Parece chiste,
pero no lo es: empieza a escasear la arena en el planeta. Como tantas otras
cosas. La nota original viene del Spiegel, y la tradujo y publicó hoy El País (http://elpais.com/elpais/2014/10/10/planeta_futuro/1412951914_665326.html).
Empieza a escasear todo, chicos: agua, petróleo, suelo, madera, pescados,
uranio, metales pesados, tierras raras, mariscos… y arena.
Título: Ladrones
de arena
Epígrafes: El
robo de arena, un recurso natural escaso, y su venta ilegal es un fenómeno
generalizado a nivel mundial y se ha convertido en un lucrativo modelo de
negocio / El sector que más cantidad devora es la construcción, sobre todo en
Asia y África
Texto: Cuando la
marea baja, el tesoro oculto subyace y se presentan los saqueadores. Desde
lejos parecen hormigas, pequeños puntos que descienden por la ladera de la
montaña. Pero el grupo, unas cien personas, se acerca cada vez más rápido.
Llegan provistos de palas y cubos. Han venido a robar la arena de Cabo Verde.
Un joven se mete
en el mar y camina unos metros por la orilla. Y cuando el agua le llega hasta
el pecho se sumerge. Una vez en la superficie, sale con una pala desbordante de
arena húmeda. La introduce poco a poco con movimientos enérgicos en un cubo que
sostiene la mujer que espera a su lado. Antes de colocar el pesado cubo sobre
su cabeza, se detiene un instante cerrando los ojos. Una ola la golpea por
detrás y pasa por encima de ella. Cuando ya ha pasado, se levanta, aprieta los
dientes y vadea la orilla.
Los ladrones de
arena tienen prisa. El reflujo dura seis horas, por lo que tienen que
aprovechar la marea baja para coger arena. Esa tarea puede resultar peligrosa
incluso entonces, ya que muy pocos saben nadar y las olas rompen con fuerza y
les arrastran hacia dentro. Caminan de un lado a otro cargando cubos de arena.
La mayoría son jóvenes pero algunos sobrepasan los 50. Una mujer embarazada
sale del agua a gatas y un hombre toma su mano para ayudarla a avanzar. Vienen
a la playa casi todos los días. "Menos los domingos. Ese día vamos a
misa".
Desde hace mucho
tiempo, la arena está desapareciendo de las playas como esta donde hay mareas y
las piedras delimitan la línea de la costa. Como se produce una pérdida de
arena, la gente se aventura a buscarla en el mar extrayéndola poco a poco con
cubos. Cabo Verde es un archipiélago de 10 islas volcánicas (nueve de ellas
habitadas) situado en el océano Atlántico, a una distancia aproximada de 600
kilómetros del oeste de Senegal. Es un lugar maravilloso donde las papayas, los
mangos y las piñas crecen en medio de los barrancos. Dispone de un clima cálido
y soleado todo el año y las olas del Atlántico rompen en la orilla donde las
especies raras de tortugas depositan sus huevos. Cabo Verde está considerado
como una de las regiones más seguras y estables de África. Sería un destino de
ensueño para los turistas si no fuera porque los caboverdianos están
destruyendo sus playas.
No cabe duda de
que en Cabo Verde aún se conservan costas intactas, lugares donde los hoteles
de lujo reciben a turistas de Italia, Alemania y Portugal. Sin embargo, en
otras zonas del archipiélago, las playas están desapareciendo. Desde la
distancia, parece como si los topos hubieran cavado sus galerías a través de
las playas dejando a su paso montones de arena apilada. Entre ellos, se
encuentran piedras extendidas por muchas partes tras haber sido separadas de la
arena. También se pueden ver varios pozos, algunos de ellos de hasta dos metros
de profundidad.
Un problema a
nivel mundial
El fenómeno de la
desaparición de las playas no es exclusivo de Cabo Verde. Debido a la imparable
demanda de arena, países como Kenia, Nueva Zelanda, Jamaica y Marruecos también
lo padecen. “Es la locura más grande que he visto en los últimos 25 años”, dice
Robert Young, un investigador de la Universidad de Carolina del Oeste. “Las
playas ahora se parecen a esos horribles paisajes lunares donde no hay ningún
tipo de vida”.
