Los sucesos de Brasil comienzan a mostrar su costado de tragedia griega. Ya pasó la etapa del festival impúdico en el congreso; ahora toca el gobierno de los ricos. Esto es, neoliberalismo explícito. Sí, chicos, la corrupción existe y es condenable.
Pero lo que está ocurriendo en toda América Latina es la mutilación de
conquistas políticas, económicas y sociales bajo la bandera de la cruzada
anticorrupción. Eric Nepomuceno cuenta esto desde Página/12:
Título: El hombre
del dos por ciento
Epígrafe: El
puesto clave, el Ministerio de Hacienda, será para un legítimo representante de
la banca: Henrique Meirelles. Con Michel Temer tendrá manos libres para la
ortodoxia. Cuenta con apoyo suficiente en el Senado.
Texto: “El
impeachment de la presidenta Dilma Rousseff es impensable, generaría una crisis
institucional. No tiene ninguna base política y jurídica”. La frase fue
proferida el año pasado por un hombre involucrado en varias causas judiciales,
denunciado como integrante de un esquema ilegal de compra de etanol y condenado
por irregularidad en gastos electorales. Los sondeos de opinión pública más
reciente indican que cuenta con el apoyo de 2 por ciento del electorado, y que
60 por ciento de los entrevistados defienden la suspensión de sus derechos
políticos.
Tiene 75 años y
se llama Michel Temer. A partir de hoy asume la presidencia del quinto país más
poblado del mundo. Ocupará interinamente el puesto que todavía pertenece a
Rousseff hasta que termine en el Senado el juicio determinado ayer.
De la misma forma
que sus aliados, no tiene ninguna duda de que la presidenta no volverá. Por eso
pasó las últimas semanas trazando lo que será su base de apoyo en el Congreso,
especialmente en la compleja y enredada Cámara de Diputados, y armando su
ministerio.
En la Cámara,
sufrió un golpe duro con la suspensión del mandato de su principal aliado,
Eduardo Cunha, que entre un juicio y otro, una acusación y otra, presidía
Diputados. Bandolero contumaz, delincuente insuperable, uno de los símbolos
máximos de la corrupción que pudre a la política brasileña, Cunha sabría
asegurar – a cambio, claro, de seguir en su carrera criminal y de asegurar
puestos y presupuestos en el gobierno– el respaldo necesario para que Michel
Temer implemente una durísima política neoliberal que sea el contrapunto
perfecto a las políticas sociales llevadas a cabo por el PT de Lula da Silva y
Dilma Rousseff en los últimos trece años. En el Senado cuenta, desde siempre,
con respaldo suficiente.
Así, de la mano
del nuevo mandatario llegan al gobierno los que fueron sucesivamente derrotados
en las últimas cuatro elecciones presidenciales, los del PSDB del ex presidente
Fernando Henrique Cardoso, que se esmeró al máximo para que el golpe
institucional fuese exitoso. Además, llegan políticos de la derecha declarada,
el DEM (Partido Demócrata).
Hasta hace
poquísimos días, Temer intentaba agradar a todos sus aliados. En otras
palabras, pretendió dar marcha atrás en su promesa de eliminar ministerios para
ganar aires de un nuevo modelo de gestión, y seguir en la misma política de
canje (apoyo en el Congreso a cambio de puestos y cargos) que ha sido, en muy
buena parte, responsable por los problemas que Rousseff enfrentó en sus
mandatos. Correría, así, el riesgo de transformarse, como ocurrió con Dilma, en
rehén de aliados inescrupulosos.
Los que dieron al
inexpresivo político el respaldo necesario para que el golpe triunfase –los
barones tradicionales del Congreso, los medios hegemónicos de comunicación, el
empresariado, los que controlan el agro negocio y el sacrosanto mercado
financiero– se opusieron. Temeroso de iniciar un gobierno ilegítimo sin contar
con ese respaldo esencial, el nuevo presidente retomó, entre el sábado y ayer,
la promesa inicial.
Serán 22
ministerios frente a los 32 actuales (más siete secretarías con rango
ministerial). El puesto clave, el ministerio de Hacienda, será también el más
poderoso, y fue entregado a un legítimo representante de la banca: Henrique
Meirelles, el polémico financista que presidió el Banco Central en los
gobiernos de Lula da Silva. En ese período, tuvo como límite a sus ímpetus de
neoliberal las políticas sociales del gobierno. Ahora, con Temer, tendrá manos
libres.
No será, como se
pretendió anunciar, un “gobierno de notables”. Primero, porque los mejores en
cada especialidad no aceptarían participar de un gobierno ilegitimo. Y segundo,
porque Michel Temer sabe que carece de carisma y de poder: está en manos de sus
aliados.
En sus intentos
de armar el gabinete cometió deslices espantosos, como intentar nombrar uno de
esos autonombrados pastores electrónicos evangélicos, ardiente defensor del
creacionismo y demonizador de Charles Darwin para nada menos que el ministerio
de Ciencia y Tecnología. Luego, quiso destinar el ministerio de Defensa a un
joven diputado de 36 años, hijo de uno de los símbolos de la corrupción en Brasil.
Los jefes de las tres armas hicieron llegar a Temer un mensaje corto y seco:
jamás aceptarían ser comandados por semejante figura.
Al menos cinco
políticos que integraron los gobiernos de Lula y Dilma volverán al gobierno
nacido de un golpe.Tendrán a su lado nombres de políticos conocidos no
precisamente por la ética y la decencia.
En la mañana de
hoy Michel Temer será formalmente notificado de que asumirá la presidencia.
Gobernará, nunca
es demasiado reiterar, bajo las largas alas del partido que fue derrotado
cuatro veces.A la sombra del senador Aécio Neves, que cuatro días después de su
derrota, en 2014, para Dilma Rousseff, requirió a los tribunales la impugnación
de las elecciones.
Gobernará
enfrentando el PT y otros partidos de izquierda, bien como algo aún más grave:
las investigaciones que corren en el Supremo Tribunal Federal contra su carrera
que no llega a ser, en ningún momento, un ejemplo de integridad y respeto a la
causa pública.
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