domingo, 17 de febrero de 2013

La Hora de la Prueba



No jodamos. Que seamos unos ateos redomados no implica no seguir con atención lo que ocurre en las esferas religiosas. La renuncia de Joseph Ratzinger constituye un evento inusual y significativo. Mil doscientos millones de fieles en todo el mundo atestiguan uno de los movimientos sociales más potentes del planeta. La renuncia admite lecturas políticas, culturales, geopolíticas e ideológicas, no sólo religiosas. En primer lugar, el desastre cultural, ideológico y moral en que se ha convertido toda Europa, no sólo Italia. En segundo lugar, el fracaso de los “teólogos”, los teóricos de la doctrina católica. En tercer lugar, el fracaso vaticano ante los movimientos tectónicos de la geopolítica contemporánea. En cuarto lugar (especulamos), su fracaso financiero. En quinto lugar, el ya inaguantable ombliguismo de los romanos, incapaces de entender lo que significan América Latina o Asia en el rompecabezas estratégico.

Como no somos vaticanólogos, hemos consultado algunas fuentes. Por ejemplo, leemos en el “Vatican Insider” del diario italiano La Stampa (http://vaticaninsider.lastampa.it/es/) varios títulos sumamente sugestivos. Transcribimos los mismos y algunos párrafos selectos. Pasen, lean y juzguen. Hay algunas nueces, no sólo cáscaras. Y ojo al parche con Bergoglio.

Benedicto XVI en el penúltimo Ángelus: "No hay que instrumentalizar a Dios"
“Es la hora de la prueba. No hay que instrumentalizar a Dios para los propios fines”. La renuncia como testimonio de fe. No hay que tener miedo para afrontar “el combate contra el espíritu del mal”,  “lo importante es que lo hagamos en Cristo, el Vencedor”, dijo el Papa durante el Ángelus de esta mañana, en el que invitó a dirigirse a la “Madre, María”.

Es lo que afirmó Benedicto XVI durante el Ángelus de hoy. “En el momento de comenzar su ministerio público observó el Pontífice- Jesús tuvo que desenmascarar y rechazar las falsas imágenes de Mesías que el tentador le proponía. Pero estas tentaciones –añadió- son falsas imágenes de hombre, que en cada tiempo disturban la conciencia, disfrazándose de propuestas convenientes y eficaces, e incluso buenas”.

Después, la referencia de mayor importancia: “el tentador es engañoso: no empuja directamente hacia el mal, sino hacia un falso bien, haciendo creer que las verdaderas realidades son el poder y lo que satisface las necesidades primarias”, afirmó el Papa hablando sobre las tentaciones que propuso el diablo a Jesús.

Algunos teólogos definen el perfil de nuevo Papa
Proyecto de reforma de la Iglesia. ¿Cómo debe ser el nuevo Papa? Lo indica un documento de varios teólogos que, hasta ahora, ha recibido la aprobación de 2 mil personas en todo el mundo. Los primeros que lo aprobaron son algunos de los nombres más famosos de la teología: Paul Knitter, monseñor Calsaldáliga, Hans Küng, Leonardo Boff, Peter Phan, Paul Collins. En contra de la «estación actual», se pide que el próximo Pontífice logre vencer las resistencias de algunos sectores de la jerarquía eclesiástica que impiden que se lleve a cabo profundamente el Concilio Vaticano II. «El papel del papado necesita una clara redefinición en línea con las intenciones de Cristo. Como supremo pastor, elemento unificante y principal testimonio de fe, el Papa contribuye de manera esencial al bien de la Iglesia universal –escriben los teólogos. Pero su autoridad no debería oscurecer nunca, disminuir o suprimir la auténtica autoridad que Cristo ha dado directamente a todos los miembros del pueblo de Dios».

Además, «los obispos son vicarios de Cristo y no vicarios del Papa. Ellos tienen la directa responsabilidad del pueblo de sus diócesis, y una compartida responsabilidad con los demás obispos y con el Papa, en el ámbito de la universal comunidad de fe».

