Hoy se
desarrollarán las elecciones parlamentarias en Holanda. En un escenario notablemente fragmentado, en donde seis partidos cuentan con un 10% de votos cada uno (y varios más, menos que eso), el islamófobo Geert Wilders (foto) aparece como
ganador relativo con un 18-20% según los pronósticos. No le va a alcanzar para
formar gobierno. Así lo cuenta el diario español Público.es:
Título: El auge
de la islamofobia en Europa comienza a medirse en los Países Bajos
Epígrafe: El
líder xénofobo, Geert Wilders [foto], parte como favorito en las elecciones
parlamentarias de los Países Bajos, una cita que sirve como termómetro para
medir el ascenso de la ultraderecha en las entrañas de la Unión Europea (UE).
Texto: El islam
es una amenaza para los valores democráticos y Europa, que entrega nuestro dinero
a los refugiados al tiempo que recortar los servicios públicos, no está
haciendo nada para enfrentarlo, así que sólo queda abandonar la UE y cerrar las
fronteras.
Con este simple
silogismo Geert Wilders, el líder xenófobo de la ultraderecha neerlandesa, ha
convencido al electorado de que el debate en estos comicios no es sobre
educación, sanidad o pensiones sino sobre identidad: 'Make the Netherlands ours
again’ (Hagamos los Países Bajos nuestros de nuevo).
Más allá del
resultado electoral de este miércoles, en el que se augura la victoria del
Partido para la Libertad (PVV) de Wilders pero en un escenario demasiado
fragmentado para que pueda formar gobierno, el verdadero triunfo del político
del tupé teñido ha sido la polarización del debate: los partidos tradicionales,
encabezados por la derecha liberal del aspirante a la reelección Mark Rutte,
han tenido que escorar su postura ante la sangría de votos que pronosticaban
las encuestas.
Aquellos
"que no estén de acuerdo con los valores holandeses (…) las personas que
se niegan a adaptarse, a cumplir nuestros hábitos y que rechazan nuestros
valores, (y) los que acosan a los homosexuales, a las mujeres con faldas
cortas, (…) es mejor que se vayan”, insistió Rutte días antes de iniciar la
campaña electoral.
“Desde la llegada
de Wilders”, apunta Hasib Moukaddim, una de las voces más respetadas de la
comunidad marroquí en el país, los partidos tradicionales “han extremado sus
posturas sobre los migrantes y la integración”.
Pero no sólo los
partidos políticos, la propia sociedad neerlandesa se ha alejado de la imagen
de tolerancia y progresismo de la que ha hecho gala durante décadas.
Hoy, en cada
rincón del país, desde los barrios turcos de Utrecht a la Amsterdam
multicultural, las conversaciones giran en torno a la migración: “Hay
demasiados”, asegura Adrie. “Pero son buena gente”, agrega apenas un segundo
después este quincuagenario que trabaja en labores de limpieza en Almere,
bastión electoral de Wilders.
Desde su atalaya
de las redes sociales, esquivando el cara a cara con los periodistas, Wilders
ha logrado dominar la agenda política del país. Cualquier propuesta
constructiva queda inevitablemente silenciada por la acritud del debate
populista:
“Esta es nuestra
tierra señor Kuzu, no su tierra. Turquía es su tierra. Váyase rápido y no
vuelva nunca”, escribió Wilders en su cuenta de Twitter al parlamentario
holandés de origen turco y fundador del partido Denk (“Piensa”), Tunahan Kuzu,
después de que este lo comparará con Hitler.
Horas más tarde,
en la televisión pública, Kuzu volvió a reafirmar sus palabras. Sólo había
hecho "un paralelismo" entre el programa político de Wilders, que
pide cerrar mezquitas y prohibir el Corán, con el del líder nazi en los años
30, que exigía "prohibir la Torá (libro sagrado judío) y cerrar las
sinagogas", afirmó. Justo lo que Wilders estaba esperando.
