Sigue la tensión en Egipto, esta vez como consecuencia del acercamiento entre el actual gobierno del general Al Sissi y el de Arabia Saudita. Pero lo que se sacude también son viejas divisiones en las fuerzas políticas, religiosas y sociales de ese país. La nota que sigue es de Thierry
Meyssan para Red Voltaire:
Título: ¿Hacia
dónde va Egipto?
Epígrafe: Desde
hace 5 años, la historia de Egipto, al igual que la de otros Estados árabes, ha
sido una sucesión de complots, de actos de violencia, de anuncios y de
desmentidos. Nuevos elementos han venido a cuestionar todo lo que la opinión
pública internacional creyó en un momento dado. Thierry Meyssan trata de
separar aquí lo verdadero y lo falso, interrogándose al mismo tiempo sobre lo
que aún esconde el actual presidente egipcio al-Sissi.
Leyenda de la figura: El ex
presidente egipcio Hosni Mubarak fue condenado por malversación de fondos y por
su responsabilidad en la represión de manifestaciones. Pero los hechos, sobre
los que en aquel momento existía una opinión unánime, nunca llegarán a
demostrarse.
Texto: Egipto, sociedad
extremadamente conservadora, dirigida por militares, ha vivido durante los
últimos 5 años un periodo de agitación del que aún no está completamente
restablecido.
Esos
acontecimientos pueden abordarse de tres maneras diferentes, pero ninguna de ellas
es enteramente satisfactoria:
- Para los
gobiernos occidentales y su prensa, todo régimen militar es malo per se y lo
que vimos en Egipto fue una lucha entre los partidarios de ese régimen y los
demócratas. El problema de esa lectura es, por un lado, que los militares
egipcios son republicanos y, por otro lado, que esos militares disponen de un
apoyo popular infinitamente más importante que el que pudieran presentar los
demócratas.
- Para los
defensores del derecho, Mohamed Morsi fue proclamado legalmente como presidente
electo por un 17% de los electores. Pero su legitimidad debería haber visto
cuestionada cuando 33 millones de egipcios exigieron su destitución y cuando
resultó, lo cual sí está perfectamente comprobado, que la Comisión Electoral no
había respetado el voto de los ciudadanos en 2012. A partir de ese momento, es
imposible calificar su derrocamiento de «golpe de Estado».
- Para los
propios egipcios, esos acontecimientos son la prolongación de la lucha entre
nacionalistas e islamistas. La Hermandad Musulmana, que trató en numerosas
ocasiones de llegar al poder por la fuerza con los asesinatos de primeros
ministros, en 1945 y 1948, y de un presidente, en 1981, finalmente llegó al
poder con ayuda de Estados Unidos y “arreglando” las elecciones. Pero, hoy en
día, el campeón de los nacionalistas vende el país a los sauditas.
La dimisión de
Hosni Mubarak (11 de febrero de
2011)
En 2011, una
serie de manifestaciones populares fueron manipuladas por Washington, que ya
había desplegado en Egipto una legión de ONGs implicadas en las «revoluciones
de colores» y bajo la coordinación del equipo de Gene Sharp [1]. La «primavera
árabe» estaba comenzando. La Casa Blanca envió al Cairo un alto responsable de
la CIA (por cierto, padrastro del entonces presidente de Francia Nicolas
Sarkozy [2]), el embajador Frank Wisner. Después de haber dado la impresión de
que respaldaba a Hosni Mubarak, el embajador Frank Wisner lo intimó a dimitir.
Sabiendo que no lograría restablecer el orden, Mubarak renunció a transferir el
poder a su hijo Gamal y abandonó la presidencia, dejándola en manos de su
vicepresidente. Esto se designó como la «revolución del loto». El desorden se
extendió por todo el país. Al principio, los responsables de las ONGs fueron
arrestados por haber financiado el «cambio de régimen», utilizando para ello 48
millones de dólares. Pero luego fueron liberados y, al mismo tiempo que los que
se habían refugiado en la embajada de Estados Unidos, fueron sacados de Egipto
en un avión especial de la CIA [3].
Washington
respaldó al candidato de la Hermandad Musulmana, Mohamed Morsi, a la
presidencia de Egipto. Durante la campaña electoral, Yusef al-Qaradawi,
predicador de la Hermandad Musulmana y «consejero espiritual» del canal de televisión
Al-Jazeera, hizo acto de presencia en la plaza Tahrir para explicar que lo más
urgente ya no era luchar por el reconocimiento de los derechos del pueblo
palestino sino… limpiar la sociedad de homosexuales.
