Lo que sigue son
unas breves declaraciones del filósofo alemán Jürgen Habermas al diario
británico The Guardian. Las reprodujo hoy el sitio web Sin Permiso. La
traducción fue realizada por Antoni Domènech.
Título: “El
gobierno alemán, incluida su ala socialdemócrata, ha dilapidado en una noche
todo el capital político que una mejor Alemania había acumulado en medio
siglo”
Entrevista:
Guardian: ¿Cuál
es su veredicto sobre el acuerdo alcanzado el pasado lunes?
Habermas: El
acuerdo sobre la deuda griega anunciado el lunes por la mañana es dañino, tanto
en lo que hace a su resultado cuanto en lo tocante al modo en que ha sido
logrado. Por lo pronto, el resultado de las conservaciones está mal concebido.
Aun si se considerara que los asfioxiantes términos del acuerdo constituyen un
curso correcto de acción, no es de esperar que esas reformas puedan ser
llevadas a cabo por un gobierno que ha confesado no creer en los términos de lo
acordado.
En segundo lugar,
el resultado carece de sentido en términos económicos, habida cuenta de la
tóxica mezcla observable en él de necesarias reformas estructurales del Estado
y de la economía con ulteriores imposiciones neoliberales que que resultarán de
todo punto desmoralizantes para una exhausta población griega y matarán
cualquier ímpetu de crecimiento.
En tercer lugar,
el resultado significa que un inerme Consejo Europeo se declara a sí mismo en
total bancarrota: el relegar de facto a
un Estado miembro a la condición de protectorado contradice abiertamente los
principios democráticos de la Unión Europea. Finalmente, el resultado es
desastroso, porque fuerza al gobierno griego a aceptar un fondo de
privatizaciones económicamente cuestionable y predominantemente simbólico que
no puede entenderse sino como un acto punitivo contra un gobierno de izquierda.
Es difícil de imaginar que pueda infligirse un daño mayor.
Y, sin embargo,
eso es lo que hizo el gobierno alemán cuando el ministro de finanzas Schäuble
amenazó a Grecia con expulsarla del euro, mostrándose vergonzosamente como el
disciplinador en jefe de Europa. Con ello, y por vez primera, el gobierno
declaró manifiestamente su voluntad de imponer una hegemonía alemana a Europa:
así, en cualquier caso, se ven las cosas en el resto de Europa, y esa
percepción define la realidad que cuenta. Mucho me temo que el gobierno alemán,
incluida su ala socialdemócrata, ha dilapidado en una noche todo el capital
político que una mejor Alemania había acumulado en medio siglo. Y con “mejor”
quiero decir una Alemania caracterizada por una mayor sensibilidad política y
una mentalidad postnacional.
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