También se lee que «la Curia romana necesita una reforma más radical, en línea con las instrucciones y la visión del Vaticano II. La Curia debería limitarse a sus útiles labores administrativas y ejecutivas». La Congregación para la Doctrina de la Fe debería recibir la ayuda y los consejos de comisiones internacionales de expertos, elegidos independientemente y según sus competencias profesionales. «El ejercicio de la autoridad en nuestra Iglesia debería emular los estándares de apertura, responsabilidad y democracia que ha alcanzado la sociedad moderna. El liderazgo debería ser correcto y creíble; inspirado por la humildad y el servicio; con una preocupación transparente por el pueblo, en lugar de preocuparse por las reglas y la disciplina; irradiar a Cristo, que nos hace libres; escuchar el Espíritu de Cristo, que habla y actúa a través de todos y de cada uno».

No todos estos cambios son necesarios, indica el documento: «nos damos cuenta de que poner en práctica estas revisiones estructurales requiere una elaboración detallada en línea con las posibilidades y con las limitaciones de las circunstancias presentes y futuras. Pero subrayamos que las reformas, aquí sintetizadas, son urgentes y que su puesta en práctica debería partir inmediatamente». Al margen del documento, Hans Kung indica que «no importa la provenciencia geográfica del próximo Pontífice». Por lo que lo que verdaderamente cuenta es que «no termine por “romanizarse” o “curializarse”. Ratzinger no era Romano, pero al final fue más romano que los romanos de la Curia. Si un Papa alemán o de color termina integrándose en el sistema de la Curia, su origen no sirve».

Cuestiones pendientes mientras llega el Cónclave
En estos días, las conversaciones de los cardenales a la sombra de los muros vaticanos giran alrededor del futuro de las cuestiones pendientes que deja Benedicto XVI, más que sobre el perfil del nuevo Papa. La discusión sobre las prioridades para la Iglesia católica del futuro será decisiva para la elección del sucesor. 

El Papa Ratzinger se concentró en el anuncio de la fe cristiana en el mundo y creó un “ministerio” vaticano para la «promoción de la Nueva Evangelización». Sin embargo, la renuncia papal deja incompleta la respuesta ante la crisis de fe, sobre todo desde el punto de vista positivo y propositivo. ¿Cómo anunciar el Evangelio en nuestra sociedad post-cristiana, abandonando el lenguaje autoreferencial que se usa en tantos documentos eclesiales? A lo largo de estos años, el Papa ha dado un ejemplo de comunicación eficaz, aunque no siempre ha tenido la recpeción esperada. 

Otra cuestión pendiente tiene que ver con la liturgia. Como cardenal, Ratzinger promovía una «reforma de la reforma» litúrgica conciliar, que recuperara la sacralidad del rito. En este contexto hay que incluir la decisión de permitir, en 2007, la misa en latín según el rito en vigor antes del Concilio: una de las medidas papales más polémicas dentro de la Iglesoa. El Pontífice alemán, como demuestra el libro que acaba de publicar Gianni Valente (“Ratzinger en el Vaticano II”, San Paolo), no encaja en el “cliché” conservador: vivió en primera persona y promovió las reformas conciliares, de las que nunca se ha arrepentido.  

La reintroducción de la vieja Misa tenía que servir, según sus intenciones, para acercar a los grupos tradicionalistas y para ofrecer una correcta interpretación de las reformas conciliares, además de mitigar ciertos abusos y la posible «degeneración de la Misa en un show». Pero la «reforma de la reforma» no llegó nunca. El Papa trató de dar el ejemplo en persona: en las Misas que celebró volvió a usar paramentos y hábitos antiguos, regresó la comunión de rodillas y promovió un mayor uso del latín y del canto gregoriano, además de que fue desempolvado el trono papal, que había quedado en el olvido durante décadas. Algunos de estos gestos indujeron a interpretaciones equivocadas, en lugar de poner el acento en la esencia de la liturgia como encuentro con el misterio.  

Y luego está el expediente con los lefebvrianos. El Papa apostó por un acuerdo para poder sanar el cisma de 1988, pero la cuestión sigue sin solución. Durante 3 años, el Papa trató de acercarse a los lefebvrianos, respondió positivamente a las peticiones de la Fraternidad San Pío X, anuló las excomuniones e inauguró canales de diálogos doctrinales. A pesar de todas estas concesiones, las respuestas positivas nunca llegaron. 

