La patética sarta
de lugares comunes, medias verdades y basura pura y dura que sigue más abajo no tiene otro objetivo que el de fijar en el cerebro del euroidiota promedio
los memes fundamentales de este año: que la OTAN es muy necesaria para todos, grandes
y niños; que Europa está gravemente amenazada por los jiyaddistas fanáticos y
un poquito también por los rusos, que como todo el mundo sabe son tipos
horribles llenos de granos que eructan todo el tiempo mientras le pegan a la
madre; finalmente, que los europeos tienen una misión en la vida y sólo una:
protegerse de los peligros antedichos poniendo lo que hay que poner porque,
como señala sin siquiera ruborizarse, Estados Unidos... "ya no está
dispuesto a garantizar en solitario la seguridad mundial".
Quien dice todo
esto es nada menos que el físico, profesor y embajador Javier Solana,
sucesivamente Diputado de las Cortes Generales de España, Ministro de Cultura,
Portavoz de Gobierno, Ministro de Educación y Ciencia y Ministro de Asuntos
Exteriores de ese país, además de Secretario General de la OTAN, Secretario
General del Consejo Europeo y Alto Representante del Consejo para la Política
Exterior y la Seguridad Común de Europa. Básicamente, un tremendo caradura al
cual, en un rapto de grandiosidad, Ronald McOtan le acaba de otorgar el pin de
Empleado del Mes más un ticket para adquirir sin cargo una McNífica con queso y
bacon. Felicitaciones, Javi!!! Leemos en El País de Madrid de hoy:
Título: La vuelta
a un mundo que nunca existió
Epígrafe: En
política internacional las percepciones cuentan, en ocasiones, mucho más que
las realidades; y todo apunta a que el momento unipolar de Estados Unidos ha
terminado. Nuevos actores llegan con nuevas visiones
Texto: El
presente es siempre dinámico, pero los ritmos se aceleran y la profundidad de
las transformaciones de hoy obliga a repensar cómo miramos a la realidad. Será
mejor acostumbrarse: se avecinan tiempos en los que nada volverá a ser como
antes.
Hace ya más de
veinte años, en 1990, el Irak de Sadam Husein cruzaba la frontera de Kuwait. La
comunidad internacional respondió de manera ejemplar contra aquella violación
de la integridad territorial de un Estado. El resultado es conocido: se aprobó
una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y se formó una
coalición de países que logró expulsar a las tropas iraquíes, mediante la
operación Tormenta del Desierto, del territorio kuwaití. La operación terminó
ahí, no se produjo un cambio de régimen en Irak —algo que llegó más de una
década después, aunque en condiciones muy diferentes—. La lógica de 1991
respondía a la hegemonía norteamericana, considerada entonces hiperpotencia. El
momento unipolar estadounidense llegó tras la caída de la Unión Soviética y el
desmoronamiento del bloque comunista. Hoy, 23 años después, la situación ha
cambiado radicalmente.
El 21 de marzo de
2014 se oficializó la anexión de la península de Crimea a la Federación Rusa.
Se violaba de nuevo la integridad territorial de un Estado, Ucrania, reconocida
de manera explícita por Rusia hasta en tres ocasiones previas. El 27 de ese
mismo mes se votaba una resolución de condena en la Asamblea General de
Naciones Unidas. Dicha resolución se aprobó con 100 votos a favor, 11 en contra
y 58 abstenciones. El resultado es muy diferente a la unanimidad de 1991.
El Consejo de
Seguridad, que en 1991 autorizó el uso de la fuerza en Kuwait, queda en 2014
fuera de juego, pues uno de sus miembros permanentes es el responsable de la
anexión. Frente a la práctica unanimidad de entonces, en la votación de marzo
se abstuvieron todas las potencias no occidentales —además de la llamativa
ausencia de Israel y el evidente voto negativo de Rusia—. En política
internacional las percepciones cuentan, en ocasiones, mucho más que las
realidades; y todo apunta a que el momento unipolar de Estados Unidos ha
terminado. Hoy se percibe a Estados Unidos y a la Unión Europea como potencias
en declive, mientras que otros actores —con cosmovisiones muy diferentes entre
sí— van ocupando el hueco que dejan los tradicionales. Esta es la situación con
la que hay que trabajar.
El equilibrio de
fuerzas ha cambiado y ya no rige la visión de uno sobre la de los demás, sino
que cada uno de los actores expresa sus propias visiones en pie de igualdad.
