Es difícil decir algo de la política británica. Nada es lo que parece. Miralo si no a Tony. Tony Blair, sí. La cuestión es que un tal Jeremy Corbyn acaba de arrasar en la interna del laborismo británico diciendo, más o menos, que a la crisis la tienen que pagar los ricos. El hombre no es virgen en la política inglesa: lleva 32 años en las bancadas laboristas del parlamento de ese país. En favor de Corbyn digamos que hay un velado pánico en algunos de los párrafos de las notas que siguen. En fin; pasen y vean. Las siguientes notas salieron estos días en el diario español El País. Todas ellas, menos la última, fueron redactadas por el corresponsal del diario en Londres Pablo Guimón. Acá van:
Título: El
laborismo británico elige a Corbyn y emprende su giro a la izquierda
Texto: Jeremy
Corbyn es ya el nuevo líder del Partido Laborista. Con el anuncio esta mañana
del resultado de la contienda abierta tras la dimisión del derrotado Ed
Miliband, culmina uno de los más asombrosos procesos electorales que ha visto
Reino Unido en su historia reciente. En cien días, el veterano diputado de 66
años ha pasado de ser un candidato arrojado al cuadrilátero con la única
expectativa de enriquecer el debate ideológico, a proclamarse ganador
indiscutible en la primera vuelta. En junio las casas de apuestas pagaban su
victoria 200 a 1. Hoy es el vencedor con 251.417 votos, un contundente 59,5% de
las papeletas emitidas.
La victoria de
Corbyn, cosechada en cada uno de los segmentos del elctorado, es de una enorme
envergadura, teniendo en cuenta que eran cuatro los candidatos a liderar el
partido. Andy Burnham, ha quedado en segundo lugar con el 19% de los votos.
Yvette Cooper ha sido tercera, con el 17%. Y Liz Kendall, la candidata favorita
de los blairistas, ha ocupado el último lugar con un 4.5%.
"Las cosas
pueden cambiar, y cambiarán", ha dicho Corbyn desde el púlpito del
Congreso celebrado en Londres para anunciar los resultados. El ya ganador se ha
comprometido a combatir “los grotescos niveles de desigualdad del país” y ha
tenido palabras de elogio para sus tres contrincantes. También para Ed
Miliband, de quien ha destacado su fortaleza ante los ataques personales que
recibió por parte de la prensa, acaso preparándose para la previsible campaña
de que puede .-y ha sido ya- ser objeto él mismo.
“El partido ha
cambiado mucho estos tres meses”, ha dicho Corbyn. “Ha crecido enormemente con
gente que reclama un Reino Unido más justo. Doy a los nuevos miembros la
bienvenida a nuestro partido, a nuestro movimiento. Y a los que regresan al
partido, les doy la bienvenida de vuelta a casa. No supimos comprender las
visiones de mucha gente joven a la que tachamos de generación apolítica. No lo
era, era un generación muy política pero defraudada por cómo se viene haciendo
la política”.
Cien días de
verano han bastado para consumar en Reino Unido un proceso al que asiste, en
mayor o menor medida, toda la izquierda europea desde la crisis financiera de
finales de la década pasada. Con la peculiaridad de que aquí no es una
formación nueva la que acecha por la izquierda al partido tradicional. Es el
propio Partido Laborista, uno de los dos que han venido alternándose en el
Gobierno de la cuarta economía del mundo durante la mayor parte de su historia,
el que adopta el nuevo –o viejo- discurso. Para bien o para mal, el laborismo
emprende hoy su huida del centro político.
El nuevo líder
llega arrastrado por una energía que el laborismo no había vivido al menos
desde que, de la mano de Tony Blair en los noventa, el partido diera un bandazo
en la dirección contraria a la que se dirige ahora. "Somos hoy un partido
más grande y más fuerte de lo que hemos sido en muchos años", ha señalado
el líder. Jeremy Corbyn ha ilusionado a una generación desencantada y ajena a
los mecanismos tradicionales de la gestión pública. Con él, promete, llega una
nueva forma de hacer política.
“El establishment
británico ha sido sacudido hasta la médula, incluido el laborista”, opina Len
McCluskey, secretario general del sindicato Unite, cuyo apoyo a Corbyn muchos
señalan como decisivo en el desenlace de la contienda. “Por primera vez se ha
puesto en la agenda una alternativa real a la austeridad, a las políticas
neoliberales. Es un discurso que los jóvenes nunca han escuchado”.
A pesar el
contundente resultado, al nuevo líder no le espera una labor fácil. La suya es
una figura que, en tres meses, ha polarizado el partido hasta los extremos. Su
triunfo se lo han proporcionado, en gran medida, decenas de miles de nuevos
militantes que se han unido al partido en estos tres meses para votar por él.