La arena de las
costas marinas, considerada en otro tiempo un recurso inagotable, se ha
convertido de repente en un bien natural escaso. Tan escaso que robarla resulta
una práctica muy beneficiosa para algunos. El mundo nunca había alcanzado el
nivel de prosperidad que vemos hoy día en países emergentes como China, India y
Brasil. Pero eso también significa que nunca antes había habido tanta necesidad
de arena. La demanda de este recurso natural es insaciable. Se utiliza para
fabricar chips, ordenadores, platos y teléfonos móviles. Pero sobre todo para
hacer el cemento que podemos encontrar en los rascacielos de Shanghái, las
islas artificiales de Dubái o las
autopistas de Alemania.
En 2012, solo en
Alemania se extrajeron 235 millones de toneladas de arena y grava, y el 95% se
destinó a la industria de la construcción. De acuerdo con el Programa de Medio
Ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA), el consumo medio mundial alcanza
40.000 millones de toneladas al año, y cerca de 30.000 millones de toneladas se
destinan a la fabricación de hormigón armado. Con esa cantidad se podría
construir un muro que casi rodearía la tierra. “Actualmente, la arena se extrae
a un ritmo mayor de lo que se renueva” explica el informe del PNUMA de marzo de
2014. Y concluye afirmando que la arena es "más escasa de lo que
pensamos".
En ocasiones, la
falta de arena ha obligado a los obreros que trabajan en la construcción en
India y China a abandonar su trabajo. Y en Estados Unidos también han detenido
la extracción de gas natural, ya que ese proceso requiere que la arena se
mezcle con agua que se introduce a presión en el suelo para mantener abiertas
las fisuras de las que se extrae el gas. “La arena es como el petróleo”,
explica Klaus Schwarzer, un especialista en geología de la Universidad de Kiel
en Alemania. “Es un recurso natural finito”, añade Robert Young de la
Universidad de Carolina del Oeste. “Si no tenemos cuidado, nos quedaremos sin
arena”.
Una lección
difícil de aprender en Cabo Verde
Los habitantes de
Cabo Verde ya están empezando a darse cuenta de que la desaparición de la arena
puede producir graves consecuencias. En la pequeña ciudad de Ribeira da Barca,
de donde proceden los ladrones de arena, los pescadores guardan sus barcos en
la calle y los perros duermen bajo las sombras de los árboles. Jerónimo
Oliveira, un funcionario municipal, mira al mar con las manos entrelazadas
detrás de su espalda. Se pregunta a sí mismo cómo se ha llegado a esa situación
en tan poco tiempo.
Cuando tenía seis
años, recuerda Oliveira, aún podía jugar en la playa. Hoy, sin embargo, se ha
quedado sin la arena negra debido la subida del nivel del mar. Los restos de
una pared sobresalen entre las olas. “Un día, una de las casas se derrumbó
porque el agua socavaba los cimientos”, explica. “Es probable que vuelva a
ocurrir”, afirma.
La arena protegía
a la ciudad de las olas como si fuera un dique. Pero a medida que el nivel del
mar aumentaba, la playa retrocedía y cuando se producían temporales la arena
desaparecía a un ritmo cada vez mayor. Ahora, el agua del mar llega hasta los
cimientos de las casas intensificando los efectos de la erosión.
Entonces
comenzaron a surgir problemas y los habitantes pidieron ayudas al Gobierno.
Actualmente, hay un muro de hormigón que protege la costa por completo.
Oliveira asiente con la cabeza. Aunque no quiere defender a los ladrones de
arena, tampoco está dispuesto a condenar su actuación. Asegura que en la ciudad
viven 4.000 personas y que apenas son 20 los que tienen trabajo estable.
