367 legisladores brasileños decidieron defecarse en el voto de 55 millones de compatriotas para preparar el terreno a una clase empresaria nacional y transnacional ávida de más ganancias, poder y victorias culturales. El evento transcurre en medio de una depresión global sin precedentes, con un Imperio americano en proceso de demolición y exportando su orgía de caos y descontrol a cada rincón del planeta. En la planificación y ejecución de este golpe de estado se destaca la gran tarea de los medios masivos de desinformación, prostituyéndose día tras día a los efectos de histeriquear a las crecientes clases medias brasileñas. Planeando a la sombra de los acontecimientos, la privatización final de Petrobrás y la destrucción de conquistas laborales se preparan en despachos oscuros y carpetas secretas. El rostro dramático de Dilma Rousseff expresa mejor que cualquier otra cosa las horas sombrías que vive Brasil en estos momentos. Uno de los legisladores que votó a favor del impeachment dedicó su voto a los ex-torturadores de la Presidenta brasileña.
Hasta siempre, Dilma.
Leemos en el diario Página/12 de hoy:
Título: Un golpe que se vio en vivo y en directo
Epígrafe: Las cámaras de televisión mostraron las justificaciones de los diputados que defenestraron a Dilma Rousseff y que apenas mencionaron de qué se la acusa. Votaron en nombre de Dios, la patria, la familia.
Texto: Han sido 367 votos favorables y 137 contrarios a la destitución de Dilma Rousseff, que llegó al poder al amparo de 54 millones de votos. Otras nueve ausencias y abstenciones podrían ayudar a la mandataria a permanecer en su puesto, pero ni modo. Ayer, la Cámara de Diputados presidida por Eduardo Cunha, quien es reo en el Supremo Tribunal Federal por crímenes diversos, que van de la lisa y llana corrupción a mantener cuentas ocultas en Suiza, decidió poner un final al gobierno de quien ni siquiera está investigada.
En las justificaciones de votos de los que defenestraron a la mandataria apenas mencionan los crímenes de que es acusada. Han sido votos a nombre de Dios, de la Patria, de la familia, es decir, puras diversificaciones frente a un momento tan decisivo para el futuro del país.
El camino abierto ahora prevé pocas alternativas para Dilma Rousseff. Dentro de pocas semanas –la fecha inicialmente prevista es el miércoles, 11 de mayo– el Senado decidirá si acepta o no lo que indica la Cámara de Diputados, es decir, si abre o no el juicio a la mandataria. En caso positivo, Dilma Rousseff será apartada de la presidencia por un plazo que podrá llegar a 180 días, tiempo que tendrá para presentar su defensa.
Nadie cree que el Senado cambie la decisión de la Cámara de Diputados. O sea, el juicio a Dilma será instaurado. Y nadie cree que, en el Senado, ella logre cambiar el veredicto de los diputados.
En pocas palabras: Dilma Rousseff está liquidada. Los números de ayer han sido suficientemente elocuentes para fulminar de una vez su defensa. A ella le quedan alternativas como recurrir al Supremo Tribunal Federal, pero las posibilidades son muy cercanas a cero. El resultado de ayer superó las peores expectativas de sus defensores, inclusive en la opinión pública. Ha sido una derrota que superó a la anunciada.
La presidenta seguirá en su puesto hasta que el Senado defina si acepta o no la decisión de la Cámara. Eso significa algo entre dos o a lo sumo tres semanas. Será una presidenta fantasma. Nada de lo que haga en ese corto período de tiempo será considerado sólido o válido. Si el Senado acepta, y seguramente lo hará, la apertura del proceso de destitución, Michel Temer, el vicepresidente, asumirá el poder.
A la una de la madrugada de hoy, asesores muy cercanos a Dilma reafirmaron que la presidenta pretende dar batalla hasta el último instante (ver recuadro), o sea, no renunciará al puesto. Con eso, el país seguirá a la deriva, esperando por un vicepresidente sin legitimidad pero con el respaldo de una oposición dispersa, cuyo proyecto de gobierno es difuso.