Entre ellos, el voto a Corbyn ha sido superioor al 90%.
Su apoyo en la
calle no se replica, sin embargo, en el aparato del partido. Ni en una bancada
laborista en el Parlamento, en la que Corbyn se sienta desde 1983, pero donde
apenas cuentas con fieles aliados. Su reto ahora es retener a aquellos recién
llegados y convencer al aparato de que todas las ideas tienen cabida bajo el paraguas
de su prometido nuevo estilo de liderazgo. Desde la puerta de su casa en el
norte de Londres, el propio Ed Miliband pidió al nuevo líder que apele "a
todas las partes del partido".
“Corbyn ha dicho
que cambiará la forma de organización del partido”, recuerda por teléfono
Steven Fielding, profesor de historia política en la universidad de Nottingham
experto en el Partido Laborista. “No puede sentarse en el Parlamento tan
tranquilamente cuando el 90% de los diputados no le apoya. El partido se ha duplicado
en tamaño en estos meses. Habrá un conflicto abierto entre el partido
parlamentario y el partido real. Toda una batalla. Y tardará años en
arreglarse”.
Corbyn promete un
liderazgo colegiado, inclusivo y abierto. Dirigirá el partido con Tom Watson
como segundo, un diputado con más experiencia en el poder que salió elegido
también ayer, aunque en segunda vuelta. En su equipo de oposición, asegura,
habrá sitio para todas las corrientes del partido. Pero muchos diputados
laboristas ya han anunciado que sus diferencias ideológicas con el nuevo líder
les impiden formar parte de su equipo directo.
En el grupo
laborista en el Parlamento, del que Corbyn deberá extraer su equipo de
oposición, la conversación en las últimas semanas no ha sido tanto sobre su
reinado como sobre su caída. Cuándo y cómo caerá por su propio peso, y cuál es
la mejor estrategia para estar bien situado cuando se produzca el inevitable
desenlace. Aunque en los últimos días se han repetido las llamadas a arrimar el
hombro, y la contundencia de la victoria del veterano diputado de Islington
Norte no puede sino desanimar a quienes confían en su pronta caída.
Enfrente, en la
bancada conservadora, el silencio que ha reinado durante la campaña debería
preocupar a los laboristas. En algún lugar debe de haber un tory frotándose las
manos mientras organiza toda la artillería que 32 años de disidencia de Corbyn
ha puesto a disposición del Gobierno.
En apenas cinco
meses los tories han pasado de resignarse a no gobernar en solitario a prepararse
para al menos diez años de mayoría absoluta, confiados en que los británicos
nunca podrán elegir a un primer ministro como Corbyn. Su liderazgo de la
oposición podría acercar al pragmático Cameron al centro, con la esperanza de
afianzarse en el poder contando con los votantes laboristas desilusionados por
el giro a la izquierda consumado hoy.
Tres pruebas de
fuego esperan a Jeremy Corbyn en el horizonte cercano. Una de ellas es la
elección del alcalde de Londres, el año próximo. El nombre del candidato
laborista se conoció ayer. Sadiq Kahn, el más izquierdista de quienes pugnaban
por la candidatura, se impuso a los más centristas Tessa Jowell y David Lammy.
Algo que confirma que la corbynmanía no es un fenómeno estrictamente personal
y, que al mismo tiempo, supondrá la primera vez que el nuevo partido se mida
ante el conjunto de los votantes y no solo laboristas. En el Congreso celebrado
esta mañana para anunciar los resultados, minutos antes de conocerse el nombre
del nuevo líder del partido, Kahn realizó desde el escenario un llamamiento a
la unidad del partido en torno al ganador.
Otra prueba serán
las elecciones al Parlamento escocés, también en 2016. La debacle del laborismo
en su otrora feudo de Escocia fue una de las razones de su contundente derrota
en las elecciones generales de mayo pasado. Los comicios al norte de la
frontera demosrarán si el efecto Corbyn es capaz de devolver a la izquierda
escocesa del nacionalista SNP al laborismo.
Y la tercera
prueba importante será el referéndum sobre la permanencia o no del país en la
Unión Europea, que se celebrará en algún momento antes del final de 2017. El
nuevo líder ha confirmado que hará campaña por permanecer. “La victoria de
Corbyn puede ser positiva para las expectativas del país de permanecer en la
UE”, opina John Curtice, catedrático de Políticas de la universidad de
Strathclyde y responsable del famoso sondeo que, en la noche previa a las
elecciones del 7 de mayo, predijo la inesperada mayoría absoluta de Cameron.
