El título de la bellísima obra de Marcel Schwob nos viene a la mente mientras leemos esta nota del diario español El País:
Título: Miles de
menores huyen solos hacia Europa
Subtítulo: Son
chicos de entre 15 y 18 años, a menudo víctimas de abusos y de los traficantes
Texto: Dentro de
la marea de refugiados que llegan a Europa hay miles de menores que viajan sin
padres y que se dirigen a Austria y Alemania. “En lo que va de año, Berlín ha
recibido a más de 1.000 menores refugiados no acompañados”, anota Robin
Schulz-Algie, de la ONG Save The Children, quien admite que su organización no
tiene un programa para atender a estos jóvenes. En Suecia, los centros de
acogidas calculan que cada semana llegan 700 niños no acompañados, en
condiciones siempre desesperadas. Todas las entidades que trabajan para
ayudarles coinciden en que se trata del grupo más vulnerable entre los refugiados,
víctimas de abusos y de las redes de traficantes de personas, por las que tal
vez acaban incluso trabajando.
Los menores no
acompañados son en su gran mayoría varones de entre 15 y 18 años, y viajan con
amigos o hermanos, explica el representante de UNICEF en Skopje (Macedonia),
Bertrand Desmoulins. Son la parte menos visible de la tragedia de los
refugiados, puesto que se mezclan con otras familias y se confunden en la
muchedumbre. En Macedonia, según cifras oficiales, los chicos refugiados sin
padres son 942, pero es probable que sean muchos más. “La mayoría de ellos no
desea que las autoridades les registren como tal. Quieren moverse rápidamente y
temen que vayan a retrasarles el viaje”, declara Kate O'Sullivan, que trabaja
para Save The Children en Grecia.
Al final del año
pasado, solo en Alemania había 17.000 niños y adolescentes refugiados sin
familiares, añaden otras fuentes de la ONG, que en 2013 calculó que habían
llegado 5.858 chicos y 726 chicas a Europa sin protección familiar. Algunos
tuvieron incluso que pagarse la travesía a Europa trabajando para los
traficantes de personas. Un adolescente eritreo de 16 años contó a la ONG que
le obligaron a trabajar en un campo en Libia, que le pegaban y que una noche,
debido a los golpes, le rompieron un brazo. Otro joven cayó en una red de
traficantes de personas en Turquía. El chico acabó al timón de una barcaza
hacia Grecia. Así se pagó el billete para Europa y los traficantes no corrieron
el riesgo de ser arrestados.
La travesía de
estos chicos perdura también en suelo europeo. “Al llegar a Grecia, duermen en
campamentos desbordados, o en calles y parques públicos, sin tener acceso
suficiente a agua, alimentos y servicios básicos. La situación en las islas
griegas se ha deteriorado. Hay miles de personas y la violencia aumenta, y los
chicos están atrapados en todo esto, tanto los que viajan solos como los que
tienen familia”, explica O'Sullivan. Según los testimonios, muchos menores en
los centros de acogida prefieren no comer durante días, o evitar ir al baño por
miedo a sufrir violaciones.
Las rutas de la
inmigración hacia la UE
Maite Pacheco,
directora de Sensibilización y Políticas de Infancia en UNICEF España, admite
que en muchos casos estos menores emigran con el permiso de los padres. Andrés
Conde, director general de Save The Children, expone las razones de esta
difícil elección, a sabida de los riesgos que corren: “Son adolescentes que
para los padres ya son casi adultos, y que, frente a la situación de violencia
que viven en sus países, les apoyan en irse. Se trata de una decisión sumamente
dolorosa para ellos”. Conde dibuja el escenario al que se enfrentarán estos
jóvenes en países como Austria o Alemania: “El fenómeno está desbordando las
capacidades de alojamiento de los países ricos”, y, si Europa no reacciona
rápidamente, estos menores acabarán acampando en polideportivos o en estaciones
de trenes y autobuses de las ricas ciudades del norte de Europa.
La agencia de la
ONU para los menores insta a Europa a actuar de forma rápida para alojar a
estos jóvenes y garantizarle asistencia sanitaria y educativa. Las autoridades
tendrán que discernir, como con los adultos, entre los que tienen derecho a
asilo y los que emprenden el viaje por razones económicas. Pacheco puntualiza
este aspecto: “Ninguno de estos menores que viaja solo o con amigos desea
emprender el viaje, son el producto de la guerra y de la crisis que se vive en
su país de origen”. Para la dirigente de UNICEF la imagen de la tragedia es una
foto: unos chicos que sujetan un cartel que dice “Por favor parad la guerra, y
no nos tendréis en Europa”.
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