Si se recuerda que Brasil vive una de las peores, si no la peor, recesión económica de sus últimos cien años, que viene de un período de año y medio en que el gobierno de Rousseff siquiera logró gobernar, lo que les espera a Michel Temer y sus aliados es un escenario nebuloso, de dudas y crisis. Y más: tendrá que enfrentarse con la anunciada oposición durísima de los movimientos sociales, de las principales agrupaciones sindicales y con todos los que no se resignan al golpe institucional que victimó a una presidenta inepta pero que no cometió ningún crimen que justificase su destitución.
En términos prácticos, hoy mismo empieza el gobierno –todavía no anunciado– de Michel Temer, el vicepresidente que se bandeó a la oposición. El país vivirá un fenómeno insólito: una presidenta en plenas y constitucionales funciones, hasta que el Senado de su veredicto, pero sin credibilidad alguna. Una presidenta fantoche.
Y un vicepresidente sin legitimidad alguna, a la espera de poder poner las manos sobre el bastón presidencial y empezar a gobernar.
Los llamados “agentes económicos” –empresarios, inversionistas, especuladores del mercado financiero– viven una expectativa que está en plena ebullición. Al mismo tiempo, las fuerzas que por tradición apoyan al PT –movimientos sociales, centrales sindicales– se preparan para responder a lo que clasifican como un “golpe blanco”.
Mucho más que defenestrar a una presidenta impopular, que condujo un gobierno inepto, lo que se abrió ayer en Brasil, con la decisión de la Cámara de Diputados, ha sido un período de profundas y graves incertidumbres.
Brasil entra en una zona de tinieblas, y las tensiones no harán más que reforzarse en los días que vendrán.
Michel Termer armó, en las últimas semanas, un gobierno que todavía no ha sido presentado al país. Lo hará pronto. Pero será siempre un gobierno nacido de un golpe institucional, que contará con el respaldo del gran capital pero sin ningún reconocimiento del electorado.
Título: Dos Brasilias separadas por un muro
Epígrafe: A João Gomes Pineda no lo amedrenta la derrota del gobierno democrático en la Cámara de Diputados. “Dilma es una guerrera.” Del otro lado de la valla Rodrigo Riveiro dijo: “Sacar a Dilma es liberar a Brasil de una dictadura”.
Texto: “A mis 76 años, además cuarenta y tantos trabajando en Petrobras, me vine desde Río para no dejar que estos fascinerosos den un golpe para darles el petróleo a los gringos. Mientras tenga salud voy estar en todas las marchas contra estos traidores al patrimonio nacional”.
A João Gomes Pineda no lo amedrenta la derrota del gobierno democrático en la Cámara de Diputados, “tengo muchas peleas en el lomo, con Dilma están queriendo hacer lo que hicieron con Getulio Vargas (se suicidó en 1954), pero ella es guerrera”.
“Nosotros ya peleamos contra Fernando Henrique Cardoso que nos mandó hasta el ejército porque no quisimos el fin del monopolio de Petrobras, esto va para largo”, agrega Joao que integra una delegación de la Federación Unica de Petroleros, que se concentró cerca del Ministerio de Justicia.
Las columnas de miles de manifestantes por la democracia, con remeras y banderas rojas, estuvieron unas 8 horas bajo el sol en el Eje Monumental, la principal avenida de Brasilia, atravesada por un muralla metálica de un kilómetro para evitar choques con los manifestantes de camisetas amarillas y banderas brasileñas que se movilizaron del otro lado del Muro de Brasilia, en el andarivel sur de la ancha avenida que desemboca en el Congreso.
La Central Unica de los Trabajadores estacionó dos inmensos camiones con parlantes y un palco en lo alto, los conocidos “trios eléctricos” que desfilan en los carnavales.