“Una parte de la izquierda se ha sentida desencantada con el proyecto europeo
tras la crisis griega y, después, la de los refugiados. Si Corbyn, convertido
en un icono de la izquierda, defiende abiertamente la permanencia y consigue
movilizar a ese electorado, se apuntará una importante victoria”.
Título: ¿Qué
propone Corbyn, el nuevo líder de la oposición británica?
Texto: Jeremy
Corbyn se ha hecho este sábado con el liderazgo del Partido Laborista
británico. De los cuatro candidatos -Yvette Cooper, Andy Burnham, Liz Kendall y
el propio Corbyn-, era el sitúado más a la izquierda. Sus críticos consideran
que el laborismo nunca podrá llegar al poder con un líder tan radical como
Corbyn; sus partidarios, que las políticas realmente radicales son las que han
puesto en práctica los tories en estos años. Durante el verano, su equipo de
campaña ha ido publicando una serie de documentos que recogen sus propuestas en
diferentes campos. Documentos que, según el propio candidato, son solo un punto
de partida y están abiertos al debate político y ciudadano. Estas son algunas
de sus propuestas, agrupadas en 10 áreas:
1. ECONOMÍA:
Imprimir dinero para invertir en infraestructuras
El programa
económico de Corbyn, bautizado por la prensa como Corbynomics, ha dado mucho
que hablar este verano. Hasta el punto de que provocó dos cartas, firmadas cada
una por una lista de prestigiosos economistas, una a favor y una en contra.
Básicamente, supone terminar con la austeridad, más impuestos para los ricos y
protección a las personas que dependen de las ayudas públicas para subsistir.
Se compromete a
reducir el déficit presupuestario (actualmente, un 5% del PIB), pero a un ritmo
menor, y no a través de recortes en el gasto, sino aumentando la inversión y
subiendo los impuestos. Ahí entra su propuesta estrella: el quantitative easing
(QE) popular. Consiste en que el Banco de Inglaterra imprime dinero, pero en
vez de utilizarse para comprar bonos del Estado, que es lo que sucede en el QE
normal, se destina a comprar bonos del Banco Nacional de Inversiones, una
institución de nueva creación, que se dedicaría a invertir en proyectos de
vivienda, transporte, energías verdes o tecnología. Esto crearía puestos de
trabajo peor también, según sus críticos, inflación y tipos de interés más altos,
que acabarían penalizando a los hogares con ingresos más bajos.
Otras propuestas
consisten en la renacionalización de los ferrocarriles –algo que comparte,
según las encuestas, la mayoría de los británicos- y del Royal Bank of
Scotland, rescatado en 2008. Propone también subir el salario mínimo e imponer
un salario máximo.
2. UNIÓN EUROPEA:
Sí, pero "mejor"
Corbyn no es
partidario de que Reino Unido abandone la Unión Europea. Pero promete unir
fuerzas con otros miembros para crear “una Europa mejor”. “No podemos estar
satisfechos con el estado actual de la UE”, declaró en The Guardian, “pero eso
no significa abandonarla, sino permanecer en ella y luchar juntos por una
Europa mejor”. Se le propuso -y rechazó- liderar una campaña por abandonar la
UE desde la izquierda, y por eso sus rivales en la contienda por el liderazgo
laborista criticaron lo que consideraron una tibieza en su postura. Pero, de
cara al próximo referéndum sobre la permanencia o no del país en la UE, ha
dejado claro que hará campaña por permanecer.
Con la misma
claridad se opone al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la UE
(TTIP).
3. DEFENSA: Adiós
a los submarinos nucleares
Convencido
activista antinuclear, ha declarado que votará en contra de la renovación de la
flota de submarinos nucleares del sistema Trident -el único arsenal de estas
características con que cuenta Reino Unido- sobre la que debe decidir este
Parlamento el próximo año.
No comparte el
compromiso, expresado por el Gobierno de David Cameron, de salvaguardar de los
recortes el gasto de Defensa, manteniéndolo por encima del 2% el PIB, como
recomienda la OTAN.
4. POLÍTICA
EXTERIOR: No a bombardear al Estado Islámico
Defiende una
“política internacional radicalmente diferente”, basada en “soluciones
políticas y no militares”. No es partidario de desplegar tropas británicas en
el extranjero sin la autorización de la ONU. Estudiaría la conveniencia de
abandonar la OTAN y se opone a los bombardeos contra el Estado Islámico en Irak
y Siria.
5. EDUCACIÓN Y
SANIDAD: Rescatar hospitales, eliminar tasas
Propone el
rescate de los hospitales construidos con capital privado, pagando con dinero
público su deuda con las empresas. Promete más inversión para combatir “la
crisis de la salud mental que atraviesa el país en la actualidad”.
