por el Emirato Islámico y por Ucrania en Europa.
La cuestión del
transporte marítimo era el eje de la estrategia estadounidense al principio del
siglo XXI, con el respaldo a los piratas del Cuerno de África [6], estrategia
que llega a su fin cuando Moscú y Pekín envían a esa región sus propios navíos
de guerra. Sin embargo, aunque China ha logrado que Egipto multiplique por dos
las posibilidades de tránsito a través del canal de Suez, el acceso por el
estrecho de Bab el-Mandeb se mantiene oficialmente controlado por intermedio de
Yibutí y, extraoficialmente, por al-Qaeda a través del Emirato Islámico de
Mukalla.
Al control de las
rutas comerciales es necesario agregar el control de los intercambios
financieros. Es por eso que la justicia estadounidense ha emitido una serie de
reglas que viene tratando de imponer poco a poco a los bancos del mundo entero.
Pero, también en ese ámbito Rusia resiste y crea su propio sistema Swift,
mientras que China rechaza la conversión de su moneda en dólares para no verse
sometida a las reglas estadounidenses.
De ser exacto
este análisis, las guerras en Siria, Irak y Ucrania se detendrán únicamente
cuando Rusia y China hayan logrado garantizar la seguridad de alguna otra ruta
comercial hasta Europa Occidental. En ese sentido, son visibles los esfuerzos
que realiza Estados Unidos para atraer a Bielorrusia, después de haberla
combatido durante tanto tiempo, lo cual es una manera de tratar de extender el
muro de contención ucraniano y de garantizar una hermética separación entre el
oeste y el este de Europa.
Según esa
perspectiva, las negociaciones comerciales que Estados Unidos viene realizando
con la Unión Europea (TTIP [7]) y con la ASEAN (TPP [8]) no tienen como
objetivo fortalecer los intercambios entre las partes sino, por el contrario,
excluir de los mercados a Rusia y China. Es, por cierto, de manera
completamente estúpida que europeos y asiáticos se concentran en esas
negociaciones sobre la cuestión de las normas de producción, cuando lo primero
que tendrían que hacer es exigir la incorporación de rusos y chinos.
Una última
enseñanza que podemos sacar de las declaraciones del presidente Obama a The
Atlantic es que Estados Unidos tiene intenciones de actualizar sus alianzas, de
adaptarlas a su nueva doctrina estratégica. Por ejemplo, el apoyo a la familia
real de Arabia Saudita, que prevaleció durante la época en que el petróleo
venía del Medio Oriente, carece ahora de utilidad y se ha convertido incluso en
una carga. Otro ejemplo, la «relación especial» con el Reino Unido –que incluyó
desde el control de los océanos (con la Carta Atlántica) hasta el intento de
imponer un mundo unipolar (mediante la guerra de Irak), tampoco resulta hoy
especialmente interesante, así que habrá que revisarla. Tampoco debe olvidarse
en todo eso el costoso respaldo a Israel, que también ha dejado de ser útil en
el Medio Oriente y que sólo podrá mantenerse si Tel Aviv se muestra útil en
otras regiones del mundo.
Estas
observaciones no corresponden a la actual campaña presidencial estadounidense,
en la que se oponen, de un lado, el complejo militaro-industrial y la ideología
WASP, representados ambos por Hillary Clinton, y, del otro lado, la industria
llamada “de peaje” y el pacto social del «sueño americano», representados en la
figura de Donald Trump [9]. La violencia de esta campaña es prueba de la
necesidad de un proceso de reequilibrio entre esas fuerzas después de la
supremacía indiscutida del belicismo reinante desde 1995.
Cuando gane el
bando que Trump representa, veremos resolverse las guerras, pero se ejercerá
una enorme presión en materia de pagos de licencias y derechos de autor. Si esa
victoria tardara en llegar, Estados Unidos tendría que enfrentar la sublevación
de una población profundamente descontenta e incluso motines. Se haría entonces
particularmente difícil prever la política exterior de Estados Unidos.
Notas:
[1] «Testing
Theories of American Politics: Elites, Interest Groups, and Average Citizens»,
Martin Gilens y Benjamin I. Page, Perspectives on Politics, Volume 12, Issue
03, septiembre de 2014, pp. 564-581.
[2] “State of the
Union Address 1980”, by Jimmy Carter, Voltaire Network, January 23rd, 1980.
[3] «La Doctrine
Obama», por Jeffrey Goldberg, The Atlantic (Estados Unidos), Réseau Voltaire,
10 de marzo de 2016.
[4] « US Strategy
Plan Calls For Insuring No Rivals Develop », Patrick E. Tyler, and « Excerpts
from Pentagon’s Plan : "Prevent the Re-Emergence of a New Rival" »,
New York Times, March 8th, 1992. « Keeping the US First, Pentagon Would
preclude a Rival Superpower », Barton Gellman, The Washington Post, March 11,
1992.
[5] “The
Geopolitics of American Global Decline”, por Alfred McCoy, Tom Dispatch
(Estados Unidos), Voltaire Network, 22 de junio de 2015.
[6] «Piratas,
corsarios y filibusteros del siglo XXI», por Thierry Meyssan, ?dnako (Rusia) ,
Red Voltaire, 1º de julio de 2010.
[7] También
designado como TAFTA o ATCI. Nota de la Red Voltaire.
[8] Siglas en
inglés del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, otro tratado de
libre comercio propuesto por Estados Unidos y muy similar al ya mencionado
TTIP, propuesto a la Unión Europea, y al ALCA o Área de Libre Comercio para las
Américas, ya rechazado por los Estados de Latinoamérica. Nota de la Red Voltaire.
[9] «¿Quién será
el próximo presidente de Estados Unidos?», «Mattis contra Trump», por Thierry
Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 4 de abril y 3 de mayo de 2016.
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