Reproducimos a
continuación la declaración pública del último número del Boletín Europeo de
Anticipación Política (GEAB n° 102), producido por el laboratorio homónimo
(LEAP). Un poco confuso lo de estos chicos, y ni hablar de la horrenda
traducción al español que ofrecen, pero lo posteamos porque son
anti-imperialistas y proponen algo diferente al del paraíso neoliberal de la dirigencia europea promedio. Pasen y vean:
Título:
Petroeuro, dinero-deuda, crisis bancaria, economía real: diez años para sellar
el destino de un sistema económico-financiero
Texto: Hace diez
años, en un día como hoy, en su segundo número de febrero de 2006[1], el GEAB
se basaba en la identificación de dos fuertes señales para alertar del
estallido inminente de una «crisis sistémica global»: el fin de la publicación
del indicador de masa monetaria M3[2] (lo que sugería la puesta en marcha a un
ritmo inusual de la famosa «máquina de imprimir billetes», de la que no hemos
parado de escuchar hablar desde entonces); y el lanzamiento, por parte de Irán
(ya libre de las sanciones internacionales) de una bolsa petrolera en euros[3].
Estas dos fuertes señales permitieron al equipo GEAB de la época, afirmar que
se avecinaba algo enorme que iba a cuestionar los fundamentos del sistema, por
aquel entonces vigente, del mundo económico financiero, es decir, del sistema
del petrodólar y del dinero-deuda.
En lo que se
refiere a la masa monetaria, ha sido el centro de atención durante diez años.
El inicio de esta operación «impresión de billetes», que los estadounidenses
intentaron ocultar dejando de publicar el M3, pronto tuvo que oficializarse a
través de las gigantescas expansiones cuantitativas de la Fed[4], y después
detenerse, no sin antes encontrar un relevo: las operaciones de los aliados de
la expansión cuantitativa (que no
tardaron en disminuir el ritmo igualmente, como anticipó nuestro equipo
desde hace seis meses). Fin del intento de mantener artificialmente la
supremacía del dólar por medio de la inundación planetaria de esta moneda, y
fin del sistema de endeudamiento como motor de crecimiento.
En cuanto a la
venta del petróleo iraní en euros, principal ataque de un país «no alineado»
con el sistema del petrodólar, resulta particularmente interesante hacer inventario:
el anuncio por parte de Irán, del lanzamiento de esta bolsa en petroeuros a
inicios de 2006; la imposición de sanciones internacionales contra el país en
julio de 2006, lo que contribuyó a que se abortara el proyecto; los enormes
ataques contra el euro por medio de Grecia a partir de 2009[5], que permitieron
al dólar recuperar el resplandor que había perdido en 2008. Todavía más
remarcable, es el hecho de que la crisis de la deuda griega (aunque aún no se
ha resuelto) dejó de ser objeto de interés mediático tan pronto como Irán,
liberado ya de las sanciones, anunció la venta de su petróleo en euros…y, al
día siguiente, el Deutsche Bank fue atacado por todas partes.
Una de las
hipótesis de partida de nuestro equipo, como recordarán, es que lo que de
verdad cambió las tornas en cuanto a la supremacía mundial del dólar, fue
ciertamente el euro. En efecto, evidentemente el euro representaba la principal
competencia frente a la posición del dólar como única moneda de reserva
internacional. Y, al analizar retrospectivamente la serie de sucesos aquí
descritos, es inevitable concluir que la verdadera guerra que ha tenido lugar
durante los últimos diez años, ha sido una guerra entre EE.UU. y Europa. Una
guerra durante la cual el yuan, los BRICS, el New Development Bank y todo un
sistema alternativo al sistema occidental, ha podido avanzar tranquilamente
mientras que Occidente se desmoronaba silenciosamente[6].
De modo que toda
resistencia al cambio es en vano. Aunque…
Al comparar lo
sucedido cuando comenzó oficialmente la crisis en 2007-2008, con este nuevo
episodio que tanto inquieta al mundo financiero, es inevitable pensar en la
crisis de 10 años: la caída que experimentaron los valores al principio de la
crisis fue estrepitosa y el sistema estuvo cerca de desplomarse por completo.
En cierto modo, da la impresión de que el proceso de hundimiento se detuvo
justo antes de tocar fondo. Es por ello que no terminó de desmoronarse, sino
que se trató de una especie de colisión frustrada.
Y el hecho es que
en aquel momento a nadie le interesaba que el sistema se desmoronara,
simplemente porque aún no había nada preparado para reemplazarlo. Como
consecuencia, se produjo una pausa…de diez años.