En Educación,
plantea la creación de un Servicio Nacional de Educación, siguiendo el modelo
del NHS. Eliminaría las tasas de matrícula, lo cual tendría un coste, calcula,
de 10.000 millones de libras, que financiaría con subidas de impuestos a los
más ricos y a las empresas o retrasando el plazo de reducción del déficit.
6. POLÍTICAS DE
GÉNERO: Vagones de tren para mujeres
El candidato
publicó un documento con una serie de propuestas para combatir el acoso sexista
a las mujeres en el espacio público. Las propuestas incluyen una línea
telefónica abierta 24 horas para denunciar agresiones, crear una secretaría de
Estado para la seguridad de las mujeres, realizar campañas de concienciación…
Pero todos los titulares -y las críticas- se los llevó una de las propuestas:
vagones segregados solo para mujeres en los trenes nocturnos.
Corbyn también se
ha comprometido a formar un Gobierno, si llega a hacerlo, donde la mitad de los
miembros sean mujeres.
7. VIVIENDA:
Construir y controlar los alquileres
Promete
“viviendas decentes para todos en los sectores público y privado” para 2025, si
llega a ser primer ministro, a través de “un gran programa de construcción de
casas y un control de los alquileres”. Corbyn extendería a los alquileres
privados el llamado derecho a comprar, que permite a los residentes en
viviendas sociales adquirirlas con un descuento. Se financiaría “retirando los
14.000 millones de libras en ayudas fiscales que reciben los propietarios que compran
viviendas para alquilarlas”.
8. ENERGÍA:
Renacionalizar
Propone la
renacionalización de las compañías energéticas. Plantearía una moratoria en el
fracking, práctica que ha definido como “peligrosa para el medio ambiente”.
9. MEDIO AMBIENTE:
Reestructuración radical
Ha publicado un
docuento con 10 puntos, sin demasiada concreción, para “una reestructuración
radical del envejecido, ineficiente y contaminante mercado energético
británico”.
10. INMIGRACIÓN:
No a más control en las fronteras
Muchas voces en
el partido piden abrir el debate de si el laborismo debería defender el aumento
de los controles fronterizos para reducir la inmigración, pues consideran que
su postura tradicional de apertura ha provocado un distanciamiento con los electores
preocupados por el aumento de inmigrantes en la última década. Esa no es la
postura de Corbyn. Él considera que el cambio demográfico en las comunidades
locales ha sido beneficioso para los jóvenes porque favorece “una mejor
comprensión del resto del mundo”. Insiste en destacar la “enorme contribución”
de los inmigrantes al país desde la Segunda Guerra Mundial.
Título: La
república popular de Corbyn
Texto: La
historia reciente del partido laborista se puede contar en 15 kilómetros cuadrados
del norte de Londres. Es lo que ocupa el barrio de Islington, que fue en los
noventa el epicentro del nuevo laborismo. Aquí vivían Tony y Cherie Blair antes
de mudarse al 10 de Downing Street. Este fue el hábitat del laborismo de
champán, la clase media aspiracional que dio su última etapa en el poder al
partido; esa izquierda cosmopolita y educada, burguesa y bohemia, que irrita al
resto del país.
Pero también es
el lugar que elige desde hace 32 años a Jeremy Corbyn. El hombre al que colaron
a última hora en la contienda por el liderazgo del derrotado laborismo, para
enriquecer el debate con su contrapunto de extrema izquierda. El mismo que,
tres meses después, todo el mundo da por hecho que dirigirá el partido a partir
del próximo sábado.
Aupado por
simpatizantes completamente ajenos al aparato del partido, muchos de ellos
jóvenes que se han registrado para votar en las últimas semanas con el objetivo
de alejar de una vez por todas al partido del centro, Corbyn se dispone a
sacudir los cimientos del laborismo y, temen sus críticos, a apartarlo del
poder durante, al menos, diez años más. Y con la Corbynmanía, una vez más,
Islington salta al centro del debate sobre el destino del Partido Laborista.
La evolución de
Islington puede ofrecer pistas sobre qué ha cambiado en el laborismo en estos
20 años. Un punto de partida tan bueno como cualquier otro es la casa donde
vivieron los Blair, en el número 1 de Richmond Crescent, una callecita de casas
victorianas de cuatro plantas. Los Blair la compraron en 1993 por 525.000
euros. Hoy, el portal inmobiliario Zoopla calcula su valor de mercado en casi 5
millones. La entrada de la casa luce ahora cubierta por una valla de obra con
la fotografía de un estudio de arquitectura chic que anuncia lo que parece la
próxima construcción una “casa iceberg”: en Londres, los elevados precios y las
limitaciones urbanísticas llevan a buscar nuevo valor a la casas construyendo
hacia abajo.