A pesar de que
Praia, la capital de Cabo Verde, está experimentado un periodo de prosperidad
económica, Ribeira da Barca es una ciudad empobrecida. Aquí, la regla imperante
es que quien tiene dinero puede comprar arena. Y los que no lo tienen, la
venden. Esta misma premisa se puede aplicar también en Hong Kong, Singapur,
Indonesia y Camboya. “Las ciudades Estado más pequeñas del mundo tienden a
dragar la arena del litoral de los países más pobres”, constata Harald Dill, un
geólogo de la Universidad de Hanover.
Esfuerzos para
detener la extracción ilegal
En 2012, la
organización ecologista Global Witness publicó unas imágenes de satélite que
mostraban cómo Singapur había extendido su territorio original casi un 20%
durante los últimos cincuenta años. Dicha ONG presentó pruebas evidentes de que
la arena utilizada para agrandar el país procedía de países como Vietnam,
Indonesia y Malasia. Aunque Singapur utilizaba la arena de sus vecinos que
importaba supuestamente de forma legal, estos se percataron de que sus costas
estaban devastadas y que, en algunos casos, la extracción se había realizado de
manera ilegal. Poco después, los tres países adoptaron una postura más firme
prohibiendo la exportación de arena del fondo marino. Sin embargo, Singapur
buscó otro suministrador y envió sus barcos dragadores rumbo a Camboya. Pero
Phnom Penh respondió en la misma línea que los anteriores, anulando las
exportaciones de este recurso natural.
La extracción de
arena también está prohibida en Cabo Verde desde 2002. De hecho el ejército
vigila las zonas costeras con el objetivo de controlar la actividad de
explotación ilegal. Ya han sido detenidos algunos ladrones de arena pero las
medidas sancionadoras no facilitan las herramientas necesarias para acabar con
el comercio ilícito.
Clarisse Tavares
Borges, es precisamente una de las personas que fue arrestada por robar arena.
Tiene 38 años, y se la conoce por el nombre de “Dita”. Estuvo un día en la cárcel
junto a otras cinco mujeres. Se encuentra en su casa, sentada en una silla de
plástico. Las ventanas están abiertas de par en par y las cortinas se mueven a
causa del viento. A lo lejos se puede oír el rugido de las olas del Atlántico.
En una pared de la habitación y sobre el suelo recién barrido, hay un aparador
donde guarda la vajilla de porcelana. En tono de disculpa explica que no puede
levantarse porque padece de la espalda. Desde hace varios años recoge arena de
la playa y la transporta en cubos sobre la cabeza, una tarea que le cuesta cada
vez más hacer. Sus dos hijos mayores, de 18 y 11 años, juegan enfrente de la
casa y el pequeño, un bebé de 18 meses, duerme en una cama que comparte toda la
familia. Dita dice que algún día le gustaría tener una cama para cada uno.
En el pueblo
donde vive Dita, las mujeres se ganan la vida extrayendo arena. Y los hombres,
o bien trabajan como pescadores, o pasan el tiempo bebiendo grog en la taberna.
La práctica totalidad de las mujeres de esta localidad, incluyendo Dita, son
madres solteras. Sobreviven gracias a la venta de verduras y a la extracción de
arena. Cada día por la mañana, ellas y sus hijas recorren a pie el camino
pedregoso que conduce hasta el mar. Dita asegura que son conscientes de que su
trabajo está perjudicando al pueblo. Incluso reconoce que el agua del grifo
sabe ahora más salada y que debido a las filtraciones de agua del mar, los
árboles ya no producen tantas papayas ni mangos. “Pensábamos que la arena iba a
durar para siempre”, dice.
Un fenómeno que
no solo sucede en Cabo Verde
El Ganges recorre
una distancia de 2300 kilómetros a través de la India. El río nace en el
Himalaya y, tras su paso por Bangladesh, desemboca en el golfo de Bengala.
También atraviesa ciudades indias como Calcuta y Kanpur, que están creciendo a
un ritmo sin precedentes y necesitan arena para las empresas de construcción y
material. “Cuando llega a Bangladesh, el río arrastra únicamente una mezcla de
arcilla y fango”, explica el geólogo Harald Dill. “¡La gente coge incluso
piedras!”