Como teólogo, Joseph Ratzinger reflexionó de forma particular sobre el vínculo que existe entre los cristianos con los judíos. A pesar de ello, algunos episodios (provocados por el mal funcionamiento de la máquina curial) crearon tensiones justamente con el mundo judío: desde la excomunión total al obispo Williamson, que llegó a negar las cámaras de gas, hasta las polémicas por la oración del Viernes Santo que se desencadenaron con la reintroducción de la antigua liturgia. 

Por otra parte, la relación con el mundo islámico sigue tratando de consolidarse (no hay que olvidar la polémica de Ratisbona) mientras se esperan los resultados y nuevos equilibrios de la Primavera árabe: los viajes a Turquía, Jordania, Israel y Líbano fueron exitosos; los nombramientos de los nuevos responsables de las Iglesias católicas de Oriente (de Irak a Egipto) volvieron a encender las esperanzas, a pesar de las dificultades. Otro frente delicado es el de las relaciones con China: en estos años ha habido un poco de todo, desde pasos positivos hasta fracturas muy dolorosas.

Cuando comenzó el Pontificado, muchos pensaban que Benedicto XVI habría reformado la Curia romana, simplificándola, para que funcionara mejor. Se pensaba que el papel central de la Secretaría de Estado habría sido redimensionado para dar mayor fuerza a los diferentes dicasterios dentro de una mayor colegialidad. Los encargos episcopales dentro de la Curia se multiplicaron y los “vatileaks” hicieron que saliera a la luz una realidad de tensiones, enfrentamientos y facciones. El Papa, que logró como naide combatir la plaga de la pederastia en la Iglesia, no pudo llevar a cabo la obra de reforma interna del Vaticano. Sus colaboradores no siempre lograron traducir sus indicaciones en actos de gobierno. 
Para concluir, hay que recordar la cuestión del disenso que han expresado diferentes grupos de sacerdotes que invitaron abiertamente a la desobediencia, pidiendo el fin del celibato de los sacerdotes y el comienzo del sacerdocio femenino. En la sociedad secularizada también queda pendiente la cuestión de la crisis del matrimonio y del aumento de los divorciados que se han vuelto a casar. Hace apenas tres semanas, Benedicto XVI invitó a estudiar la posibilidad de declarar nulo un matrimonio por falta de fe. Su sucesor también tendrá que encargarse de este expediente.

En busca de un “papable” verdadero
La sorpresiva renuncia de Benedicto XVI al papado causó desconcierto en el mundo entero. También entre los cardenales, llamados a elegir a un nuevo obispo de Roma sin estar preparados mentalmente. En este contexto no emerge, al menos hasta ahora, la figura de un “papable indiscutido”. ¿Cuáles serán las prioridades de los electores? 

Más allá de los escándalos que embistieron a la Curia durante casi ocho años, el pontificado del Papa teólogo dejó bien establecidas las principales emergencias para la Iglesia. La perdida de fe en las naciones históricamente cristianas, la imparable sangría de fieles que ha condenado al “desierto espiritual” a varios países de Europa y una evidente incapacidad de diálogo con el mundo moderno, cada vez más ateo. 

A estos retos deberán responder los 117 cardenales que entrarán al Cónclave de marzo. Votarán a sus compañeros más acreditados, por su historia y trabajo. Entre ellos podría estar Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos del Vaticano. Hombre discreto, pero de trato afable, en los últimos años fue la mano operativa de la “limpieza silenciosa” operada por Benedicto XVI entre los prelados con graves problemas. Durante el pontificado que concluye 81 obispos fueron obligados a renunciar. 

Canadiense de origen, Ouellet vivió en Colombia por años y es presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Eso podría granjearle los votos de los purpurados de aquella región. Sus 68 años representarían una alternativa viable, para evitar otro Papa anciano. 
 
La edad sería, de hecho, la principal desventaja de Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. El “outsider” del pasado Cónclave, que logró cosechar hasta 40 votos como alternativa a Ratzinger. El Colegio Cardenalicio de 2013 es significativamente distinto al de 2005. ¿Estarían dispuestos los cardenales a correr el riesgo con otro pontífice cercano a los 80 años? El argentino tiene ya 77. 