Uno de ellos se ubicó frente al Ministerio de Defensa y desde sus parlantes se propalaban temas de Chico Buarque que se hicieron célebres durante la resistencia a la dictadura.
En el otro, ubicado unos trescientos metros más al oeste hacían uso de la palabra dirigentes sindicales, campesinos y militantes.
“Nosotros comemos mortadela, no tenemos vergüenza de comer mortadela, a Lula también le gusta la mortadela, y eso nos pone orgullosos”, dijo una dirigente de Minas Gerais indignada con las bromas golpistas sobre los hábitos sencillos del ex presidente.
Provocadores fueron enviados este fin de semana al hotel donde se alojaba Lula y allí colocaron una gran mortadela plástica además de insultar a militantes petistas. La hostilidad fue una de las constantes de los templarios de la libertad y el antipetismo, que tuvieron la protección nada disimulada de la Policía Militarizada.
Además de las consignas por Lula y en defensa del gobierno de Dilma, la marcha democrática no olvidó al poderoso jefe de Diputados Eduardo Cunha el mentor del golpe blando en complicidad con el vicepresidente Michel Temer.
“Empujemos un poquito a Cunha para que se caiga, machista, homofóbico”, se decía desde la columna de las Mujeres por la Democracia, que fueron cacheadas con alguna grosería por la Tropa de Choque de la Policía Militarizada al ingresar a la avenida.
Del otro lado de Muro de Brasilia, en la pista sur reservada a la oposición, el trato de los agentes de seguridad era distinto.
Tres helicópteros de la Policía Militarizada de Brasilia saludaron simbólicamente a la parcialidad amarilla a través de una serie de maniobras.
Una de las aeronaves se detuvo un par de minutos sobre la multitud opositora y luego comenzó a desplazarse hacia atrás, lo que mereció una ovación: “Viva nuestra policía, estamos con ustedes”, festejó Teresinha Almeida, una arquitecta treintañera.
“Nosotros somos gente de bien, trabajamos, venimos con nuestros hijos sanamente a protestar contra estos ladrones, nos pagamos nuestro pasaje no como los petistas que los acarrean”, proclamó la mujer casi a los gritos frente al estruendo de los rotores de los helicóteros policiales que en ese momento se habían estacionado cerca del Ministerio de Salud.
Y agregó: “Quiero que Dilma se vaya al infierno junto con Eduardo Cunha”, el dirigente opositor y poderoso jefe de la Cámara de Diputados que presidió la histórica sesión en el Congreso.
Cunha es reo ante el Supremo Tribunal Federal por haber escondido cinco millones de dólares presuntamente cobrados por sobornos en el escándalo de Petrobras.
“Dilma fuera, pero también fuera toda esa bosta de Cunha, ese es el Alí Baba de los 300 ladrones que pudren ese Congreso”, dijo a su vez el Rodrigo Riveiro, de 23 años, sin esconder su enojo.
Rodrigo llevaba una camiseta blanca con la foto del diputado Jair Bolsonaro y debajo de esta la palabra “Bolsonaristas”: “Soy un bolsonarista convencido, es un verdadero conservador, tiene coraje de decir lo que piensa en esa podredumbre de la Cámara”, añadió Rodrigo, quien estudia en la Universidad de Brasilia, en la que –precisó– “son todos izquierdópatas”.
Rodrigo, medio gordito y alto, cerró con una versión propia de la historia y el presente “en 1964 no hubo golpe, el Congreso sacó a Joao Goulart y llamó al general Castelo Branco que trajo la Revolución, no fue una dictadura como dicen los izquierdópatas, fue una Revolución. Ahora también tergiversan, dicen que esto es un golpe. Al contrario, sacar a Dilma es liberar a Brasil de una dictadura. ¿O quieren que seamos como Corea del Norte?”.
