Parece que la
técnica europea de hacerse los idiotas todo el tiempo no da los resultados
esperados. Qué lo tiró, quién lo hubiera dicho, no? Leemos estas notas en el
diario español El País:
Autor: Claudi
Pérez
Título: La crisis
de refugiados amenaza con crear una UE de dos velocidades
Subtítulo: Berlín
da dos meses a los socios para encontrar una solución europea al desafío
migratorio
Texto: Dos meses,
quizá menos. Ese es el plazo que se da Berlín para lograr una solución europea
a la crisis de refugiados, que tras una sucesión de fracasos sacude los
cimientos de la UE. Alemania amenaza con cerrar fronteras. Aún lejos de poder
dar por finiquitada la crisis existencial del euro, el final de la icónica
libre circulación abriría un espinoso capítulo de la construcción europea. Los
desafíos se acumulan —grietas Norte-Sur, Este-Oeste, Brexit— y la canciller
alemana, Angela Merkel, está cerca de revertir su generosa política de asilo.
Bruselas teme que lo siguiente sea una Europa de dos velocidades: una alianza
que deje fuera a los que no quieren avanzar.
Los grandes
proyectos políticos se desintegran por el centro: nunca por la periferia.
Europa vive en un estado de excepción permanente desde hace años, con crisis
amenazantes que empezaron en Grecia y se fueron diseminando por el
Mediterráneo. En varios momentos pareció que el euro iba a saltar por los
aires. Pero eran crisis periféricas. “El verdadero desafío llega ahora, con la
crisis de refugiados percutiendo directamente en el centro, en Alemania, con
Merkel en la diana”, afirma Javier Solana, antiguo responsable de la diplomacia
europea. “Los problemas del euro han sido el caldo de cultivo de algunas líneas
de fractura en Europa, pero la crisis de asilo enfrenta a Europa con una crisis
de naturaleza esencialmente política, que viene de atrás y que tiene una
evolución muy preocupante”, abunda una alta fuente europea.
Debilitada aún
por la interminable crisis económica, Europa no ha sabido encontrar la
respuesta adecuada. Infravaloró la fuente del problema: Siria. Bruselas, de la
mano de Berlín, ha intentado taponar la entrada de refugiados por la frontera
turca, sin éxito. Ha tratado de repartir asilados, sin éxito. Y gesticula para
hacer de Frontex una auténtica policía de frontera, en un movimiento que
encuentra resistencias. Nada de eso ha funcionado: en pleno invierno, siguen
entrado 1.600 personas al día a la UE; cuando llegue la primavera, las cifras
se dispararán, según la ONU.
La crisis de
asilo va mutando en una crisis política de primera magnitud. Y está aquí para
quedarse, con media Europa jugando al sálvese quien pueda y con los grandes
países metidos en problemas. Merkel tiene a la opinión pública alemana de uñas,
se enfrenta a crecientes presiones en su partido y ve asomar a la extrema
derecha. Francia está desaparecida y ni la socialdemocracia ni el centroderecha
son capaces de embridar el lepenismo. Reino Unido y el callejón del Brexit son
una fuente de perturbación. E Italia está ante los primeros síntomas de un
agujero bancario alarmante que puede desempolvar la crisis del euro.
Mal equipaje para
un jaleo que va a más. La foto de un niño muerto en la playa turca de Bodrum
sacudió en septiembre todas las conciencias. Merkel abrió entonces los brazos a
los refugiados en un gesto para la historia, pero sin calcular las
consecuencias. Con un liderazgo más sólido que nunca, pensó que los alemanes
iban a darle un voto de confianza, y que los socios iban a seguirle los pasos
sin chistar. Nada de eso ocurrió. La afluencia de refugiados se desbordó y solo
Alemania y Suecia, junto con Holanda y un puñado de países, han acogido a un
número significativo de asilados. Berlín asiste impotente a los incumplimientos
de los pactos en Bruselas: de las 160.000 reubicaciones se han efectuado 300.
Hungría ha levantado muros, varios países han suspendido Schengen y la tensión
ha provocado reacciones exaltadas (en especial en el Este), incluso en Alemania
tras los graves sucesos de Colonia.
“Esto recuerda a
aquella historia en la que un hombre le envía un telegrama a su mujer: ‘Empieza
a preocuparte. Los detalles, después’. Europa ya venía de unos años de
xenofobia, antieuropeísmo y tensiones entre Estados, que ahora van a
multiplicarse”, afirma el politólogo Ivan Krastev, profesor del Instituto de
Humanidades de Viena. “Los referendos en Holanda y en Reino Unido calibrarán el
malestar de los votantes: ojo con eso. Y Merkel está asediada por Gobiernos
antiausteridad en el Sur y por antiinmigrantes en Europa central. Europa está
en un punto complicado: en un punto de potencial ruptura”, dice.
Bruselas augura
tiempos difíciles. Merkel está en plena carrera contra el tiempo: tiene dos
meses para encontrar una solución europea que le permita salvar la cara en
casa. “En 2015 pensábamos que Europa podía descarrilar por el euro; ahora, por
las fronteras”, apunta Fredrik Erixon, del Carnegie. “Es imprescindible un
acuerdo europeo. Pero los intereses políticos y económicos de los socios cada
vez divergen más, y en áreas cada vez más clave”, critica.
El leit motiv
“más Europa” ha dominado las seis últimas décadas, pero existe el riesgo de
desandar parte del camino. Puede que la canciller se ve obligada a dar un giro
en su política de asilo: tiene tres elecciones regionales a la vista, y
legislativas en 2017. “Va a haber un último intento por parte de Berlín. Si no
da frutos, es muy posible que Merkel abra paso a la idea de una coalición de
los países que quieren soluciones comunes ambiciosas”, según Mujatba Rahman,
del laboratorio de ideas Eurasia. Alemania, Austria, Francia, el Benelux y
Suecia son candidatos claros a entrar en esa coalición. Los del Este tienen
todas las papeletas para quedarse fuera. Italia y España están en el alero.