Pero Islington no
es Beverly Hills. Si uno tuerce la esquina y sube una manzana, verá viviendas
sociales. El 42% de los habitantes de Islington reside en ellas. Solo el 31% es
propietario de su casa.
Un partido en un
barrio
Tony Blair vivió
en Islington hasta 1997. En un restaurante del barrio, el Granita, hoy
desaparecido, supuestamente selló con Brown el pacto de no agresión que le
allanó el camino al liderazgo del partido. Jeremy Corbyn es diputado por
Islington Norte desde 1983, y vive en el barrio, cerca de Finsbury Park, el
campo del Arsenal. Aquí vive Neil Kinnock, líder de la oposición laborista
entre 1983 y 1992. Ed Miliband, derrotado candidato cuya dimisión en mayo
desató la contienda que se decide el próximo sábado, vive justo en la frontera
del barrio (aunque ya en Camden), igual que Yvette Cooper, otra de las candidatas
a liderar el partido, que reside en Hackney. Otros vecinos ilustres han sido
Dickens, Orwell, Evelyn Waugh, Chaplin o Hitchcock. Y Lenin, que vivió aquí
exiliado entre 1902 y 1903.
Islington refleja
la sociedad desigual surgida tras la crisis financiera. En una casa vive una
familia que ha pagado 4 millones de euros por ella y, en la de al lado,
dividida en apartamentos, jóvenes profesionales que comparten cuarto de baño y
familias alojadas por la autoridad local que, ante la escasez de vivienda social
disponible, paga su renta a los propietarios. Aquí conviven, pared con pared,
los que manejaban la burbuja financiera que explotó a finales de la década
pasada en las manos de Tony Blair y Gordon Brown, y los sectores más golpeados
por su onda expansiva.
Pero Islington
era laborista desde mucho antes de que los pubs de la zona ofrecieran ensaladas
de quínoa y cartas de vinos de dos páginas. “Hasta los años 70, Islington era
una máquina de clase obrera de derechas”, explica Steven Fielding, profesor de
historia política en la universidad de Nottingham, especialista en el Partido
Laborista. “El barrio estaba dominado por inmigrantes irlandeses católicos. Una
insurgencia desde la extrema izquierda, de la que formó parte Corbyn,
contraatacó y acabó imponiéndose en el partido, y entonces los diputados
locales se fueron al SDP porque el laborismo se había ido demasiado a la
izquierda. Islington ha sido el campo de batalla entre la izquierda y la
derecha en el partido desde los años 70”.
Javier Ortega, madrileño
de 47 años, padre de dos hijos, vive y trabaja en este barrio al que llegó hace
13 años. Es jefe del departamento de Economía de la City University, en el sur
de Islington. “Este es un lugar muy heterogéneo”, explica. “Un vecindario como
Clerkenwell, junto al estadio del Arsenal, poco tiene que ver con la zona del
sur que limita con la City. Pero incluso dentro de esas zonas la mezcla es
enorme, y eso se debe a varias razones. Hay un factor urbanístico, común a
otras áreas de Londres: aquí las viviendas sociales están en el centro de la
ciudad, no es como la banlieue de París. La mezcla se ve también en el origen
de la población. El 35% de los vecinos de Islington ha nacido fuera de Reino
Unido, y el 44% de los alumnos de las escuelas primarias no tiene el inglés
como primera lengua. Y por último, está el desigual nivel de riqueza, que
depende de los periodos en que la gente ha ido viniendo”.
Abunda en la
zona, apunta Ortega, el perfil de población que se conoce por el acrónimo
francés bo-bo: bohemios burgueses. “Es gente que políticamente puede apoyar
puntos de vista más radicales por razones, digamos, estéticas”, explica. La
Corbynmanía se alimenta de ese sector acomodado, además de las personas con
verdaderas dificultades.
Kristina Glenn
conoce bien a esos otros habitantes de Islington. Dirige la fundación
Cripplegate, que lleva trabajando con los más desfavorecidos de la zona desde
hace nada menos que 600 años. El barrio que describe esta veterana trabajadora
social no compra los capuchinos a 5 euros del café de la esquina. “Islington
tiene el segundo índice de pobreza infantil más alto del país”, explica. “El
38% de los niños y el 40% de los ancianos viven en la pobreza. Tiene el índice
más alto de enfermedades mentales graves del país, un 13% de la población sufre
depresión. ¿A que no lo parece cuando paseas por aquí? Nosotros trabajamos con
niños que nunca han cogido el metro. No conocen el centro de Londres, nunca han
visto el río”.