María Martín escribe para el diario español El País:
Título: Dios tumba a la presidenta de Brasil
Subtítulo: Los diputados justifican sus votos en Dios, en la moralidad y la familia: el motivo real de la votación se queda en el olvido
Texto: La inmensa mayoría de los 513 diputados que votaron este domingo a favor del impeachment de la presidenta Dilma Rousseff pareció olvidadarse de los verdaderos motivos que estaban en discusión. Los diputados defendieron la destitución de Rousseff por las razones más diversas: “por mi esposa Paula”, “por mi hija que va a nacer y mi sobrina Helena”, “por mi nieto Gabriel”, "por la tía que me cuidó de pequeño", “por mi familia y mi Estado”, “por Dios”, “por los militares del [golpe del] 64”, “por los evangélicos”, “por el aniversario de mi ciudad”, “por la defensa del petróleo”, “por los agricultores”, "por el café" e incluso “por los vendedores de seguros de Brasil”.
Atrás quedaron las maniobras fiscales, verdadero motivo para abrir el proceso, completamente olvidadas por los nobles diputados. Exaltados ante el micrófono, exprimieron hasta el último segundo de gloria que, a muchos, el pleno les ofreció por primera y, quién sabe, última vez. Los parlamentarios recordaban a los telespectadores de Xuxa, que aprovechaban su participación en directo en el programa para saludar eternamente a su madre, a su marido, a su amante, al primo, al nieto, a su vecino, a sus amigos y al portero.
La defensa de la familia, de la propiedad, de Dios y del orden en manos de los militares mostraron la verdadera foto del Congreso más conservador desde 1985 y sugirieron, de paso, que nadie se leyó el informe con los fundamentos jurídicos que justificarían el delito de responsabilidad, necesario para la caída de Rousseff -o, al menos, nadie se esforzó en demostrarlo-. Fue raro escuchar un voto dedicado a la calidad de la educación, a la salud, a los desempleados o a las minorías. Algunos tenían anhelos más abstractos y votaron “sí” para “reencontrarse con la historia”, otros, mucho más personales, al justificar el impeachment por la hija que va a nacer, por la sobrina Helena y por todos los agentes de seguros de Brasil. Por su parte, el exmilitar Jair Bolsonaro, siempre sobrepasando límites, dedicó su voto a favor al Coronel Ustra, reconocido por la Justicia como un torturador durante la disctadura brasileña (1964-1985).
Los votos, por lo visto, también tuvieron la intención de impedir causas mayores. Los diputados expresaron su defensa del proceso de destitución para evitar que “los niños aprendan sexo en las escuelas”, para “acabar con la Central Única de los Trabajadores y sus marginales”, “para que se les deje de dar dinero a los desocupados” y, sobre todo, por el fin de los robos y la corrupción, olvidándose, así, de que alrededor de un 60% de los presentes en el pleno, incluido su presidente Eduardo Cunha, tienen casos pendientes en los tribunales.
Dios, omnipresente en una votación que no tenía nada que ver con las enseñanzas bíblicas, fue nombrado hasta para que asumiese el mando una vez que Dilma cayese. Y las familias de los parlamentarios parecieron haber sido más motivadoras para derribar a la presidenta que cualquier negociación a contrarreloj. No es de extrañar en una Cámara de los Diputados llena de fundamentalistas religiosos y que tiene el mayor porcentaje de diputados con familiares políticos desde las elecciones de 2002. El nepotismo en la Cámara se revela al ver que el 49% de los diputados federales tienen hijos, padres, abuelos, madres, esposas o hermanos en la política, según un estudio realizado por la Universidad de Brasilia. Es el índice más elevado de las últimas cuatro elecciones.
Tras casi cinco horas de votación, Dios y los nietos de los diputados derribaron a la presidenta de Brasil.
Un increíble paralelismo: Dos presidentas latinoaméricanas tejen alianzas con sectores de lo más reaccionarios, canjeando apoyos (y votos) por escaños y luego, cuando estos muestran su verdadera naturaleza (que, por otra parte, nunca ocultaron)los llaman "traidores".
ResponderEliminarAsí es. Cordiales saludos,
ResponderEliminarAstroboy