A medida que se
profundiza la crisis económica, la oleada fascista sigue su curso sin
contención alguna en consonancia con la radicalización de sectores islamistas en los guettos de las grandes ciudades alemanas. Astroboy se pregunta qué puede llegar a pasar en Alemania
cuando el ajuste haya tocado realmente a los sectores populares. Mejor ni
pensarlo. Leemos en El País de Madrid:
Título: Alemania
se plantea cómo evitar el aumento de la violencia extremista
Subtítulo: El
Gobierno quiere prohibir futuras concentraciones de ‘hooligans’ islamófobos
Texto:
Sorprendidas por los disturbios del pasado domingo en Colonia, las autoridades
alemanas llevan una semana preguntándose cómo de repente se han organizado
tantos hooligans violentos de ultraderecha y, sobre todo, qué hacer para evitar
nuevos tumultos. “Quien lleve la violencia a las ciudades deberá ser perseguido
y castigado con todos los medios del Estado de derecho”, dijo el ministro de
Justicia, el socialdemócrata Heiko Maas, al día siguiente de que 4.000 miembros
del grupo Hooligans contra salafistas sembrara el terror en pleno centro de
Colonia y dejara medio centenar de agentes heridos. La policía respondió con un
cañón de agua a presión al lanzamiento de piedras y otros objetos por parte de
los radicales.
El movimiento
radical ha surgido como respuesta al creciente número de islamistas que opera
dentro del país, en una peligrosa espiral en la que los dos fanatismos se
retroalimentan. “Estos grupos ligados al fútbol ya tuvieron su momento estelar
en los años ochenta y noventa. Pero entonces no les movía la política, sino tan
solo los acontecimientos deportivos. La novedad de la manifestación de Colonia,
cuyos participantes tenían entre 35 y 50 años, es que tuviera un lema político
explícito”, asegura el experto en movimientos radicales Michael Gabriel.
Pasada la
sorpresa, el Gobierno federal y de las distintas administraciones regionales se
plantean ahora cómo actuar. Los hooligans habían anunciado su intención de
repetir sus manifestaciones en ciudades como Berlín y Hamburgo. “No queremos
que estas peleas se produzcan en nuestras ciudades”, respondió el ministro del
Interior, el democristiano Thomas de Maizière. El responsable de Interior de
Berlín, Frank Henkel, fue más lejos al ser preguntado por la protesta prevista
para el próximo 15 de noviembre frente a la Puerta de Brandeburgo, justo una
semana después de las celebraciones del 25 aniversario de la caída del Muro de
Berlín. “He oído que podrían reunirse 10.000 personas. Estamos experimentando
una nueva dimensión de violencia callejera y militancia. Haremos todo lo
posible para prohibir la manifestación”, dijo tajante. Las autoridades temen
una afluencia masiva de radicales el 15 de noviembre después de que los
hooligans cancelaran su convocatoria en Hamburgo.
Pero el debate
sobre los límites de la libertad de reunión va más allá de la prohibición de
futuras concentraciones. Hay voces en el partido democristiano de la canciller
Angela Merkel que sugieren la posibilidad de retirar el pasaporte a los
extremistas de derecha, al igual que a los terroristas de Estado Islámico,
mientras que otros hablan de marcar los carnés de identidad de los violentos
para tenerlos controlados. Mientras, la ministra de Familia, Manuela Schwesig,
reclama más dinero para luchar contra los extremismos de derecha. “Debemos
actuar más pronto porque no podemos limitarnos a observar cómo adolescente de
14 o 15 años se integran en estas estructuras radicales”, dijo la política
socialdemócrata.
El desafío es
serio. Como recuerda el experto Gabriel, tanto los ultraderechistas como los
islamistas no solo están fascinados por la violencia y rechazan los principios
de igualdad y democracia, sino que además gozan de un entorno social en el que
despiertan simpatías. “Tenemos un potencial apropiado para que este conflicto
vaya más allá en la sociedad alemana”, concluye Gabriel.
Medio millar de
alemanes yihadistas
El cóctel de
extremismos de distinto signo se está agitando en Alemania. La aparición de los
hooligans de ultraderecha se une a la creciente preocupación por las
actividades de islamistas radicales en las calles alemanas, y a sus choques con
el millón de kurdos que vive en el país, y que se sienten abandonados por los
turcos en su lucha contra Estado Islámico.
Los servicios de
inteligencia estiman que en torno a 450 personas han viajado a Siria o Irak
para participar en la yihad, y que en cualquier momento pueden volver al país
aún más radicalizados. Fuentes de inteligencia citadas por el periódico
Frankfurter Allgemeine am Sonntag elevan la cifra hasta 1.800. Sea cual sea el
volumen real, estos militantes del salafismo, una de las versiones más
radicales del Islam, son solo la avanzadilla de los que se han quedado en el
país. El presidente de la agencia federal de inteligencia de Alemania,
Hans-Georg Maassen, ha alertado de que el número de islamistas radicales asciende
a 6.300, y que la cifra aumenta continuamente. Hace tres años, había 3.800.
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