Diez años durante
los cuales todo el mundo ha trabajado mucho…para bien o para mal: los chinos
recentraron su economía y se prepararon para la inevitable transición de
«fábrica del mundo» a auténtica potencia económica mundial; los BRICS se
organizaron y crearon nuevos instrumentos para mecanismos de financiación y la
gobernanza internacional; los EE.UU. de Obama contribuyeron a eliminar las
trabas que habían impuesto los EE.UU. de George W. Bush (empezando por las
sanciones contra Irán); los rusos se han posicionado como fuerza geopolítica
opositora, los EE.UU. del Pentágono retrocedieron en muchos lugares del mundo,
pero avanzaron en los territorios europeos donde se consideraba que debían
permanecer necesariamente; las potencias económicas bloquearon la mayoría de
los proyectos de regulación por los que pudieran verse afectadas…pero no todos
(en realidad, de todos modos ya no son lo que eran); en cuanto a los europeos,
el euro resistió y de cualquier modo la separación de EE.UU. se acrecentó,
aunque la verdadera gobernanza de la zona todavía está pendiente (…del referéndum
británico, como veremos más adelante), así como la defensa común europea.
En resumen, si hace 8 años el sistema no podía
derrumbarse sin llevarse consigo al mundo entero, en una gigantesca catástrofe,
actualmente puede considerarse que muchas cosas ya están preparadas para asumir
la economía mundial, cuando el antiguo sistema recorra los últimos centímetros
que le faltan para tocar fondo y desplomarse.
Ahora bien,
parece que la caída definitiva ya está en curso
La crisis
bancaria occidental, como consecuencia inevitable del desplome de los precios
del petróleo en dólares, está sacudiendo al mundo financiero. Los temblores
comenzaron en China pero, como ya explicamos ampliamente en el número anterior,
lo que temblaba en China no tenía nada de chino, sino que se trataba de la
parte china del famoso sistema financiero con centro en Occidente. Y
ciertamente, los temblores ya se están sintiendo en Europa…
Dicho esto,
nuestro equipo estima que el choque psicológico (riesgo de pánico entre los dirigentes
y la población) es actualmente lo más peligroso en esta crisis de los mercados
y los bancos. En el fondo, las valorizaciones disparatadas y totalmente
ficticias de estos protagonistas clave del sistema financiero anterior, que son
los bancos y los mercados, deben desinflarse algún día, para que la enorme
deuda correspondiente se reestructure finalmente y para que la economía pueda
al fin reactivarse. Además, también es necesario que la gran potencia
financiera se debilite para que los dirigentes puedan recuperar por completo el
control de la situación, siempre y cuando continúen posicionándose a favor de
la democracia; de otro modo, esta recuperación del control por parte de los
políticos podría acabar en manos de los militares…
Nuestro equipo va
más allá en la interpretación de las fuerzas de la crisis sistémica global,
proporcionando una interesante visión desde el punto de vista de la
anticipación.
Cuando los
dirigentes del siglo XX fueron arrastrados, al borde del siglo XXI, hacia las
costas del «nuevo mundo», pronto comprendieron los nuevos horizontes que
brindaban las potencias emergentes. El antiguo «tercer mundo», que más tarde se
convirtió en el «mundo en vías de desarrollo», llamado ahora «emergente»,
cuando de hecho ya ha «emergido», se desplegaba ante su atónita mirada. Antes
de nada, EE.UU. en particular, pero también Europa, como constituyentes de la
clase dominante hasta entonces, se frotaron las manos ante la perspectiva de
los prodigiosos mercados que se abrían ante ellos.
Toda la economía
occidental se entregó en cuerpo y alma a un grandioso proyecto general de
inversión, con el objetivo de prepararse para cubrir la gigantesca demanda que
iba a desbordarlos. Para ello, las empresas elaboraron entusiastas previsiones
de resultados, muy persuasivas para obtener de los bancos los fondos necesarios
para sus redimensiones. Los bancos concedieron así multitud de préstamos,
convencidos por las extraordinarias perspectivas de reembolso. Los bancos
privados también imprimieron miles de millones de dólares, creando una
desorbitada riqueza virtual de valorización por anticipación que, de acuerdo
con lo que todo el mundo pensaba, pronto se transformaría en riqueza real.
Detengámonos un
instante a reflexionar sobre la crisis monetaria fundamental ocasionada por
este comportamiento. Como ya sabemos, el dólar de la segunda mitad del siglo XX
pasó de ser una moneda basada en el oro, a una moneda basada en el petróleo y
más tarde pasó a una nueva etapa por la ultra-financiarización: la «moneda de
valor anticipado». En efecto, cuando la banca privada genera dinero en una
divisa para financiar un proyecto, anticipa que este adelanto generará la
riqueza prevista y que la divisa permanecerá así conectada con la realidad
económica. Y el hecho es que en una economía creciente a un ritmo regular, el
dinero sigue siendo dinero, no se convierte en otra cosa.
Pero si, en un
momento dado de la historia, un optimismo delirante se adueña de un sistema
económico por una anticipación falsa a nivel mundial, el dinero se convierte en
deuda, y esta vez, de la de verdad.