El primero de los candidatos italianos es Angelo Scola, pastor de la histórica sede de Milán. Conocido “ratzingeriano” podría atraer consensos si, ante la incertidumbre, los votantes buscasen la continuidad. 

Si, por el contrario, se inclinasen por una nueva era que traiga estabilidad podrían elegir a Luis Antonio Tagle, el joven arzobispo de Manila. “Demasiado progresista” para unos, “la voz más representativa de la teología asiática”, para otros. Con sus 57 años sería una apuesta valiente. 
Algunos meses atrás, durante una conferencia en Roma, deslumbró el arzobispo de Nueva York Timothy Dolan. De estilo simple y directo, representa una “opción viable” como la del húngaro Peter Erdo, muy estimado entre los cardenales europeos; Laurent Monsengo Pasinya, biblista africano y Pedro Odilo Scherer, arzobispo brasileño de Sao Paulo.
Hacia el Cónclave; ¿cuál será el papel de Kasper y Bergoglio?
Como es tradicional, la marcha hacia el Cónclave se va aderezando con listas de “Papables”, los posibles candidatos para suceder a Benedicto XVI. Pero hay otro papel igualmente crucial en la asamblea de los cardenales que deberá elegir al nuevo Pontífice: el de los llamados “kingmakers”, las personalidades que –por experiencia o autoridad, más que por la afinidad por uno u otro grupo– son capaces de orientar el voto hacia la figura que al final será elegida.

La pregunta de ahora, pues, sería: ¿quiénes podrían ser los cardenales “kingmakers” del Cónclave de 2013 si a la hora de cerrar las puertas de la Sixtina no hay un candidato fuerte (como sucedió hace ocho años con Joseph Ratzinger)? Esta pregunta es mucho más difícil con respecto a la incógnita sobre los “papables”. Y, al contrario de lo que sucede con las listas de candidatos, tiene a preferir figuras que, por la edad, no figuran entre los posibles nuevos Pontífices. Desde este punto de vista, entonces, es muy significativo el hecho de que una figura como la del cardenal Walter Kasper haya entrado apenas en el colegio electoral. El ex presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos cumplirá 80 años el 5 de marzo, pero podrá votar porque la cosntitución apostólica “Universi Dominici Gregis” fija el comienzo de la sede vacante (en este caso el primero de marzo) como la medida para indicar quiénes tienen derecho al voto y quiénes no. Walter Kasper es (al lado de Jospeh Ratzinger) el otro gran teólogo católico alemán de nuestra época; el año pasado publicó un libro titulado “Iglesia católica. Esencia, realidad y misión”. Por lo que sería bastante natural pensar que algunos cardenales más jóvenes pudieran tomarlo como un punto de referencia.  

Pero, bajo este mismo perfil, se puede incluir la figura del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, que, según algunas reconstrucciones del Cónclave de 2005 habría obtenido bastantes votos. Personalidad ascética, muy esquivo (son rarísimas sus entrevistas), es un cardenal alejado años luz de las batallas curiales de los “vatileaks”. Y su perfil doctrinal, en muchos aspectos, es muy semejante al de Jospeh Ratzinger. Ahora tiene 76 años, por lo que no figura en las listas de los “papables”. Pero podría convertirse en una ayuda importante en la elección del sucesor de Benedicto XVI que se llevará a cabo en la Capilla Sixtina.

2 comentarios:

  1. Parece lejano cualquier intento de renovación que no conduzca a profundizar las diferencias entre las jerarquías y los fieles que más por costumbre y por fe personal que por acuerdo real con los mandatos del Vaticano bautizan a sus hijos y van o dejan de ir a misa. No hay ningún Albino Luciani (por decir un nombre) entre los posibles sucesores de Ratzinger.
    Eso no quita que la institución seguirá siendo poderosa e influyente en todo el mundo pero en particular en África y América Latina.

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  2. Es posible. Aunque hay algunas dimensiones adicionales al problema: cuando se trata de la Iglesia, no todo lo "progre" es necesariamente progre, ni lo "reaccionario" es necesariamente reaccionario. Fijate en el post que puse esta mañana.

    Cordialmente,

    Astroboy

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