Como el Gobierno
prohíbe extraer arena de los ríos y del fondo marino, ha surgido un mercado
negro para venderla. Casi cada día, los periódicos indios publican información
sobre la existencia de un sistema bien organizado conocido como la “mafia de la
arena”, una organización poderosa en la que están implicadas empresas así como
policías y políticos corruptos. “Sin embargo, solo nos llega la noticia de las
terribles consecuencias del derrumbe de un edificio textil en Bangladesh”, asegura
Dill. “Pero las personas que se ven obligadas a extraer arena son muy pobres y,
aunque ya no se construye con arena, se ven obligados a continuar ya que
amenazan a sus familias si no lo hacen”. El problema es que sin ella, el
terreno no es lo suficientemente estable.
No todos los
tipos de arena son iguales. Para fabricar lentes, vidrio o microchips se
utiliza cuarzo seco o silicio —del tipo que se encuentra en Alemania, por
ejemplo—, debido a las propiedades semiconductoras de este último mineral. Y
para los materiales de construcción se emplea grava, que está compuesta de
pequeños granos que miden entre 2 y 63 milímetros y se mezcla con cemento y
agua para elaborar el hormigón armado. En realidad, la grava abunda en varias
regiones del mundo, solo que no es siempre el único material que más necesitan
las empresas de construcción.
Escasez en el
desierto
En principio
podríamos pensar que en la península de Arabia, con un paisaje de dunas de
arena por todas partes, no faltaría esta materia prima. Pero los granos que
componen la arena del desierto —caliza, arcilla y óxido de hierro—, están muy
erosionados por la acción del viento, son muy redondos y pulidos, no se mezclan
bien. Y aunque los países del Golfo tienen considerables cantidades de marga,
se necesita una arena de calidad para producir cemento. Así que,
paradójicamente, la región del desierto está sufriendo una escasez de arena.
La arena es un
recurso natural finito, como el petróleo
Los Emiratos
Árabes también son voraces consumidores de arena y están viviendo un boom tanto
en la edificación de rascacielos como de espacios al aire libre. Dubái, por
ejemplo, compite con Catar y Bahréin a la hora de levantar los edificios de
apartamentos más altos del mundo y grandes aeropuertos. El minúsculo país
utilizó 385 millones de toneladas de arena para construir las islas con forma
de palmera ganando terreno al mar. Ahora está trabajando en el proyecto de un
archipiélago artificial llamado The World. Arabia Saudí, sin embargo, posee
suficientes reservas de arena pero ha restringido en repetidas ocasiones el
suministro a los países vecinos provocando así que muchas de las obras
emprendidas se encuentren paralizadas.
Incluso Alemania, un país rico en arena, tiene
que importar este recurso natural. No obstante, funcionarios del Instituto
federal de geociencia y recursos naturales afirman que las reservas de arena de
Alemania pueden durar miles de años. El problema es que esta no puede
encontrarse disponible inmediatamente, hay que guardarla en un área de
conservación o en los bosques, pero no cerca de los municipios. “Es lo mismo
que ocurre con los molinos de energía eólica. Nadie quiere tener una cantera de
grava cerca de su casa”, afirma Harald Dill.
La extracción
levanta ampollas en Alemania
En Alemania, las
empresas también han comenzado a extraer arena del fondo del mar utilizando
dragadoras del tamaño de un portaaviones con cabezales de succión que rastrean
los fondos marinos del mar del Norte y del Báltico. Organizaciones de
conservación de la naturaleza ya han dado la voz de alarma ante el daño que se
está produciendo en el ecosistema marino que podría afectar al hábitat de
especies marinas como marsopas y focas. La extracción de arena del fondo marino
no es inocua. “Cualquier animal, aunque sea pequeño, que vive en la arena y que
saquen utilizando esa técnica muere automáticamente”, asegura Kim Detloff de la
Asociación alemana para la conservación de la biodiversidad y la naturaleza.
Klaus Schwarzer,
de la Universidad de Kiel, ha explorado las zonas del mar Báltico donde se
están realizando extracciones de arena y ha descubierto que, frente a la isla
alemana de Rügen, hay profundos agujeros que datan de la época de la Alemania
del Este que aún permanecen abiertos, incluso después de varias décadas.