Esto fue lo que
pasó en 2005, lo que pone en entredicho el sistema monetario del momento,
siempre y cuando el dinero-deuda se mezcle con dinero real.
Ciertamente, el
problema de Occidente fue que no comprendió que los nuevos mercados
corresponderían también a una nueva competencia y que sus empresas no serían
las únicas en sacar beneficio, sino que incluso podía ocurrir todo lo
contrario. Este error magistral de anticipación se dio por primera vez en 2007
y la crisis de subprimes afectó al último eslabón de la cadena alimenticia del
sistema financiero: los particulares a los que se habían concedido préstamos
personales con total facilidad, en este famoso contexto de entusiasmo delirante
ante las perspectivas económicas generales. Ocho años más tarde, fue el otro
extremo de la cadena alimenticia lo que salió ardiendo: toda la economía nacida
de este endeudamiento se desplomó y los bancos, culpables del crimen, se vieron
finalmente obligados a confesar la falsedad de su valorización. La crisis de
los CDS y de todos sus productos que, desde finales del siglo pasado,
facilitaron y trivializaron el préstamo excesivo, se esfumó: desaparición de
activos fantasmas, como anticipó el GEAB hace mucho…10 años para llegar, 10
años para cerrar una crisis.
Esta descripción
puede parecer aterradora. Sin embargo, nuestro equipo continúa pensando: que la
desaceleración va a ser, ante todo, beneficiosa, aunque para ello todos los
implicados tengan que dejarse la piel; que el mundo ha tenido 10 años para
prepararse para este acontecimiento, que también es una solución; que los
bancos no quebrarán realmente o que muy pocos lo harán, porque contrariamente a
hace 10 años, ahora los Estados o entidades supraestatales también están en
posición de recuperar el control; que muchos indicadores pasarán a estar a la
baja, pero que hay nuevos indicadores ya en alza que comienzan a ver la luz;
que ya existen nuevas dinámicas económicas (en particular toda la economía
colaborativa que posibilita Internet) y que los sistemas políticos que han
recuperado las riendas no tardarán en advertirlas, supervisarlas,
contabilizarlas, tasarlas y recrear con ellas la riqueza colectiva, etc.
Dicho esto, se
van a producir daños colaterales: para simplificar, nuestro equipo se ve
tentado a pensar que, ante todo, se verá afectado todo lo que es «muy grande».
Porque todo lo que es muy grande, está endeudado al extremo.
La industria del
petróleo/gas de esquisto es un caso característico de esta locura de
endeudamiento: la teoría del pico petrolero a principios del siglo XXI creó la
falsa esperanza de que se produciría una repentina subida de los precios del
petróleo que, matemáticamente, parecía inevitable, lo que justifica las
asombrosas inversiones que se realizaron, basadas en hipótesis de resultados de
ensueño. Como ya hemos visto, las reservas de petróleo «inventadas» han ido
desapareciendo poco a poco, ya que no se sustraerán jamás; no obstante, sí que
se han reflejado como una realidad en los balances de las empresas (como
préstamos) y de los bancos (desaparición de activos fantasmas).
En el último
número, vimos que nuestro equipo anticipó serios problemas en sectores tan
poderosos como el del armamento, por simples razones: pecando de orgullo,
«vamos cubrir el mundo con nuestras armas»; en este número, veremos que toda la
industria del transporte de fletes está en peligro; en el próximo número,
veremos que el sector de la construcción y obras públicas, que valoriza
actualmente miles de millones de beneficios en los países emergentes, está
realizando falsas anticipaciones[8]. Por otra parte, también estamos
convencidos desde hace tiempo, de que Monsanto y otras empresas de la industria
agraria van a tener graves problemas…en virtud también del impacto de la COP21
y de la recuperación del control del mundo por parte de los políticos.
Como ya hemos
expresado, nuestra verdadera preocupación es y será la cuestión de la
democracia en esta recuperación del control por parte de los políticos. ¿A qué
principio servirán los políticos? ¿Al orden o al bienestar?
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Notas:
[1] Fuente: LEAP
(antigua web), 15/02/2006.
[2] Fuente:
Federal Reserve Bank of Saint Louis, 13/03/2006.
[3] Fuente: The
Trumpet, 12/2005.
[4] Fuente: The
Market Mogul.
[5] Fuente:
Wikipedia.
[6]
Evidentemente, la «otanización» de Europa iniciada en 2014 debe entenderse
partiendo de la misma base.
[7] Hablaremos de
esto más adelante, pero este índice alcanzará un nivel por debajo de los 300,
un 50% más bajo frente a los últimos datos; esto no supone nada en comparación
con su caída de 11.000 a 600 en el año 2008…pero son los últimos centímetros
que lo separan de la ola de quiebras.
[8] Fuente: Les
Echos, 03/07/2015
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