Esta realidad presenta, sin embargo, una contradicción. En un mundo multipolar
y cada vez más interdependiente, la acción u omisión de cada uno tiene
profundas y rápidas consecuencias para los demás; pero cuanto más
interdependiente se hace el mundo los grandes actores parecen menos dispuestos
a asumir responsabilidades globales.
Dicha
contradicción genera riesgos. El multipolar es el más inestable de todos los
órdenes internacionales y si no se acompaña de instituciones multilaterales y
voluntad política para resolver mediante el diálogo los conflictos, las
potencias tienden a chocar entre sí. Pero no estamos en 1991. La
multilateralidad ya no se traduce en lograr acuerdos en torno a nuestras propuestas,
sino en defender nuestros principios respetando los de los demás.
La quiebra de la
estabilidad geopolítica más evidente ha sido el conflicto de Ucrania. La
anexión era ilegal y sin embargo se llevó a cabo. Ucrania es un Estado
independiente desde 1991 y está plenamente integrado en el sistema
internacional —recordemos que Ucrania renunció en 1994 a sus armas nucleares
mediante el Memorándum de Budapest y que ha presidido hasta 3 sesiones de la
Asamblea General de Naciones Unidas—. Ahora, sin embargo, vive momentos
turbulentos. Pese a que el Acuerdo de Minsk (que supone el alto el fuego entre
Rusia y Ucrania, además de otros aspectos que ya se empiezan a aplicar) supone
una ventana de esperanza para la paz, la estabilidad internacional ha quedado
comprometida.
Se están ya
moviendo fichas para la próxima década, en la que sabemos que habrá por lo
menos dos líderes que no van a cambiar: Putin en Rusia y Xi Jinping en China.
El tiempo de Obama se acaba y en Europa se avecinan cambios, tanto por la nueva
Comisión como por las preocupantes tendencias políticas en muchos de los
Estados Miembros. Los BRICS han fundado ya su propio Banco de Desarrollo
mientras que el FMI no ha cumplido con el objetivo de adaptar los derechos de
voto a la nueva realidad internacional, como se estableció en la cumbre del G20
de Seúl.
Conviene destacar
que hasta entonces China tenía los mismos derechos de voto que Bélgica. Entre
tanto, Oriente Próximo —junto con el Mar del Sur de China— se confirma como un
foco de inestabilidad global difícilmente evitable. Al conflicto
palestino-israelí y los procesos derivados de las revueltas árabes se suma de
nuevo la emergencia del yihadismo del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en
inglés) como amenaza global, ya no como red de células dispersa —que era la
manera de funcionar de Al Qaeda—, sino como ente territorial que opera como un
pseudoEstado surgido al calor de la guerra civil siria y la inestabilidad
crónica de Irak, ocupando parte del territorio de ambos países.
Estados Unidos,
que ya no está dispuesto a garantizar en solitario la seguridad mundial, se ha
apresurado a formar una confusa coalición de casi 30 países (que incluye a 10
árabes) para luchar con el Estado Islámico, cuya organización y resultados aún
están por comprobar. Ya en la intervención libia en 2011 aplicó el llamado
enfoque liderar desde atrás (leading from behind), que obligó a europeos a
asumir mayor responsabilidad. Es crucial que la Unión Europea sea consciente
del papel que puede y debe jugar. Es necesario tomar conciencia de la enorme
responsabilidad en materia de seguridad de los años venideros. Las áreas
geográficas que rodean a Europa vuelven al centro de la política internacional,
y los europeos son los primeros interesados en manejar las situaciones de la
mejor manera posible, la que asegure la prosperidad y la estabilidad fuera y
dentro de nuestras fronteras. El retraso de la entrada en vigor del Acuerdo de
Asociación con Ucrania, ratificado simultáneamente en Bruselas y Kiev el día 17
de este mes, para buscar soluciones de consenso con Rusia es una buena señal en
ese sentido. Ucrania celebra elecciones presidenciales el 26 de octubre de
este, cuando se conmemora una década del inicio de las fallidas revoluciones de
colores. Esperemos que esta vez sí sea capaz de encontrar un proyecto nacional
que lleve al país a buen puerto.
Las turbulencias
globales llegan precisamente tras el verano de 2014, el que marca el centenario
del principio de la Primera Guerra Mundial. El mundo necesita instituciones
multilaterales inclusivas, representativas y renovadas para liberarse de la
sombra del eterno retorno. Es urgente construir confianza estratégica entre los
múltiples actores protagonistas de este nuevo entorno global. Sólo desde el
respeto, el diálogo y la capacidad de adaptación se podrán garantizar la
seguridad y la estabilidad, justo ahora que se incorporan millones de personas
a las clases medias y salen más personas que nunca de la pobreza.
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