Al término del
escrutinio, que registró sólo un 35% de participación y donde obtuvo el apoyo
de sólo un 17% de los electores, Morsi fue proclamado ganador de la elección.
Sin embargo, en una carta que se hizo pública posteriormente, el presidente de
la Comisión Electoral escribe que no se basó en los resultados del escrutinio
sino que quiso evitar que la Hermandad Musulmana desatara una guerra civil, lo
cual habría sucedido si se hubiese anunciado la victoria del general Ahmed
Shafiq –el efímero primer ministro nombrado por Mubarak [4]. Estados Unidos,
que había orquestado toda la operación, felicitó al doble nacional
egipcio-estadounidense Morsi por su «democrática» elección, versión falsa que
de inmediato adoptaron todos los demas países. En el extranjero, todos
celebraron la «normalización» de Egipto, que al fin tenía su primer gobierno
civil al cabo de 5 000 años de gobernantes militares en el poder.
Leyenda de la
figura: El 6 de octubre de 2012, aniversario del asesinato del presidente
egipcio Anwar el Sadat, el presidente Mohamed Morsi recibe a 3 miembros de la
Hermandad Musulmana que participaron en la conspiración que acabó en el
asesinato de Sadat. Mursi incluso nombró a uno de estos individuos miembro del
Consejo de Derechos Humanos y a otro le dio un puesto de senador.
La presidencia de
Mohamed Morsi (30 de junio de
2012 - 3 de julio de 2013)
Ya instalado en
el sillón presidencial, Mohamed Morsi instaura una dictadura supuestamente
religiosa. Introduce miembros de la Hermandad Musulmana en la administración
del país y rehabilita a los miembros de esa cofradía que habían sido condenados
por terrorismo. Incluso recibe y felicita públicamente a los asesinos del
presidente egipcio Anwar el-Sadat y nombra gobernador de Luxor al responsable
de la masacre perpetrada en 1997 en ese distrito [5]. También persigue a los
demócratas que habían manifestado contra ciertos aspectos de la política de
Hosni Mubarak (pero no por su dimisión), apoya una verdadera campaña de
pogromos desatada contra los cristianos por la Hermandad Musulmana y cubre los
crímenes de esta cofradía: linchamientos, saqueo de los arzobispados e
incendios de iglesias. Simultáneamente privatiza las grandes empresas egipcias
y anuncia la posible venta del Canal de Suez a Qatar, que apadrinaba entonces
la Hermandad Musulmana.
Desde el palacio
presidencial, Morsi se entrevista por teléfono, al menos cuatro veces, con Ayman
al-Zawahiri, otro participante en el asesinato de Anwar el-Sadat y hoy
convertido en jefe mundial de al-Qaeda
[6].
Durante ese
periodo, un grupo yihadista llamado Ansar Bait al-Maqdis se estructura en el
Sinaí. Estos islamistas realizan numerosos ataques contra el gasoducto que
conecta Egipto con Israel y Jordania, sin que el ejército egipcio trate de
evitarlo.
El presidente
Morsi envía una delegación oficial de su gobierno a reunirse con el Califa del
Emirato Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, miembro de la Hermandad Musulmana, al
igual que el propio Morsi. Sin embargo, no logran ponerse de acuerdo porque
cada uno de ellos exige que el otro se ponga a su servicio.
Finalmente, el
presidente Morsi ordena al ejército egipcio prepararse para atacar la República
Árabe Siria en apoyo a los miembros sirios de la Hermandad Musulmana. Será esta
la decisión que desborda el vaso.
El ejército
egipcio, que estuvo fusionado con el de Siria desde 1958 hasta 1961, considera
la orden de ataque contra Siria como una violación del sueño de unidad árabe de
Gamal Abdel Nasser y se vuelve entonces hacia la sociedad civil.
Son notorias la
docilidad de la sociedad egipcia ante el poder así como sus súbitas explosiones
de masas. Esta vez, la sociedad no reacciona ante las primeras decisiones del
presidente Morsi, tampoco ante los asesinatos contra los cristianos, pero acaba
sublevándose en conjunto. Una amplia coalición, que reúne en su seno la mayoría
de las formaciones políticas de izquierda y de derecha, e incluso a los
salafistas, se levanta entonces contra la Hermandad Musulmana.