El discurso de la
minoría amenazada
Aunque en
ocasiones se le compara con Donald Trump por su gusto por la postverdad, Geert
Wilders va más allá del oportunismo político: es un islamófobo convencido con
19 años de experiencia como diputado.
Criado durante
más de una década en las filas conservadoras del VVD, ya manifestó su
islamofobia cuando ostentó el cargo de portavoz del VVD en el Parlamento. El
islam era como aún es hoy su línea roja, y en 2004 abandonó el partido por
discrepancias sobre el proceso de adhesión de Turquía.
Dos años más
tarde lanzó su propia formación, el Partido para la Libertad, con la idea de
aunar en un sólo movimiento a islamófobos y euroescépticos. Desde entonces, su
discurso directo y populista, alejado de la retórica de los políticos
tradicionales que tanto critica, ha ido calando en la sociedad neerlandesa.
Cada elección -a
excepción del traspiés en la reválida de 2012- suponía un nuevo granero de
apoyos. Sin alejarse de la premisa de “desislamizar Holanda”, Wilders ha
ampliado su discurso, captando incluso votantes socialistas desencantados con
el PvdA, la versión neerlandesa del PSOE, con propuestas como el aumento del
gasto social, volver a la jubilación a los 65 años o reducir el coste de los
alquileres.
“No es un
oportunista con respecto al islam, aunque sí con su programa social”, sentencia
Meindert Fennema, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Amsterdam
y autor de un libro biográfico sobre Wilders. Ecléctico, firme defensor de
Israel, donde pasó dos años de su juventud que probablemente incrementaron su
aversión al islam, es capaz de instrumentalizar la causa LGTB o a las mujeres
para capitalizar su mensaje islamófobo.
“Defiende los
derechos de la mujer, los judíos y los colectivos LGTB en oposición al islam”,
añade Fennema.Mas el ascenso de la ultraderecha no puede explicarse sin el atentado
contra las Torres Gemelas en 2001, que sitúo a los musulmanes en el punto de
mira de Occidente, y dos sucesos que conmocionaron los Países Bajos: el
ecologista Volkert van der Graff asesinó en 2002 a Pim Fortuyn, el entonces
nuevo líder de la ultraderecha que elevó la teoría de que la tradición
progresista holandesa estaba amenazada por el islam; y un marroquí,
probablemente trastornado por la retórica de sus cintas, acabó con la vida del
polémico cineasta antislamista Theo van Gogh en noviembre de 2004.
Desde entonces,
remarca Moukaddim, los musulmanes en los Países Bajos se convirtieron en
“sospechosos”. Fue en 2004, tras abandonar el VVD, cuando Wilders comenzó a
crear su propia marca. Amenazado de muerte por grupos yihadistas, lo que le
obliga a ir acompañado por guardaespaldas y le impide ver a su mujer más de una
vez por semana, Wilders ha sabido capitalizar su situación personal para
conformar la imagen de un político idealista que entrega su libertad como
precio indispensable para una causa mayor: evitar la conquista musulmana de
Europa.
“Es valiente y
está en lo correcto al plantear los riesgos del islam. Dice lo que todo el
mundo piensa y nadie quiere decir”, apunta Thierry Baudet, líder de Forum voor
Democratie, una iniciativa política euroescéptica que podría obtener un
diputado.
La teoría del
islam como peligro para los Países Bajos, un país con 17 millones de habitantes
del que uno profesa la religión musulmana, tuvo en la crisis económica desatada
en la UE en 2008 su complemento perfecto.
Ya no bastaba con
más soberanía, el discurso que antaño amenazaba a la UE, y los euroescépticos
encontraron en los líderes comunitarios a los culpables de sus neveras vacías.
Cuando poco después comenzaron los atentados yihadistas en territorio europeo,
volvieron su vista a Wilders, el hombre que había roto la coalición de gobierno
formada en 2010 al negarse a aceptar los recortes exigidos por Bruselas y
aseguraba tener la receta para que los mercados de Amsterdam volvieran a ser un
lugar seguro: había que cerrar las fronteras, había que dejar la UE.