Glenn habla del
fenómeno de la uber-gentrificación, que consiste en la progresiva expulsión de
las clases medias. “El mercado ha echado a la gente”, explica. “Los profesores,
las enfermeras, los funcionarios ya no pueden vivir aquí. Solo hay pobres y
ricos”.
Islington, resume
el profesor Fielding, “es un microcosmos de Londres”. “Es un lugar muy
extraño”, añade. “Aquí vivió la élite del nuevo laborismo, pero a Corbyn le han
votado siempre. Pensaron que sería peor deshacerse de él que mantenerlo. Era un
irritador inofensivo sentado en un escaño seguro. Irrelevante, pintoresco, un
juguete de la extrema izquierda que ha vivido en una burbuja. Y ahora esa
burbuja se puede extender a todo el país. En Londres, en las elecciones de
mayo, el laborismo creció entre los votantes de esa izquierda londinense
liberal, metropolitana, educada, acomodada. Pero las elecciones no se ganan en
Londres. Tienes que ser más conservador socialmente para ganar en otras partes
del país. Lo que funciona en Islington, no tiene por qué funcionar a nivel
nacional”.
Título: Corbyn:
el candidato accidental que asusta a la socialdemocracia europea
Texto: Si alguien
le hubiera dicho hace apenas tres meses a Jeremy Corbyn que este sábado iba a
convertirse en el nuevo líder del laborismo, probablemente se lo habría tomado
como una broma de mal gusto. Pero la noche del 3 de agosto, cuando se subió a
lo alto de un camión de bomberos para poder dirigirse a la masa de
enfervorizados seguidores que se habían quedado fuera de uno de sus actos,
compendió que esto iba muy en serio. Aquella noche el diputado rebelde de 66
años, la incómoda pero inofensiva piedra en el zapato de la bancada laborista
en el Parlamento durante 32 años, se convirtió en la última estrella del rock
de la política británica.
Aquella noche en
el norte de Londres, con el cuello de su vieja camisa amarilla abierto sobre
una camiseta interior blanca, Corbyn estuvo arropado por centenares de jóvenes
movilizados a través de las redes sociales. Pero también por activistas
atraídos por la trayectoria antibelicistas del viejo camarada. Y por veteranos
militantes nostálgicos de Michael Foot, el último romántico del laborismo,
incapaz de ganar elecciones pero, al menos, fiel a sus ideales.
Los corbynistas
–así, en español, se refiere a ellos la prensa británica- son ciudadanos
seducidos por una claridad en el discurso que hace tiempo que no veían entre
los líderes del partido y que, desde luego, no ven en sus tres contrincantes a
liderarlo: Yvette Cooper, Liz Kendall y Andy Burnham. Los seguidores de Corbyn
han optado por poner el corazón por delante de la cabeza.
El del 3 de mayo
no fue un hecho aislado. De Croydon a Birmingham, de Bristol a Glasgow, la
corbynmanía ha ido creciendo en salones de actos abarrotados de todo el país,
apoyado, como corresponde todo fenómeno político que se precie en nuestros
días, por una eficaz campaña en redes sociales. Corbyn tiene 135.000 seguidores
en Twitter y 112.000 en Facebook.
La suerte está ya
echada. El plazo para votar se ha cerrado el jueves al mediodía. Todo puede
suceder el sábado, cuando a las 11.30 se anuncie el nombre del nuevo líder del
Partido Laborista. Si alguna lección se ha aprendido este año en Reino Unido es
que no conviene fiarse de las encuestas. Pero hoy todos dan por ganador a
Corbyn y, pase lo que pase, lo cierto es que sus contrincantes se han visto
obligados a definirse en función de su mayor menor distancia con las ideas de
veterano diputado de Islington Norte.
Jeremy Corbyn ha
sido el centro del debate. Y hay que recordar que presentó su candidatura dos minutos
antes de que se cerrara el plazo el 15 de junio. Para hacerlo hubo que
convencer a algunos diputados que no tenían intención de votar por él -tachados
ahora de irresponsables por la vieja guardia- para que aprobaran al menos su
candidatura y ayudaran a completar los 35 avales necesarios.
No fue el primero de la izquierda al que al
que colegas del partido intentaron persuadir para entrar en la contienda. Lejos
de creer en sus opciones a liderar el partido, Corbyn probablemente ni siquiera
lo deseaba. En una entrevista concedida al Guardian horas después de
convertirse en candidato, confesó sentirse sorprendido de estar en la contienda
y dijo que aceptó solo porque “desafortunadamente” le había tocado ser la
víctima a sacrificar de la izquierda.