Respondiendo al
ejército egipcio, esta coalición organiza la mayor manifestación en la historia
de Egipto para exhortar a los militares a derrocar al dictador Mohamed Morsi y
a expulsar del poder a la Hermandad Musulmana. Durante 5 días, «desbordante
como el Nilo», una multitud de 33 millones de egipcios vota de hecho en las
calles manifestando contra la Hermandad Musulmana.
Esperando
prudentemente el momento en que Estados Unidos no podrá intervenir a favor de
su protegido, el ejército egipcio derroca a Morsi –ex colaborador del Pentágono
que incluso dispone aún de una acreditación de acceso a los secretos militares
estadounidenses– en cuanto se cierran en Washington las oficinas federales para
el largo fin de semana de la fiesta nacional estadounidense. Durante un mes,
las calles del Cairo se convierten en teatro de terribles enfrentamientos. Se
instaura un gobierno provisional y se lanza una convocación a nuevas elecciones
mientras que los occidentales, Qatar y Turquía, fieles a la lógica de la
supuesta «elección democrática» de Morsi, denuncian un «golpe de Estado
militar». En definitiva, el general Abdel Fattah al-Sissi, quien había dirigido
la operación de restablecimiento de las instituciones, es electo con el 96% de
los votos válidos, mientras que Al-Jazeera lanza un llamado a asesinarlo.
Leyenda de la
figura: Durante 5 días, 33 millones de egipcios manifestaron en las calles del
Cairo reclamando la intervención del ejército contra el presidente Mohamed
Morsi.
El
restablecimiento de las instituciones egipcias por Abdel Fatah al-Sissi
El mariscal Abdel
Fatah al-Sissi fue director de la inteligencia militar bajo el presidente
Mubarak y ministro de Defensa bajo el presidente Morsi.
Al inicio de su
mandato presidencial, Abdel Fatah al-Sissi restableció el orden y la paz
social. Liberó a los prisioneros políticos, presentó excusas públicas a los
cristianos por las persecuciones que habían sufrido e hizo reconstruir las
iglesias quemadas.
Al Sissi entrega
además a Arabia Saudita documentos que prueban que Mohamed Morsi estaba
preparando un golpe de Estado en Riad para instalar a la Hermandad Musulmana en
el poder. El reino reacciona prohibiendo la Hermandad Musulmana en suelo
saudita y otorgando a Egipto múltiples donaciones. Ante una economía en ruinas,
el presidente al-Sissi ha logrado volver a encontrar un mecenas para alimentar
su pueblo.
Para contentar a
los sauditas, el mariscal al-Sissi compromete su ejército en la guerra contra
Yemen. Al principio, el contingente egipcio se dedica sobre todo a controlar
las costas, pero la opinión pública egipcia se entera rápidamente de que Riad
ha puesto el mando de las operaciones contra Yemen en manos de Israel. Los
soldados egipcios se retiran discretamente, lo cual nunca llega a anunciarse
oficialmente.
Al mismo tiempo,
en el Sinaí, Ansar Bait al-Maqdis abandona sus ataques contra los intereses
israelíes y vuelve sus armas contra el Estado egipcio. Se pone además en
contacto con el Emirato Islámico en Siria y reconoce la autoridad de ese grupo
terrorista, creando así la «provincia del Sinaí» (Wilayat Sayna) en el seno del
Califato.
Mientras tanto,
con ayuda de China, el presidente al-Sissi multiplica por dos la capacidad del
Canal de Suez, aunque este último no está siendo explotado al 100%. El objetivo
es preparar a Egipto para el desarrollo de la nueva ruta de la seda poniéndolo
en condiciones de servir de vía para el tránsito de la gigantesca producción de
China hacia Europa.
Un hecho
inesperado se produce en el verano de 2015, la empresa italiana ENI anuncia el
descubrimiento del yacimiento petrolero de Zohr, en aguas territoriales
egipcias. El Cairo podrá explotar el equivalente de 5 500 millones de barriles
de petróleo.
