La nota que sigue argumenta que el presidente del Imperio ha optado, en Siria, por una política antiimperialista. Un tanto optimista para nuestro gusto. La nota es de Thierry
Meyssan y salió publicada hoy en Red Voltaire:
Título:
Conversión de la Casa Blanca a la práctica de la democracia
Epígrafe: La
administración Trump acaba de dar un importante paso: sus principales
diplomáticos han anunciado que reconocen el derecho de los sirios a la democracia.
Con ello acaban de admitir que los sirios eligieron presidente a Bachar
al-Assad en el marco de un proceso soberano y democrático. Ese reconocimiento
pone fin a la retórica de «democratización» por la fuerza que ha venido
acompañando todas las aventuras militares de las administraciones anteriores.
Texto: Poco a
poco, la administración Trump va implementando su nueva política hacia el Medio
Oriente. Luego de haber reformado el Consejo de Seguridad Nacional, después de
haber intercambiado información con el ejército ruso y prohibido a sus hombres
que sigan respaldando a los yihadistas, en ninguna región del mundo, y de haber
iniciado contra ellos ataques verdaderos en Yemen, Irak, Libia y Somalia, el
nuevo presidente de Estados Unidos anuncia, por boca de sus diplomáticos que
pone fin a la injerencia de su país en la vida política de los sirios.
La embajadora de
Estados Unidos ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Nikki Haley, no sólo
anunció que el derrocamiento del presidente Assad ha dejado de ser «la
prioridad» de Washington. También declaró con toda claridad que sólo el Pueblo
sirio puede escoger a su presidente, palabras que de inmediato confirmó el
secretario de Estado, Rex Tillerson.
Para evaluar en
toda su dimensión el camino recorrido basta recordar que, desde 2012, el plan
Feltman estipulaba abrogar la soberanía del Pueblo sirio.
No queda, por
tanto, otra posibilidad que reconocer que, con Donald Trump, la Casa Blanca se
convierte a la práctica de la democracia, o sea al «Gobierno del Pueblo por el
Pueblo, para el Pueblo», según la célebre fórmula de Abraham Lincoln. Estados
Unidos está convirtiéndose en una potencia normal. Abandona el imperialismo.
Renuncia a la doctrina Wolfowitz de dominación global. Y reconoce además que
todos los hombres son iguales, sean o no occidentales.
El asombro de los
Estados miembros de la OTAN es a la medida del acontecimiento: como desde el 11
de septiembre de 2001 han estado utilizando el concepto de «democracia» en el
sentido contrario de lo que realmente significa, se han quedado anonadados.
Finalmente, el
ministro de Exteriores de Francia, Jean-Marc Ayrault, declaró:
«¿Nos quedamos
con Assad, o no nos quedamos con Assad? No es así como se plantea la pregunta.
La cuestión es saber si la comunidad internacional respeta sus propios
compromisos.»
Traducción: la
cuestión no es saber lo que quieren los sirios sino si Estados Unidos y sus
aliados –los «Amigos de Siria»– van a respetar o no la promesa de la
administración Obama de restaurar un mandato francés en Siria.
Para el equipo
del presidente francés Francois Hollande, una mala noticia nunca llega sola y
Ankara ha sido la primera en abandonar a París en medio de la carretera. A raíz
de la visita de Rex Tillerson, el gobierno de Turquía anunció que renunciaba a
crear una «zona segura» en Manbij y Raqqa –ambas ciudades en suelo sirio–, una
manera elegante de anunciar que reconoce que no puede extender a Siria la
ocupación que Turquía mantiene ilegalmente en Chipre desde 1974. Termina así la
alianza franco-turca.
En todo caso, el
regreso de la OTAN a la práctica del Derecho Internacional ha comenzado. Ese
bloque militar se une a la posición de Siria, que está defendiéndolo con su
sangre, y a la de Rusia y China, que lo han protegido con 7 vetos consecutivos
en el Consejo de Seguridad.
La etapa
siguiente sigue siendo la que Siria ya exponía en julio de 2012: convencer al
conjunto de miembros de la Organización del Atlántico Norte de que tienen que
renunciar a la manipulación del terrorismo internacional. O sea, tienen que
reconocer que la Hermandad Musulmana no es una cofradía árabe sino una rama de
los servicios secretos británicos. Y reconocer también que los miembros de la
Hermandad Musulmana no son musulmanes sino individuos que se escudan tras el
Corán para favorecer el avance del imperialismo anglosajón.
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