Aquel era un
papel en el que Corbyn se sentía cómodo. Desde 1997 ha votado 500 veces en
contra de la disciplina de partido. Corbyn ha sido una especie de Pepito Grillo
de las viejas esencias de una izquierda que se tenía por anacrónica. Ocupa
desde 1983 un escaño laborista seguro y eso le ha permitido no tener que hacer
concesiones a los votantes del centro para ser reelegido.
Su mayoría, entre
los votantes de Islington Norte, ha aumentado en cada elección. “Conoce bien el
barrio, siempre ha estado ahí, mucho antes de que estuvieran las cámaras”,
explica Anna, de 56 años, vecina de Islington y votante de Corbyn. “Su mensaje
es que hay una alternativa a la austeridad. Es una propuesta claramente
diferente a la del Gobierno, y Corbyn habla claro. Quizá lo que la gente quiere
es algo fuera de lo que ofrece la maquinaria política tradicional”.
Los orígenes del
nuevo héroe de la clase obrera no son estrictamente de clase obrera. Corbyn
nació en Shropshire, en el centro de Inglaterra, hijo de un ingeniero y una
profesora de matemáticas que se conocieron haciendo campaña por la paz en la
guerra civil española. Asistió a una escuela de pago. Algo que no quiso para
sus hijos, hasta el punto que en su día citó, como motivo de su divorcio con su
segunda esposa, la voluntad de esta de mandar a uno de sus tres hijos a un
colegio de pago.
Ahora Corbyn está
casado con su tercera mujer, Laura Álvarez, una mexicana dedicada a la
importación de café de comercio justo. Viven en su circunscripción de Islington
al Norte de Londres. No posee coche y es un activo defensor de la bicicleta,
vehículo que utiliza para sus desplazamientos.
Se afilió al
Partido en su adolescencia y, a los 15 años, se incorporó al activismo
antinuclear, que no ha abandonado hasta la fecha. No completó sus estudios
superiores en la universidad politécnica. Realizó labores de voluntariado en
Jamaica, trabajó en el sindicato de funcionarios y en 1974, a los 25 años, fue
elegido para el consejo local de Haringey, en el norte de Londres.
Desde 1983,
compagina su escaño en el Parlamento por Islington Norte con su actividad en
diversas campañas: antinuclear, antifascista, pacifista y de solidaridad con
Palestina. Las investigaciones tras el escándalo de los gastos de los diputados
en 2009 revelaron que Corbyn era el miembro del Parlamento que menos gastos
había pasado. Por lo demás, sus hazañas en el Parlamento incluyen el récord de
haber ganado en cinco ocasiones el premio a la mejor barba del año.
La Corbynmanía ha
sacudido los cimientos del laborismo. Su apoyo no viene del aparato sino de la
calle. Gracias a las nuevas normas de elección de líder introducidas por Ed
Miliband, más de 120.000 personas han podido convertirse en estos tres meses,
pagando 3 euros, en miembros con derecho a voto. Muchos militantes históricos,
que llevan años trabajando por el partido, se quejan de que la elección vaya a
ser finalmente decidida por personas que, en un fenómeno casi viral, se han
apuntado al partido y puede que mañana se desentiendan para abrazar la siguiente
causa efímera. La primera labor de Corbyn, si finalmente gana, será retener a
esos nuevos simpatizantes y afianzar su peso en el partido. Con la mayoría de
los diputados laboristas conspirando en su contra, no lo tendrá fácil.
El diputado
rebelde ha decidido dar el salto a la primera línea. O un salto al vacío, según
sus muchos críticos. Las bases parecen dispuestas a respaldarlo. Pase lo que
pase, hay que reconocerle el mérito de haber detonado de una vez por todas el
debate-bomba que llevaba silente en el laborismo desde el ocaso de Tony Blair.
Título: Cameron
califica a Corbyn de “amenaza a la seguridad”
Texto: Por si
alguien albergaba alguna duda, la luna de miel de Jeremy Corbyn, elegido el
sábado líder del opositor Partido Laborista por abrumadora mayoría, no ha
durado ni 24 horas. A las 10.00 del domingo, hora de Londres, David Cameron ha
dado su particular bienvenida a quien ocupará a partir de mañana el puesto de
enfrente al suyo en el Parlamento británico, con un incendiario tuit desde su
cuenta oficial de primer ministro: “El Partido Laborista es ahora una amenaza a
nuestra seguridad nacional, a nuestra seguridad económica y a la seguridad de
vuestras familias”, ha escrito.
