Lo hemos dicho y lo repetimos: así como Juan Pablo II constituyó la preparación de Occidente para un mundo post-soviético, Francisco constituye su preparación para un mundo post-americano o, si prefieren, post-anglosajón. Para ello, asiste y conduce con paciencia los encuentros para un nuevo eje antineoliberal (advertimos, por ejemplo ciertas coincidencias con pasos recientes del presidente ruso, Vladimir Putin). Leemos, al respecto, una interesante nota de Eduardo Febbro en el diario argentino Página/12 de hoy:
Título: El Papa y el
patriarca ruso cambian el relato
Epígrafe: Se trata de la
primera reunión de los máximos líderes de las dos iglesias luego de que, a
partir de los antagonismos que las dividieron en el siglo IV después de Cristo,
el cisma del año 1054 las separara, lo que dura hasta hoy.
Texto: A veces, el mundo
se escribe al revés. Una semana antes de pisar suelo mexicano el papa Francisco
le agregó un capítulo suplementario a esa reescritura del mundo que viene
protagonizando desde que fue electo en 2013 y pronunció, en la Plaza San Pedro,
la palabra casi prohibida: “pueblo”. La agenda mexicana del sumo pontífice ya
era una exquisitez de inclusión en las fracturas de un país. Lejos de plegarse
a los cánticos y rutas del conservadurismo eclesiástico oficial y a los
consensos que sugieren los gobiernos, Francisco decidió poner un pie en la fractura,
la exclusión indígena, el narcotráfico, el feminicidio y la corrupción. Pero
antes, tal como lo había adelantado Página/12 en la entrevista del 31 de enero
de 2016 con la vaticanista francesa Constance Colonna-Cesari, el Papa abrió el
libro de la historia para protagonizar una cumbre inédita con el patriarca
Kirill, el primado de la Iglesia ortodoxa rusa. Ambos se entrevistarán el
próximo 12 de febrero en terreno neutro, es decir en Cuba. El acontecimiento no
tiene precedentes en la historia de las religiones. Se trata de la primera
reunión de los máximos líderes de las dos iglesias luego de que, a partir de
los antagonismos que las dividieron en el siglo IV después de Cristo, un cisma
en el año 1054 las separara para siempre. Ese “siempre” conocerá el 12 de
febrero una interrupción por demás trascendente. Francisco y Kirill se
encontrarán en el aeropuerto de la capital cubana y firmarán una declaración
conjunta pactada, al igual que la cumbre, en un tercer país y en el más
absoluto de los secretos desde hace varios meses.
El peso de ambas
iglesias difiere en mucho, aunque no su importancia geopolítica en un momento
donde la confrontación entre Rusia y Occidente a raíz del conflicto en el Este
de Ucrania es muy tensa. Esa confrontación pasa igualmente a través del terreno
religioso. La Iglesia ortodoxa rusa mantiene relaciones conflictivas con la
Iglesia greco-católica de Ucrania, la cual obedece a Roma. Las vicisitudes del
destino han puesto a Francisco en la encrucijada de este conflicto de dos maneras:
primero, porque los greco-católicos de Ucrania tomaron partido por la revuelta
del Maidan. Con ello pusieron al Papa en una posición delicada: si los
defendía, se distanciaba de los ortodoxos de Moscú, si los atacaba, abandonaba
a una Iglesia de su orbe. Segundo, porque el actual arzobispo mayor de Kiev,
Sviatoslav Schevchuk, habla el español con acento argentino: cursó estudios en
el seminario de Don Bosco, en Buenos Aires, y en 2009 Benedicto XVI lo nombró
obispo auxiliar de Santa María del Patrocinio, siempre en Buenos Aires.
Sviatoslav Schevchuk fue además un ferviente partidario de los revolucionarios
ucranios. Francisco caminó por una delgada cuerda floja durante varios meses.
Kirill reconoció en un momento la posición “equilibrada” de la Santa Sede frente
al perfil “extremadamente politizado” de la Iglesia greco-católica, a la que el
patriarca de Moscú y de todas las Rusias llegó a calificar de “rusofóbica”. El
acercamiento entre él y el patriarca ortodoxo de Moscú representa el segundo
gran éxito de la diplomacia vaticana desde que Bergoglio llegó al trono de
Pedro. Gracias a su mediación, en 2014, Cuba y Estados Unidos destrabaron el
largo contencioso que los dividía. El Muro del Caribe cayó con la acción del
Papa como es posible que caiga ahora el otro muro de las religiones.
Preámbulo
Es muy probable
además que esta cumbre sea el preámbulo a la realización de un sueño que ningún
papa contemporáneo pudo realizar hasta hoy: visitar Moscú. La Iglesia Ortodoxa
Rusa reivindica unos 130 millones de fieles en el mundo, contra 1200 millones
para la que representa Francisco. Según adelanta el comunicado conjunto de la
Santa Sede y del patriarcado, la entrevista entre el Papa y Kirill durará una
dos horas al cabo de las cuales ambos dirigentes firmarán una declaración común
que, al igual que la cumbre, “marcará una etapa importante en las relaciones
entre las dos iglesias”. El lícito reconocer que el papa argentino está animado
de una sólida estrategia ecuménica y de una fuerte convicción en lo que atañe
el acercamiento entre las religiones. El Estado Islámico y su expansión en Irak
han, de hecho, acelerado esta pasarela. La defensa de los cristianos de Oriente
ante la amenaza de los jihadistas del EI estrechó los vínculos entre católicos
y ortodoxos y hasta modificó la línea no intervencionista del Vaticano. En
2014, el papa Francisco interpeló a la comunidad internacional para que
interviniera en Irak y “detenga una agresión injusta”. El responsable de las
relaciones exteriores de la Iglesia ortodoxa, el metropolita IIiarion, explicó
precisamente que el eje de esta etapa de relaciones renovadas es la situación
de los cristianos en Medio Oriente.
Francisco se
apresta a darle cuerpo a un sueño que Juan Pablo II jamás pudo plasmar. Alejo
II, es decir, el precedente patriarca de Moscú y de todas las Rusias, se opuso
con vehemencia a que el papa polaco viajara a Moscú. La alfombra roja parece
hoy desplegada para el papa argentino, tanto más cuanto que el territorio del
encuentro, o sea, América y Cuba, responde al deseo de Kirill de no verse con
el Papa en Europa, una zona geográfica a la que, a raíz de la posición de la
Unión Europea con respecto a las aspiraciones de Ucrania, Kirill juzga como
responsable del conflicto.
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