Como no pasa nada en ningún lado (chiste), nos ponemos retrospectivos y revisamos algunas cosas que nos quedaron en el tintero. El mensaje que sigue tiene casi un año, pero no ha perdido actualidad. En ocasión de una conferencia de desarrolladores de Facebook en San Francisco, en
abril de 2016, habló el inventor de la World Wide Web, el británico Tim Berners-Lee. Esto es lo que dijo:
Título: Por un
Internet al servicio de la humanidad
Epígrafe: El
creador de la World Wide Web (WWW) alerta de los peligros que acechan a la Red,
como la posverdad, en el 28º aniversario de su fundación
Texto: Hoy se
cumplen 28 años desde que envié mi propuesta original para la red informática
mundial. Imaginaba la web como una plataforma abierta que haría posible
compartir información, tener acceso a oportunidades y permitir la colaboración
de todas las personas, en todas partes, más allá de los límites geográficos y
culturales. La Red ha cumplido con esta visión de múltiples maneras, aunque se
han tenido que librar muchas batallas para mantenerla abierta. En los últimos
12 meses, he visto con preocupación creciente tres nuevas tendencias que
propongo abordar para que la web cumpla con su verdadero potencial como
herramienta al servicio de toda la humanidad.
1. Hemos perdido
control de nuestra información personal
El modelo de
negocio actual de muchos sitios web ofrece contenido libre a cambio de
información personal. Muchos lo aceptamos —aunque a menudo damos nuestro
consentimiento a largos y confusos documentos con términos y condiciones— y, en
lo fundamental, no nos importa que se recopile algo de información a cambio de
servicios gratuitos. Pero no estamos viendo el truco. Cuando nuestra información
se conserva en lugares patentados, la perdemos de vista, perdemos los
beneficios que podríamos obtener si tuviéramos control directo sobre ella (y
eligiéramos cuándo y con quién compartirla). Es más, a menudo no tenemos
ninguna manera de decirles a las empresas qué información preferiríamos no
compartir —sobre todo con terceros—, pues los términos y condiciones o se toman
o se dejan.
La publicidad
dirigida permite que una campaña comunique cosas diferentes, incluso
contradictorias, a distintos grupos, ¿es democrático?
La generalizada
recopilación de información por parte de las empresas tiene otros impactos. A
través de su colaboración con estas empresas —o de su coacción—, los Gobiernos
también observan cada vez más todos nuestros movimientos en línea, aprobando
leyes que atentan contra nuestro derecho a la privacidad. En regímenes
represivos, es fácil ver el daño que se puede causar —pueden arrestar a los
blogueros o matarlos, y pueden monitorizar a opositores políticos—. Incluso en
países donde creemos que los Gobiernos tienen en cuenta el interés de sus
ciudadanos, esto está llegando demasiado lejos. Tiene un efecto negativo sobre
la libertad de expresión y evita que se use la web como espacio para ocuparse
de asuntos importantes, como los problemas de salud, la sexualidad o la
religión.
2. Es muy fácil
difundir información errónea en la web
Hoy en día, la
mayor parte de la gente encuentra las noticias e información en la web por
medio de unas cuantas redes sociales y a través de buscadores. Estos sitios
ganan dinero cuando hacemos clic en los enlaces que nos muestran. Y eligen qué
mostrarnos basándose en algoritmos que adquieren ese conocimiento a partir de
la información personal que extraen. El resultado final es que esos sitios nos
enseñan aquellos contenidos en los que creen que vamos a hacer clic, lo que
significa que la información errónea, o las noticias falsas (fake news), cosas
sorprendentes, sobrecogedoras o diseñadas para apelar a nuestras preferencias,
se pueden esparcir como la pólvora. Y a través del uso de las ciencias de datos
y de ejércitos de bots, quienes tienen malas intenciones pueden engañar al
sistema para difundir información errónea y obtener un beneficio económico o
político.
3. La publicidad
política en línea necesita transparencia y entendimiento
La publicidad
política en línea se ha convertido rápidamente en una industria sofisticada. El
hecho de que la mayor parte de la gente obtenga su información en apenas un
puñado de plataformas, y la creciente sofisticación de los algoritmos que sacan
provecho de abundantes reservas de información personal, permite que las
campañas políticas de hoy en día elaboren anuncios individuales dirigidos
directamente a los usuarios. Una fuente sugiere que durante el periodo
electoral estadounidense de 2016 se presentaban, cada día, hasta 50.000
variaciones de anuncios en Facebook, situación de la que es casi imposible
hacer un seguimiento. Y se insinúa que algunos anuncios políticos —en Estados
Unidos y alrededor del mundo— se están usando de manera poco ética —para
dirigir a los votantes a sitios de noticias falsas, por ejemplo, o para hacer
que los votantes se mantengan alejados de las urnas—. La publicidad dirigida
permite que una campaña comunique cosas completamente diferentes, posiblemente contradictorias,
a distintos grupos. ¿Es eso democrático?
Estos son
problemas complejos, y las soluciones no serán simples. Pero ya podemos ver
vías por las que avanzar. Debemos trabajar junto a las empresas de Internet
para encontrar un equilibrio que, a partir de criterios de justicia, devuelva a
las personas un grado de control sobre su información, incluido el desarrollo
de nuevas tecnologías como los data pods [centros de datos] personales si es
preciso, así como explorar modelos alternativos de ingresos como suscripciones
y micropagos. Debemos luchar contra los excesos gubernamentales en las leyes de
vigilancia, a través de los tribunales si es necesario. Hay que rechazar la
información errónea exhortando a empresas como Google y Facebook a que redoblen
los esfuerzos por combatir el problema, al tiempo que hay que evitar la
creación de cualquier órgano central que decida qué es verdadero y qué no.
Necesitamos más transparencia algorítmica para entender cómo se toman
decisiones que afectan a nuestras vidas, y tal vez un conjunto de principios
comunes a seguir. Necesitamos definir con urgencia el punto negro de Internet
de la regulación de las campañas políticas.
Nuestro equipo de
la Fundación Web trabajará para solucionar estos problemas como parte de
nuestra nueva estrategia de cinco años —analizando estos fallos con detalle,
elaborando políticas proactivas y buscando alianzas para conseguir una web que
dé el mismo poder y oportunidades a todos—. Les exhorto a apoyar nuestro
trabajo de la manera que puedan —corriendo la voz, presionando a las empresas y
Gobiernos o haciendo una donación—. También hemos recopilado un directorio de
organizaciones de derechos digitales en todo el mundo para que puedan evaluar
cómo y a quién apoyar.
Tal vez yo haya
inventado la web, pero todo el mundo ha ayudado a crear lo que es hoy en día.
Todos los blogs, artículos, tuits, fotos, vídeos, aplicaciones, páginas web,
etcétera, son contribuciones de millones de seres humanos que construyen
nuestra comunidad en línea. Todo tipo de personas han ayudado, desde políticos
que luchan por mantener la web abierta hasta organizaciones de normalización
como W3C que incrementan el poder, la accesibilidad y la seguridad de la
tecnología, incluidos aquellos que han protestado en las calles. El año pasado,
vimos a los nigerianos resistirse a un proyecto de ley de medios sociales que
hubiera obstaculizado la libre expresión en línea; clamor popular y protestas
ante bloqueos regionales de Internet en Camerún; grandes apoyos públicos a la
neutralidad de la Red en India y la Unión Europea.
Se ha necesitado
de todos para construir la web que tenemos, y ahora depende de nosotros
construir la web que queremos para todos.
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