La misma frase
fue enviada por el Partido Conservador a sus simpatizantes, horas después del
conocerse el resultado de la contienda por el liderazgo de la oposición, en un
correo electrónico que selecciona algunas de las frases más polémicas de
cuantas ha pronunciado Jeremy Corbyn en sus 32 años de rebelde vida
parlamentaria. Comentarios sobre la muerte de Bin Laden -Corbyn calificó de
“tragedia” que se le hubiera matado en lugar de sometido a juicio, en una
entrevista en la televisión iraní en 2011-, sobre Hamás y Hezbolá -calificó de
amigos a algunos de sus representantes en una manifestación contra la guerra en
2009- o sobre las armas nucleares.
Respecto a estas
últimas, Tom Watson, elegido este sábado segundo en el partido, ha anunciado en
una entrevista en la BBC que tratará de oponerse a la intención declarada por
su jefe de no apoyar la millonaria renovación de la flota de submarinos
nucleares del sistema Trident, sobre la que debe decidir el Parlamento el
próximo año. Pero en la misma entrevista, Watson, cuyo papel será clave para
apaciguar las eventuales luchas internas que surjan en la bancada laborista en
el Parlamento, ha asegurado que hay “cero posibilidades” de que Corbyn caiga
como consecuencia de una rebelión interna.
En una encuesta
exprés publicada esta mañana por el Mail on Sunday, realizada poco después de
la elección del líder, se preguntaba a los ciudadanos si creen que los
laboristas perderán las próximas dos elecciones. El 39% opinó que sí y el 22%,
que no. Pero quizá lo más significativo –y esperanzador para el nuevo equipo-
sea el elevado número (39%) que, a pesar del bombardeo reciente en la prensa
sobre la incapacidad de Corbyn para gobernar el país, respondió que no sabía.
Por último, la nota que sigue es de John Carlin:
Título:
Bienvenido Mr Corbyn
Texto: La energía
de los fieles que votaron a favor del radical de izquierdas Jeremy Corbyn, el
ganador en las elecciones para el nuevo líder del Partido Laborista británico,
proviene de la indignación. Ninguno de sus tres rivales se declaró con más
nitidez o fervor en contra de las políticas de austeridad del Gobierno del
conservador David Cameron.
Ante el consenso
en el establishment político, compartido por la gran mayoría de diputados
parlamentarios laboristas, de que la victoria de Corbyn representa un suicidio colectivo
para el partido, la explicación la dio un columnista de Financial Times.
“Échenle la culpa a los banqueros”, escribió hace un par de días, anticipándose
a la victoria de Corbyn. Es decir, desde que se desató la crisis económica
global en 2008 las grandes masas han pagado el pato de la austeridad mientras
las élites financieras se siguen enriqueciendo como si no hubiera pasado nada.
El voto a favor de Corbyn fue un grito de rabia contra semejante injusticia más
que una ponderada reacción a la derrota laborista en las elecciones generales
de mayo.
La euforia de los
simpatizantes de Corbyn, muchos de ellos jóvenes, cuando se anunció el
resultado puede que haya sido superada por la de los dirigentes del partido
conservador, que llevaban varias semanas frotándose las manos ante la creciente
certeza de que con el barbudo radical de 66 años al mando del principal partido
de oposición tenían garantizada la victoria en las siguientes elecciones
generales.
Pero los
conservadores harían bien, una vez pasada la juerga inicial, en tratar el
fenómeno corbynista con cautela. El nuevo líder laborista, que nunca ha ocupado
un puesto ministerial en sus 32 años como parlamentario, recuerda un poco al
personaje que interpretó Peter Sellers en la película Bienvenido Mr Chance, un
jardinero abstraído cuyas sencillas opiniones llegan a ser entendidas en
Washington como ideas de una enorme profundidad política, con lo cual acaba
siendo considerado como candidato a la presidencia de Estados Unidos. Pero la
simple honestidad de Corbyn, la aparente ausencia de una calculada política
mediática cuando se declara en contra de la guerra y a favor de la paz mundial,
cuando establece como prioridad oponerse a todo recorte al estado de bienestar,
cuando aboga por imponer más impuestos al gran capital: todo esto puede llegar
a tener eco en un país en el que muchos de sus habitantes están hartos de la
vieja forma de hacer política.
Lo más probable
es que Corbyn no pueda imponer los cambios que propone y que se estrelle contra
la misma dura realidad contra la que lo hizo Syriza en Grecia. Es posible
incluso que llegue mucho menos lejos que el líder de Syriza, Alexis Tsipras, y
no solo no llegue a gobernar sino que sea desbancado como líder de su partido
antes de las elecciones generales. Pero mientras tanto, servirá la función,
como Podemos en España, de sacudir al antiguo mundo político británico. A su
manera, el viejo rockero de la izquierda Jeremy Corbyn ya ha propiciado una
pequeña revolución.
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