En este contexto,
la teoría de la “islamización” de los Países Bajos elaborada por Martin Bosma,
el politólogo detrás de la retórica discursiva de la ultraderecha neerlandesa,
ha conseguido penetrar en la sociedad: las élites bienpensantes, obcecadas en
la multiculturalidad, la acogida de refugiados y las ayudas al desarrollo,
están malgastando los fondos públicos neerlandeses en ayudar a los migrantes
que llegan por cientos a los barrios de Amsterdam y Rotterdam mientras recortan
servicios a sus propios ciudadanos.
De pronto, la
sociedad neerlandesa se siente amenazada por el flujo masivo de inmigrantes
musulmanes consentido por la UE.
Un parlamento
hiperfragmentado
En estos
comicios, las encuestas otorgan a Wilders entre 25 y 30 escaños de un total de
150. Sólo la derecha liberal de Rutte, que perdería más de 10 escaños, podría
evitar que sea la fuerza más votada.
Independientemente
de quien se imponga, el nuevo parlamento continuará hiperfragmentado con hasta
doce formaciones, seis de ellas rondando el 10%. Una imagen muy
diferente a la de los años 80, cuando los democristianos del CDA, la derecha
liberal del VVD y el laborismo del PvdA obtenían el 80% de los votos.
A diferencia de
2012, cuando las encuestas fallaron al augurar el hundimiento del PvdA, en
estas elecciones la izquierda neerlandesa sí tiene motivos tangibles para
retirar su apoyo al socialismo tradicional. El PvdA podría dejarse 2/3 de sus
votos como castigo por apoyar los recortes exigidos por la UE en su coalición
con el VVD.
Con esta
fragmentación, el día después será un quebradero de cabeza para los múltiples
intereses políticos contrapuestos. Los principales partidos coinciden en una
cosa: no pactarán con Wilders. Entonces, ¿cómo podrán gobernar? “La enorme
presencia parlamentaria -de Wilders- sería suficiente para condicionar no sólo
el debate público, sino también las resoluciones parlamentarias, que
requerirían un acuerdo muy amplio del resto de partidos para neutralizar su
fuerza. Es decir, nos
encontraríamos ante un gobierno muy débil, con un apoyo parlamentario muy
frágil y con un debate público liderado por el PVV”, subraya Carlos Campillos,
cofundador del centro de estudios europeísta Con Copia a Europa.
Este proceso será
observado con lupa desde Bruselas, que al menos conoce de antemano que el único
partido importante que abiertamente apoya la salida de los Países Bajos de la
UE es el de Wilders.
Por eso estos
comicios son un importante termómetro con el que medir el hartazgo popular con
la UE tras una década de erráticas políticas.
La crisis
económica iniciada en 2008 ha destapado con el paso de los años una brecha de
valores, que bien puede llamarse identitaria, representada con detalle en la
crisis de refugiados.
2016 podría
considerarse como el peor año en la historia de la UE: el populismo alcanzó
importantes triunfos con el Brexit y Trump y la entrada del candidato de la
ultraderecha austriaca en la segunda ronda de las presidenciales.
Y puede que 2017
sea el año del remedio reformista según deja entrever la presentación del Libro
Blanca y el impulso a la Europa a dos velocidades.
En un año
crucial, con elecciones en Francia y Alemania, el gran reto para la
supervivencia europea está en contener a Marine Le Pen, quien podría poner en
marcha la desconexión europea debido a las características del sistema
presidencialista francés.
Wilders
probablemente no tenga esa oportunidad ni aún ganando los comicios. Está solo,
es minoría. Aunque él, con su islamofobia y euroescepticismo, se han convertido
en el principal baremo para medir el futuro de la UE.
Seguramente vas a enterarte o te habrás enterado Astroboy, sobre The Saker y PCR tocando el tema de la lista negra de Harvard:
ResponderEliminarhttp://thesaker.is/harvard-university-honors-the-saker-blog
http://www.paulcraigroberts.org/2017/03/14/revolutions-bloody-nothing-paul-craig-roberts/