“Resulta asombroso comprobar cuánto tiempo tardan en recuperarse las regiones
marinas”, dice. Con todo, algunos de los lugares en los que los cabezales de
succión han dejado agujeros tras de sí, se han rellenado después de medio año.
“Tenemos que vigilar de cerca donde y cuando se draga”, asegura Schwarzer.
Uno de los
problemas que existe es que en algunas zonas hay muy poca profundidad. El
estado de Schleswig-Holstein, por ejemplo, ha estado durante años importando
arena de Dinamarca para extenderla a lo largo de toda su costa porque la suya
había desaparecido. Y Noruega también vende arena a Alemania. “No podemos estar
trayendo arena constantemente”, reitera Schwarzer. “Algún día, en cualquier
momento, se acabará”.
Esfuerzos que
llegan tarde
En el noroeste de
Hamburgo aún se conservan algunos lugares como eran. Las dunas de Boberger
poseen un ecosistema especial. Hay formaciones y extensiones de arena finísima
por donde se puede caminar introduciendo los pies hasta el tobillo, como si
fuera un desierto, y que dan paso a pequeños bosques. La Reserva natural de
Boberger es el último territorio de este tipo que permanece en Hamburgo. Los
enclaves restantes fueron desapareciendo a medida que la ciudad crecía. Este
mismo fenómeno también se puede ver en las islas Canarias, en la India, en
Brasil y en China. Y hasta en el archipiélago de Cabo Verde. Aunque actualmente
es mucho más acelerado.
Clementina
Furtado está apoyada en un banco enfrente de la Universidad de Cabo Verde en
Praia. Ha estudiando en Bélgica y en Francia, y forma parte de una nueva
generación de su país que ha recibido educación y habla varios idiomas. “Cuando
intentamos controlar esta situación ya era demasiado tarde”, explica. “La playa
ya había retrocedido demasiado”. Hace mucho tiempo que la de su ciudad natal
había perdido arena. Donde antes la había, ahora quedan pequeñas lagunas de
agua repletas de basura. Las tortugas solían desovar en la playa pero han
desaparecido desde hace mucho. “Lo peor de todo esto”, dice Furtado, “es que ni
siguiera la arena del fondo del mar es particularmente buena”.
Antes de que la
arena pueda utilizarse en la construcción, hay que lavarla bien varias veces
para separar la sal que contiene. De lo contrario, cuando se disuelve en agua
corroe las barras de acero que sirven de refuerzo al hormigón armado. Ese es el
motivo por el que se han paralizado temporalmente las obras de construcción del
rascacielos de Shenzhen, el más alto de China. Los promotores inmobiliarios
responsables de la construcción de otros quince edificios compraron arena más
barata, probablemente a traficantes ilegales.
En realidad, este
problema irá en alza porque la arena es un recurso natural que se acaba. “Lo
único que queremos es que sea más barata”, dice Harald Dill. Algunos
investigadores están actualmente buscando posibles alternativas como, por
ejemplo, el vidrio reciclado o fabricar estructuras para la construcción utilizando
diferentes tipos de materiales. En Cabo Verde ya se han puesto manos a la obra
triturando las rocas volcánicas, aunque ese proceso es más caro que el trabajo
que realizan los ladrones de arena. “La demanda seguirá aumentando mientras
haya gente que venda la arena a bajo precio”, dice Furtado. De momento ya
sabemos por qué las dunas de Boberger aún existen. En 1927 nunca se llegó a
acuerdo sobre lo que debería costar la arena.
Y es que NO EXISTEN los recursos naturales infinitos, diga lo que diga el neoliberal de turno. Todos los recursos son limitados, hasta el Sol se agotará algún día. La cuestión siempre es a que ritmo se gastan y a que costo se obtienen...pero ilimitado es un adjetivo que no se corresponde con la realidad.
ResponderEliminarLa noto negativa, Iris. Le paso un balde de arena si necesita. Me va a disculpar pero sol por ahora no le presto. Anda escasa la zona de eso. Ta pronto :)
ResponderEliminarSaludos,
Astroboy