Recordaremos a
Lugansk. Junto con la otra república recientemente independizada, Donetsk,
conforman el núcleo de lo que se ha dado en llamar Novorrosiya: la Nueva Rusia,
una escisión de la actual “Ucrania” que incluirá, en un futuro mediato, la
totalidad del este y del sur de ese ex país.
Leemos en el sitio Slaviangrad.es el siguiente artículo de Svetlana
Rudenko, traducido por Nahia Sanzo:
Título: Lugansk:
No hay vuelta atrás
Texto: La última
vez que estuve en mi ciudad natal de Lugansk fue en agosto. La ciudad estaba
prácticamente desierta y solo el esporádico fuego de artillería rompía el
silencio. En las cálidas noches de verano, Lugansk caía en la más absoluta
oscuridad: no hubo luz eléctrica en la ciudad en durante casi tres meses. La
población local había tenido que acostumbrarse a la luz intermitente de las velas. En la frontera
había una cola solo en una dirección: hacia el puesto fronterizo de la Donetsk
rusa en la región de Rostov. Ahora, casi tres meses después, hay una cola de
varios kilómetros de coches y autobuses para entrar a la República Popular de
Lugansk. Era prácticamente imposible viajar de Moscú a Lugansk la víspera de
las elecciones al parlamento y a la presidencia de la República: había quienes
estaban dispuestos a viajar 24 horas en pie para ejercer su derecho al voto.
Familias con niños pequeños y maleteros llenos regresaron a su ciudad a pesar
de saber que la ciudad aún intenta recuperar cierta normalidad: no todos los
edificios disponen de luz, agua o gas. Y lo que es más importante, la guerra
continúa, las tropas ucranianas han roto el alto el fuego.
Todos con las
elecciones
Nunca antes había
visto tanto revuelo como el creado por las elecciones del 2 de noviembre en la
RPL. Toda la ciudad estaba decorada con carteles llamando al voto: “Ve a las
urnas. Toda nuestra gente estará ahí”. El día era gélido y con viento, pero la
población esperó pacientemente en la cola, algunos de ellos durante horas.
Débiles ancianos apoyados en sus bastones y madres jóvenes con niños en brazos
se aguantaron sin dudarlo. No se produjo queja alguna porque todos
comprendieron que era imposible habilitar más colegios electorales y poder
garantizar la seguridad de los votantes en estas circunstancias. “No nos queda
mucho tiempo de vida, pero todavía nos quedan nuestras manos para ayudar a la
RPL”, dice mi vecina, una mujer de 80 años prácticamente ciega que nunca
abandonó la ciudad, ni siquiera los momentos más duros del bombardeo. “Así es
como mueres en tu casa”, sonríe la anciana. A pesar de las dificultades, salió
de su casa pronto por la mañana camino al colegio electoral acompañada por su
hija.
Los mayores han
sido en estos meses los residentes más leales a la ciudad. Los más jóvenes y
fuertes ayudaron a los más débiles llevándoles agua, haciendo cola para
conseguir pan o compartiendo medicinas cuando todo se acabó en las farmacias.
Sus hijos trataron de persuadir a muchos de que se fueran, al menos
temporalmente, pero muchos se negaron. “No teníamos ni idea de que había tanta
gente en Lugansk ahora”, oigo una y otra vez por todas partes. Pese a su
avanzada edad, ambos se acercan a los 80 años, mis padres esperaron en la cola
durante más de dos horas. “Ya no estamos en la misma línea que Ucrania”, dice
mi madre, que dio a luz a mis hermanos en la región de Khmelnitsky, en Ucrania
occidental. Solo tenía ocho años cuando los hombres de Stepan Bandera quemaron
a sus familiares lejanos acusados de tener lazos con los partisanos. No
perdonaron siquiera a unos gemelos de 7 años. “No quiero vivir en un Estado
dominado por fascistas”, dice otra anciana.
Parte de la
prensa ucraniana por su parte mintió descaradamente, afirmando que la población
de las áreas controladas por la milicia era obligada a votar a punta de
pistola. “¿Nos obligaron a esperar durante horas en la cola a punta de
pistola”?, se queja Varvara Fyodorova, mi compañera de clase, que vino a las
urnas con su marido y su hija de 18 años. “¿Por qué Kiev no entiende que no
queremos vivir en un país gobernado por fascistas ucranianos?” A pesar de la
guerra, Varvara pasó todo el verano en Lugansk, trabajando en una de las pocas
farmacias que aún seguían abiertas.
Es una pena que
no hubiera periodistas de la prensa ucraniana en las elecciones de la RPL:
algunos tenían miedo y otros saben perfectamente que Kiev ya no busca mostrar
la verdad. Puede que Kiev crea a los 70 observadores internacionales que
vinieron a monitorizar el proceso. Había representantes de Italia, Rusia e
incluso Estados Unidos. Ninguno de ellos denunció ninguna irregularidad. Se
tuvo que extender el horario de votación primero hasta las 10 y luego hasta las
11 de la noche para que todo el que
quisiera pudiera ejercer su derecho al voto. El porcentaje de participación fue
del 68%, es decir, votaron 705.605 del más de un millón de personas que
conformaban el censo. Igor Plotnitsky, líder del Gobierno interino, ganó las
elecciones por un amplio margen, con Oleg Akimov, representante de la
federación de sindicatos de la RPL, en segundo lugar.