Algo se ha roto en
Europa, con Alemania presionando para expulsar a Grecia del euro, con
declaraciones cada vez más subidas de tono, con las brechas profundizándose
entre acreedores y deudores, entre Este y Oeste. “¿Continuamos integrándonos o
estamos llegando al punto en que hay que empezar a cambiar de dirección?”, se
pregunta Guntram Wolf de Bruegel. “Soy optimista, creo que vamos a ver una
Merkel humanitaria y un Schäuble keynesiano que van a generar un círculo
virtuoso”, discrepa Carlo Bastasin, del Brookings. El primer ministro francés,
Manuel Valls, explicaba esta semana en Davos que el proyecto europeo “podría
romperse si no somos capaces de responder a este desafío”. La tentación del
fracaso está ahí.
***
Subnota: UN
SISTEMA DE EMERGENCIA PARA CERRAR FRONTERAS
Autor: B. Domínguez
Cebrián
Texto: La
posibilidad de que el espacio de libre circulación de personas en la UE llegue
a su fin ocupa un lugar destacado en la agenda comunitaria. El próximo lunes,
los 28 ministros de Interior se reúnen en Ámsterdam para evaluar los cierres de
fronteras internas que han practicado ya seis países (Alemania, Austria,
Suecia, Noruega, Dinamarca y Francia). En mayo, Berlín y Viena deberán levantar
los controles pues habrán agotado el período máximo de suspensión de su espacio
Schengen.
Bruselas es
consciente de que la amenaza terrorista y la masiva llegada de refugiados no
van a variar a corto plazo y estudiará extender los controles fronterizos por
un máximo de dos años a través de un mecanismo de emergencia.
***
Autor: Xavier
Vidal-Folch
Título: Europa
debe hacer tres en raya
Subtítulo: Si la
UE no ataca su triple crisis, la crisis la degradará o la reducirá al mínimo
Texto: Tres
problemas, tres, atenazan al cogollo del proyecto europeo: la ola de refugiados,
la turbulencia económica y la deriva autoritaria de dos (nuevos) socios del
Este.
La UE debe hallar
vías para desbloquearlos en los meses inmediatos, hacer un tres en raya. Si no,
retrocederá a un proyecto paticorto (con políticas clave melladas), o retornará
a ser un club reducido aunque mejor articulado.
La ola de
refugiados tiene precedentes numéricos en anteriores flujos inmigratorios. Pero
ahora es una movida dantesca, descontrolada y espasmódica pues proviene sobre
todo del estallido de Siria y Libia. Su dimensión es casi inmanejable. Piensen
los antieuropeos qué le ocurriría a Estados Unidos si Siria estuviese donde
México y Libia donde Canadá.
Si los 28
Gobiernos cumplen sus pactos de redistribución; si los vecinos actúan como
regulador, incentivados por el Plan Marshall con “miles de millones de euros”
sugerido en Davos por Wolfgang Schaüble; si se modula mejor el acceso en los
puntos calientes y trágicos; si mejora la situación de los focos sirio y
libio...
Si ocurre todo
eso habrá opción de adecuar el acuerdo de libre circulación de personas de
Schengen. De lo contrario, la canciller Angela Merkel deberá rendirse a los
nacionalismos alicortos vecinos. Mal augurio.
El racaneo de
varios Estados miembros que vienen del frío (aunque no solo de ellos) a la hora
de aceptar cuotas de asilados se compadece mal con su recepción de las ingentes
ayudas económicas estructurales y de cohesión, que alumbran un verdadero
milagro económico, como ocurrió en España cuando accedió al club.
Y engarza con la
deriva autoritaria en, al menos, dos de ellos, Hungría y Polonia. Hasta ahora
había bastado en casos parejos la sanción diplomática simbólica, por ejemplo de
la Comisión Prodi contra el ascenso del xenófobo Jörg Haider en Austria (2000).
Veremos ahora si
funcionan las amenazas urdidas por Jean-Claude Juncker de imponer las
(inéditas) represalias del artículo 7 del Tratado —retirada de derechos
políticos— contra el despotismo constitucional y mediático del nuevo Gobierno
de Varsovia.
En cualquier
caso, los nuevos socios deben aprender cuanto antes que la Unión es un todo
indivisible. Que sus políticas no se aplican a la carta, según el capricho de
cada uno, ahora recibo ayudas, pero violo los principios democráticos si me
apetece o incumplo a mi placer los deberes de solidaridad interna ante el
mandato legal humanitario de acoger asilados.
Mejor que el
aprendizaje se realice por cortesía. De no bastar habrá que suspender su
derecho a co-decidir, y pegar mordiscos a las subvenciones que reciben de los
demás en concepto de la misma solidaridad que rehúyen cuando les toca a ellos
practicarla.
Quedan las
turbulencias económicas del entorno mundial. Y los desequilibrios internos, con
su primer epicentro en Italia (hay otros), pues ha sorteado la urgencia de una
reforma financiera —entre otras—, como la diseñada y prestada por los 28 a
España.
La alta morosidad
(16,7% de sus créditos bancarios, el doble largo del 7,12% español, según los
exámenes de la Autoridad Bancaria Europea, EBA) se correlaciona con el débil
crecimiento de su economía: dos puntos negativos de promedio en el septenio
2008-2014, que contrastan con las 4 décimas positivas de la (no muy boyante)
Francia.
No debe cundir el
pánico (estamos algo más equipados que en 2009), pero sí la preocupación.
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