Pero las cosas
toman un mal rumbo. En el Sinaí, la Hermandad Musulmana se apoya en el Emirato
Islámico y asesina a varios altos funcionarios y magistrados. El ejército
egipcio se deja arrastrar por una espiral de violencia, mientras que el
presidente al-Sissi aprovecha la ocasión para ordenar el arresto de
nacionalistas y demócratas. Poco a poco, el juego va siendo menos claro: el
gobierno defiende el interés nacional pero persigue a los líderes civiles que
apoyan su objetivo oficial.
Es en ese momento
que Mohamed Hassanein Heikal, el ex vocero de Nasser e ícono de los
nacionalistas, declara públicamente que ya es hora de que el presidente al-Sissi
- denuncie
públicamente la «carnicería» que se está perpetrando contra Yemen;
- viaje a Damasco
para expresar su apoyo al presidente Bachar al-Assad y su oposición a la
Hermandad Musulmana;
- se acerque a
Irán para garantizar la estabilidad de la región.
Tres consejos que
implican distanciarse de Arabia Saudita.
Heikal fallece
bruscamente, tenía 87 años, sin haber recibido respuesta de al Sissi.
Leyenda de la
figura: En la noche del 11 al 12 de abril de 2016, la edición en PDF del diario
“Al-Masry Al-Youm” anuncia en primera plana: «Dos islas y un doctorado para
Salman… y miles de millones para Egipto». Una rápida intervención del gobierno
de al-Sissi corrige el titular de la edición en papel, que sale a la calle en
la mañana del 12 de abril modificada de la siguiente manera: «La cosecha de la
visita de Salman: acuerdos por 25 000 millones de dólares».
Las islas de
Tiran y Sanafir
El rey Salman de
Arabia Saudita llega en visita al Cairo, el 11 de abril de 2016. El soberano
anuncia astronómicas inversiones en Egipto, por un monto de 25 000 millones de
dólares. Para sorpresa de todos, el presidente an-Sissi anuncia que, como
muestra de agradecimiento, le ofrece las islas de Tiran y Sanafir en el marco
de un acuerdo de delimitación de las fronteras marítimas.
Ambas islas, que
cierran el Mar Rojo, eran objeto de una vieja disputa entre Egipto y Arabia
Saudita. Israel las ocupó durante la Guerra de los Seis Días. Prefiriendo no
verse implicada en el conflicto, Arabia Saudita renunció a reclamar las islas y
las dejó en manos de Egipto, en vez de defenderlas. Posteriormente, en el marco
de los acuerdos de Camp David, Tel Aviv y El Cairo internacionalizaron la
salida del Mar Rojo y las tropas israelíes se retiraron de las islas de Tiran y
Sanafir.
Ahora, ambas
islas pasarían a formar parte de un gran proyecto de construcción de un puente
que conectaría Arabia Saudita y Egipto a través del Golfo de Aqaba.
Las islas de
Tiran y Sanafir son para los egipcios territorios reconocidos como suelo
egipcio en 1840, por la Convención de Londres, y que, después de muchas
vicisitudes, el pueblo egipcio logró recobrar gracias a la cobardía de Riad,
durante la guerra contra Israel. Por esas razones, para los egipcios resulta
inconcebible «ofrecer» esas islas a los sauditas, aunque estos paguen por ellas
varios miles de millones de dólares.
Desde hace una
semana, se suceden en Egipto manifestaciones cuyos participantes reclaman un
referéndum de aprobación de la cesión de esas islas. Y en esas manifestaciones
están participando todos los nacionalistas que se preguntan quién es realmente
el presidente al-Sissi.
Notas:
[1] «La Albert
Einstein Institution: no violencia según la CIA», por Thierry Meyssan; «El
manual estadounidense para la realización de una revolución «de color» en
Egipto», Red Voltaire, 10 de febrero de 2005 y 25 de mayo de 2011.
[2] «Operación
Sarkozy: Cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República
Francesa», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de julio de 2008.
[3] «Procès des
membres d’ONG: les Américains quitteront l’Égypte», Sputnik, 1º de marzo de
2012.
[4] «La Comisión
Electoral egipcia cedió al chantaje de la Hermandad Musulmana», Red Voltaire,
1º de julio 2012.
[5] «Egipto:
Morsi nombra gobernador de Luxor a un responsable de la masacre de 1997», Red
Voltaire, 19 de junio de 2013.
[6] Al Bawabh, 16 de octubre de 2013.
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