No hay vuelta
atrás
Estamos
dispuestos a soportar las dificultades y no hay vuelta atrás a Ucrania es la
actitud general que se escucha de los habitantes de la nueva república. De
momento, no todas las zonas de la ciudad tienen agua y luz, por no hablar de
calefacción. Pero el pueblo trabaja, la mayoría de ellos acude a sus puestos
caminando para no gastar lo poco que tienen. El cirujano Dmitry Filatov vivió
todo el verano con su esposa Yelena, enfermera de quirófano, en el hospital
regional, donde se trataba a los heridos más graves. “Había nueve civiles por
cada miliciano herido”, dice. “A uno le hirieron cuando estaba en su casa, a
otro cuando iba a por pan o agua”. Dmitry ayudó a rescatar a cualquiera, tanto
milicianos como soldados de la Guardia Nacional. “La milicia incluso
proporcionó seguridad a los soldados de la Guardia Nacional para asegurarse de
que no hubiera ningún linchamiento”, dice Dmitry. “Para mí, como religioso,
todos eran lo mismo: rojo o blanco, ucraniano o ruso”. Dmitry no es solo un
médico. Trabaja cinco días a la semana y los fines de semana dice misa en el
distrito de Mirny, junto a las topas de la frontera. Su sueño es construir una
iglesia en el centro regional de tuberculosis, al que ha sido trasladado
recientemente como jefe de departamento. “Los pacientes con tuberculosis activa
son contagiosos, así que sería genial si pudieran tener su propia iglesia, yo
los trataría y también podrían confesarse y comulgar”.
Dmitry no es el
único héroe. Hay gran número de jóvenes enfermeras que arriesgan su vida cada
día atravesando la ciudad, a pesar de las bombas, para acudir al trabajo y
salvar vidas. Quienes limpian las calles tras los bombardeos también son
héroes, al igual que los trabajadores que trataron de restablecer el suministro
eléctrico o de agua. Y finalmente lo hicieron. Son héroes aquellos que no
abandonaron la ciudad en un momento tan difícil. Hay que recordar que la
práctica totalidad de instituciones médicas atendieron pacientes durante la
batalla y que las medicinas eran distribuidas gracias a la ayuda humanitaria
rusa.
Todas las
escuelas de Lugansk, salvo las cinco que fueron destruidas, están abiertas. El
instituto de secundaria número 21 comenzó las clases el 1 de octubre, a pesar
que de un ataque con mortero destruyó una de las paredes de la escuela, dañó
varias aulas del tercer piso y requirió arreglos en el tejado. Cuando visité la
escuela, solo había tres profesores preparando sus clases en la sala de
profesores. Tatyana Tkachenko, una profesora de química que nunca ha abandonado
la ciudad durante más de un día y que ha trabajado en el instituto durante más
de 40 años, está entregada de pleno. Su aula resultó dañada durante la guerra
en verano. “De los 400 estudiantes, la mitad están acudiendo a clases”, dice
Natalia Lukashenkova, subdirectora de estudios en el instituto. “Tuvimos que
esperar al 1 de octubre por culpa de los daños en el tercer piso. “Limpiamos el
instituto por nuestra cuenta, como buenamente pudimos, y algunos de nuestros
niños fueron trasladados a la escuela número 20. Ahora muchos están
regresando”. Por desgracia, según Natalia, algunos de los graduados no han
regresado a Lugansk al no estar seguros de si los certificados de graduación de
la República Popular de Lugansk serán reconocidos.
Como el resto de
profesores de la RPL, los profesores de la escuela número 2 han aceptado la
transición al ruso como lengua vehicular. “Te iluminas cuando ves que podemos
escribir nuestra planificación y nuestros horarios en ruso”, dice el director.
El otro cambio es la transición al sistema de calificación de cinco puntos.
También han llegado a la ciudad libros de texto rusos. “Los estamos esperando”,
dice Natalia. “Todavía no han llegado a nuestra escuela. Muchos profesores que
daban clase en ucraniano temían que sus clases fueran canceladas por la RPL,
pero eso no ha pasado. El ucraniano sigue siendo lengua oficial de la República
junto con el ruso. Las horas dedicadas a su estudio no han cambiado”.
“Los niños han
cambiado durante la guerra, son diferentes, han crecido”, dice la profesora de
química. “Gracias a dios, ninguno de nuestros estudiantes ni sus familias han
sufrido. Mira a Daniil, de noveno curso. Antes de las vacaciones de verano,
solo era un niño. Y ahora le vemos como a un adulto. Esperemos que no vuelva a
empezar”, suspira Natalia. Mientras hablamos, es constante el ruido de
artillería en la distancia. La batalla no está lejos. El 6 de noviembre,
murieron varios residentes de Kirovsk, incluyendo una niña de 11 años. Hay
batalla a 20-30 kilómetros de Schastye. No se puede entregar esta ciudad a
Ucrania: ahí está la planta que provee de energía a toda la región. Soldados
del infame batallón Aidar amenazaron con volarlo y dejar a toda la RPL sin
calefacción. No les importa. Dadas las circunstancias, se decidió extender las
líneas de transmisión de Krasnodon al resto de la RPL, así que cuando Kiev
ordenó desconectar a Lugansk de la planta eléctrica de Schastye el 7 de
noviembre, la ciudad no se quedó sin luz.
El día que
abandoné Lugansk, el Teatro Ucraniano inauguró su temporada con la obra “Suerte
Judía”. “Había rumores de que el teatro
permanecería cerrado y de que la RPL iba a prohibir el idioma ucraniano.
Gracias a dios todo era inventado”, dice la actriz Natalia Koval. “Cada uno
habla la que considera su lengua materna. La milicia no está en guerra con
ningún idioma sino con los fascistas”.
El joven Estado
tiene muchos problemas económicos, políticos y legales. Pero ya hay una cosa
clara: la nueva república ha demostrado que tiene derecho a existir y a elegir
su propio camino. Será difícil, la población lo comprende, pero no hay vuelta
atrás.
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